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Giliomee, Hermann, Los comienzos de la conciencia étnica afrikaner, 1850–1915. en: Vail, Leroy, The Creation of Tribalism in Southern Africa. University of California Press, Berkeley, 1989. Traducción: Luis César Bou

Introducción

Recientes estudios de Welsh, Giliomee, y O'Meara han investigado la economía política del nacionalismo étnico y la movilización política afrikaner en su fase de crecimiento “secundaria”, comenzando en 1930 y conducente al establecimiento del apartheid luego de la victoria del Partido Nacionalista en la elección de 1948. Si embargo, se conoce mucho menos acerca de las bases sociales y económicas de la movilización política de la etnia afrikaner durante la segunda mitad del siglo XIX. Los análisis sobre la conciencia étnica afrikaner en este período temprano han estado generalmente preocupados con la identificación de su “despertar” y su “origen”. Ha sido particularmente influyente el estudio de F.A. van Jaarsveld, The Awakening of Afrikaner Nationalism, 1868–1881, el que concluye con que fueron las intervenciones imperialistas británicas, particularmente la anexión del Transvaal en 1877 y la rebelión subsecuente de 1880-81, las que dispararon una respuesta nacionalista entre los afrikaners de toda Sudáfrica. Van Jaarsveld también argumenta que sin este despertar, los afrikaners de la Colonia del Cabo habrían sido absorbidos en la corriente inglesa y el holandés-afrikaans habría desaparecido como un lenguaje local.

Este estudio evitará los abordajes tanto del “despertar” como del “origen” en la explicación del crecimiento del nacionalismo afrikaner hasta 1915. Como señala Ernest Gellner, el uso de un concepto como “despertar” se aproxima a la aceptación del “más equivocado de los argumentos de los ideólogos nacionalistas, aquel de que las ‘naciones’ están allí, en la misma naturaleza de las cosas, esperando solamente ser ‘despertadas’ (una expresión e imagen nacionalista favorita) de su lamentable sopor por el ‘despertador’ nacionalista”. También hay un problema con el concepto de “origen”. En otro contexto, Marc Bloch remarcó que en una acepción popular un origen tiende a ser considerado como una explicación completa. De hecho, nunca puede haber una explicación completa de por qué se originó la conciencia étnica afrikaner. En el mejor de los casos, podemos solamente comenzar a dar una explicación amplia de sus comienzos lentos y tortuosos.

Tanto Van Jaarsveld como Rodney Davenport han afirmado los aspectos políticos y culturales de las manifestaciones tempranas de la conciencia étnica afrikaner. Este ensayo intentará profundizar el análisis, situando al desarrollo de la conciencia étnica afrikaner del siglo XIX tanto dentro de un contexto socioeconómico como de una matriz cultural y política. Debe enfatizarse, sin embargo, que esta discusión del desarrollo de la conciencia étnica afrikaner no asume que esta fuera el antecedente orgánico de su fase “secundaria” de desarrollo total en el siglo .

Identidades ambiguas antes de 1850

El grupo que finalmente fue conocido como los “afrikaners” surgió de elementos dispares, particularmente de antecedentes holandeses, alemanes y franceses en los siglos XVI y XVII. Los genealogistas también calculan un seis o siete por ciento de contribución de “no-europeos”. Para 1870 era posible identificar un grupo particular de gente que hablaban holandés, o una variante del mismo, tenían una religión común y mantenían un alto grado de endogamia racial. Aún cuando el desarrollo de una conciencia étnica afrikaner particular que los movilizara para propósitos políticos era lento. De hecho, el gradual y frecuentemente tentativo avance de una autoconciencia étnica cultural y política estaba firmemente enraizado el los cambios históricos que ocurrieron luego de 1870. Para entender la ausencia de una conciencia étnica antes de 1870, uno debe explorar la naturaleza de la economía, la forma de política, y la clase de divisiones políticas y de clase en la sociedad.

Antes de 1850 la membresía en una comunidad étnica afrikaner era invocada frecuentemente como una declaración política. En su disputa con el gobierno de la compañía, los sostenedores del Movimiento Patriótico del Cabo Occidental, que se movilizaron entre 1778 y 1784, hicieron sus alegatos en términos de su rol como productores indispensables de bienes de comercio y de sus privilegios como ciudadanos. En su rebelión de 1795-96, los ciudadanos de Graaff-Reinet en la frontera se definieron a sí mismos como ciudadanos y productores que ocupaban legalmente granjas arrendadas y eran protegidos libremente por la Compañía. Los voortrekkers no consideraban el Gran Trek de 1835-38 como una expresión positiva de una etnicidad política afrikaner sino más bien se concebían a sí mismos como “emigrantes” y “expatriados”. Además, no hay bases históricas convincentes para la creencia luego sostenida ampliamente de ellos tendían a considerarse a sí mismos como un Pueblo Elegido exclusivo que tenía un acuerdo con Dios.

