Volver al Observatorio de
Conflictos
Le Duan
La Revolución Vietnamita.
LA REVOLUCIÓN SUDVIENAMITA Y LA
GUERRA DEL PUEBLO CONTRA LA AGRESIÓN NORTEAMERICANA POR LA SALVACIÓN NACIONAL
Inmediatamente después de la
conquista del poder en todo el territorio nacional, nuestro pueblo tuvo
que alzarse para resistir a los colonialistas franceses que retornaron para
restablecer su dominación sobre el país con la ayuda de los intervencionistas
yanquis. Esta primera magnífica resistencia, continuación de la Revolución de
Agosto, es una guerra de liberación nacional por la salvaguardia de la Patria,
dirigida con una justa línea política y militar por la clase obrera cuyo
representante es nuestro Partido.
Esta línea es la de la guerra de
todo el pueblo, el cual conduce un combate total, prolongado, apoyándose en lo
esencial en sus propias fuerzas. La guerra del pueblo combina las inmensas
fuerzas políticas de las masas populares con las fuerzas armadas, sirviendo
aquellas como base para crear y desarrollar las fuerzas armadas populares y
hace de la construcción de las tres categorías de fuerzas armadas la armazón
de la lucha de todo el pueblo. Basándose en la lucha armada como forma esencial
de lucha, la guerra del pueblo la combina en una cierta medida con la lucha
política en la retaguardia del enemigo sin menospreciar tampoco la lucha en el
plano económico. De este modo nosotros hemos podido aprovechar al máximo la
absoluta superioridad de nuestro pueblo en el plano moral y político y obtener
beneficio de los factores favorables inherentes a la nueva época, superando
las dificultades y las debilidades propias de un pequeño país con una atrasada
economía agrícola, cuyas fuerzas armadas son modestas y que en un primer
período se encuentra cercado por todas partes por el sistema imperialista.
Finalmente, luego de nueve años de gloriosa lucha nuestro pueblo y nuestro
ejército derrotaron a cerca de medio millón de soldados profesionales de una
potencia imperialista.
Esta guerra del pueblo y la victoria
de Dien Bien Phu que es su símbolo son una epopeya que se inscribe en la
historia de nuestro pueblo como un Bach Dang, un Chi Lang o un Dong Da del
siglo XX [Tres de los más brillantes triunfos decisivos obtenidos por el pueblo
vietnamita sobre los invasores en los siglos XIII, XVy XVIII, respectivamente
(N. del T.)] y como un brillante hecho de armas en la historia del mundo que
abre una amplia brecha en la fortaleza de la esclavitud colonial instituida por
el imperialismo.
La revolución sudvietnamita es el
florecimiento a un nivel más elevado y en nuevas condiciones de la experiencia
adquirida por nuestro pueblo durante la Revolución de Agosto de 1945 y la
guerra de resistencia contra los franceses.
El régimen de opresión de Vietnam
del Sur atraveó una grave crisis hacia fines de 1959 y comienzos de 1960. El
enemigo, aunque continuaba siendo relativamente fuerte en las ciudades, no
podía asegurar ya una administración normal en numerosas y vastas regiones
porque su aparato básico de poder fantoche estaba parcialmente debilitado e
impotente. Por otro lado, las masas populares, en particular la mayoría del
campesinado estaban en efervescencia revolucionaria y determinadas a
empeñarse en una lucha a muerte contra el enemigo. Así, maduró una situación
revolucionaria que permitió la sublevación de las masas rurales, las insurrecciones
parciales tendientes a romper el eslabón más débil del sistema
administrativo del enemigo.
Las “sublevaciones en cadena”
sobrevenidas en este período constituyeron un salto importante que confirió a
la revolución sudvietnamita una posición ofensiva y extendió, combinando
simultáneamente una lucha político-militar, el auge revolucionario a todo el
país. Con la transformación de la revolución en una guerra encarnizada se fue
acentuando cada día la lucha militar y jugando un papel cada vez más importante.
La derrota militar del enemigo se convierte en una necesidad para hacer
triunfar la resistencia y la revolución.
