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A continuación usted encontrará algunos documentos que sirven de referencia para apoyar el contenido del libro RECADI: la gran estafa

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La inflación, los controles y la corrupción
Por José Luis Cordeiro
(La segunda muerte de Bolívar, 1997)

Portada del libro La segunda muerte de BolívarLa inflación no es sólo terrible por empobrecer a la gente sino que además, cuando va acompañada de controles, es un enorme caldo de cultivo para la corrupción. En el llamado "viernes negro" del 18 de febrero de 1983 el bolívar es devaluado en cerca del 100% y se crea el fraudulento Régimen de Cambio Diferencial (RECADI). Bajo RECADI surge un complicado sistema cambiario de cuatro niveles y la moneda cae de Bs. 4,30 a 12,75 por dólar tan sólo en 1983. Finalmente, al terminar RECADI en 1989, el bolívar llega a 39,60 por dólar y, según la prestigiosa revista Visión, se malversaron alrededor de US$ 60 MMM, o sea casi el doble del monto de la deuda externa venezolana en ese momento. RECADI es considerado el caso más espectacular de corrupción en toda Latinoamérica, quizás en el mundo entero. En el tercer volumen del Diccionario de la Corrupción en Venezuela, editado por el Consorcio de Ediciones Capriles, se indica:El caso RECADI constituye la expresión culminante del proceso de degradación moral de la Venezuela contemporánea ... Tiene dos vertientes muy bien definidas: la de los comerciantes e industriales particulares que obtuvieron los mayores beneficios de la gigantesca estafa a la nación y la de los funcionarios públicos, de mayor o menor jerarquía, que fueron sus cómplices directa e indirectamente, por acción u omisión ... Cabe resaltar la complicidad evidente del Banco Central de Venezuela que hizo posible la realización de la gigantesca estafa.

El monto de la estafa es realmente increíble. Durante su existencia RECADI contó con un presupuesto de US$ 28,3 MMM, pero otorgó permisos para divisas que correspondieron a US$ 43,5 MMM. En pocas palabras, RECADI malversó directamente US$ 15,2 MMM aunque el monto indirecto es por lo menos cuatro veces esa cifra. Debido a que los dólares eran otorgados a las menores tasas de cambio pero luego terminaban siendo revendidos generalmente a la tasa de cambio libre, el monto malversado pudo incluir dólares comprados desde Bs. 4,30 y vendidos a Bs. 39,60.

Sin embargo, después de una malversación de US$ 60 MMM sólo hubo un inculpado. El ciudadano de origen chino, nacionalizado venezolano, Ho Fuk Wing fue el único preso. Debido a sus delitos relativamente "menores", por los que recibió el nombre del "chino" expiatorio, fue apresado el 1 de junio de 1989. Ho Fuk Wing permaneció detenido alrededor de tres años sin haber recibido ni una primera sentencia. Finalmente fue sentenciado y permaneció preso cuatro meses más. El 23 de octubre de 1992 salió libre el "chino" expiatorio e inmediatamente declaró a la prensa: "Fui un preso político: 26.000 empresas se beneficiaron con dólares preferenciales de RECADI, alrededor de 200.000 empresarios involucrados, y fui el único preso".

La corrupción en Venezuela se ha convertido en un verdadero cáncer. El economista José Toro Hardy identifica algunos de los principios de la corrupción que fueron olvidados:

1. La corrupción crece en proporción directa al número y la
complejidad de los controles impuestos por el Estado.
2. Mientras mayor sea el control ejercido por quienes deben
ejercer algún control, mayores serán también sus exigencias para conceder ventajas o
beneficios derivados de la existencia misma del control a su cargo.
3. Mientras mayores sean las exigencias de quienes
pueden conceder discrecionalmente beneficios derivados de los controles
del Estado, más poderoso será el grupo de quienes logran aprovechar en
beneficio propio las ventajas derivadas de la existencia de tales
controles.
4. Mientras más poderoso sea el grupo que aprovecha
en beneficio propio las ventajas que se derivan de la existencia de los
controles, más difícil será desmontar el "aparataje" de regulaciones del
Estado.

El mismo Simón Bolívar, quien antes de morir descubriría trágicamente que no era profeta en su propio país, exclamó: "La impunidad de los delitos hace que éstos se cometan con mayor frecuencia ... La clemencia con los criminales es un ataque a la virtud".

Si Bolívar supiera toda la corrupción que se originó con la devaluación y los controles cambiarios, él jamás habría dejado que su nombre se manchara con una moneda tan corrompida y devaluada. No sólo Bolívar no fue profeta en su país sino que además su nombre ha quedado enlodado en las arenas movedizas de la política monetaria venezolana.

Bajo el control de cambios de RECADI el bolívar pasó de Bs. 4,30 a Bs. 39,60 por dólar, se acumuló una inflación de 520% entre 1983 y 1989, incluidos ambos años, y se generó una corrupción a lo largo y ancho del país. Bajo el control de cambios de la Junta de Administración Cambiaria (JAC) el bolívar pasó oficialmente de Bs. 170 a Bs. 290 por dólar, aunque en los últimos días de la JAC se comenzó a negociar el llamado dólar Brady (correspondiente al comercio con los Bonos Brady) que alcanzó casi los Bs. 500 por dólar en abril de 1996. La inflación acumulada en los años de la JAC, 1994 y 1996 incluidos, llegó casi al 250% y los múltiples casos de corrupción aún están por ser analizados, incluyendo los abultados expedientes de la importación con dólares preferenciales de peces tropicales de Semarys y los pagos multimillonarios vía fax y sin comprobante de Samana.

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Adrián Kupferschmied: Sombras nada mas
Por Jacqueline Goldberg
Revista Exceso, marzo 1997

El rostro ufano de nuevo y modernizador empresario trocó al paso de dos décadas en el perfil borroso agazapado detrás de pingües como cuestionadas negociaciones relacionadas con dineros estatales. En la torre de oscuros cristales se oculta el seguidor de la prensa y en las pocas apariciones apenas enuncia enigmas casi tan parcos como el silencio, suerte de estoicismo con el que resiste una corona de espinas. La indeseada notoriedad del escándalo.

