En 1994 hubo en El Cairo una Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo. El Santo Padre adhirió a lo que en un comienzo se llamó el Año Internacional de la Familia en un documento que entregó a la señora Nafis Sadik, secretaria general de la mencionada conferencia.
Dudó el Papa de que el interés fuera por el desarrollo integral de todas las familias del mundo, pues el desequilibrio subsiste y es el mismo entre pobres y ricos, hoy más que ayer.
Aumenta la población en los países subdesarrollados y merma en los países que tienen avances económicos y técnicos los cuales, obviamente, tienen la sartén por el mango.
¿A quien le interesan los principios éticos? Solamente la iglesia los defiende. "Hay que respetar las verdades básicas que tiene cada persona cualquiera que sea su edad, sexo, religión u origen étnico. La unidad fundamental de la especie humana requiere que todos se comprometan en la construcción de una comunidad libre de injusticia y que se esfuercen por promover y proteger el bien común".
Siempre se ha pensado que hay que empezar con una política de control demográfico para alcanzar el desarrollo económico. Es natural que haya más población en donde hay menos educación. Pero la sola enseñanza de métodos anticonceptivos no mejora la economía de los pobres. Hay que crearles mejores oportunidades de salud, vivienda, educación y trabajo con salarios justos.
¿Tendremos esperanzas en este 2.000, en especial para esta Colombia tan llena de violencia, secuestros y desestímulo al sector productivo? La tasa de natalidad se ha reducido, es cierto, ¡Pero cuánto han contribuido las muertes violentas!
Dios nos ampare.