Nacieron en un
pueblo del Valle del Cauca, el más lindo departamento (división
geográfica) de Colombia.
Fueron la 8a. Y la 9a. Entre 13 hijos de unos padres altos y garbosos.
Diez mujeres y tres hombres fueron. El papá creía que eran
su obra maestra; les importó de Panamá un coche doble y,
a pesar de lo ocupado que era ser finquero, siempre sacaba el tiempo para
pasearlas muy ufano por las calles pueblerinas en dónde él
era el patriarca.
Las niñas eran idénticas y para mayor confusión
hasta los 18 años las vistieron igual. ¿Cómo se verían
ahora a los 75?
Se casaron con dos hombres quienes sin ser parientes, tuvieron el mismo
apellido. En el colegio de monjas las colocaron siempre juntas y fueron
buenas estudiantes las dos.
Ya de los quince para arriba la una era muy seria y la o tra coqueta.
Pasaban incidentes como ser saludada muy efusivamente la seria, quien no
contestaba y por eso los amigos de la coqueta ya no volvían a saludarla
por variable.
Es muy entretenido ser gemelo idéntico; pero eso solamente ocurre
en lo físico, no en lo sicológico. A veces se exagera la
seriedad o la simpatía. Pero es bueno ser tan unido con un hermano
más que con los otros. Sobre todo cuando se llega a los 75 años.
Leonor Uribe de Villegas
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