WOLE SOYINKA

HACIA UNA VISIÓN SUSTENTABLE DE NIGERIA

Texto del discurso de Wole Soyinka en la reunión de grupos nigerianos pro-democráticos, realizada simultáneamente en Johannesburgo y Oslo, del 29 al 31 de marzo de 1996. En esa reunión fue conformado el Frente Unido Democrático de Nigeria.

 

No somos un pueblo conquistado. No somos, y nunca hemos sido un pueblo conquistado. Es cierto, hay partes dentro del espacio geográfico conocido como Nigeria que han caído bajo el juego de la conquista por parte de fuerzas extranjeras, imperiales, así como áreas que han conocido la conquista por parte de sectores agresivos y expansionistas de dentro del mismo espacio geográfico hoy conocido como Nigeria. Esto está dentro del camino normal en la historia de un pueblo. De estas variadas vicisitudes políticas, sin embargo, ha resultado una forma de entidad, una identidad común a la que hoy denominamos, para bien o para mal, como nigerianos. Esta es la entidad nacional compartida a la que me refiero cuando insisto en que no somos un pueblo conquistado. Ninguna fuerza ha todavía intentado, o tenido éxito en conquistar al pueblo que identificamos hoy como nigerianos.

Sin embargo, hoy somos un pueblo subyugado. Y aquí es donde reside el misterio. ¿Cuáles son esas fuerzas que mantienen subyugado a un pueblo de entre noventa y cien millones de habitantes? ¿Son quizá los herederos de aquellas fuerzas imperiales que triunfaron en el sometimiento de porciones y fragmentos de aquel espacio conocido como Nigeria? Sabemos que esas porciones y fragmentos fueron rellenados, amalgamados, con otros a través de todas las formas de acuerdos y tratados y otros embustes, por la fuerza de la costumbre, por el consentimiento ante las deudas, frecuentemente mediante movimientos imperceptibles como acuerdos comerciales y de explotación de recursos que se combinaron en  relaciones ilusorias tales como los protectorados. Ninguno de estos acuerdos en ningún momento entregó el control de esa nueva entidad, Nigeria, a ningún poder interno que actuara en su propio interés, o en el interés de la desaparición de los poderes coloniales.

Si hubo una amalgama formal, y por supuesto sabemos que hubo una en 1914, tal amalgama estaba en sí misma basada menos sobre cualquier realidad de conquista que sobre la costumbre de la administración. En resumen, la amalgama estuvo carente de un acuerdo formal entre las partes constitutivas --que eran en sí mismas sólo parcelas de los territorios administrados, no entidades nacionales cohesivas. Si los pueblos mismos acordaron mantenerse dentro de esta nueva estructura artificial, esto no se logró a través del imperativo de conquista, sino que constituyó un acto de consenso negociado, basado en sólidas reglas de interacción. Ninguna de estas reglas, por más que se las examine microscópicamente, refleja ningún término de conquista, dominación o subyugación. Si hubo coerción, fue la emanada de una entidad extranjera de cuyo control fue eventualmente arrancada por la lucha nacionalista, la cual terminó con la ficción administrativa de un espacio llamado Nigeria e implícitamente refrendó, por primera vez, la existencia de un pueblo conocido como nigeriano.

Fue esta entidad nacional, Nigeria, la que se convirtió en capaz, por primera vez, de entrar libremente en acuerdos con otras agrupaciones nacionales. Fue esta entidad nacional, Nigeria, la que inmediatamente luego de la independencia, repudió el Pacto de Defensa que había sido impuesto sobre ella por el gobierno británico como una condición para la independencia. Es ese pueblo, los nigerianos, los que hoy insistimos en afirmar que nunca han conocido la conquista. Sin embargo, hoy, como dijimos, son un pueblo bajo una subyugación.