Las mañanas de Caracas son una ceremonia de sudores rezagados. Un rugido que con lastimera prisa atesta autopistas,andenes y rostros aún sucios de sueño. El reloj inicia su sentencia con débiles latidos que pronto se hacen martillazo en las muñecas de quienes ponen en marcha la desesperada faena cotidiana. Como en tantos otros tabernáculos urbanos, los propietarios y arrendatarios de oficinas del Centro Banaven -conocido en la jerga citadina como Cubo Negro- desenfundan las primeras señales de su balada oficiosa. Estacionan el vehículo en el sótano, compran café y aprietan contra el torso las entintadas páginas de la prensa. Luego, desde las respectivas cuevas de cristal, avisoran el despegue tempranero de los aviones de La Carlota, mientras agradecen al periódico en ciernes el hacerlos partícipes de los ralos sucesos del mundo.

"Kupferschmied, un rey con corona de espinas" (Foto archivo El Nacional)Sin embargo, Adrián Kupferschmied, ocupante de medio piso del regio edificio de Chuao, mirará con resentimiento y desdén los grandes titulares, y hurgará nervioso en páginas de trastienda, achacándoles en tono refunfuñón -como la popular canción. "tú tienes la culpa de todos mis males".

Y es que el ingeniero textil Adrián Kupferschmied ha venido observando desde la época de Lusinchi -cuando lo bautizaron Rey de Recadi- cómo su nombre brota espasmódico de los diarios nacionales, enmarañado en muy diferentes y nada lustrosos acontecimientos.

Pese a que ello lo sorprende y molesta -hasta el punto de exacerbar su difundido carácter colérico y temperamental- se niega a ofrecer declaraciones y desempolvar la imagen de tipo peligroso que muchas tienen de él. Ni siquiera amigos, vecinos o conocidos se atreven a neutralizar el efecto de irrealidad que el personaje produce, asegurando no conocerlo o esquivando juicios comprometedores. En todo caso, misterioso, reservado y huidizo son palabras que definen a cabalidad a este hombre -público a su pesar- sobre quien pesa en la actualidad una averiguación por presunto delito de salvaguarda.

La tirria que Kupferschmied le profesa a la prensa tiene como instante genealógico la entrevista que le hiciera el periodista Agustín Beroes el 20 de abril de 1989, a propósito de la Agenda secreta de Recadi, espacio del cuerpo D del diario El Nacional que investigaba los accidentados vericuetos del organismo creado por el gobierno de Luis Herrera Campins para la entrega de divisas preferenciales. En aquella oportunidad Beroes le preguntó las razones por las que se le conocía como Rey de Recadi, a lo que él respondió agresivo: "¿Crees que si yo fuera el Rey de Recadi estaría hablando con un pendejo como tú?. Se comenta que esa entrevista causó serios daños a la imagen del empresario -punta de lanza de sus movimientos financieros- y propició el derrumbe de promisorios negocios hoteleros en la isla de Cuba.

Ya antes, la fotografía de Kupferschmied -suerte de hippie en ascenso, con pelo largo y bigote mexicano- había recorrido diversos medios de comunicación a propósito de su nombramiento como Joven Empresario de 1975. En las notas que acompañaban la pose de líder contemporáneo se enunciaba un discurso que contrasta con el hosco silencio actual. "En la medida en que haya una renovación del comportamiento empresarial, en esa misma medida la empresa se hará más humana y democratizada y se convertirá en sólido soporte del régimen de libertades que nos identifica y caracteriza". Los allegados a aquel soñador de 26 años sonríen hoy con un dejo de tristeza, pues piensan que la ambición ha hecho que a los 48 encarne más bien el antiejemplo: un hombre dispuesto a todo -recalcan "a todo"- por atrapar el éxito.

Más recientemente, otro escándalo -prensa de por medio- apuñaló los intereses de Kupferschmied. El 27 de septiembre de 1996, el periodista Alfredo Peña reveló en su columna de El Nacional las irregularidades administrativas ocurridas en el Ministerio de Hacienda en relación con la cancelación de unos pagarés por 9.479.800 dólares, correspondientes a la "revisión del sistema de armamento y electrónica de las patrullas misilísticas y cañoneras". Peña hacía notar que la empresa italiana Armamenti e Aerospazio denunció a la República de Venezuela solicitando ante un tribunal en Génova "el secuestro de 18 pagarés de un total de 48 correspondientes a un contrato firmado por el Ministerio de la Defensa con Oto Melara", institución del Estado italiano en proceso de quiebra que remitió un fax el 18 de octubre de 1994 dando órdenes expresas de depositar el dinero en el Republic International Bank of New York. Luego, el 17 de enero de 1995, otra comunicación indicaba que el capital debía ser depositado en la cuenta Nº 337006450 del mismo banco, a nombre de una empresa denominada Samana Int.

Pero, poco tiempo después Armamenti e Aerospazio hizo saber a las autoridades criollas -acota Peña a la vez que muestra supuestos documentos- que jamás había recibido el pago y que nada tenía que ver con la fulana Samana. Es ese momento el periodista no revelaría las firmas autorizadas de Samana, y comentó que el cónsul general en Miami, Gustavo Rodríguez Amengual, había solicitado al banco detalles sobre la cuenta y sólo recibió una negativa sustentada en los privilegios del secreto bancario. El episodio fue uno de los originados en Hacienda y faltos de trasparencia que motivaron la renuncia del procurador Jesús Petit da Costa.

