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Quiero compartir con muchos jóvenes este mensaje que ha sido pensado
intensamente porque considero que les puede ser muy útil, sobre
todo cuando viven los 18 años y están frente a su futuro.
Les ha llegado el momento de sacar cédula de ciudadanía,
licencia de conducir y aplicar a las universidades; se deja atrás
la autoridad paterna y la dirección del profesor, en pocas palabras:
van a vivir su propia vida.
No sería conveniente que con todos los papeles que tienen en
su cartera debieran incluir el más importante de todos: el carnet
por el cual ustedes autorizan a Dios a que les marque el rumbo de sus caminos,
con el fin de tener la seguridad de no equivocarse.
No me sorprende que los jóvenes no se interesen por las cosas
de Dios, aún más, me maravillo de aquellos que en su adolescencia
los encuentran. Ciertamente no es divertido cargar con compromisos exigentes
como son la mortificación, el perdón, la oración con
un Ser que ni siquiera podemos ver y tenemos que creer que nos oye.
El cuerpo está nuevecito, necesita sentir toda clase de emociones
y sensaciones, busca cariño físico y desea repetir inmediatamente
esa misma satisfacción.
En la parte del espíritu hay atrevimiento para desarrollar planes
frecuentemente alejados de los parámetros cristianos. Se busca con
angustia el compañero o la compañera que, si podemos acercarlo
a nuestro costado y apretarlo, y que nos "da la mano" en cualquier eventualidad;
él es, consuelo inmediato, compañía, amor condicionado
en el tiempo pero pronto, realizas que este amigo o amiga trae consigo
desilusión y hastío.
Cuando encuentren el camino que nos indicó Jesús, les
sorprenderá la cantidad de cosas que sobran en sus vidas; participarán
con el mismo entusiasmo en los grupos de amigos pero con ánimo vigilante,
porque conocen la responsabilidad; el enfoque para el futuro será
distinto: más lejos de los hombres y más cerca de Dios.
Leonor Uribe de Villegas
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