Volver al Observatorio de Conflictos

 

CHINA: GUERRAS DEL OPIO Y LUCHAS SOCIALES

Por Patricia Mecchia

Observatorio de Conflictos, Argentina

 

 

      El siglo XIX se caracterizó en China por el desmoronamiento de la dinastía manchú, producto de una larga serie de levantamientos populares (resultado de la presión demográfica y de una serie de calamidades agrícolas)(1) y por la pérdida de soberanía a manos de las potencias imperialistas occidentales. Esto demuestra como, en la historia de China, cualquiera fuera la dinastía que imperara, el peligro exterior coincidía con disturbios interiores.(2) Los primeros cincuenta años del siglo se caracterizaron por la proliferación de graves conflictos sociales. La prolongada crisis económica y la corrupción generalizada de las clases dirigentes y de los funcionarios de la administración fueron, entre otras, las principales causas de los levantamientos sociales. Éstos no llegaban a ser una guerra, pero eran cada vez más los campesinos oprimidos que se levantaban en armas; atacaban al orden establecido, trataban de crear un nuevo orden (rebelde) (3)

      La desmesurada extensión del imperio, el gran crecimiento demográfico, la sublevación de parte de los pueblos no chinos sometidos (por ejemplo, se produjeron diversas insurrecciones de los pueblos islamizados que habitaban en las regiones chinas), además de la constante y creciente presión de las potencias imperialistas occidentales, no hicieron más que agudizar las tensiones sociales y menoscabar el poder de la decadente dinastía manchú de los Qing. El largo reinado del emperador Qianglong (1735-1796) se vio afectado por la primera de muchas graves rebeliones durante la era Qing, la del Loto Blanco, de 1796 a 1804, que con su duración de diez años provocó que China iniciara el siglo XIX en medio de rebeliones.  Sin embargo, más devastadoras fueron las incursiones de las potencias occidentales, que conmocionaron los cimientos del imperio. (4)

 

LAS GUERRAS DEL OPIO

 

El opio había sido introducido en China y, para principios del siglo XVIII, la adicción al mismo se había convertido en un problema tan grave que el gobierno chino trató infructuosamente de prohibir su comercio.  Cuando los británicos descubrieron el valor del comercio del opio decidieron aprovecharse del mismo, haciendo que los chinos pagaran a los británicos por el opio, y usando éstos el mismo dinero para pagar por las mercaderías a los chinos. (5)

 

      A lo largo del siglo XIX, el comercio entre Gran Bretaña y China se limitó casi exclusivamente al tráfico de opio. El paulatino incremento del tráfico contribuyó a minar la empobrecida economía china. Gran Bretaña, al defender sus intereses comerciales, forzó la apertura del mercado chino a la intervención del resto de las potencias imperialistas.

 

      Durante las primeras décadas del S. XIX, los gobernantes manchúes trataron de controlar el comercio con los países occidentales, centralizándolo en las ciudades de Macao y Cantón. Esta medida fracasó, pues el tráfico ilegal de la droga aumentó sin cesar a partir de 1820 y no dejó de crecer hasta finales de siglo. (6) El incremento del contrabando obligó al emperador manchú, preocupado por salvaguardar su autoridad y por acabar con el incremento del desequilibrio económico generado por el comercio ilícito, a hacer efectiva su prohibición. En 1839, el gobierno imperial efectuó un gran esfuerzo para suprimir el comercio el opio, y todos los almacenes fueron requisados (7), se destruyeron en Cantón mil trescientas toneladas de opio y se expulsó a los mercaderes británicos. Pero estos esfuerzos desataron discordias, librándose la primera Guerra del Opio (1839-1842). Gran Bretaña dio inicio a las hostilidades bombardeando varios fuertes costeros, hechos que fueron considerados por el gobierno manchú como actos de piratería. China no cedió a las presiones militares hasta que, en 1842, varios barcos británicos remontaron el YangTze hasta Nanking. Esta demostración de fuerza obligó al gobierno del emperador a firmar el tratado de Nanking (el primero de los llamados Tratados Desiguales), que terminó provisionalmente con las dificultades. (8)

 