Una semana después del peñonazo, el Congreso abrió una investigación a través de una subcomisión presidida por el diputado de la Causa Radical David Paravisini, quien ofreció al periodista la información que éste destacó en su columna del viernes 22 de noviembre de 1996 bajo el título La cuenta es de Kupferschmied. En el recodo impreso semanal, Peña consideraba algunos ribetes del caso y ofrecía un raso prontuario del personaje, señalando sus vinculaciones con Recadi, José Angel Ciliberto (hijo), el ex gobernador de Caracas, Adolfo Ramírez Torres, y las Salinas de Araya, así como con altos representantes de las Fuerzas Armadas.

Al día siguiente, el sábado 23 de noviembre, Kupferschmied hizo uso del derecho a réplica y en una entrevista realizada por Máximo Peña en el mismo diario expresó -con mueca de asombro- que la cuenta de Samana no era suya y que además, de haberlo sido, no habría enviado jamás ese dinero al Republic International Bank of New York -a sus ojos, de no muy buena reputación por albergar supuestamente las cuentas de Carlos Andrés Pérez. En la mencionada entrevista -la última que ha querido ofrecer- apuntaba: "Lo de Rey de Recadi era una burla, pero decir que yo me robé diez millones de dólares es demasiado. Me dieron un buen golpe. Tal vez algún juez abra una investigación por notitia criminis y eso me preocupa, porque en este país la inseguridad jurídica es muy grande".

Kupferschmied no se equivocó. Pocos días después, el Tribunal 29 Penal Bancario, a cargo de la juez Milena Noguera, abrió una averiguación en su contra a partir de la muy manida notitia criminis que estipula la ley. La Juez trata de determinar si el hecho -aún en condición sumarial- tiene carácter penal y si el patrimonio público ha sido lesionado. Para ello, extenderá una rogatoria a fin de que las autoridades judiciales de Estados Unidos averigüen las operaciones bancarias de Samana. Por ahora, Kupferschmied -aunque no quiere hablar ni retratarse solo o en grupo- está en el país, al frente de su reino de oscuro cristal desde donde mira el cielo surcado de aviones y manosea con ira los pliegos de la prensa que pretende evadir.

Adrián Kupferschmied ostenta poderes de brujo. Dicen que por herencia gitana –aunque es rumano y por años vivió en Chile- lee la mente y hasta las líneas de la mano. Porta a veces en la muñeca un ojo contra la mala suerte y su oficina parece estar llena de extraños fetiches que lo resguardan del veneno ajeno -–y quién sabe si del propio. Ello mezclado con un sentido religioso tradicional, el cual refleja en puntuales visitas a sus padres para la celebración del shabatt y en cuantiosos aportes a instituciones comunitarias, donde lo aprecian y respetan. "Aunque", señala un correligionario, "no queremos saber en lo que anda".

Durante años ha promulgado que su filosofía existencial está basada en el riesgo, en jugarse la vida por la vida. Con igual denuedo proclama como prioritario el amor por la familia, de la que habla siempre y muestra con orgullo una fotografía. Dice que "trabaja como un burro, pero los fines de semana los dedica a calentar el hogar". Apenas asoma un feriado elige entre un jet privado o el yate propio de 63 pies, y se marcha a Aruba o a Los Roques, donde comentan que posee modestas mansiones, al igual que en Miami, ciudad en la Kupferschmied senior –textilero de vocación- disfruta de un flamante Rolls Royce. Compañeros de estudio de sus hijos solían acompañar a la familia en esas faenas recreativas, hasta que el nombre de Adrián comenzó a ser noticia y los preocupados padres prefirieron evitar malas juntas a los niños que, de todas maneras y por típica crueldad, apodaban al hijo del empresario El Capo.

Quienes han tenido la oportunidad de acercarse a Kupferschmied –y mirarlo más allá de la bola de cristal a la que obliga todo intento de descifrarlo- opinan que es un ser doble, suerte de Dr. Jekyll y Mr. Hide, Superman, Zorro, Jano, con rostros camaleónicos a conveniencia. Un hombre de baja estatura, ojos pardos, cabello castaño, piel blanca, fuerte miopía, signo aries y un cierto parecido a Dustin Hoffman.

A la vez que intenta cierta modestia –maneja el mismo Mercedes Benz desde hace años, vive en Santa Rosa de Lima y en su despacho se conforma con muebles de cuero muy sencillos-, Kupferschmied manifiesta una riqueza grosera, "usa ropa de marca, pero su gusto es burdo; luce joyas, lentes y relojes Cartier; puede quitarse una prenda de oro en un instante y regalársela al interlocutor en un gesto de halago; es capaz de llenar una mesa de langosta, aunque él cuida mucho su dieta y por eso bebe y como poco", apunta una fuente que por razones de cercanía prefiere mantenerse en el anonimato.

Otro confidente desliza que el empresario disfruta mostrándose como un hombre de cuidado. "En el vidrio de su oficina había (quizás aún esté ahí) una bala incrustada, proveniente tal vez de disparos ocurridos en la asonada militar del 4 de febrero de 1992, pero él la muestra como prueba de cuán perseguido es". Otro rasgo apuntado por el testigo:"En la oficina de este extraño señor hay un enorme mapamundi con ciertas marcas que lo hacen sentir dueño de ese territorio. Además, habla muy mal de los venezolanos, es hostil con sus empleados y su mayor preocupación es impresionar a los demás".

Las ocupaciones laborales de Adrián Kupferschmied constituyen un verdadero caleidoscopio. Cuentan que su despacho es una suerte de pequeño mercado persa dividido en cubículos donde se comercializa desde azúcar, oro plata, bonos, acciones de la bolsa y mermeladas del Maxim´s de París hasta contratos de armamento. "Cuando nadie en este país sabía lo que era un fax", apunta la precavida fuente, "él tenía el más completo repertorio de artefactos comunicacionales. Cuando nadie aquí conocía los automóviles rusos Lada, él poseía un catálogo y pretendía importarlos de Panamá a través de unos contactos en Cuba".

