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Se acerca el país a una fecha crucial: el 6 de diciembre se vence
el término dado a la guerrilla de las FARC para ocupar los casi
50 mil kilómetros cuadrados que este gobierno de Andrés Pastrana
le concedió dizque para que allí se desarrollaran los llamados
diálogos de paz. Ya llevan una primera prolongación y los
colombianos, en gran mayoría, (más del 80%) estamos contra
una segunda.
¿Qué han hecho allí Manuel Marulanda -Tirofijo-
y sus secuaces? Aumentar su poder económico, sus milicias, sus plantaciones
de coca y amapola, su amedrantación de los pueblos y aldeas no sólo
de ese sector de San Vicente del Caguán, en el departamento de Caquetá,
sino que han tenido el Putumayo bajo un "paro armado", las carreteras bloqueadas,
Cauca y Nariño, todo el sur está bajo el poder de sus armas.
"Por la paz todo sacrificio es poco" dicen los del gobierno y aún
los del Congreso. Y se olvidan que hay 2.500 secuestrados, hombres, mujeres,
y niños. Que son varios los centenares de militares y policías
prisioneros detrás de alambres de púas, tratados en la forma
más infrahumana. Que ahora les dio por secuestrar menores de 10,
12 y 15 años, niños y niñas, a quienes arman y mandan
de carne de cañón a enfrentar el ejército.
Ante tanto delito contra los derechos humanos ¿Cómo puede
existir gente que piense que con la narcoguerrilla es posible la paz? Contra
ellos lo único que sirve son esas tropas de las naciones unidas
que supieron llevar la paz a Kosovo.
Lamentablemente no hay otro camino mientras aquí surge un Kostunica,
fuerte, demócrata, que sepa imponerse a toda dictadura como él
lo hizo en Yugoslavia.
Dios vuelva fuerte a este gobierno y pronto comience, a través
del Instituto colombiano de Bienestar Familiar a recuperar a los menores
y se trabaje en su rehabilitación física y mental. Son el
futuro, de mañana nada más. Están cargados de odio
y rencor, sin familias en su mayoría. Esta es la parte más
dolorosa de esta guerra sin sentido.
Leonor Uribe de Villegas
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