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Son muchos, si pensamos en quienes nacieron después de Cristo. El
primero, San Pablo. Y de los sucesores de San Pedro, obviamente, recordamos
con admiración a Pío XII por su austeridad, Juan XXIII por
su dulzura, y ahora Juan Pablo II, quien reúne en él todos
las virtudes que puede tener un ser humano.
En estos últimos días aparece en la TV durante su visita
a Polonia, su país natal. Se goza uno con su alegría al mirar
esas plazas alrededor suyo en donde más de dos millones de compatriotas
le dan la bienvenida y le piden que se quede allí con ellos. Les
respondió "pongo mi vida en manos de Dios".
Sí se lo ve muy acabadito físicamente, sobre todo por
ese mal de Parkinson que le hace temblar tanto las manos, pero si alguien
tiene una grande fortaleza espiritual, es él. Si nos diera un poquito
de su fe estaríamos a salvo.
Políticamente hemos admirado a muchos, de esta Colombia no tantos
pero de otras naciones si. Comencemos por Churchill, Roosevelt y otros
mandatarios europeos y americanos. Sigamos con los nuestros, Bolívar
y Santander, y un personaje inolvidable para mi familia, el tío
de mi madre y primo de mi padre, el general Rafael Uribe Uribe, asesinado
en las gradas del Capitolio, en Bogotá.
El presidente actual de Colombia, Álvaro Uribe Vélez,
es de esta misma rama de Uribes. Se le nota por corajudo, honesto, trabajador.
Tenemos los colombianos, en su gran mayoría, una enorme fe en su
mandato.
Recibe un país en ruinas, material y moralmente, tanto en lo
civil como en lo militar. Ojo, pues, señores guerrilleros.
Leonor Uribe de Villegas
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