Sin embargo, no son esas minucias mercantiles –de las que se presume ha obtenido dinero y el odio de grupetes que se confiesan de alguna manera estafados- el único manantial de riquezas y escándalos. Recadi es su primigenia inspiración pública. Aunque no fuera investigado en ese momento por ningún movimiento ilícito, la prensa lo señalaba a finales de los ochenta por su intervención como "gestor de gestores" a través de diversas empresas, entre ellas Capital Express, denunciada como la mayor intermediaria para la adquisición de dólares preferenciales de Recadi –por importaciones simuladas- y en la que era socio de José Angel Ciliberto (hijo) y Gustavo Quintero, este último esposo de Mariela Rey, entonces consultora jurídica del Ministerio de Hacienda. "Rara casualidad", murmuran todavía muchos.

En 1992, en el marco del proceso de licitación de las fragatas –ganado por Littons Ingals, empresa estadounidense de la cual Kupferschmied era asesor y/o representante-, investigaciones realizadas por El Nacional daban cuenta de varias firmas en las que el empresario era socio, entre ellas Transportes 242 C.A., donde figuraban Miguel y Alberto Benatar, Ricardo Casally y Adolfo Ramírez Torres. También menciona el texto la intervención de concesiones Casanova C.A., Concesionaria Santiago de León y Papa 1000 C.A., todas cuestionadas por el caso de estafa a la nación en que derivó el Régimen de Cambio Diferencial.

Por otra parte, en la referida entrevista de Agustín Beroes, el llamado Rey de Recadi reconocía ser dueño de otra cantidad de empresas –de muy antagónica especie- como Vidarven C.A. (seguridad electrónica), Seror C.A. (administradora de personal), Lider Tour (agencia de viajes), Hotelera Líder C.A. (proyecto hotelero en Margarita), Administradora C.R.C.A. (administradora de inmuebles), Pasta House (comida rápida), Mister Potato (comida rápida), Tecno Food (propietaria de los restaurantes antes citados), Industria Nacional de Artemias (en sociedad con la empresa Nacional de Salinas, Ensal) y Tejidos de Punto F.I. C.A. (industria textil).

Kupferschmied tienen un su haber relaciones personales tan plurales como sus andanzas comerciales. Dicen que el intento de suicidio de Héctor Meneses, ministro de Fomento en la época de Lusinchi –motivado por el dramático desenlace de Recadi, en el que los jerarcas de mayor rango, incluido el Presidente, lo dejaron solo-, se produjo unos días después de visitar el despacho del ingeniero. Este, no obstante, en la misma entrevista de Beroes, negó esa circunstancia, sin ocultar conocerlo bien, a través de reuniones nocturnas y amigos comunes, lo llamaba "el flaco Meneses" como sólo lo hacían los más íntimos.

Sus vínculos con la política –Acción Democrática en particular- y las Fuerzas Armadas tampoco son un secreto. Kupferschmied visitó Miraflores en el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez y, al parecer, por alguna razón continúa siendo asiduo al Palacio. Su participación en el negocio armamentista lo acerca a personeros del alto mando militar. "Así", señala un informe confidencial, "ha confesado públicamente ser socio del general Cardozo Grimaldi, ex ministro de la Defensa. De la misma manera se le sabe estrechamente vinculado a los vicealmirantes Carlos Larrazábal García y Héctor Jurado Toro, y el contraalmirante Gustavo Sosa Larrazábal". Más adelante agrega: "Se tiene información de fuentes confiables, que Adrián Kupferschmied ha tenido acceso directo a Miraflores desde el comienzo del presente gobierno. En pasillos de Palacio se comenta que ha hecho grandes negocios con el aval de personeros de la Presidencia de la República. De acuerdo con la fuente, por lo general bien informada, Adrián Kupferschmied es introducido a Miraflores por el exdirector de Administración del Ministerio de la Secretaria de la Presidencia, Rafael Cegarra. Así mismo, se le imputa a Henrique Meier Echeverría, sucesor de Tulio Alvarez, el ser, desde Miraflores y desde el Ministerio de Justicia, uno de los principales soportes de Kupferschmied en el gobierno".

Otra personalidad allegada ha sido Adolfo Ramírez Torres, ex gobernador del Distrito Federal, viceministro de Relaciones Interiores y precandidato a la Alcaldía de Caracas en 1989 en los confines de Acción Democrática. Aun cuando Ramírez Torres lo niega con fiereza, en vox populi que el empresario financió la totalidad de la campaña del precandidato –incluyendo encuestadores, sociólogos y periodistas expertos en el oficio del palangre-, y que el búnker de la operación electoral se encontraba en los predios de Kupferschmied, puesto que además eran socios en varias empresas, amén de compartir en ocasiones festivas una mesa llena de enormes ostras traídas desde Chile.

Ramírez Torres, acusado de tráfico de drogas, salió en libertad provisional en 1994 luego que el juez 34 Penal, Luis Ortega Lima, acogiera los argumentos de la defensa sobre el retardo procesal. Mientras espera nuevos atajos tribunalicios, el abogado vive en la Guaira, donde regenta su propio centro hípico y pasa horas respirando la paz del Caribe que entra fluida y azul por la ventana. "Tener las paredes de la cárcel pegadas a la nariz hace que uno sufra desequilibrios mentales y se le olviden ciertas cosas", dice. Pese a ello, recuerda muy bien que un día, estando tras las rejas, llamó al que ahora aluden en la prensa como un viejo amigo asociado, y sólo recibió como contundente respuesta "mira, pana, no me llames porque me rayas". Ramírez se esfuerza, de todas maneras, en negar cualquier compromiso con quien así lo desairó en el mal momento. Kupferschmied, por su parte, no ha balbuceado –en las pocas entrevistas que ha concedido a los medios- a la hora de evadir la filiación y afirmar que muchos utilizaron con saña su persona para vengarse políticamente de Ramírez Torres.

