Diciembre 6 de 2.001 |
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Así me informo acerca de quien es John Ashcroft, el controvertido Fiscal General o Ministro de Justicia de los Estados Unidos, el más ultraderechista personaje de ese país. Es un racista peligroso, odia a los negros. Ahora su odio se concentra en los talibanes, cunado es tan sectario como ellos. Bajo el lema de que "no tenemos rey fuera de Dios", este personaje pertenece a una de las religiones más intolerantes, la pentecostal Asamblea de Dios, y al ala más derechista del Partido Republicano. No sabe, pues, hacer respetar los derechos civiles, según leo en "La Revista"de "El Espectador" en artículo escrito por Nicolás Suescún. Partidario de la pena de muerte, opositor del aborto provocado y los anticonceptivos, de los homosexuales, votó en contra del nombramiento de un juez negro. En algunas cosas puede uno estar de acuerdo con él, las habrá sin duda, pero el prejuicio que crea su sectarismo es grande. En la misma revista vuelvo y me encuentro con otro radical, pero este es un ateo confeso. Es José Saramago, el Nobel de Literatura portugués, quien escribió un artículo para El Nacional de Caracas Titulado "El factor Dios". Qué lástima siento por quienes no tienen fe. Se pierden un sentimiento grande de afecto a ciertas personas santas, cuya sola presencia en la Tv nos tonifica, como acaba de ocurrirme ahora, al escuchar de improviso al Papa Juan Pablo II en su homilía de los miércoles en la Plaza de San Pedro en Roma, fue dicha en español para miles de peregrinos llegados de España. Su bendición final aumenta mis ánimos para soportar los males físicos y las contradicciones. Dice Saramago que "siempre tenemos que morir de algo pero solo el hombre ha inventado las crueles formas para matar a sus congéneres, y hasta mandan a matar en nombre de Dios". Todas las religiones -según él- han sido causa de matanzas, de monstruosos crímenes Dice: "Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar esta verdad evidente". Pide tolerancia para quienes como él, Dios no es más que un nombre. Que Él lo perdone. Leonor Uribe de Villegas
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