¿Ahora bien, quienes son exactamente las criaturas que los pusieron bajo esa subyugación? ¿Son quizá los reemplazantes, herederos del viejo orden colonial? Si lo son, entonces debemos reconocer que el trabajo que imaginamos que estaba finalizado en 1960 no ha terminado de ninguna manera, y que el trabajo debe continuar. Si ellos son invasores del espacio exterior, entonces debemos desarrollar una estrategia de la era espacial que pueda desplazarlos y enviarlos de vuelta al agujero negro que los emitió. Si, en cambio, descubrimos que no son otros que miembros de nuestra propia entidad nacional, carentes de la autoridad de la conquista histórica o de la habilitación voluntaria del pueblo, entonces ellos deben ser reconocidos como lo que en realidad son --mentirosos y ladrones comunes-- porque lo que ellos han hecho es robar de los recursos comunes que les fueron confiados, y convertirlos en un instrumento de subyugación contra los propietarios colectivos.

El ejército es una creación y una propiedad del pueblo. Es establecido para servir y defender al pueblo y salvaguardar su espacio nacional. Aún cuando las naciones han venido a constituirse como un fruto de la conquista, tales historias han probado ser efímeras, incompletas. Meramente se ha iniciado un ciclo de restitución, uno que se completará solamente cuando el pueblo, el auténtico constituyente de la entidad nacional recobre su propio ser, implicando a los extranjeros engendradores del poder que existen entre él en el propósito común de la existencia y rediseñando las relaciones sobre preceptos igualitarios. Este proceso de balance no es peculiar a ninguna parte del globo --hoy leemos la auténtica historia del mundo en muchos de los infiernos que han englobado alguna vez estados plácidos, haciendo explotar mistificaciones centenarias que han sostenido un poder ajeno.

La única pregunta que permanece es: ¿Estamos preparado para tomar nuestro aprendizaje de estos incontestables ejemplos de ser sociopolítico de las naciones? ¿O debemos esperar hasta que una Ruanda, una Yugoeslavia o una Chechenia estallen en nuestras caras complacientes? Nigeria parece, ¡Ay! estar ubicada en el umbral de la última opción. Si tenemos un propósito hoy aquí, es el de dirigir nuestras mentes colectivas a la búsqueda de métodos para eludir esa opción. Pero déjennos primeramente clarificar, en términos llanos, y en relación con lo que ha sido tratado hasta ahora, qué representan y qué no esas mentes colectivas. No habrá ningún problema en mostrar aquí en esta asamblea, reunida con tantos esfuerzos, libre para todos, una divergencia irreconciliable de actitudes políticas respecto a la crisis presente. Obviamente, habrá diferencias en nuestras ideas para llegar a las soluciones pero, nuestra expectativa es que aquellos que están reunidos aquí están de acuerdo en una cantidad mínima de principios, el núcleo mismo de los cuales es el rápido fin, no solamente de la existencia del presente grupo de depredadores militares, sino del intervencionismo militar en Nigeria para siempre.

Creo que hemos acordado reunirnos aquí porque no podemos entender ni aceptar los movimientos contradictorios de la clase política, sus acercamientos colaboracionistas con aquellos que han puesto a nuestro pueblo bajo la subyugación más brutal de nuestra historia como nigerianos, tal como fue definido antes. Estamos aterrados por el fracaso en entender al enemigo que condujo a una reunión de la clase política a designar una delegación de veintiún hombres para requerir una audiencia con la junta militar en orden a discutir cómo tal junta --que se ha mostrado tan inflexible, despreciablemente resuelta a permanecer en el poder-- podía ser persuadida para irse. No es necesario decir, este acercamiento fue ridiculizado públicamente por los corifeos de la junta, y los emisarios humillados totalmente.

Creo que hemos acordado reunirnos aquí porque, entre el plan de transición de cinco años de Sani Abacha, descrito deshonestamente como un plan de tres años, y el plan de transición de un año bosquejado por el jefe Tony Enahoro, vicepresidente de la Coalición Democrática Nacional de Nigeria, creemos que el último representa la concesión temporal extrema, absoluta, que estamos preparados para hacer a los militares, y que verdaderamente preferimos que los militares se vayan hoy, dejen el poder al presidente electo que pondrá en marcha un gobierno de transición de Unidad Nacional, conducente a próximas elecciones.