Pese a las constantes maniobras de ocultamiento, Kupferschmied deja huellas a su paso. Como si fuera poco el irresoluto embrollo de las fragatas , ya antes, la privatización de la Empresa Nacional de Salinas (Ensal) –adquirida por Tecnosal, donde el ingeniero es uno de los socios mayoritarios-, despertó volcánicas humaredas y su nombre fue puesto de nuevo en la palestra, aunque sin consecuencias legales por ahora. En octubre pasado, la Comisión de energía y Minas del Senado de la República aprobó por unanimidad un informe presentado por la subcomisión especial encargada de investigar la concesión de Ensal, señalando que el Estado debía ser recompensado por la pérdida de 732 millones de bolívares que no entraron en el proceso de comercialización y que corresponden a 305 mil toneladas de sal asentadas en la llamada Laguna Madre y en las salinas artificiales. De ahí que el precio final de la concesión –4,09 millardos- fuera menor que el real. Desde el mismo momento en que se anunció en 1995 que Tecnosal era la ganadora de la licitación, se señalaron irregularidades en el proceso; sin embargo, la Asamblea Legislativa del Estado Sucre sometió el caso a las distintas fracciones parlamentarias, determinando en 1996 que no hubo dolo ni daño moral para la región, por lo que el asunto permanece stand by y el nombre Kupferschmied, tan blanco como la sal.

Pero el cuento de la repotenciación de las fragatas apenas comienza. El proceso tribunalicio da los primeros pasos y la juez Milena Noguera no se atreve siquiera a calcular si la querella tardará meses o, incluso, años. El diputado David Paravisini señala que la subcomisión parlamentaria que preside se hace preguntas acerca de por qué las empresas italianas no han intentado cobrar de nuevo la deuda, por qué los funcionarios públicos que intervinieron en la tramitación de la transferencia han omitido toda referencia a Kupferschmied o por qué el Ministro de Hacienda cancela sus deudas sin exigir recibos ni constatar la procedencia de los correspondientes cobros.

Y explica: "El contrato hecho entre la empresa italiana Oto Melara y la Marina venezolana debió haber culminado en 1992; pero, por incumplimiento o fallas atribuibles a las Fuerzas Armadas, no pudieron completarse los trabajos en esa fecha sino que se postergaron hasta 1994, cuando la entrega y colocación de las cañoneras y las torpederas se hizo parcialmente, porque aún falta por ejecutar un millón 900 mil dólares del contrato de 2.5 millones. Sin embargo, lo extraño en esto es que la Marina y la Inspectoría General de las Fuerzas Armadas liberaron el total de pagarés, como si el trabajo hubiese concluido. Hay un gran desorden en el Ministerio de Hacienda, no sólo con este caso sino con muchos otros".

La confusión en las comunicaciones enviadas por las empresas italianas y el depósito final en la cuenta de Samana Int. Genera también múltiples dudas en el defensor de Kupferschmied, el penalista Reynaldo Gadea Pérez, quien asegura estar frente a un asunto de ribetes foráneos, donde habría intereses precisos de la empresa Oto Melara de desprestigiar a la Littons Ingals a través de su asesor en Venezuela.

Por otra parte, se pregunta el abogado, "¿cómo es posible que por la denuncia de un periodista se abra una averiguación penal? ¿Cómo es posible que si la nación no ha sido demandada, si los italianos no han venido a reclamar, si el procurador general Jesús Petit da Costa ha afirmado que Venezuela pagó correctamente, se abra un proceso que, de paso, lo establece un juez bancario cuando no hay involucradas cuestiones bancarias? Simplemente, pudiera ser un delito de salvaguarda o pudiera no ser nada. Mientras Venezuela no tenga que volver a pagar no hay problema. Además, si el periodista Alfredo Peña quiere que se investigue un caso a fondo debe poner una denuncia formal, cosa que no ha hecho para evadir la responsabilidad, porque si la denuncia fuera falsa se comete el delito de calumnia. El quería que se abriera una averiguación donde estuviese incurso Kupferschmied. ¿Qué pruebas tiene? Sólo unas fotocopias. Eso me parece falta de seriedad. Habría que preguntarle a Peña cuál es su intención", finaliza Gadea.

Peña, inquirido, se disculpa ante la imposibilidad de dar declaraciones sobre el caso, dibujando entre otras excusas las múltiples ocupaciones, la falta de tiempo y hasta las fechas carnestolendas.

La historia parece revertirse para Kupferschmied. Ahora son otros los que le sugieren "mira, pana, no me llames porque me rayas". Aunque eso no lo amilana, el misterioso, reservado y huidizo caballero del Cubo Negro prefiere callar –mas no otorgar-, evitar revolver avisperos públicos que cree apaciguados, contemplar los aviones desde su inmenso escritorio y revisar precavido la prensa, por si acaso su difícil nombre aparece de nuevo.

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Al derecho y alrevés
(Revista Producto Nº 113, Febrero de 1993, página 18)

Son dos los textos que en torno al escándalo Recadi se han publicado en Venezuela. Uno, del periodista económico Agustín Beroes, titulado "Recadi: La Gran Estafa", editado por Planeta en mayo de 1990 (287 páginas); y otro escrito en comandita por Héctor Hurtado, Francisco García Palacios y Eduardo Mayobre, puesto a circular por la editorial Unamuno a fines de 1991 (224 páginas).

Portada del libro RECADI: la gran estafa de la editorial PlanetaEl primero recoge, desde el ángulo de la interpretación periodística, un reportaje que descubre la corrupción desatada por el régimen de cambios diferenciales, donde se sostiene como tesis que Recadi, además de significar la institucionalización de la corrupción en democracia, se convirtió en una grave distorsión económica con serias implicaciones que se proyectan en el pasado, presente y fururo del país.