La lucha armada es una forma
fundamental de lucha, decisiva para aniquilar a las fuerzas militares del
enemigo permitiendo con ello deshacer todos sus manejos políticos y bélicos. Sin embargo, la lucha armada
continúa ligada estrecha y constantemente a la lucha política; ésta guía a las
masas que prosiguen sus insurrecciones para romper el cerco enemigo, para
conquistar y preservar su soberanía, para dar impulso al movimiento
revolucionario. La lucha política de las masas es tan fundamental como la
lucha armada; juega un papel determinante en todas las fases y en el triunfo de
la revolución sudvietnamita. Las fuerzas políticas representan no sólo la
apoyatura de las fuerzas militares, sino que también se han erigido en un
ejército político de masas bien organizado, en una fuerza esencial en la lucha
política en las zonas aún controladas por el enemigo, incluso enaquellas donde
están concentradas sus fuerzas arma-das, políticas y económicas.
Conducir paralelamente la lucha
armada y la lucha política, tal es la forma fundamental de la violencia
revolucionaria en Vietnam del Sur, en tanto que la combinación de estas dos
formas de lucha constituye la regla fundamental que rige los métodos de acción
revolucionaria.
La síntesis de estas dos eficaces
puntas de la embestida ha decuplicado la fuerza de los catorce millones de
compatriotas nuestros del Sud y les ha permitido romper todos los designios y
maniobras militares y políticas de los norteamericanos y fantoches, partiendo
de quebrantar y, finalmente aniquilar, la voluntad de combate de los
imperialistas yanquis.
El pueblo sudvietnamita, al tiempo
que pone en práctica esas dos formas fundamentales de lucha, da un fuerte
impulso también a la labor de explicación y de agitación hacia las tropas
enemigas, para despertar la conciencia de los G.I. [infantería
norteamericana] y, sobre todo, de los soldados del ejército fantoche, ganarlos
para la causa revolucionaria y hacer fracasar así la cruel y pérfida política
de los imperialistas yanquis que tratan de “hacer combatir a los vietnamitas
contra los vietnamitas”. He aquí también una dirección estratégica del ataque,
un problema fundamental en la labor revolucionaria para la realización de la
consigna “alianza de los obreros, campesinos y soldados”, que apunta a derribar
el yugo neocolonialista y a derrotar la agresión norteamericana.
Combinar la insurrección de las
masas con la guerra revolucionaria, así se ha desarrollado la revolución
sudvietnamita, iniciada con las insurrecciones parciales en las regiones
rurales que fueron seguidas de inmediato por las insurrecciones de masas estrechamente
ligadas a la guerra revolucionaria, las que se fueron intensificando
ininterrumpidamente. Las insurrecciones amplían nuestras bases territoriales,
acrecientan nuestras fuerzas, impulsan a desarrollar y aumentar la potencia de
la guerra revolucionaria. Recíprocamente, la intensificación de la guerra revolucionaria
acelera la madurez y la ampliación’ en creciente escala de las condiciones
favorables para las insurrecciones. El período de ofensivas y de insurrecciones
simultáneas, iniciado con el Tét de 1968 es el necesario resultado del proceso
revolucionario y la etapa superior de la coordinación de la lucha militar y
política.
Un problema de alcance estratégico de
la revolución en el Sur es el de definir bien la posición estratégica de las
tres zonas: la montañosa, las llanuras, las ciudades. Es sobre esta, base
que debe ser realizada la combinación de las dos formas de lucha —la militar y
la política— conducidas paralelamente, o sea el combate y los levantamientos de
masas, haciéndolo en niveles diferentes en relación con las particularidades
de cada zona y acorde al desarrollo de la revolución.
Atacar al enemigo en las tres
zonas estratégicas constituye un rasgo especifico del método de acción
revolucionaria en el Vietnam del Sur. Este principio rector deriva de la
síntesis y la generalización de las experiencias revolucionarias en nuestro
país.
La revolución vietnamita, tomada en
el conjunto de su desarrollo, consideró siempre a los obreros y a los
campesinos como el grueso de sus fuerzas, atribuyendo igual importancia al
movimiento revolucionario en el campo y en las ciudades; se empeñó en
construir sólidas bases en las regiones montañosas y en las planicies sin dejar
de crear puntos de apoyo en las ciudades, desencadenó insurrecciones tanto en
las regiones rurales como en los centros urbanos.