      El acuerdo estableció un nuevo marco de relaciones comerciales entre China y Gran Bretaña, pero a pesar de que el contrabando de opio fue la causa de la contienda, no incluyó ninguna cláusula que lo regulase. China bajó sus tarifas aduaneras, abrió al comercio británico diferentes puertos (Cantón, Fucheú, Amoy, Ningpo y Shangai), en los que Gran Bretaña estableció consulados, cedió a perpetuidad la isla de Hong Kong, además pagó una fuerte indemnización (21 millones de dólares) a los agresores. En un tratado adicional de 1843, Gran Bretaña obtuvo los primeros derechos de extraterritorialidad (los británicos no podían ser juzgados por tribunales chinos) y la cláusula de nación más favorecida, por la que China se comprometía a otorgar a Gran Bretaña todas las ventajas que pudiesen obtener otras naciones en futuras negociaciones. (9)

 

      Mientras tanto, el contrabando de opio seguía incrementándose. Las persistentes fricciones entre las autoridades chinas y los europeos, y la debilidad manifiesta del gobierno de los Qing, fueron aprovechadas por Gran Bretaña y Francia para declarar la segunda Guerra del Opio (1857-1860)(10). Poco después, los franceses obtuvieron la legalización y el cultivo del opio. Con todo esto, los burócratas chinos trataron de actuar como mediadores entre el pueblo y los extranjeros; maniobra política que falló ya que pronto se produjo uno de los alzamientos más grandes del pueblo chino: el movimiento Taiping. Este alzamiento produjo un gran trastorno en la vida política de China. Tras varias acciones bélicas, las fuerzas francobritánicas obtuvieron nuevas concesiones del gobierno chino mediante el tratado de Tianjin que, al no ser ratificado, provocó la reanudación de las hostilidades. La guerra finalizó con la ocupación de la capital, el saqueo del palacio imperial de verano y la firma del tratado de Pekín.     Los tratados obligaron al emperador Hsienfeng a abrir al comercio británico y francés once nuevos puertos y aceptar el amarre de un barco de guerra en cada uno de ellos. También autorizaron la libre navegación por el YangTze, concedieron a los ciudadanos británicos y franceses libertad de residencia en China, aceptaron la inviolabilidad de sus propiedades y su extraterritorialidad, admitieron la libertad de movimiento para actividad misionera cristiana, el permiso para viajar al interior y, finalmente, legalizaron el comercio del opio.

 

      China se encontraba entonces en una situación de dependencia semi-colonial. Sólo la rivalidad existente entre las diversas potencias coloniales impidió su división.

 

LA REVOLUCIÓN DE LOS TAIPING

 

      Ocho años antes de que finalizase la segunda guerra del opio estalló la insurrección de los Taiping (Sociedad de los adoradores de Dios), considerada como una de las peores en la historia en términos de pérdidas de vidas, ya que murieron más de 20 millones de personas y muchas provincias fueron arrasadas, y la mayor sublevación social china del siglo, aunque no la primera. Toda la historia de la China imperial estuvo marcada por revueltas campesinas, lejos de amenazar el orden establecido en sus principios mismos, fueron aceptadas como funcionales, como capaces de restablecer el orden en momentos de confusión; sirvieron de válvula de seguridad, ya que restituían al mundo los beneficios del mandato celeste. (11)

 

      El  líder de los taiping era Hong Xiuquan (1813-1864), un iluminado caudillo de origen campesino y un fracasado candidato al servicio civil, que se creía hijo de Dios y se hacía llamar a sí mismo "hermano menor de Cristo". La doctrina del movimiento mezcló elementos del cristianismo (lo adoptaron atenuado por cultos populares chinos)(12) y principios místicos-igualitarios, enriquecidos con aportes agrario-revolucionarios y nacionalistas anti-manchúes. Los revolucionarios instituyeron un régimen comunitario (especie de comunismo / colectivismo primitivo)(13) en el que se abolió la propiedad privada y el comercio, y en el que la propia comunidad se encargaba de satisfacer las necesidades indispensables de sus integrantes. Fue también un movimiento igualitarista, en el que los hombres y mujeres disfrutaban de los mismos derechos y tenían las mismas obligaciones. Además condenaban el concubinato y las prácticas de vendar los pies a las niñas, y eran partidarios de la modernización china.