Portada del libro Las cosas en su sitio de la editorial UnamunoEl otro texto, escrito por tres funcionarios de la administración Lusinchi, sobre los cuales recayeron autos de detención desde el Tribunal Superior de Salvaguarda, luego invalidados por la Corte Suprema de Justicia en una decisión que levantó polvo en la opinión pública, hace una defensa férrea de la correcta direccionalidad de la política económica del gobierno de Jaime Lusinchi y dentro de ella se inscribe al escándalo Recadi como una maniobra política contra el sistema democrático. Falsas imputaciones que nada tuvieron que ver con el comportamiento de los miembros de la cuestionada Comisión de Importaciones.

Los dos libros suman casi 500 páginas de argumentos, elementos para analizar la historia futura.

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Dignidad e impunidad
por Agustín Beroes
(Revista Producto Nº 113, Febrero de 1993, página 37)

Revista Producto Nro. 113 alusiva a los 10 años del Viernes NegroCualquier esfuerzo que se haga hoy por recordar los primeros diez años transcurridos desde el Viernes Negro, pasa por la necesidad obligante de volver a mencionar al Régimen de Cambios Diferenciales y a la trístemente célebre organización que lo administró: Recadi.

Algunos venezolanos todavía piensan, pero no es cierto, que Recadi nació el 18 de febrero de 1983. En verdad, luego de siete días hábiles de suspensión de operaciones en el mercado cambiario, fue el lunes 28 de febrero de 1983 cuando se concretó la ruptura de la libre convertibilidad del bolívar, hasta el 10 de febrero de 1989, fecha esta última a partir de la cual volvió la normalidad cambiaria, y se concretó la muerte administrativa de un ente que en algún momento también se denominó Dirección General Sectorial de Autorización de Divisas para la Importación del Ministerio de Hacienda.

Durante un lapso de siete años, donde las administraciones de Herrera Campíns (1año), Lusinchi (5 años) y Pérez (1 año) mantuvieron este sistema de cambios, desde Recadi se administraron aproximadamente 35 mil millones de dólares, cifra equivalente al monto global de la deuda externa de la República, pública y privada, al entrar y salir del gobierno Jaime Lusinchi.

Hoy vale la pena insistir que, lamentablemente, ese régimen de cambios diferenciales, administrado desde Recadi, fue un instrumento utilizado por funcionarios, empresarios, políticos y particulares, para traficar influencias, otorgar y recibir privilegios y ventajas económicas, evadir leyes y lucrarse en grupo e invididualmente, en detrimento del interés nacional.

Pero el asunto Recadi no solamente ha significado en la conciencia de los venezolanos la más grande estafa cometida por unos pocos contra la mayoría, que es el Estado venezolano.

También debe ser analizado como una distorsión económica, producto de la aplicación de políticas de Estado erradas, ejercidas en un contexto de debilidad dentro del aparato administrador de justicia, e íntimamente ligada a un exceso inescrupuloso del ejercicio del poder bajo un esquema degradado y degradante de concebir la administración pública.

Todo indica que casos como Recadi, en su momento denuncias o escándalos con base cierta, están cargados en el tiempo de ramificaciones insospechadas y han contribuido a ver con mucha mayor claridad, que el nuevo dilema que está planteado en Venezuela, bajo un entorno democrático, es el de tomar partido entre la dignidad y la impunidad.
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Es la trama del poder económico corrupto
Por José Vicente Rangel
(El Nacional, miércoles 23 de mayo de 1990, página D-12)

Portada del libro sobre el escándalo Water GateLa lectura del libro de Agustín Beroes, "Recadi: La Gran Estafa", conduce inevitablemente a las siguientes reflexiones sobre el poder.

Una: todo poder sin control es, por naturaleza, corrupto.

Otra: el funcionamiento de los controles cai nunca es eficiente. Y podría hablar de una tercera: la quiebra de los controles dentro del poder democrático, asimila éste al poder autoritario.

¿Cuál es el gran aliado de las miserias del poder? La pregunta obviamente tiene relación con las consideraciones anteriores. Y la respuesta a mi manera de ver es una sola: el olvido. No creo estar equivocado si afirmo con toda responsabilidad que el poder es siempre la institucionalización del olvido. En Venezuela históricamente ha sido así. Enrique Bernardo Núñez dijo cosas al respecto que cada día que pasa cobran mayor vigencia. Y Sin remontarnos muy atrás, podría preguntar quién recuerda hoy las aberraciones de la última dictadura. ¿Acaso porque no las hubo o las hemos olvidado? ¿O por que las miserias de la democracia las han opacado? Igual suerte han corrido hechos monstruosos acaecidos durante tres décadas de democracia -basta recordar la masacre de Cantaura-, y posiblemente suceda lo mismo con El Amaparo, el negocio de las armas y Recadi.

Ya lo hemos visto a través de las sentencias producidas por la Corte Suprema de Justicia y la Corte Marcial, las cuales están dentro de la lógica adormecedora de la impunidad.

En ambas decisiones el poder se realiza a plenitud: las instituciones de la justicia se encargan de legitimar sus aberraciones.

Por tanto, impedir el olvido se convierte en un acto de dignidad frente al poder, cualesquiera sea su signo.

Quiero hablar hoy de lo que considero la peor de las corrupciones, la más funesta por sus efectos desquiciantes sobre una nación: la corrupción en democracia.

Esta no es producto de la imposición de un autócrata, como sucede en la dictadura, sino de la quiebra total de la institucionalidad. En una dictadura no se puede pedir que funcionen con eficacia las instituciones, que opere el estado de derecho, porque la dictadura es la negación misma de esos valores.

Tampoco se le puede exigir a los gobernantes de la dictadura comportamientos éticos y morales. Por consiguiente, la democracia corrupta se nutre de perversiones absolutas. Una es la impunidad que significa el total colapso de las instancias para hacer justicia; y otra el desgaste de uno de los mecanismos claves de la libertad, la denuncia, apostando calculadamente a la fragilidad de la memoria colectiva.

