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Son los sentimientos que nos embargan no sólo a los colombianos
sino a todos en este mundo, en especial a aquellos que seguimos paso a
paso el acontecer mundial. ¡Qué pocas buenas noticias se escuchan!
Ahora llevamos tres días orando por 116 marinos rusos quienes
yacen en el fondo del mar porque su submarino se hundió y no ha
sido posible rescatarlo. Los comandantes no permitieron la ayuda oportuna
de USA, ni de Inglaterra por temor a que descubran sus secretos militares,
pero han cambiado su estúpida conducta. ¿Cómo no van
a valer las vidas humanas más que cualquier máquina?
Les quedan menos de dos días de oxígeno, el rescate tiene
que ser urgente.
¿Quiénes tuvieron la culpa de que 7 niños entre
7 y 15 años fueran asesinados, por haberse metido en un campo donde
guerrilla y ejército libraban una batalla? Eso ocurrió acá.
En la guerra civil colombiana. Los que menos disculpas tienen son los maestros,
por llevar a una excursión a menores por una zona de candela.
Y por ahí sigue a la deriva este país que necesita una
mano dura que lo gobierne. Hay demasiado engaño en el diálogo
interminable con esa guerrilla narcotraficante y el pueblo cae, cada vez
más, en una larga desesperanza.
Tiene de pronto unos ratos de tensión, pero ésta ya es
diferente. Anoche la tuvimos al ver jugar el fútbol de nuestro equipo
contra el de Uruguay y ganamos 1-0. Noventa minutos de pensar en otra cosa
para despertar a escuchar los muertos, los asaltos, los secuestros.
Sumemos a todo esto la vejez, a la cual dedicó el poeta colombiano
Luis Carlos López, unos versos con ese título y termina diciendo:
"Más si tu, que hoy me miras abrumado/ me has de poner, como nos
dejó el vate,/ "chato, pelón, sin dientes y extenuado"/ llámame
a Satanás, vejez maldita/ para poder hacer un disparate,/ como Fausto
y buscar mi Margarita".
Leonor Uribe de Villegas
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