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Hay poca investigación sobre el poder que han tenido las mujeres
desde mediados del siglo pasado a la fecha.
No sólo en los países desarrollados sino en aquellos
en los cuáles debían andar escondidas detrás de mantos,
bajo pena de muerte.
Tenemos, por ejemplo, a la hija del Sukarno, en Indonesia, Megawati
Sukarnoputri (la madre Mega como le dicen) quien manda en ese archipiélago
que tiene 225 millones de habitantes repartidos en 13 mil islas. ¿Quién
hubiera pensado jamás que el país más musulmán
del mundo sería regido por una mujer?
En Filipinas manda otra congénere, Macapagal Arroyo, también
hija de presidente. El oriente le da ejemplo a las feministas del resto
del mundo. Sólo en Argentina tuvieron una influencia grande las
dos esposas de Perón, Eva e Isabelita. Y con el libertador Bolívar
anduvo su valiente Manuelita Sáenz.
En general las mujeres se destacan por el cultivo de las artes, porque
en las ciencias el único ejemplo notorio fue Marie Curie. Pero en
los últimos años tuvimos el ejemplo de todas las virtudes,
la Madre Teresa de Calculta. Cinco siglos antes vivió la más
admirable de las mujeres: Santa Teresa de Avila. Ella si era una doctora.
Trecientos años más tarde brilló Santa Teresita del
Niño Jesús, toda bondad y ternura, declarada también
doctora, hace poco, por el Santo Padre.
En Colombia, tan necesitada de temas diferentes a la violencia, las
grandes figuras femeninas se destacan por sus aportes a la moda actual.
Tenemos excelentes diseñadoras quienes venden sus creaciones a los
grandes modistas internacionales.
De ésto si sé poco. A mi edad y con mi invalidez de piernas
(¿cuándo sera, Dios mío, que inventan algo para curar
la neuropatía periférica?) Las tangas y todo eso poco me
gustan. Mucho menos el "hilo dental", vulgar y deformante. Pero será
apasionante la profesión que una viajada dama, Alicia Mejía,
quien lleva 13 años como directora de Colombia Moda.
Hay otra colombiana fuera de serie, pero ya no por lo material sino
por lo espiritual: María Alicia Angel. Pasó de ser diseñadora
gráfica en Bogotá, a ser discípula de un swami en
la India. Su filosofía parece fácil pero no lo es: tener
paciencia y ser sincero consigo mismo. Aprendámosle.
Leonor Uribe de Villegas
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