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Por más que quiera escribir sobre algo placentero, la vida en este
país no da tema. Día tras día aumenta la acción
de los "pancho villas" colombianos y a su paso solo queda desolación
y muerte.
El presidente Pastrana, como de costumbre, en las 3 últimas
semanas que llevamos del "enésimo" proceso de paz, suele regañarlos
como lo hizo ayer antes de irse a la posesión del nuevo Presidente
de Honduras. Es su actitud habitual: un tirón de orejas y "mutis
por el foro".
Lo que pase queda en manos del ejército, unas fuerzas armadas
temerosas de un jefe que les ha "tascado freno" durante sus 3 ½
años de mal gobierno. Hoy, por ejemplo, estamos en sus manos. Se
realizará un "paro armado" de 24 horas, programado y dirigido por
las FARC y sus amigos comunistoides, como los sindicatos de trabajadores
de EMCALI, Empresas Municipales de Cali la ciudad en donde vivo. Fue linda,
fue acogedora, fue progresista hasta que los empleados públicos
acabaron con ella. Los alcaldes últimos han sido ineficientes.
Las "Franquicias Asesinas de Revoltosos Comunistoides" - FARC- abusan
de estos mandatarios y se ríen de ellos por "pendejos", politiqueros,
pícaros y manipuladores, responsables de la agonía del país,
como escribe un pariente colombiano quien se exilió voluntariamente
y se fue a vivir en un "iglú", en Canadá. Le duele la patria
obviamente. Extraña todo, en especial la comida típica, pero
la paz está por encima de todo.
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Bueno hablemos de algo más positivo. Hoy es el día del Santo
Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, nacido hacia el año
1.225, uno de los santos que más admiro. Si no fuera por la fe y
el ejemplo que otros seres nos dieron, la vida sería imposible.
Italiano, fue maestro de filosofía y teología en su país,
París y Colonia. El Magisterio de la Iglesia, después de
su muerte, ha hecho suya su doctrina, "por estar más conforme que
ninguna otra con las verdades reveladas, las enseñanzas de los Santos
Padres y la recta razón", escribió el Papa Juan XXIII.
Este hombre, tan inteligente y bueno, bendiga a Colombia en este día
de prueba y obtengan el castigo merecido sus malos hijos.
Leonor Uribe de Villegas
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