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Diciembre 13 de 2.001
"LA LEY DEL TALIÓN", SIGLO TRAS SIGLO
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Cada día, en todo el mundo, vemos cómo la antigua ley del
Talión "ojo por ojo y diente por diente" se aplica con rigor.
Injustamente, como en esta guerra de guerrillas que tiene Colombia,
que cobra una quijada por un diente pero es la costumbre entre los hombres
sin Dios.
Así haya habido hombres sabios como Aristóteles, Platón
y Séneca que enseñaron leyes diferentes, así nos haya
enseñado la Iglesia de Cristo que caridad es dar a cada uno lo que
es suyo y también que tenemos las cuatro virtudes cardinales: prudencia,
justicia, fortaleza y templanza. Más las tres virtudes teologales:
fe, esperanza y caridad, cuyo objeto directo es Dios. A pesar de todo esto
vamos por esta vida dando tumbos, con una fe vacilante en días tristes,
con una esperanza golpeada por las realidades que nos rodean y una caridad
a cuenta gotas.
Por esta mala práctica de las virtudes se han ido disolviendo
las sociedades. Por no temer a Dios las parejas se casan y descasan y por
eso tenemos, por millares, a "huérfanos con padres vivos". El divorcio,
las prácticas abortivas, el abandono de los hijos, corrompen las
sociedades. Soy católica practicante y encuentro difícil
aceptar cómo una sociedad se derrumba sin sentir dolor y rencor.
¿Puedo ir a comulgar cuando en mi interior siento un rechazo
profundo, casi odio, por los guerrilleros? Y aún por los gobiernos
ineficientes para imponer la paz.
Le pedí con fe a la Virgen de Guadalupe, esa madre del indio
mejicano Juan Diego, el 12 que es su fiesta, por la paz social en su país
y en toda esta América que habla español y confiesa a Jesucristo.
En 1.531 se apareció al indio. Desde la época de la conquista
llegó nuestra fe con Hernán Cortés.
Tantas advocaciones tiene la Virgen como devotos en el mundo entero.
En mi país tenemos a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá,
cuya bella imagen está en un cuadro en la catedral de ese pueblo
en el departamento de Boyacá y es patrona de Colombia.
Fe es creer en lo que no vemos, nos han enseñado. Pidamos a
Dios que nos la acreciente para saber llevar con alegría nuestra
cruz de cada día.
Leonor Uribe de Villegas
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