En una palabra, insurrecciones
parciales, paralelamente lucha militar y política, ofensiva contra el enemigo
desde tres direcciones (acción militar, acción política, labor de explicación y
de agitación hacia las tropas enemigas), combinación de -la insurrección de
masas con la guerra revolucionaria, ofensivas en las tres zonas estratégicas, estos
son los rasgos más típicos de los métodos de acción revolucionaria en el
Vietnam del Sur. No hay que ver en ellos fórmulas rígidas, sin ligazón mutua,
por el contrario, muy flexibles, muy vivaces formas y procedimientos de luchas,
ligados orgánicamente entre sí. Estos han hecho expandir al máximo la fuerza,
el coraje, la inteligencia y el genio creador de millones de personas de las
masas populares; todos saben como atacar al enemigo, como preservar y
desarrollar sus fuerzas, como conducir un combate de largo aliento tratando de
crearse momentos favorables para obtener cada día mayores éxitos y avanzar
hacia la victoria total.
La
resistencia actual de nuestro pueblo, contra el imperialismo yanqui y por la
salvación nacional, tanto como aquella que fue conducida anteriormente contra
el colonialismo francés, es una guerra del pueblo llevada a un alto
grado de desarrollo.
Al
norte, hemos
desarrollado una guerra de autodefensa contra una guerra norteamericana de destrucción
aérea y naval de una envergadura aun jamás alcanzada. Después de cuatro años de
un combate sumamente heroico, nuestro pueblo y sus fuerzas armadas han
derrotado completamente esa empresa de destrucción. He aquí un nuevo
desarrollo, lleno de significación, de nuestra guerra del pueblo.
Esta es
una victoria de grandes alcances. Aseguró la defensa del Norte socialista, gran
retaguardia de la revolución para todo el país, destruyó un terreno importante
de la feroz guerra de agresión de los imperialistas yanquis y asestó un rudo
golpe a su iniciativa de combate.
Ella
confirma la justa línea de nuestro Partido que llama a todo el pueblo al
combate, al pueblo enteró a tomar en sus manos la defensa nacional y a adaptar
nuestra economía a las circunstancias.
Ella testimonia la poderosa
vitalidad del socialismo, la inmensa fuerza del poder democrático popular en
el Norte, nuestra inquebrantable decisión de resistir a los imperialistas
yanquis y el prodigioso heroísmoo revolucionario de nuestro pueblo y de sus
fuerzas armadas.
Como lo demostrara el Presidente Ho Chi
Minh, “Aquella es la victoria de la justa línea revolucionaria de nuestro
Partido, la victoria del ardiente patriotismo y del poderío de nuestro pueblo
estrechamente unido y decidido a combatir y a triunfar, la victoria del régimen
socialista. Es el triunfo común de nuestras fuerzas armadas y de nuestro
pueblo tanto en el Norte como en el Sur. Es también la victoria de los pueblos
de los países hermanos y de todos nuestros amigos de los cinco continentes”.
La guerra del pueblo en Vietnam del
Sur es una guerra revolucionaria, una guerra de liberación nacional que se
enfrenta a una “guerra especial” típica, es decir, a la más importante y feroz
“guerra local” que haya conducido el imperialismo yanqui.
La actual línea de la guerra del
pueblo en Vietnam del Sur, elaborada bajo la dirección del Frente Nacional de
Liberación, es determinada por la justa causa de nuestra guerra de liberación
nacional y por el carácter profundamente popular de la revolución
sudvietnamita. Tiene su sostén en el ardiente patriotismo y en el espíritu
revolucionario radical de las masas sudvietnamitas resueltas a alzarse para conquistar
y defender sus sagrados derechos nacionales pisoteados por los imperialistas
yanquis y sus lacayos. Esta línea asimiló la ciencia militar marxista-leninista
como también las preciosas experiencias de los países socialistas hermanos,
para aplicarlas creadoramente a las condiciones de nuestro país. Ella recoge y
desarrolla a un nivel muy alto las riquísimas experiencias adquiridas por la
revolución vietnamita en cuanto a las insurrecciones populares y la guerra del
pueblo, continuando nuestras gloriosas tradiciones nacionales de lucha contra
la invasión extranjera y el genio militar de nuestros abuelos.
