...y saber morir . Esto lo escribo a raíz de la muerte de una de las nueve hermanas y tres hermanos que tuve. Con nuestros padres formábamos un familión de quince personas. Educados por ellos al viejo estilo del estímulo o del castigo si las acciones fueran buenas o malas.

Bellas personas los viejos, física y espiritualmente. Nos enorgullecemos de ellos. Nos levantaron con un espíritu de unidad que hasta hoy perdura. Se ha quebrado con la muerte de los papás y cinco hijos.

Antier falleció Consuelo, sicoanalizada de nacimiento, como yo le decía.

Era mi mayor y mejor compañía.

Alegre, esta incansable jugadora de golf, prudente y serena, era un ejemplo para todos al verla soportar con entereza la muerte de su esposo y dos de sus siete hijos, quienes le dejaron dos nietecitos. Tenía otros ocho.

¿ Qué tiene de bueno pertenecer a una familia numerosa ? Si hay ejemplo de amor y unidad, saber que unos pueden contar con los otros, así la vida  nos lleve por caminos y actividades diferentes.

 Hay fechas, de cumpleaños por ejemplo, que se mantienen presentes.

 Hace más de medio siglo que empezó a imponerse la reducción del número de hijos ante una visión pragmática de la vida . Las mujeres ingresan al mercado laboral, cada día más, y no es fácil dejar niños solos. La vida cuesta más, los lazos matrimoniales se vuelven más laxos, no se tiene seguridad económica, ni afectiva.

Estos hechos no se dieron para Consuelo, mi hermana. En estos últimos años ha habido crisis económica mundial (salvo en los Estados Unidos) y esta si nos afecta a quienes vivimos en países en desarrollo. La economía, esa ciencia tan llena de diferentes opiniones, la asustaba como nos asusta a todos los legos. Sufrió una pequeña pérdida que la alarmó.

Gracias a Dios su muerte fue tan bella como el apagarse una llama.

Ya no tendrá que preocuparse por esos devaluados pesos. Solo gozar de la compañía del Señor y la Virgen y proteger desde el cielo a todos a quienes dejó de sonreír acá en la tierra.