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No, no es exageración comparar nuestro candidato a la presidencia
de Colombia con el santo más admirable, noble y valiente. El de
la espada desenvainada.
Sin espada pero con su palabra clara y vigorosa, Álvaro Uribe
defiende su derecho a gobernar este país ingobernable, cada día
más lleno de violencia por todas partes. Lo tiene ganado, quien
como él ha tenido varios atentados contra su vida en días
recientes.
Está tan saturado por el terrorismo de las guerrillas que ayer
culpó a las fuerzas armadas por no obrar oportunamente en las poblaciones
pequeñas, pobres, a donde llegan los bandoleros con bombas a atacar
gente indefensa.
En realidad nuestros soldados hacen lo que pueden con lo poco que tienen.
Usualmente llegan tarde porque no es fácil acceder a esas montañas
y menos con puntos de guerra de norte a sur, de oriente a occidente. En
mi casa en Cali, aquí sentada, miro a la vecina cordillera occidental
por donde están los helicópteros pasando, para llevar la
tropa hacia esa montaña en donde están nueve diputados de
la Asamblea del Valle del Cauca, secuestrados por las FARC.
"Mucho "tilín, tilín" y nada de acción" dijo Uribe
en frase que le han atacado y aplaudido por igual. Pienso que estuvo un
poco duro pero tiene razón en estar ofuscado porque ya no podrá
volver a hablar en la plaza pública, únicamente a través
de los medios de comunicación.
Si sabemos que el 26 de mayo próximo son las elecciones presidenciales
es obvio que esté nervioso, más cuando estuvo a un "tilín"
de que lo mataran en Barranquilla el domingo pasado. Dios permita que continúe
sano y salvo este mes y medio corto que falta para que jubilosos celebremos
su triunfo.
Leonor Uribe de Villegas
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