Desmond Tutu:

El Problema de Sudáfrica

El obispo Desmond Tutu (1931-) fue el primer Arzobispo negro de Ciudad del Cabo, cabeza de la Iglesia Anglicana en Sudáfrica. Tutu utilizó su posición para luchar contra el apartheid. En 1984 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Poco después emitió la siguiente declaración, dirigida al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

 

Hablo de todo corazón, porque lo estoy haciendo acerca de una tierra a la que amo profunda y apasionadamente, una tierra hermosa de colinas onduladas y arroyos que cantan, de cielos claros y estrellados, de pájaros cantores, y de corderos saltarines; una tierra a la cual Dios ha dotado profusamente con las cosas buenas de la tierra, una tierra rica en depósitos minerales casi de todo tipo; una tierra de amplios espacios abiertos, suficientes como para acomodar confortablemente a todos sus habitantes; una tierra capaz de alimentarse a sí misma y a otras tierras del oprimido continente africano, una verdadera tierra del pan; una tierra que contribuiría maravillosamente al desarrollo material y espiritual y a la prosperidad de África toda e incluso del mundo entero. Está dotada con lo suficiente como para satisfacer las necesidades materiales y espirituales de todos sus pueblos.

 

Y entonces deberíamos esperar que tal tierra, verdaderamente rebosante de leche y miel, sea una tierra donde reinen supremas la paz y la armonía y la satisfacción. Desafortunadamente, el caso es a la inversa. Porque mi amado país está arruinado por la división, por la alienación, por la animosidad, por la separación, por la injusticia, por dolores y sufrimientos evitables. Es una sociedad profundamente fragmentada, conducida por el miedo y la ansiedad, cubierta por un manto de desesperanza y un sentido de desesperación, dividida en facciones guerreras hostiles.

 

Es una tierra altamente volátil, y sus habitantes están sentados en un barril de pólvora con una mecha muy corta, listo para volarnos a todos hacia el más allá. Hay un descontento endémico, como una herida infectada que no curará hasta que sean tratados no solamente los síntomas sino también sus causas profundas.

 

La sociedad sudafricana está polarizada profundamente. Nada ilustra mejor esto que los eventos de la semana pasada. Mientras la comunidad negra estaba en el séptimo cielo del deleite a causa de la decisión de ese comité en Oslo, y mientras el mundo estaba felicitando al beneficiario del Premio Nobel de la Paz, el gobierno blanco y la mayoría de los sudafricanos blancos, muy tristemente, estaban buscando de devaluar ese premio. Un evento que hubiera sido la ocasión de alegría desinhibida y agradecimiento expuso una sociedad tristemente dividida.

 

Antes de que yo llegara a este país a inicios de setiembre para ir de vacaciones, visité uno de los sitios problemáticos cerca de Johannesburgo. Me reuní con miembros del Comité Ejecutivo del Consejo Sudafricano de Iglesias, que se había reunido de urgencia luego que  hube urgido al Sr. P. W. Botha a reunirse con los líderes de iglesias para tratar la situación en rápido deterioro. Como un resultado de nuestra iniciativa de paz, conseguimos reunirnos con dos ministros del gabinete, demostrando de esa manera nuestra preocupación para llevar adelante nuestra llamada a ser ministros de reconciliación y embajadores de Cristo.

 

En este barrio negro, encontramos una vieja mujer que nos dijo que estaba cuidado a sus nietos y a los hijos de sus vecinos mientras éstos estaban en el trabajo. El día sobre el que ella estaba hablando, la policía había estado cazando escolares negros en esa cuadra, pero los niños habían eludido a la policía, la cual entonces bajó por la calle en que estaba la casa de la vieja mujer. Sus pupilos estaban jugando frente a la casa, en el patio. Ella estaba sentada en la cocina en el fondo, cuando su hija irrumpió, llamándola agitadamente. Ella corrió hacia la sala. Un nieto había caído justo pasando la puerta, muerto. La policía le había disparado por la espalda. Tenía seis años de edad. Recientemente un niño de pocas semanas de vida se convirtió en la primera baja blanca de las actuales agitaciones. Cada muerte es excesiva. Aquellos a los que la comunidad negra ha identificado como colaboradores con un sistema que los oprime y les niega los derechos humanos más elementales han encontrado una muerte cruel, lo que deploramos tanto como cualquier otra muerte. Han rechazado a esa gente que opera desde dentro del sistema, los que han sido considerados como lacayos y sirvientes, a pesar de sus títulos de consejeros comunales, y cosas por el estilo, bajo una nueva aparente concesión que extiende a los negros el derecho al gobierno local.