La guerra popular en Vietnam del Sur
es una “guerra del pueblo y por el pueblo”, una guerra de todo el pueblo
librada en todos los planos, conducida, según las leyes generales que rigen los
métodos de acción revolucionaria en Vietnam del Sur, que alcanza un nivel muy
alto de desarrollo. Comprende la lucha militar y la lucha política que se
desarrolla a partir del movimiento insurreccional de las masas. Ella se
inspira de cabo a rabo en una concepción estratégica de ofensiva, propia
de la Revolución sud-vietnamita con posterioridad al viraje producido por las
“insurrecciones en cadena” de los años 1959-1960. Su ubicación ofensiva contra
la “guerra especial” tuvo como base la absoluta superioridad del punto de
vista político y moral y la aplastante superioridad de la fuerza de las masas
revolucionarias resueltas a conquistar su derecho a la vida, alzadas en una
lucha a muerte contra los agresores y los traidores. Esta posición de ofensiva
mantenida sin interrupción se desarrollé incesantemente desde grados inferiores
para alcanzar grados cada vez más elevados; parcial al comienzo, la ofensiva
se generalizó gracias a los duros golpes, militares y políticos, asestados con
creciente fuerza.
El conjunto del desarrollo de la
guerra revolucionaria se identifica, con el de la aplicación de la concepción
estratégica de ofensiva, concepción de una resuelta ofensiva continuada, cada
día más poderosa, en la que alternan avances graduales y saltos.
En el curso de este proceso puede
darse una etapa defensiva en algunos momentos y en ciertos lugares, pero nunca
es más que una cuestión de táctica momentánea tendiente a crear condiciones
favorables para proseguir la ofensiva.
Es gracias a esta estrategia de
ofensiva que la población sudvietnamita y sus fuerzas armadas pudieron
inflingir derrotas a la política neocolonialista norteamericana, derribar la
dictadura fascista de Ngo Dinh Diem, ajustar cuentas con la “guerra especial”
y actualmente batir a los imperialistas yanquis en su “guerra local” elevada
al más alto peldaño de la escalada.
La estrategia ofensiva de la guerra
popular moviliza a todo el pueblo para el combate apoyándose en el poderío
combinado de las fuerzas militares y políticas y en la conjugación de las dos
formas de lucha, la armada y la política. Es la estrategia de la ofensiva
conducida en las tres zonas estratégicas y coordinando la acción de las tres
categorías de tropas con los levantamientos revolucionarios de las masas. Ella
combina las operaciones armadas con la conquista por el pueblo de su derecho a
la soberanía, con el ejercicio del poder que permita destruir a las fuerzas
enemigas y con ello afirmar, por la recíproca, la soberanía
conquistada. Impulsa a la continua búsqueda de la iniciativa tanto estratégica
como operacional sobre el conjunto del escenario bélico; condena al enemigo a
la expectativa, a la pasividad frente a nuestros métodos de combate, extiende
su dispositivo, cerca sus tropas por todas partes, las dispersa y permite
dominarlas constantemente.
La capacidad ofensiva de la guerra
del pueblo está estrechamente ligada a una justa apreciación de las
características y de la evolución de la correlación de fuerzas entre la
población y sus fuerzas armadas de una parte y los agresores yanquis y sus
lacayos de la otra. El enemigo, aunque dispone de numerosos efectivos y medios
técnicos, presenta debilidades fundamentales e irreductibles. Por el
contrario, el pueblo sudvietnamita y sus fuerzas armadas poseen, a la par que
debilidades, puntos fuertes fundamentales. Sabiendo desarrollar sus puntos
fuertes, golpeando al enemigo en sus puntos débiles, las fuerzas revolucionarias
han sabido apoderarse de la iniciativa para las ofensivas y decuplicar su
capacidad de ataque.
