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¿Estamos listos, preparados, para escuchar los llamados que nos
hará nuestro Padre en varias ocasiones de la vida?
El orgullo ciega y hace sordos a quienes piensan que es la persona
la que escoge qué quiere y hará en ese corto lapso que es
la etapa que pasamos en la Tierra. Otros piensan en el "destino": así
fue escrito y eso pasará, lo quiera yo o no.
¿Qué nos dice Dios a quienes tenemos fe? Tu vida es como
un tesoro que encuentras enterrado en el campo; vas y vendes cuanto tienes
para comprar esa tierra y así apoderarte de él.
Nuestra vida es un regalo que el Señor nos dió para que
la usemos para el bien o para el mal, según nuestra autodeterminación.
Al final de ella haremos el inevitable balance que ojalá no deje
un saldo en rojo.
Nos preguntaremos: ¿Trabajé solo para mi propio beneficio
o hice algo por los demás? ¿Les dí de mi tiempo, de
mis conocimientos, llevé fe donde no había sino dudas? ¿Ayudé
en la medida de mis capacidades económicas a quienes nada tenían?
¿Corregí errores y enseñé las leyes de Dios
y de los hombres a quienes no las conocían? ¿Escribí
sin temor contra acciones y omisiones de gobernantes incapaces? ¿Les
increpé a los criminales, de antes y ahora, por tanto sembrar odio
y rencor?
Es ejemplarizante observar vidas que nos dan deseos de imitarlas por
ser tan meritorias. Acabo de escuchar la misa que dijo monseñor
Dermott Malloy, obispo de Huancavelica, en el Perú, transmitida
por el canal EWTN desde Birmingham (Alabama). La celebró en una
capilla -no en el bellísimo santuario- consagrada a Santa María
de los Angeles, o Porciúncula como la llamó San Francisco
a la suya en Asís. Allí también son franciscanos los
sacerdotes y clarisas las monjas. Msr. Malloy es de Estados Unidos pero
se fue a servir a los indios de los Andes peruanos y ha hecho una labor
bellísima. El señor lo llamó y lo encontró
listo. Es un ejemplo su vida.
Leonor Uribe de Villegas
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