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A Dios y a los santos, obviamente. Posándolos en la Virgen quien
siempre será la intermediaria entre El y ellos.
Curiosamente en estos días de la Semana Santa pasada me encontré
en una página de un periódico a los 4 santos en quienes más
creemos y, coincidencialmente, son los preferidos por mi.
Comencemos, como buena dama, con Santa Teresa de Jesús, de quien
se dijo que si hubiera sido reina sería Isabel la Católica
y si la reina hubiera sido monja, sería Santa Teresa de Jesús.
Lo que más me conmueve de ella es su fortaleza espiritual, no flaqueó
nunca a pesar de las enfermedades que la acosaron por más de cuarenta
años.
Ella reformó su comunidad, la Orden del Carmelo y sus escritos
le valieron ser procesada por la Inquisición. Vivió de 1.515
a 1.582. Escribió varios libros en prosa y poesía, y las
palabras las escribía tal como le sonaban. Se siguen leyendo sus
obras y cuenta con millones de devotos. Dios la tiene muy alta en el santoral.
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San Pablo, rebelde, pasa a ser la primera voz después de muerto
Jesucristo. Sus apóstoles son admirables. Hablaba de igualdad entre
los humanos cuando las diferencias de clases eran tan notorias.
Predicaba las enseñanzas tuviera o no tuviera auditorio. Provocó
un choque con las autoridades y fue condenado a muerte en Roma. Nos quedan
sus epístolas, famosas cartas a los discípulos suyos.
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San Francisco de Asís es la humildad por excelencia. Religioso italiano
(1.182 - 1.226) fundó la orden de los franciscanos. Fue llamado
"el sol de Asís" por el deslumbramiento que produjo a la humanidad,
a pesar de su gran sencillez. Su amor por la naturaleza y por los animales
es proverbial.
Amable, sencillo, humilde, ha sido querido y seguido por miles y miles
que han pasado por su comunidad.
Para él, ser pobre es ser libre por eso no se ató
a nada jamás. Estudié con franciscanos y a ellos debo la
paz que da tener una firme religión.
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Finalmente San Agustín de Hipona. Murió en el año
430 este obispo africano. La ciudad que es puerto de Argelia se llama Bona
hoy.
Su madre, Santa Mónica, sufrió durante su descarriada
juventud. Está con ella ahora en los altares.
Leonor Uribe de Villegas
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