Creo que hemos acordado reunirnos aquí porque reconocemos que no habrá paz en esa nación, Nigeria, mientras un antiguo jefe de estado, el general Olusegun Obasanjo, su antiguo diputado Shehu Yar’Adua, Beko Ransome-Kuti, jefe de la Campaña por la Democracia, Chris Anyawu, el coronel Gwadabe y muchos otros están detenidos bajo sentencias de muchos años de prisión, luego de juicios secretos denunciados universalmente acusados de intentar un golpe que en realidad fue manufacturado por la presente junta en orden a sacarse de encima a los que percibía como opositores y campeones del movimiento democrático.

Hemos consentido estar presentes aquí porque Frank Kokori secretario general del sindicato de trabajadores petroleros, y cientos de sindicalistas de todos los sectores productivos de la nación están encarcelados en diferentes partes de la nación, sin juicio, sin contacto con sus familiares, no acusados de otro crimen que el de la agitación en pos de justicia social, política y económica. Estamos aquí porque no aceptaremos una dispensa que permite la tortura de nuestros amados, el encarcelamiento e incomunicación de los opositores al gobierno, los asesinatos inspirados por el estado y los intentos de asesinato del jefe Alfred Rewane, Alex Ibru, Gani Fawehinmi, etc. Nos hemos puesto la presente tarea porque no podemos aceptar que el Presidente electo de la nación nigeriana, Moshood M. K. O. Abiola, sea privado de ejecutar el mandato concedido libremente por el pueblo nigeriano. Estamos reunidos porque estamos resueltos a desenterrar los restos de setenta y tres oficiales que fueron ejecutados secretamente cerca de Abuja, en la represa del bajo Usman el 18 de marzo de 1994, soldados cuyos nombres se añadieron a la lista de bajas y “Perdidos en Acción” en Liberia y otras aireas donde nuestras fuerzas de mantenimiento de la paz están en acción.

Nos proponemos demostrar que nuestros soldados no merecen tal cínica traición ni que su profesión sea reducida a tal costosa y cínica caricatura de comando.

Estamos aquí porque buscamos construir una nación donde tales hechos oscuros no sean permitidos más, no sean más concebibles.

En el proceso, creemos que tenemos la responsabilidad de informar al mundo exterior que aquellos que desean imponer una doble lectura en su consideración de nuestros problemas, aquellos que sienten sádico placer en reducirnos a ciudadanos de segunda clase del mundo, son enemigos de toda la humanidad, amarillos, negros y blancos.

A lo largo del camino, debemos recordar a los apologistas del régimen de Abacha, especialmente a nuestros propios hermanos negros de los Estados Unidos de América, que son traidores a su propia historia, y cautivos de una crónica mentalidad de esclavos. Que cualquier líder autoproclamado de los negros de los Estados Unidos declare, en los años finales del siglo veinte que la nación negra más populosa del mundo requiere de la plaga de la dictadura para su progreso, incluso para su propia existencia, simplemente nos advierte que la emancipación es una mera palabra, una mera condición retórica para un puñado de representantes demagógicos de nuestra raza en ese continente. Nos advierte que la emancipación como estado profundo del ser, como verdad, condición mental y espiritual del ser libre, es ajena a sus capacidades conceptuales. Dada la oportunidad, tal individuo y su mujer colaborarán en la segunda esclavización de nuestro continente, en orden a experimentar el sensacional goce del poder. Dejemos a todos los que beben y comen con nuestros opresores, que pregonan las virtudes de la dictadura que existen sólo en sus propios vientres saciados recordar que algún día, esta lucha finalizará, y que la historia les asignará sus espacios ricamente merecidos en los registros de nuestros pueblos liberados.