 

En apenas tres años, el mentor del movimiento logró reunir más de treinta mil seguidores, disciplinados y aguerridos soldados. A través de sus prédicas de que la propiedad de la tierra debía darse al pueblo, atrajo a muchos seguidores. La sublevación se inició en Guangxi,(14) donde al cabo de un año los Taiping fundaron el Reino Celeste de la Gran Paz (Taiping tianguo) Entre 1852 y 1853, las tropas taiping atravesaron Hunan y después se dirigieron hacia el este a lo largo del río YangTze, derrotando a las banderas gubernamentales que les salieron al encuentro, éstas fueron impotentes para contener la avalancha de los insurgentes y por lo tanto Nanking fue conquistada y convertida en la nueva capital del reino.

 

      En 1853, el movimiento Taiping contaba con un millón de activistas y controlaba la mayor parte del sur y sureste de China. El fin de su etapa expansionista coincidió con sus frustrados intentos de conquistar las ciudades de Shangai y Pekín (procedentes del sur de China, los Tai-ping no encontraron el apoyo necesario en el norte, además, el frío y el hambre les obligaron a retirarse. Fueron derrotados en Shangai en 1855 (15). Estos reveses iniciaron un periodo de estancamiento y decadencia del régimen Taiping.

 

      El gobierno manchú, en un principio, no tuvo capacidad de respuesta, pero la actuación de milicias de campesinos, organizadas al margen de las tradicionales banderas manchúes por funcionarios leales, les permitió hacer frente y derrocar a los Taiping. Al mismo tiempo, entre los dirigentes sublevados surgieron rivalidades que debilitaron el movimiento. A estos contratiempos se unieron las críticas de amplios sectores de la población, perjudicados por sus medidas revolucionarias, como los medianos y pequeños campesinos, que se opusieron a la abolición de la propiedad privada de la tierra. Además, su puritanismo religioso y moral, que se traducía en la destrucción de templos budistas, presentaba rasgos de fanatismo ajenos a la mayoritaria tradición confuciana. El fracaso de estas insurrecciones fue también una consecuencia de su incapacidad para coordinar realmente su acción y conservar el apoyo de la masa popular una vez apagado el entusiasmo inicial.

 

      Ante la guerra civil que asolaba China, las potencias imperialista occidentales adoptaron una vez más una actitud hipócrita. Tras sucesivas concesiones a uno y otro bando, desencadenaron la segunda Guerra del Opio, con la que obtuvieron grandes concesiones, para inmediatamente después volcarse del lado del gobierno manchú. Los europeos temían que los Taiping anulasen los pactos establecidos y esperaban que la dinastía manchú hiciese nuevas concesiones. En 1864, los manchúes, apoyados por los europeos, recuperaron Nanking tras una cruenta batalla, miles de taiping se suicidaron junto con sus jefes. Sin embargo, los combates continuaron, algunos grupos resistieron hasta 1866.(16)

 

 

INTENTOS DE MODERNIZACIÓN Y SUS CONSECUENCIAS

 

      Entre 1860 y 1895 se produjo una restauración China, donde el objetivo era modernizar el país en un sentido occidental. A partir de 1872, el movimiento de industrialización, siempre dirigido por el pequeño grupo de hombres nuevos salidos de la guerra de los Taiping, toma mayor amplitud y recurre a la ayuda financiera y a la experiencia de los mercaderes enriquecidos en el comercio en el comercio con los extranjeros. (17) En efecto, se crearon ejércitos privados bajo el control de mandarines, se establecieron escuelas de lenguas extranjeras, fábricas de armas, algún astillero, se empezó la explotación de minas de carbón y hierro (1876), se enviaron estudiantes a Estados Unidos, se crearon academias militares, se introdujo el telégrafo (1879), se inició la construcción del ferrocarril (1881), se reorganizaron el Ejército y la marina, y se construyeron algunas fábricas de tejidos y de papel. Pero todo ello era muy poco y llegaba demasiado tarde. El Imperio chino perdía además su hipotética hegemonía entre los propios pueblos asiáticos. Sobre fines de 1895, se produjo una primera señal de la bancarrota de este nuevo sistema de poder y de este intento de modernización. Ese año fue un punto de inflexión del imperio de los manchúes, ya que China fue derrotada por un antiguo reino tributario: Japón, que también buscaba su parte en el reparto imperialista. El fracaso en la guerra ante Japón, país que debía a China su escritura, muchas de sus costumbres, la religión budista y sus técnicas y formas artísticas, abrió una gravísima crisis nacional que conllevaría, entre otras cosas, la caída del propio Imperio en 1911.(18)

 