Agustín Beroes, con pleno respaldo de su periódico, "El Nacional", inició hace un año la publicación de "La Agenda Secreta de Recadi". Fueron muchos los desafíos que el periodista y el diario tuvieron que enfrentar. Por una razón muy simple: porque Recadi no constituye un acto cualquiera de corrupción. Es la trama del poder democrático corrupto, con la participación de políticos, gobernantes y empresarios. O sea, de una gran conjura antinacional para disponer de miles de millones de dólares y dejar exhaustas nuestras reservas.

Todo el país conoció esas denuncias y las siguió con interés creciente. Porque no se redujeron a la fría reseña estadística, a la recopilación de datos, sino que los reportajes tuvieron un propósito esclarecedor y se correspondieron con la formulación de una política para hacer frente en forma global a la corrupción.

Pero está visto que la publicación sistemática de esos trabajos periodísticos no es suficiente. La corrupción es un fenómeno dotado de infinitos e insospechados recursos. Los corruptos, que se saben un poder -diría que el único que realmente funciona-, supieron aguantar el chaparrón cobijándose bajo el alar de los privilegios, y se dedicaron a esperar que escampara. A que la gente olvidara. O que nuevos escándalos ocuparan la atención de la gente.

Al mismo tiempo movieron sutiles resortes y terminaron refugiándose en las máximas instancias de la administración de justicia, como siempre suele suceder. No tardó en surgir la interpretación celestina y en producirse la exoneración general de los pillos, o simplemente delincuentes, como los llama sin pelos en la lengua Franklin White en el prólogo del libro.

Para los ideólogos de la corrupción la malversación no es delito, y con inusitada celeridad la Corte Suprema de Justicia se encargó de asumir el argumento.

Como los miles de millones de dólares malversados formaban parte de un "presupuesto indicativo" no era doloso disponer de ese dinero, así el futuro económico del país quedara comprometido. Una vez más se puso en evidencia que en nuestro Estado de derecho siempre el delito consistirá en robarse una gallina, pero no millones de dólares. Este último acto acarrea, incluso, reconocimientos y condecoraciones.

Claro está que no tardarían los corruptos en desarrollar el otro aspecto de su argumentación: los denunciantes solo persiguen como finalidad desestabilizar la democracia. Pero obviamente que ya no vale la pena referirse en profundidad a este cínico y desacreditado recurso.

Los 12 capítulos del libro de Beroes no solo recogen el material publicado sobre Recadi. Hay toda una reelaboración viva, actualizada, e importantes agregados. Porque Recadi, como investigación, no se ha agotado ni se agotará en el tiempo: cada día generará nuevas revelaciones.

El autor tiene el acierto de darle un tratamiento fluido, introduciendo anécdotas inéditas, recurriendo a un estilo narrativo tenso que hace del libro casi una novela.

Por tanto este libro se justifica desde cualquier ángulo. Replantea en toda su dimensión, y dentro de un nuevo contexto, un tema que los venezolanos no podemos olvidar. No obstante su valor, la publicación periodística es fugaz y transitoria; en cambio un libro permite forjar una visión totalizadora e impedir que el recuerdo se borre.

Al mismo tiempo, en un país en el cual las instituciones no funcionan, el vacío lo han llenado los medios de comunicación, más allá de fallas e imperfecciones. Cuando los tribunales son una vergüenza; cuando el Ministerio Público está hundido en el lodo; cuando el Congreso es neutralizado por presiones innombrables; cuando a la Contraloría se la mantiene sin recursos, y cuando el Ejecutivo se comporta con desprecio cesarista hacia el ciudadano, ¿qué queda en pie? Unicamente el medio de comunicación. Con el inconveniente de que la falta de respuesta institucional determina que el medio se agote en la rutina y en el hastío de la gente.

Es esa la diferencia fundamental que existe, por ejemplo, entre lo sucedido con la denuncia periodística del Washington Post sobre Watergate -en un país donde sí hay jueces capaces de actuar con autonomía-, y lo que pasa entre nosotros con Recadi. Allá el funcionamiento de las instituciones determinó la renuncia del propio presidente de la nación, mientras que aquí la sociedad de cómplices permite que el mayor responsable de Recadi se burle descaradamente de todos.

Finalmente, una referencia personal sobre el autor del libro. El refrán dice que "hijo de gato caza ratón". Agustín Beroes es hijo de Pedro Beroes, ilustre periodista y hombre de recia dignidad. Agustín ha sabido continuar con la actividad periodística del padre y también ha querido ser un ciudadano cabal. Su libro constituye un acto de fe. También de coraje cívico. La saga de los Beroes indica que así como existe continuidad en el proceso de corrupción, también hay continuidad en la lucha contra el flagelo y en la valoración de la dignidad humana.

La estirpe de la honestidad no está agotada en Venezuela. Y eso, por sí solo, es motivo suficiente para alentar el optimismo y observar con esperanza el futuro, más allá del mal sabor que nos provoque, cada vez que despertamos por la mañana, con la noticia de que algún corrupto ha sido absuelto.

Por fortuna ya estamos en capacidad de deslindar entre una y otra conducta. Entre el país de felones, con sus jueces, parlamentarios, ministros, partidos y sindicalistas (también periodistas), y el país de la gente decente, que está tomando conciencia de que puede convertirse en verdadero poder. Es la luz que comienza a percibirse en el fondo del túnel.
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El 'hit parade' de la corrupción venezolana (1980-1997)
Por Gustavo Coronel
(El Universal jueves 12 de junio, 1997, página 1-6)

Esta organización estudia la imagen de corrupción de los paísesDurante los últimos 18 años nuestra sociedad ha estado chapoteando en la hipercorrupción, lo cual la ha empujado hacia los peldaños más inferiores de la escala del desarrollo. Como resultado, hoy estamos a la cola de los países del planeta en materia de educación, de competitividad y de honestidad colectiva. En este artículo mencionaremos las diez instituciones que, en nuestra opinión, han contribuido más a ese colapso moral.