 

Más de cien mil estudiantes negros están fuera de la escuela, boicoteando --como lo hicieron en 1973-- lo que ellos y la comunidad negra perciben como una educación inferior diseñada deliberadamente para la inferioridad. Una situación previa altamente volátil ha entrado en ignición varias veces y, como resultado, han muerto más de ochenta personas. Ha habido descontento industrial, con la realización de la primera huelga oficial de mineros negros, no sin el pago de las correspondientes víctimas entre los negros.

 

Algunos pueden estar inclinados a preguntar: ¿Pero por qué todo este descontento debe tener lugar justamente cuando el gobierno sudafricano parece haberse embarcado en el camino de la reforma, ejemplificado externamente por la firma del acuerdo de Nkomati e internamente por la implementación de una nueva constitución que parece diferir radicalmente de aquella que reemplaza, en tanto hace lugar a tres cámaras parlamentarias: una para los blancos, una para la gente de color, y una para los indios; una constitución descrita por muchos como un significativo paso adelante.

 

Deseo afirmar aquí, como lo he hecho en otras ocasiones, que el Sr. P. W. Botha debe ser aplaudido por su coraje al declarar que el futuro de Sudáfrica no puede estar más determinado solamente por los blancos. Esa fue una afirmación muy valiente. La tragedia de Sudáfrica es que algo con tan considerable potencial para resolver la creciente crisis de nuestra tierra haya estado viciado por la exclusión del 73 por ciento de la población, la mayoría abrumadora en la tierra.

 

Tal clase de constitución no puede ser considerada democrática por ningún recurso de la imaginación. La composición de los comités, en una relación de cuatro blancos - dos negros - un indio, demuestra elocuentemente lo que la mayoría del pueblo ha sospechado desde siempre --que intenta perpetuar el dominio de una minoría. El hecho de que la primera calificación para la membrecía en las cámaras es de tipo racial dice que esta constitución está diseñada para establecer el racismo y la etinicidad. Los rasgos más odiosos del apartheid permanecerán intocables e inmodificables. El Acta de Áreas Grupales, el Acta de Registro de la Población, los sistemas educativos separados para los distintos grupos raciales; todo esto y más permanecería sin muchos cambios.

 

Esta constitución ha sido considerada por la principales iglesias de habla inglesa y por la oposición oficial blanca como desastrosamente inadecuada, y ellos convocaron a su rechazo en el referendum solamente para blancos de noviembre pasado. La convocatoria no fue atendida. Los negros rechazaron abrumadoramente lo que consideraban un fraude, un instrumento en la política de exclusión. Varios grupos hicieron campaña por un boicot a las elecciones para negros e indios, debo agregar que, contra muchas probabilidades, lo hicieron mayormente en forma pacífica. Como sabemos, las autoridades respondieron con su táctica usual de puño de hierro, deteniendo a la mayoría de los líderes del Frente Democrático Unido y otras organizaciones que habían organizado el boicot --y tenemos ahora a algunos de ellos asilados en el consulado británico en Durban, causando un contratiempo diplomático.

 

El actual descontento fue disparado en gran medida por la reacción de las autoridades a las demostraciones anti-elección de agosto. La farsesca concurrencia total de sólo un 20 por ciento dice más elocuentemente que ninguna otra cosa que los indios y negros han rehusado ser cooptados como los socios minoritarios del apartheid --según la frase usada por Allan Boesak, el padre fundador del FDU y presidente de la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas.

 

Pero hay poca libertad en esta tierra de abundancia. Hay poca libertad para no estar de acuerdo con las determinaciones de las autoridades. Hay un desempleo en gran escala debido a la sequía y a la recesión que ha herido a la mayor parte de la economía mundial. Y esto ocurre en un momento en que las autoridades han aumentado los precios de varios comestibles y también el alquiler en los townships negros --medidas diseñadas para herir duramente a aquellos menos capaces de abordar los costos adicionales. No es sorprendente que todo esto haya exacerbado una situación previamente tensa y volátil.