Lo que importa para conducir una
estrategia ofensiva es resolver bien una serie de problemas concernientes al
arte militar, a las formas tácticas y a las modalidades de combate. En este
cuadro el pueblo sudvietnamita y sus fuerzas armadas crearon apropiados
métodos de combate, métodos originales, de una diversidad muy rica y flexible,
muy eficaces porque permiten asestar severos golpes al enemigo al precio de
pérdidas mínimas. Se trata de coordinar las operaciones de guerrilla efectuadas
por las tropas regionales y las milicias populares con aquellas practicadas
por las tropas regulares en formaciones concentradas. Se trata de combinar las
operaciones de pequeña, mediana y gran envergadura, lo que permite elevar
nuestra capacidad de destrucción y simultáneamente extender la conquista del
derecho a la soberanía popular en las tres zonas estratégicas. Se trata de
vencer a un enemigo superior en número con la calidad de las fuerzas armadas
revolucionarias, de situarse constantemente en una posición de fuerza para
poder vencer el gran número por medio de pequeños efectivos, obtener grandes
medios sirviéndose de pequeños medios. Métodos de combate enérgicos, audaces,
inteligentes, haciendo valer el secreto y la sorpresa, conducidos tanto con una
sola arma como con varias armas combinadas, golpeando al enemigo en los lugares
más vulnerables y sensibles, en los puntos vitales para obtener resultados muy
grandes. Teniendo la total libertad de elección, nosotros lanzamos resueltos
ataques cuya iniciativa tenemos plenamente, obstaculizando al enemigo en la
puesta en práctica de sus métodos favoritos de combate, bloqueándole toda
iniciativa táctica y tornando impotentes todas sus reacciones y sus medidas de
defensa. Es decir, combinar diferentes métodos y formas de ofensiva para
aniquilar al enemigo, poner enmovimiento todas las fuerzas, las armas y los
medios de los que se dispone, aprovechar a fondo las condiciones del terreno y
del tiempo, atacar al enemigo en todas las eventualidades, cuando avanza y
cuando retrocede, en cualquier lugar y en todo momento, allí donde está débil y
restaura sus fuerzas como también allí donde está fuerte y en guardia.
Ellas son formas tácticas y
modalidades de combate basadas en el dinamismo, la inteligencia y el genio
creador de los cuadros y de los combatientes, de las Fuerzas Armadas de
Liberación, como asimismo de nuestros heroicos hermanos del Sur, patriotas
ardientes de elevada conciencia de sus derechos nacionales y de los intereses
de clase que no sólo se atreven a batirse y están resueltos a ello, sino que
también saben cómo combatir y vencer en las formas más favorables.
El principio estratégico de la
guerra del pueblo en Vietnam del Sur consiste en conducir una guerra prolongada
reforzándose en el curso de la lucha y por medio de la misma. Esta ley
había regido ya la guerra por la liberación nacional y la defensa de la Patria
sostenida por nuestro pueblo en el curso del pasado cuarto de siglo. En la
actual guerra de liberación, la población del Sur y sus fuerzas armadas
enfrentan a los EE.UU., agresivo cabecilla del imperialismo, un enemigo que
posee un numeroso ejército, un equipo moderno, un potencial militar y económico
muy superior al nuestro. Se necesita tiempo para destruir paso a paso las
fuerzas del enemigo, limitar sus puntos fuertes y ahondar sus debilidades;
sostener y desarrollar nuestras propias fuerzas armadas y políticas, modificar
la relación de fuerzas de más en más a nuestro favor, actuar de modo tal que
cuanto más dura la guerra más se debilita el enemigo, más aumenta nuestro
poderío y mayores son nuestras victorias. Esta guerra prolongada es una
ofensiva interrumpida en el curso de la cual nosotros atacamos con una amplitud
cada vez mayor, rechazamos al adversario paso a pase, hacemos fracasar cada uno
da sus objetivos estratégicos para llegar finalmente a su derrota total.
Durante este largo proceso nosotros
podemos producir saltos muy importantes que modifiquen la situación, las
fuerzas de ambos lados y la coyuntura de la guerra, si sabemos desarrollar al
máximo nuestros propios esfuerzos, aprovechar a fondo las condiciones objetivas
favorables, suscitar dificultades al adversario y explotar sus debilidades,
asegurar una dirección estratégica justa e incisiva, elegir bien la orientación,
los objetivos y el momento, asestar severos golpes al enemigo en los puntos
neurálgicos, obtener grandes victorias militares y combinar en fin, hábilmente,
la lucha armada y la lucha política, los ataques y las insurrecciones.
