Enero 1 de 2.001 NUEVO MILENIO |
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Escuchamos hoy, desde el Vaticano (por TV obviamente), al Papa Juan Pablo II deseándonos, en español, un feliz año para todos. Y así mismo su ruego por una mayor solidaridad y una firme paz en todas las naciones. No sé que tan pobres estamos en esta América Latina pero el dinero que se gastó en iluminaciones y pólvora sumó millonadas. Esta última, cuanto más ruido haga, es más odiosa; en especial para quienes, como los colombianos, escuchamos el que hacen los carros bombas. Quiero compartir con mis lectores un artículo de la prensa local, escrito por el sacerdote Gonzalo Gallo, que me conmovió más que ningún otro leído en este final de año. Lo publicó el 28, "Día de Inocentes"; que se aprovecha para hacer tomaduras de pelo. El padre dice que "no debe ser sólo para bromas. Y menos en una patria con problemas tan agudos para todos, en especial para millones de niños con pasado de llanto, un presente de miedo y un futuro de pánico. En este mismo momento hay más de 50 niños secuestrados y millares de niños desplazados, explotados, prostituidos y abandonados. Sólo en las filas de la guerrilla se calcula que hay unos seis mil niños que no juegan a la guerra sino que se juegan la vida en la guerra como carne de cañón. ¿Qué nombre puede recibir un acto tan monstruoso como ese de convertir a unos niños en un arma de guerra y robarles su presente, su futuro y su misma vida? Ningún extremo de miseria justifica semejante atrocidad, pero eso tiene sin cuidado a los dirigentes de las FARC o del ELN. Para ellos, fieles a Maquiavelo, todo es justificable. ¡Qué horror!, los niños de este país saben más de bombas que de juguetes, más de masacres que de recreos, más de pesadillas que de buenos sueños. Para ellos una palabra que empiece por S es ‘secuestro', una que empiece por M es ‘muerte', otra que inicie por T es ‘terror'. Sí, en Colombia se pierde la inocencia al nacer." Leonor Uribe de Villegas |
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