La derrota de 1895 supuso, en efecto, una humillación nacional probablemente menos admisible para la conciencia china que las sufridas ante los occidentales. Además, provocó una ruptura insalvable en el seno del poder imperial entre dos concepciones distintas sobre la modernización y el destino de China: una concepción tradicionalista que veía en el repliegue hacia las ideas confucianas y hacia los valores de la tradición china la vía hacia la salvación del país; y una concepción reformista y progresiva, que enfatizaba el ejemplo japonés como el camino a seguir para impulsar la regeneración nacional.  A corto plazo, pareció que la vía hacia las reformas podría imponerse. Pero el plan reformista fue abortado por un golpe de Estado palaciego de los elementos conservadores de la Corte liderados por la Emperatriz viuda Cixi (sólo interesada en mantenerse en el poder e incapaz de hacer frente a los retos que amenazaban al agonizante imperio chino).

 

La reacción popular estalló en junio de 1900, debido al aumento de la miseria en el campo y la expoliación extranjera. Tomó la forma de un levantamiento de masas -en parte espontáneo, en parte inducido por elementos de la Corte-, coordinado por sociedades secretas de inspiración religiosa, como la Yihetuan o Boxers (violentos y xenófobos). Varios centenares de misioneros, símbolo de la influencia occidental, y de chinos cristianos fueron asesinados, numerosas iglesias quemadas, y líneas de ferrocarril y teléfono destruidos. La "Rebelión de los Boxers", que venía a ser la culminación de la paulatina desintegración del Imperio y de la penetración occidental, fue el acto final de la gran crisis china. (19)

 

Les tomó un año a las partes en conflicto el llegar a un acuerdo, que fue conocido como la Paz de Pekín, cuyo protocolo fue impuesto por las potencias occidentales y Japón en una forma humillante para China, con pesadas multas y modificaciones favorables a las potencias occidentales en los tratados comerciales, así como el desmantelamiento de las defensas costeras contra los extranjeros.. El fracaso de la Rebelión de los Boxer en expulsar a los occidentales y la humillación de los chinos por los términos de la Paz de Pekín, generaron mayor apoyo a los revolucionarios nacionalistas. Así, en 1911, cayó la dinastía Qing, cuando los revolucionarios encabezados por el Sun Yatsen tomaron el gobierno chino, y terminaron con más de 2000 años de monarquía.

 

      NOTAS

 

1) Chesneaux, Jean, Movimientos campesinos en China. Siglo XXI, Madrid, l978.

2) Hu Sheng, Historia de las relaciones entre China y las potencias imperialistas. Pueblos Unidos, Montevideo, l963. Págs. 7-57

3) Chesneaux, Jean, Movimientos campesinos en China. Op. cit.

4) www.prodigyweb.net.mx/dchong/historiadechina.htm La dinastía Ch'ing (1644-1911)

5) www.prodigyweb.net.mx/dchong/historiadechina.htm La dinastía Ch'ing (1644-1911)

6) Gernet, Jacques, El mundo chino. Crítica, Barcelona, l999. Pág. 469

7) www.prodigyweb.net.mx/dchong/historiadechina.htm La dinastía Ch'ing (1644-1911)

8) Gernet, Jacques, El mundo chino. Op. cit. Pág. 471

9) Hu Sheng, Historia de las relaciones entre China y las potencias imperialistas. Op. cit.  Pág. 15

10) Hu Sheng, Historia de las relaciones entre China y las potencias imperialistas. Op. cit. Pág. 18

11) Chesneaux, Jean, Movimientos campesinos en China. Op. cit.

12) Chesneaux, Jean, Asia Oriental. Labor, Barcelona, l976. Pág. 55

13) Chesneaux, Jean, Movimientos campesinos en China. Op. cit.

14) Gernet, Jacques, El mundo chino. Op. cit. Pág. 478

15) Gernet, Jacques, El mundo chino. Op. cit. Pág. 480

16) Gernet, Jacques, El mundo chino. Op. cit. Pág. 483

17) Gernet, Jacques, El mundo chino. Op. cit. Pág. 495

18) www.nodo50.org/observatorio/china-omc.htm  Zabala, María Laura, China y su entrada en la Organización Mundial del Comercio. Observatorio de Conflictos, Argentina

19) www.artehistoria.com/historia/contextos/3089.htm El fracaso de China

 

Volver al Observatorio de Conflictos

1