1. EL COMPLEJO RECADI. La pesadilla llamada Recadi (1984-1989) fue una confabulación de los peores venezolanos para despojar a los venezolanos decentes. Tuvo lugar, esencialmente, durante la presidencia de Jaime Lusinchi e involucró a centenares o miles de políticos, empresarios, empleados públicos y grandes y pequeños comerciantes en una verdadera orgía de la indecencia. Los apellidos más ilustres de nuestro país estuvieron envueltos, con total impunidad, en ese inmenso fraude. No hay nada que se le compare a Recadi como evidencia de la baja calidad moral de nuestras clases políticas y empresariales.

2. EL INSTITUTO VENEZOLANO DE LOS SEGUROS SOCIALES. Durante este lapso, el IVSS ha tenido no menos de ocho presidentes y juntas directivas. De esos presidentes y directores no menos de 16 han sido indiciados por corrupción y dos de esos presidentes están buscados (no muy activamente) por la justicia ordinaria. Este organismo ha sido, sin dudas, el representante más execrable del bipartidismo AD-Copei. Allí se han conjugado la falta de escrúpulos de los políticos, la mediocridad de los médicos y la codicia de los sindicaleros para arruinar a la institución y para defraudar a millones de venezolanos. Este crimen se ha realizado bajo la mirada complaciente o impotente de todos los gobiernos de turno.

3. LA PRESIDENCIA DE LA REPUBLICA. La institución presidencial ha tenido un papel fundamental en el florecimiento de la hipercorrupción venezolana. En un país exageradamente presidencialista como el nuestro, los miembros de la sociedad ven al Presidente como el modelo por excelencia a ser imitado. El ejemplo que han dado nuestros presidentes durante los últimos 20 años ha sido aterrador, porque han sido, en su mayoría, seres muy ordinarios sometidos a tentaciones extraordinarias. Parecidos a los generales mexicanos de antaño, que no aguantaban un cañonazo de 10.000 pesos.

4. LA CORPORACION VENEZOLANA DE GUAYANA. En esta corporación, durante la década de los ochenta, se cumplió el dicho de lord Acton: 'El poder absoluto corrompe absolutamente'. Las empresas de Guayana se convirtieron en el botín de un grupo de funcionarios codiciosos y sin escrúpulos, bajo la sombra de un zar que fue la antítesis de la buena gerencia. Más de 20.000 millones de dólares de los venezolanos se fueron a pique en ese lapso.

5. LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA. Aunque el componente cuantitativo de la corrupción en la UCV es modesto (ver Diccionario de la corrupción, tomo 3, páginas 682-690): Venta de cupos, robos de los fondos del seguro de profesores, alteración de notas, vagancia en el trabajo, encubrimiento de encapuchados y otros delincuentes, el componente cualitativo es inmenso porque estamos hablando del mayor centro de estudios superiores del país. Esta institución, que debería ser ejemplar y de total transparencia, ha resultado ser tenebrosa y de muy mediocre calidad ciudadana. Este funesto ejemplo ha contribuido a prostituir a miles de jóvenes venezolanos.

6. EL INSTITUTO NACIONAL DE HIPODROMOS: Esta vergüenza nacional ha resistido fácilmente los tímidos intentos oficiales de depuración. Durante la presidencia de Lusinchi se convirtió en una caja chica del entorno presidencial y del partido de gobierno. Este instituto tiene el triste récord mundial de más caballerizos por caballo (similar al de Viasa, de más pilotos por avión). Hoy continúa siendo un inmenso refugio de clientes, amigos y vagos.

7. EL SISTEMA JUDICIAL. Si debe existir una institución libre de toda sospecha en

una sociedad civilizada, esa debería ser la Corte Suprema y todo el sistema de administración de justicia. Pero en Venezuela ha sucedido todo lo contrario. Esa institución está totalmente desacreditada y cuestionada por los venezolanos decentes.

Es el principal obstáculo a las inversiones extranjeras en el país y es percibido por los venezolanos como uno de sus grandes enemigos. Lo último que leo sobre esta triste institución es que pide 20 millardos al Estado para 'limpiarse'. ¿Y por qué no tratan de cambiar sus actitudes? Eso no cuesta nada.

8. LA DIEX. Si hay un antro de alimañas que simboliza nuestro deterioro como sociedad, ese es la DIEX. Desde el sucio edificio en el cual ha estado históricamente situado (tengo tiempo que no paso por allí), con sus impúdicos gestores, ofreciendo a la venta lo que el funcionario debería darnos sin costo, hasta las ventas de pasaportes,

fraudes en las adquisiciones de los equipos y con el control de la administración por parte de las mafias, esta institución ilustra la incapacidad y la indiferencia del Estado venezolano ante la necesidad de prestar un servicio decente a la comunidad. Con su tráfico ilegal de chinos y de árabes, este es el organismo 'donde converge el mayor

número de delitos contra la cosa pública', al decir de Ernesto Santos Maldonado.

9. VIASA. Treinta pilotos por cada avión, sindicatos empeñados en recibir sin dar. Años de utilización indebida en los cuales los políticos y sus amigos y amigas viajaron sin pagar. La negación de lo que debe ser una empresa operando en un entorno fuertemente competido. El fracaso era esperable. Demasiado tiempo se mantuvo esta empresa a fuerza de subsidios y cobardías.

10. EL INSTITUTO NACIONAL DE PUERTOS. Antro de reposeros, gestores, sindicaleros, clientes políticos y vendedores de chatarra, este es un instituto donde nadie sabe cuántos trabajadores existen, dado que la nómina ha sido entregada, históricamente, al sindicato.

¿Y dónde están las sanciones? Silenciadas por las abundantes comidas y las bebidas con las cuales las 'élites' venezolanas se sobornan mutuamente.
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