En el curso de la guerra de
liberación en el Vietnam del Sur, tales saltos se han producido con la batalla
de Binh Gia (invierno de 1964 - primavera de 1965), la apertura del frente
Tri-Tién [cerca del paralelo 17] en 1967, las ofensivas y los levantamientos
generalizados del Tet de 1968. Estos avances prueban que el pueblo
sud-vietnamita y sus fuerzas armadas supieron elegir sensatamente los blancos
para sus ataques, combinar acertadamente las operaciones de envergadura pequeña,
media y grande, supieron lanzar raids fulminantes, audaces e imprevisibles en
el cuadro de una guerra ininterrumpida y de largo aliento. Sobre la base de la
tenaz prosecución de una guerra prolongada las fuerzas revolucionarias han
desplegado esfuerzos muy grandes en todos los planos para crearse condiciones
favorables, ganar tiempo y obtener éxitos cada día superiores.
Un importante principio rector en
este método de guerra es el de coordinar el aniquilamiento de las fuerzas
enemigas con la conquista y mantenimiento de la soberanía popular, lo cual debe
permitir aniquilar al enemigo y la destrucción del mismo facilita la extensión
y la afirmación mayores de la soberanía.
En cualquier guerra es evidentemente
necesario —si se quiere obtener la victoria— destruir a las fuerzas militares
enemigas. Más hay diferentes maneras de lograrlo: la elección depende de la concepción
estratégica y tiene relación con diversos factores, entre ellos, el carácter de
la guerra, los objetivos a los que apuntan los combates, las dimensiones del
teatro de operaciones.
La guerra del pueblo en Vietnam del
Sur es una guerra revolucionaria que se ha desarrollado a partir de un
movimiento insurreccional de masas para derribar el poderío de los
imperialistas yanquis y sus sirvientes. En el curso de la guerra no existen
sólo acciones militares emprendidas por las fuerzas armadas sino también el
movimiento popular de lucha política que, conducido de diferentes formas, alcanza
el más alto nivel con los levantamientos ininterrumpidos de las grandes masas
por la conquista de su derecho a la soberanía, en distintos grados, de acuerdo
a las condiciones concretas de cada lugar en las tres zonas estratégicas.
Éstas sublevaciones, abarcando
vastas regiones y repitiéndose con frecuencia, apuntan a derribar paso a paso
el poder básico de los fantoches y a romper todas las formas de coerción instituidas
por el enemigo; las sublevaciones constituyen muy importantes puntas del ataque que combinadas con las
operaciones militares favorecen la acción de las fuerzas armadas para
aniquilar al enemigo. Las actividades operacionales de las fuerzas armadas
revolucionarias, a más del aniquilamiento del enemigo, tienen, por la
recíproca, el efecto de estimular la lucha política, en particular el respaldo
a las masas en sus levantamientos para romper el cerco de las fuerzas enemigas,
conquistar el derecho a la soberanía e implantar, de una u otra forma, el
poder revolucionario.
Unir la destrucción de las fuerzas
enemigas con la conquista y salvaguardia del derecho del pueblo a su soberanía,
tal es el secreto del éxito en la insurrección armada y la guerra revolucionaria
en el Vietnam del Sur. Sin embargo, no se trata solamente de unir las
exigencias de la lucha militar a las de las insurrecciones para la conquista
gradual del poder; se trata de crearse la propia posición estratégica en una
guerra popular.
Desde el punto de vista militar, el
Vietnam del Sur es un exiguo teatro de guerra, con una densidad muy alta de
tropas enemigas; la población y las fuerzas armadas del Sud combaten sobre su
propio territorio, conduciendo la guerra revolucionaria sobre la base de una
participación general del pueblo y apoyándose en fuerzas militares y
políticas. Es por esto que importa crearnos una situación estratégica ventajosa
y condenar al enemigo a una ubicación estratégica desfavorable. El mejor medio
para ello es conquistar la soberanía para destruir al enemigo y destruir al
enemigo para obtener la soberanía.
La conquista de la soberanía,
convertirse en dueño de su destino, significa para la población y sus fuerzas
semiarmadas el alzamiento resuelto para liberarse del yugo de los yanquis y
sus fantoches, combatir al enemigo en sus propios campos, en sus propias
aldeas, jardines y calles; significa aferrarse al terreno, ser el dueño de la
tierra y del poder —con distintos grados—, ser el amo de la situación. Cada aldea,
cada caserío se convierte en una fortaleza, cada habitante en un combatiente
que trata por sí mismo de encontrar el medio más apropiado para golpear al
enemigo a través de la acción política, de la acción militar, de la labor de
esclarecimiento hacia las tropas enemigas, aprovechando para ello todos los medios,
todas las armas disponibles.
