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Tantísimas
veces dibujamos el mapa de nuestro país, en el colegio, que a ciegas
casi podía hacerlo. Pero nunca como hoy, a los 72 años de
mi existencia, lo dibujé con dolor, que se refleja en esa cruz,
al igual que Jesucristo llevando la suya.
El nos ha ayudado a llevarla a los colombianos de bien, que somos 35
de los 40 millones o más que poblamos este territorio de 1.250.000
km2, para conocimiento de José Miguel Vivanco quien dirige Human
Rights Watch y siempre está listo a juzgarnos y pedirle al gobierno
americano que no nos ayude porque somos un pueblo de asesinos, sin remedio.
¿Este izquierdista sabrá el número exacto de guerrilleros,
paramilitares y delincuentes comunes que son autores de las masacres? ¿Suma
a ellos las fuerzas armadas, por el incalificable error de haber disparado
contra 6 niños, quienes sufrieron las consecuencias de haber sido
llevados por irresponsables maestros que no saben qué es una "zona
de candela"?
En este país sufrimos violencia desde hace más de 50
años. Pero los colombianos no comprometidos en ella la padecemos
cada día, cada noche. A todo momento nos horrorizamos y avergonzamos
ante el mundo entero. Estas tierras se llamaban Guananí y Colón
vino, en mala hora, a descubrirnos.
Porque nuestra cultura de violencia, es heredada de las razas amarilla,
blanca y negra, que forman el "mestizo universal" (difícil de analizar)
dueño de virtudes y defectos, entre éstos el desdén
por la vida, propia o ajena. Para cambiar la idiosincrasia del mestizo
toca culturizar la "indiamenta", como despectivamente llaman algunos al
pueblo raso.
Sobre todo hacer que, de veras, vivan la fe que desde niños
recibieron y aprendan a respetar la vida, el don más valioso que
el Señor nos dió. Mientras este respeto no exista jamás
veremos la paz.
Leonor Uribe de Villegas
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