Abril 4 del 2.000 |
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Cuando uno acaba de pasar por una prueba más de tantas que en la vida se tienen cuando la salud se deteriora, se buscan lecturas que ayudan a fortalecer un espíritu flaqueante. Decimos sin pensar: ¿Señor, una vez más? Bueno, si ese interrogante no surge sino el "hágase tu voluntad", ya tenemos un pie cerca del paraíso. Pero ¿será que somos dignos? Casi a ciencia cierta no sabemos qué deseamos de la vida distinto a estar sanos. Y cuántos ejemplos nos dan verdaderos enfermos y discapacitados, por servicios a sus semejantes. Parece, según el libro mencionado, que no hay día, ni hora, ni capacidad o ambición, o lo que sea que nos impida obtener lo que deseamos ser, a pesar de toda oposición síquica o física. Esto tienes, con esto cuentas. ¡Multiplícalo! En cien días que te das de prueba has dejado la silla de ruedas, caminas suelto, va desapareciendo la neuropatía periférica que amarró tus piernas y tus pies. ¿Quien sabe si en ese lapso los millones que padecemos ese mal, hasta hoy incurable, tendremos la dicha de saber que han descubierto su cura? Dice Mandino: "Recuerde que las tareas más difíciles se consuman, no mediante un solo estallido explosivo de energía o de esfuerzo, sino mediante la constante dedicación diaria de lo mejor que haya en uno." "El hecho de cambiar la propia vida para bien, de resucitar el propio cuerpo y la mente de una muerte en vida requiere muchos pasos positivos, uno delante del otro, teniendo siempre la mirada fija en la meta" Leonor Uribe de Villegas
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