Ser los amos significa, para las
fuerzas armadas revolucionarias, desplegar de un modo racional las tres
categorías de tropas en todas las áreas cruciales y en las tres zonas
estratégicas: en las zonas liberadas, en las que son trabajadas
constantemente; en las zonas “pacificadas” por el enemigo y en aquellas aledañas
a sus bases; significa apoyarse en el pueblo que se ha erigido en el dueño
de un país y en el crecimiento ininterrumpido de las fuerzas políticas de las
masas, para transformar a todo el Sur en un campo de batalla preparado de
antemano para crear una disposición de fuerzas en el terreno a nuestro favor.
En tal disposición, las fuerzas armadas de liberación pueden atacar al enemigo
con suma movilidad y flexibilidad, constriñéndolo, sin pausa, a un cerco y a
un ataque político y militar.
Se trata aquí de una disposición de
fuerzas propia de una guerra del pueblo; se combate al enemigo en lo político y
lo militar a la vez, con la ofensiva armada y la insurrección popular, con la
guerrilla y la guerra regular, todo ello en las tres zonas estratégicas.
Disposición de fuerzas propia de una guerra sin frente definido, en la cual el
campo de batalla está por doquier, de modo tal que más de un millón de yanquis
y fantoches revelan constantemente sus fallas y debilidades, diseminados de
norte a sur, cercados, dispersos, atacados por todos los costados. ¿Permanecen
a la defensiva?: su coraza está llena de defectos. ¿Lanzan ofensivas?: las
deben desatar entonces sobre un terreno preparado de antemano por las fuerzas
armadas revolucionarias y la población. Las tropas enemigas, sumergidas en el
océano de la guerra del pueblo, pese a sus enormes efectivos y medios modernos
de guerra, están dispersas, debilitadas e incapacitadas para poner en práctica
sus métodos favoritos de guerra. Por el contrario, las fuerzas armadas y la
población pueden cercar de continuo al enemigo, atacar y sublevarse, conservar
la iniciativa, atacar al enemigo de frente o tomarlo por la espalda, en
cualquier lugar y en todo momento.
El resultado más acentuado de esta
dirección estratégica es el de reducir al enemigo a, la pasividad frente a la situación
estratégica de ofensiva en todos los planos y a los métodos de guerra de las
fuerzas armadas revolucionarias, de arrinconarlo a cada instante a una
situación política pasiva y a una situación estratégica crítica, de sumirlo en
el desconcierto para elegir entre la dispersión y la concentración de fuerzas,
entre las operaciones para “pacificar” y aquellas para “investigar y destruir”,
entre la defensiva y la ofensiva. De ello se sigue que el poderoso ejército
de agresión del enemigo se ve extremadamente débil; dotado de modernas armas y
de numerosos medios de desplazamiento, revela no obstante una pobre eficacia
de combate; es de un gran poderío pero de una perfecta inoperancia. Por el
contrario, las fuerzas armadas populares atacan siempre desde una posición de
fuerza, gracias a su organización racional, a su elevada calidad combativa, a
sus modalidades apropiadas de combate, hábiles y flexibles, que se pueden
apoyar, por otra parte, en una ventajosa posición estratégica. Y cuanto más
combaten más ganan en fuerza, rendimiento y eficacia. Y esto se repite en cada
combate y campaña, así como desde el punto de vista de la estrategia general.
Estos son éxitos de la invencible
línea de la guerra del pueblo, de la aplicación de la estrategia de ofensiva,
de éxitos en el arte de combatir al grande con el pequeño, de derrotar a los
muchos con los pocos, de vencer al número con la calidad, de saber limitar el
poderío del enemigo en el campo de batalla al tiempo que se desarrolla al
máximo el poderío de nuestras propias fuerzas militares y políticas, de atacar
siempre al enemigo partiendo de una situación de iniciativa, de crearse siempre
una posición de fuerza para atacar y vencer al enemigo en una lucha prolongada.
La guerra del pueblo que se está
desarrollando en el Sur es un grandioso fresco, lleno de vida, que ilustra
maravillosamente esta profética observación de Engels: “Un pueblo que quiere
conquistar su independencia no podría acantonarse en los métodos de guerra
ordinarios. Insurrección de masas, guerra revolucionaria, destacamentos de
guerrilla por doquier, he aquí el único método de combate gracias al cual un
pueblo pequeño puede vencer a una gran nación, un pequeño ejército oponerse a
un ejército más fuerte”.
