Carlos von der Becke
OPTIMISMO FILOSOFICO

Aunque distorsionadamente criticado por Voltaire en su Candide, el optimismo filosófico de Godofredo Guillermo von Leibniz (1646-1716) es una de las más bellas utopías creadas por el ser humano. Imagina que Dios, frente a la posibilidad de infinitos mundos posibles por delante, ha decidido por el mejor de los mundos vivibles por un humano, no por un ángel. Descarta por ello un mundo divino.

"Se puede afirmar que si no fuese el mejor (optimum) entre todos los mundos posibles, Dios no hubiese producido ninguno...Todo está coligado entre sí en cualquiera de los mundos posibles; el universo - cualquiera que fuese - es todo una única pieza, como un océano. En él el mínimo movimiento propaga su efecto a cualquier distancia, si bien tal efecto, proporcionalmente, se va volviendo menos sensible. De modo tal que Dios ya ha regulado todo en anticipación y de una vez para siempre, habiendo previsto las oraciones, las acciones buenas y maliciosas, y todo el resto. Todas las cosas han contribuido idealmente, antes de su existencia, al resultado... Por lo cual si el mínimo mal que sucede en el mundo le faltase, dejaría de ser este mundo, el cual, todo sumado y ponderado, ha sido encontrado como el mejor para el Creador, que lo ha elegido... Una serie de cosas en la cual entra el pecado ha podido ser - y efectivamente lo es - mejor que otra serie sin pecado.(Leibniz, Ensayos de Teodicea, Parte I, 8-11)

Queda claro que para Leibniz, Dios ha creado así la mejor Creación entre las que podría haber creado, donde el mal se ha restringido a su mínima expresión, casi siempre como acicate para superarlo con tecnología de inspiración humana.

El correcto punto de vista para entender el sistema solar es ubicarse como observador en el sol. Lo mismo para entender el mal tendríamos que ubicarnos en un punto de vista, claro para Dios, pero que detiene a las capacidades humanas de observación. Sin embargo, el vasto campo más allá de estos límites de la cognición humana sería accesible a una inteligencia superior; y cuando ésta se sienta exhausta, para una inteligencia aún más profunda, y así siguiendo. Sin embargo, la supuesta inteligencia superior puede ser quizás la futura inteligencia de la raza humana, provisto que nuestra evolución cultural y quizás genética consista en superar barreras y extender fronteras.

Esto conduce a la suposición de una infinita complejidad de la materia, con la importantísima contribución de la materia viva, acompañada por otra suposición, que para cada sucesivo nivel de complejidad ha de aparecer un sistema adecuado de procesamiento de la información. Esto lo parafrasean, a su manera, James Gleick y Stephen W. Hawking.

La perfección del mundo, segun Leibniz, se mide por el valor que puede adquirir la intersección de dos conceptos, la simplicidad y la fecundidad( o variedad). Cuanto mayor sea el valor de esa intersección, más perfecto es nuestro mundo. Dios, eminente físico de partículas y químico inorgánico y orgánico, posibilita que se cree el mayor número posible de compuestos y usa las reglas de Aufbau más simples y más universales para lograrlo. Luego Leibniz prueba que los dos factores, la variedad y la simplicidad, están necesariamente ligados. Blumenfeld se refiere a la "armonía de la variedad y la simplicidad" y añade: "La decisión de Dios de maximizar los fenómenos lo forzó a que usara las más simples leyes, lo cual no implica que haya recurrido al menor número de ellas". Con leyes simples se logra un máximo número de fenómenos y esa combinación es la única que puede lograrlo. Apelando al sentido estético, Leibniz afirmaba que la manera más simple de producir un efecto deseado es al mismo tiempo la manera más bella, como consecuencia de lo cual la mayor simplicidad y armonía tendrán la máxima belleza concebible. En la utopía de Leibniz, tal como se la ha descripto, nuestra base para apreciar que estamos en "el mejor de los mundos posibles" se aplica primordialmente al Dios que tenemos y al mundo como totalidad, manifestado éste con los atributos de la materia, donde la simplicidad de sus leyes y la variedad de sus resultados formarían una trama básica de espectacular perfección.

Pero Leibniz incorpora a su esquema el destino del hombre, nuestro destino. Aunque según la utopía Dios se preocupa sustantivamente de la variedad y de la simplicidad en el universo y adjetivamente por la vida, el pecado y el mal del ser humano, no los ignora sino que pensando en el caso, Leibniz llega a sugerir que para la existencia del hombre, un mundo sin Lucifer sería menos auspicioso que un mundo con Lucifer. Como se canta en la liturgia, por la feliz culpa del pecado original, Dios entregó a su único hijo a que sufriera en la cruz. El pecado original, para Leibniz, se confunde con una imperfección original del ser humano, porque la criatura es por esencia limitada. Como consecuencia, no puede saberlo todo, puede engañarse y cometer variados errores.

Cualquier ser humano ha experimentado en carne propia que la experiencia temporaria de hechos penosos resulta en un sentido real, no utópico, para su bien. El sufrimiento temporario no es inconsistente con un excelente mundo ni con un excelente Dios.

Por lo cual el optimismo filosófico se muestra como un no trivial e importante fragmento de la verdad. Al ser un fragmento, es un acicate a que se pueda encontrar una visión más moderna de la estructura básica del cosmos.

Existen otras escuelas de optimismo filosófico (al cual contribuye en forma importante, Teilhard de Chardin), algunas de las cuales no sonmuy sensatas, tales como que el sentido de la vida se deduce del hecho que el cosmos gira en torno a cada uno de nosotros.

Existe en el humano la paleoemoción de la esperanza. Es un atributo innato. La esperanza de muchos conduce a una gran intranquilidad por conocer su propio futuro.

En el esquema de Leibniz el futuro será el resultado de la evolución del mejor de los mundos. Esto es, del mundo real tal como se da, pues es el que tiene maximizada su esencia (por ser real). Mejor significa el más real de todos, para Leibniz.

Se puede así vindicar al mejor de los optimismos, el de gozar honestamente del presente. Sin agobios por el futuro. Reconociendo que no es verdad que el mundo gira al servicio nuestro, pero sí lo es la verdad fragmentaria, la utopía, que nos consuela conque estamos el mejor de los mundos posibles. En él las dinámicas no pueden ser más reales, más adecuadas de lo que son.

La misión del hombre, en este sentido, es tratar de mejorar la realidad segun sus ideas hasta darse cuenta, si cabe, que por espíritu deportivo o de buen perdedor, esas ideas suyas son un sobrevalor, no son las mejores, sino que son socialmente utópicas e inmaduras para transformarse en reales. Haberlas defendido con empeño prepará las cosas para el buen éxito de las mismas cuando la realidad pase a ser otra. Es quizás nuestro destino.

Actualizado 6 Julio 1998

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