 

Así continúa el descontento, en una suerte de guerra de desgaste, con las bajas no siendo todavía lo suficientemente grandes como para impactar al mundo lo suficiente como para que quiera emprender acción contra el sistema que es la causa principal de toda esta agonía. Hemos advertido constantemente que el descontento será endémico en Sudáfrica hasta que su causa principal sea removida. Y la causa principal es el apartheid --un sistema vicioso, inmoral, totalmente malo y anticristiano.

 

La gente aludirá al acuerdo de Nkomati, y nosotros diremos que estamos contentos por el cese de hostilidades en cualquier parte del mundo. Pero preguntaremos: ¿Para el gobierno sudafricano la paz es solamente producto de exportación? ¿Por qué la agresión estatal está reservada para la población civil negra? La noticia de hoy es que el ejército ha rodeado Sebokeng, un township negro, cerca de Sharpeville, y unas 400 personas han sido arrestadas, incluyendo al padre Geoff Moselane, un clérigo anglicano.

 

Como negros frecuentemente recorremos la trama de puestos de control en caminos que conducen a nuestros townships, y estos puestos han sido ocupados por el ejército en lo que de hecho es descrito como operaciones policiales de rutina. ¿Cuando se usa al ejército de esta manera, quién es el enemigo?

 

Las autoridades no han cesado de despojar a los negros de su ciudadanía sudafricana. Aquí estoy yo, con 53 años de edad, obispo de la iglesia, alguien diría que persona razonablemente responsable; yo viajo con un documento que dice que mi nacionalidad es “en el presente indeterminada”. El gobierno sudafricano nos está convirtiendo en extranjeros en nuestra tierra natal. Continúa imperturbable con su política viciosa de movimientos forzados de población. Está amenazando con mover a la gente de Kwa Ngema. Amenaza sin ningún cuidado a las mujeres en el asentamiento precario KTC cerca de Ciudad del Cabo donde los frágiles techos de plástico son destruidos todos los días por las autoridades; y el crimen atroz de esas mujeres es que quieren estar con sus maridos, con los padres de sus hijos.

 

Los sudafricanos blancos no son demonios; son seres humanos ordinarios, seres humanos con miedo, muchos de ellos; ¿quién no lo estaría, si fuera sobrepasado cinco a uno? A través de este alto cuerpo deseo convocar a mis compañeros sudafricanos blancos a construir juntos una nueva sociedad, porque los negros no están intentando tirar a los blancos al mar sino sólo clamando por su lugar correcto bajo el sol en su tierra natal.

 

Deploramos todas las formas de violencia, la violencia de una sociedad injusta y opresiva y la violencia de aquellos que buscan derribar esa sociedad, porque creemos que la violencia no es la respuesta a la crisis de nuestra tierra.

 

Soñamos con una nueva sociedad que sea verdaderamente no-racial, verdaderamente democrática, en la que lo que cuente sea el pueblo porque está creado a la imagen de Dios.

 

Estamos abocados a trabajar por la justicia, por la paz y por la reconciliación. Les pedimos por favor que nos ayuden; insten a las autoridades sudafricanas a ir a una mesa de conferencias con los representantes de todos los sectores de nuestra comunidad. Solicito a este cuerpo que actúe. Solicito en nombre de la gente común y humilde de Sudáfrica. Solicito en nombre de los que ocupan tierras en los cruces de rutas y en los campos KTC. Solicito en favor del padre que ha vivido en un hospedaje para un solo sexo como trabajador migrante, separado de su familia once meses al año. Solicito en favor de los estudiantes que han rechazado esta caricatura de educación hecha accesible sólo para los negros. Solicito en favor de aquellos que están arbitrariamente puestos fuera de la ley, que son censurados, que son detenidos sin juicio, aquellos presos porque han tenido una visión de esta nueva Sudáfrica. Solicito en favor de aquellos que han sido exiliados de sus hogares.

 

Digo que seremos libres, y les pido: Ayúdennos, que esta libertad venga para todos nosotros en Sudáfrica, blancos y negros, pero que venga con la menor violencia posible, que venga pacíficamente, que venga pronto.

 

Fuente: Bishop Desmond Tutu, "The Question of South Africa," Africa Report, 30 (January­February 1985), pp. 50­52. Traducción: Luis César Bou

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