La resistencia patriótica de nuestro
pueblo contra la agresión norteamericana ha entrado en su décimo alío y ha
pasado, a partir del Tet de 1968, a una nueva etapa, de las más gloriosas,
signada por victorias sumamente importantes que conducirán al triunfo final.
El imperialismo yanqui, que ha
sufrido grandes derrotas a lo largo y ancho de nuestro país, se debate con
muchas dificultades tanto en EE.UU. como en el mundo. Más, de naturaleza
pérfida y obstinada, prosigue sin embargo su guerra de agresión.
“La resistencia contra la agresión
norteamericana puede prolongarse. Nuestros compatriotas pueden tener que
consentir nuevos sacrificios en bienes y en vidas. Sea como fuere estamos
resueltos a combatir a los agresores yanquis, hasta la victoria total.”
Esto es lo que nos recomendó nuestro
Presidente Ho Chi Minh. Cumpliendo su legado, estamos decididos a combatir el
tiempo que sea necesario hasta que el enemigo abandone sus designios agresivos,
retire todas sus tropas, respete la soberanía de nuestro pueblo y nuestra
integridad territorial. Nuestro Partido todo, nuestro pueblo entero, todas
nuestras fuerzas armadas, tienen que desplegar sus más grandes
esfuerzos, exaltar el heroísmo revolucionario, superar todas las pruebas y
dificultades, tienen que avanzar y dar un poderoso impulso a la resistencia
contra la agresión yanqui, por la salvación nacional hasta la victoria total,
a fin de liberar el Sur, defender el Norte, avanzar hacia la reunificación
pacífica de la Patria.
Combatir y vencer a los
imperialistas yanquis es una apremiante exigencia de la revolución vietnamita
y de la revolución mundial, de nuestra vida actual y de la felicidad de las
futuras generaciones. He allí el gran honor, la grandeza, el deber de nuestro
Partido y de nuestro pueblo hacia la Patria y hacia los pueblos
revolucionarios del mundo. Estamos decididos a cumplir la gloriosa misión que
nos ha confiado la historia, dispuestos a sobrellevar las peores privaciones y
a consentir los más grandes sacrificios por más prolongada y encarnizada que
sea la resistencia.
Tenemos la firme convicción que
nuestros compatriotas y combatientes en el Sur, dirigidos por el Frente
Nacional de Liberación y por el Gobierno provisional revolucionario de la
República de Vietnam del Sur, seguros de la invencible línea de la guerra del
pueblo, seguros de su coraje, de su inteligencia y de sus talentos militares,
obtendrán con certeza la victoria total, mediante la gran unión combatiente de
nuestros 30 millones de compatriotas en todo el país y la inmensa ayuda de
nuestros hermanos y amigos en el mundo.
El Presidente Ho Chi Minh dijo,
haciendo el balance de la larga y gloriosa lucha revolucionaria de nuestro
pueblo bajo la experimentada dirección del Partido: “Nuestro pueblo es un
pueblo heroico. Hemos derrocado a los fascistas japoneses, vencido a los
colonialistas franceses y hoy estamos firmemente decididos a batir a los
agresores imperialistas norteamericanos”. Nuestra actual resistencia a la
agresión yanqui, por la salvación nacional es más importante en la gloriosa
historia de lucha de nuestro pueblo contra la agresión extranjera; al mismo
tiempo está escribiendo una de las más bellas páginas de la historia de la
lucha de los pueblos revolucionarios del mundo contra el imperialismo en
nuestra época.
La revolución nacional democrática
popular en nuestro país, ha contribuido con su rica experiencia al desarrollo
de la teoría revolucionaria, de los pueblos coloniales y dependientes en lucha
contra el viejo y el nuevo colonialismo.
Nuestro pueblo va resueltamente hacia
adelante, seguro de las preciosas enseñanzas de su propia revolución. El
conducirá la resistencia contra la agresión yanqui a la victoria total,
completará la revolución nacional democrática popular en todo el país y así
aportará una digna contribución a la lucha común de los pueblos del mundo por
la paz, la independencia nacional, la democracia y el socialismo.