Umberto Eco
Kant y el Ornitorrinco

percepción, atención y conciencia según Umberto Eco

3.7.6. Si una noche de invierno un conductor

Lo siguiente responde bien a James J. Gibson y a su teoría «ecológica», fundamentalmente realista y no constructivista de la percepción. Se podría estar de acuerdo con él cuando afirma que «la función del cerebro no es descodificar señales, ni interpretar mensajes o aceptar imágenes... La función del cerebro no es tampoco la de organizar el input sensorial o la de procesar datos... Los sistemas perceptivos, incluidos los centros nerviosos de varios niveles hasta el cerebro, son formas de buscar y extraer información sobre el ambiente de un campo estimulante, fluctuante, de energía ambiental» (1966, P. 5)

Estoy conduciendo de noche por una carretera de campo, cubierta, por añadidura, de una fina capa de hielo. En un momento determinado, veo ante mí, a lo lejos, dos fuentes de luz blanca que aumentan gradualmente de tamaño. Antes viene la Firstness (la Primeridad de Peirce): dos luces blancas. Luego, para empezar a comparar una secuencia de estímulos distribuidos temporalmente (luz en "tiempo2" mayor que luz en "tiempo1"), debo haber dado principio ya a una inferencia perceptiva.

A este punto, entran en juego los que Neisser (1976, 4) denomina «schemata», y que serían formas de expectativa y anticipación, que orientan la selección de elementos del campo estimulante (sin excluir con ello que el campo estimulante me ofrece relieves, direcciones preferenciales). No creo que podría activar un sistema de expectativas si no poseyera el tipo cognitivo de «automóvil», más el guión «automóvil de noche».

El hecho de que veo dos luces blancas y no dos luces rojas me dice que el coche no me está precediendo sino que viene en mi dirección. Si yo fuera una liebre quedaría deslumbrado, sin poder interpretar un fenómeno tan singular, y acabaría debajo del coche. Para dominar la situación, debo entender enseguida que no se trata de dos ojos luminosos que vienen hacia mí, sino de un cuerpo que posee determinadas propiedades morfológicas, aunque no están en mi campo estimulante. A pesar de que las luces que veo son esas luces (una ocurrencia concreta) en el momento en que paso al juicio perceptivo, he entrado ya en lo universal: lo que veo es un coche, y me interesa poco su marca, o quién lo está conduciendo.

Admitamos que sea el mismo campo estimulante el que me ofrece relieves, que sea algo que está allá lo que me proporciona la información suficiente para percibir dos fuentes luminosas redondas, para distinguir los «bordes» que las separan del entorno circundante. Imagino que también la liebre ve algo parecido, y que sus receptores reaccionan preferencialmente ante la fuente de luz y no ante la oscuridad circundante. Sólo si llamamos, como hace Gibson, «percepción» a esta primera fase del proceso, tenemos razón al decir que ella está determinada por relieves propuestos por el campo estimulante. No obstante el juicio perceptivo es algo mucho más complejo. Lo que me diferencia de la liebre es que yo paso de esos estímulos, aun cuando determinados por el objeto, al juicio perceptivo ése es un coche, aplicando un tipo cognitivo y, por lo tanto integrando lo que me está estimulando ahora con lo que ya sabía.

Sólo cuando he formulado el juicio perceptivo soy capaz de proceder a ulteriores inferencias: ante todo, conduzco el tipo cognitivo de acuerdo con lo que está ocurriendo, la posición de los faros me dice si el automóvil mantiene correctamente su derecha o si se acerca peligrosamente al centro de la carretera, si avanza a elevada o baja velocidad; según haya empezado a ver a lo lejos dos luminosidades apenas perceptibles, o si la aparición de las luces ha sido precedida por una claridad difusa, comprendo si en el fondo hay una curva o una cuneta. Saber que la carretera está helada me induce, además, a seguir otras reglas (aprendidas) de prudencia. Citando a Neisser (1976, p. 65), en esta oscilación, por una parte, generalizo lo que está ocurriendo y, por la otra, particularizo el esquema.

Si así sucede, no tengo necesidad ni siquiera de pensar, con Kant, que por una parte está lo múltiple de la sensación, por la otra el aparato abstracto de las categorías que espera ser aplicado y, como elemento mediador, el esquema. El esquema sería un dispositivo, un sistema de instrucciones tan flexible que se mediaría continuamente a sí mismo, por decirlo de alguna manera, se enriquecería y corregiría también según la experiencia específica que estoy realizando, entretejido como está tanto de primitivos semiósicos (un objeto, una luminosidad) como de elementos categoríales (un coche, un vehículo, un objeto móvil).

Al evaluar toda la situación, entran en juego también los que Neisser denomina «mapas cognitivos»: aplico a la situación lo que sé sobre las características de default de una carretera rural (y helada, por añadidura). De la carretera por la que conduzco estoy evaluando la anchura, por ejemplo, si no, no podría establecer si el coche allá lejos se mantiene correctamente en su lado o si corro el riesgo de que se me eche encima. Por la forma como reacciona mi coche ante pequeñas y explorativas frenadas, evalúo si la calzada soportaría un frenazo más repentino y decidido (y en ese caso no estoy percibiendo con los ojos sino con los pies y las nalgas, interpretando una cantidad de estímulos que me llegan propioceptivamente).

En definitiva, en el curso de esta experiencia pongo en juego tipos cognitivos diferentes, de objetos, de situaciones, de competencias específicas. que pertenecerían más bien al contenido molar, esquemas de relaciones de causa a efecto, inferencias de distintos tipos y complejidad.

Lo que veo es sólo una parte de lo que entiendo, y de lo que entiendo, forma parte también un sistema de normas de tránsito, de hábitos adquiridos, de leyes, de una casuística aprendida, por lo que ya sé que en el pasado la negligencia de esas normas ha producido accidentes mortales...

Que, en todo caso, la mayor parte de estas competencias sea pública, está complementado intersubjetivamente por el hecho de que, si yo hubiera estado distraído o hubiera tenido sueño, mi acompañante a mi lado habría podido advertirme de que se me estaba acercando un coche y aconsejarme que mantuviera más la derecha (nótese que ese alguien ha llegado a mi mismo juicio perceptivo aunque recibía los estímulos según una paralaje diferente).

Quizá, en el curso de este proceso, he evaluado sólo epifenómenos. Pero si no tomara en serio estos epifenómenos, sería una liebre condenada a muerte

29.jun.1999

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