Nuestra tarea aquí no es producir un acuerdo en todos los detalles de estrategia, pero no debemos irnos sin un plan de acción definido, uno que sea específico en el tiempo. No intentamos, en sólo dos días, unir las diferentes filosofías y visiones de los grupos participantes, sin embargo nuestro trabajo es crear un cuerpo unificado para las fuerzas democráticas de la nación. Estamos obligados a buscar lo que cada grupo hace mejor, de manera que podamos lanzar la nueva organización en su tarea de asignar las responsabilidades que correspondan a sus acciones pasadas y potencial futuro. La tarea de este equipo técnico es estructurar un frente unificado que servirá como un claro lugar para la distribución de esas responsabilidades y para la generación de recursos para su ejecución. Deberá trabajar con formas de colaboración y actividad productiva, incluyendo la facilitación técnica de nuestros objetivos. Vivimos, después de todo, en una época moderna, y debemos poseer todos los recursos tecnológicos que nos lleven hacia nuestros objetivos. Ha llegado el momento de dejar de lado todas las diferencias de detalle, y unir todas las capacidades para una efectividad máxima.

Hacia este fin, déjenme establecer claramente que el NALICON, el Consejo Nacional de Liberación de Nigeria, está comprometido a subsumir su identidad bajo tal organización, comprometido a poner a su disposición todos sus recursos y responsabilidades y asistirla para emerger y funcionar con total integridad. Apoyamos este desarrollo porque, entre otras razones, ha sido imputado en algunos círculos que estamos en el camino del diálogo constructivo, que nuestras actividades obstruyen el éxito de algunas iniciativas serias. De hecho, las cosas han ido tan lejos que hemos sido incluso acusados de ser responsables, a través de nuestras tácticas, del encarcelamiento continuo del Presidente electo y otras víctimas democráticas del régimen de Abacha. Por supuesto negamos esto vehementemente.

Consideramos esto una cínica dimensión de las maniobras fraudulentas cotidianas del régimen de Abacha. Todavía, podría parecer que algunos amigos internacionales del pueblo nigeriano están persuadidos de que sus iniciativas apaciguadoras con la junta darán frutos más rápidamente si movimientos como el NALICON participaran en la creación de un nuevo cuerpo, con una orientación más inclusiva. Estamos más que deseosos de poner a prueba la fe y compromiso de los intercesores en tal empresa. Sin embargo tenemos un sentido del tiempo, y tales cuerpos de apoyo deben entender que no somos nosotros, sino el sufrido pueblo de Nigeria, el que ahora los pone bajo estricta observación. Mi tarea final como relator político del NALICON es por lo tanto la de facilitar la emergencia del Frente Unido Democrático de Nigeria --o cualquiera sea el nombre que eventualmente adopten las dos conferencias que tienen lugar simultáneamente este fin de semana, separadas por algo más que la extensión de este continente.

Déjenme agradecer a nuestros huéspedes por esta reunión, hecha posible por la organización no-gubernamental Grupo de Apoyo a la Democracia en Sudáfrica y Nigeria. Las historias frecuentemente comienzan no con flores, no con canciones, sino con gestos pequeños, de hecho frecuentemente una mera declaración de intenciones. Si esta reunión no hace más que galvanizar y unir a las fuerzas progresivas de nuestra nación, reducir su sentido de soledad, de abandono, será todavía un golpe psicológico, cuyos resultados concretos serán visibles sólo luego del evento. Ser un visionario está pasado de moda, lo sabemos, en la esfera de la realpolitik, y la tarea se hace aún más utópica cuando  cada grupo busca identificar y estructurar, entre otras cosas, una visión práctica, sustentable. Sin embargo, para una nación que ha caído tan bajo, que ha dilapidado su potencial de forma tal que criminaliza casi a cada ciudadano por el mero acto de serlo, no tenemos nada que perder excepto la elevación de nuestra visión. Tal visión, una sustentable, debe dar forma a la construcción de los cimientos de una nueva Nigeria. Es un proyecto que comenzará aquí y en la reunión paralela, y el pueblo de Sudáfrica tendrá motivos para estar orgulloso, finalmente, de haber ayudado en este nacimiento.

Traducción: Luis César Bou

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