Entre los colonos afrikaner-holandeses que no emigraron también encontramos poca evidencia de la articulación de  una conciencia étnica o de la persecución de estrategias étnicas. Durante la década de 1830 un pequeño grupo de profesionales de Ciudad del Cabo trató de estimular un sentido de identidad cultural basado en el reconocimiento de un lenguaje y una historia común. Sostuvieron un periódico, el  Het Nederduitsch-Zuid-Afrikaansch Tijdschrift, un colegio para educación avanzada, el Zuid-Afrikaansche Athenaeum, y una sociedad para la extensión de las artes y de las letras. Estos esfuerzos no alcanzaron éxito. El periódico quebró en 1843, la sociedad pronto dejó de funcionar, y el colegio se anglicizó. El grupo de profesionales era demasiado pequeño y la población granjera vecina demasiado apática como para asegurar el éxito.

Incluso el nombre del grupo permaneció muy ambiguo hasta el siglo XX. El término “afrikaner” era empleado de distintas maneras por grupos variados. A inicios del siglo XVIII era utilizado para los esclavos o ex esclavos de ascendencia africana. Desde fines del siglo XVIII en adelante la literatura también registra a blancos utilizando el término. Pero este uso tenía una connotación colonial (o regional) más que étnica. El Zuid-Afrikaan, la publicación holandesa más ampliamente leída, definía en 1830 a los afrikaners como aquellos “tanto ingleses como holandeses que habitaban la tierra y estaban unidos por deber e interés en el avance y bienestar del país.” En décadas subsecuentes, el Zuid-Afrikaan propuso esta identidad como abarcativa tanto de quienes hablaban holandés como inglés y que en el curso del tiempo remplazaría a las identidades inglesa y holandesa de los pioneros. Este término y definición fue encontrado aceptable por angloparlantes no chovinistas que propagandizaban la amalgama de todos los grupos de colonos en orden a avanzar reclamos coloniales políticos y económicos sobre Gran Bretaña. Dependiendo de la estrategia política, los políticos lo utilizaban tanto en un sentido exclusivo como inclusivo. Algunos imperialistas británicos se apropiaron de él, pero otros lo rechazaron porque, en palabras del Cape Times, “El nombre era aplicado originariamente a la progenie mestiza de los esclavos, e incluso en una palabra la marca de la esclavitud es detestable”. De hecho una lista oficial de prostitutas de Ciudad del Cabo, realizada en 1868, estaba encabezada por “africanders” significando gente de ascendencia mixta.

Aparte del término ambiguo “afrikaner” o “afrikander”, también existe la noción de un pueblo “boer”. Los afrikaners holandeses reconocían generalmente que eran de descendencia boer, pero usualmente eran los granjeros pastoriles del interior quienes se aplicaban ese término. Finalmente, estaba el término “holandeses del Cabo”, pero se trataba de una descripción inglesa más que de un concepto auto asumido. Los angloparlantes tendían a distinguir entre los holandeses del Cabo o del interior mejor educados y más “civilizados” y el pueblo boer al que consideraban ignorante, iletrado y casi más allá de los límites.

Aunque los afrikaners holandeses poseían hacia 1850 algunos rasgos culturales comunes en la forma de patrones de matrimonio generalmente endógamo, membresía a las iglesias holandesa reformada o luterana, u una lengua común (o variantes de ella), era difícil encontrar algún sentido de autoconciencia de unidad étnica entre ellos. De hecho, desde la década de 1850 las divisiones existentes hasta entonces dentro del grupo comenzaron a intensificarse lo que haría una tarea extremadamente difícil ponerlos juntos en una coalición para propósitos políticos.

Durante la segunda mitad del siglo XIX dos fuerzas interconectadas impulsaron el desarrollo del tal conciencia étnica. Primero, estaba la integración acelerada de toda la región de África del sur en el capitalismo occidental, y particularmente británico. Segundo, el imperio informal operado por Gran Bretaña en la región  forzaba el desarrollo de la conciencia étnica afrikaner. En Sudáfrica, a diferencia de Australia o Canadá, Gran Bretaña no podía contar con el peso del parentesco racial para mantener a los colonos ligados estrechamente a la metrópolis. Cuando la Colonia del Cabo recibió el Gobierno Representativo en 1853 menos de la cuarta parte de los blancos que la habitaban eran británicos. En el Transvaal y el Estado Libre de Orange, que se convirtieron en repúblicas independientes en 1852 y 1854 respectivamente, había solamente un pequeño número de comerciantes británicos, profesionales y buscadores de oro. Consecuentemente Gran Bretaña utilizó las estratagemas del imperio informal y el control económico para prevenir que estos estados se movieran fuera de la órbita imperial. Por parte de los Voortrekkers fue precisado un compromiso de sostener el libre comercio y aceptar el control británico sobre los puertos costeros de los que dependían para suministros esenciales. Los británicos podían así relajar el control político formal sobre los dos estados voortrekker asegurados de que su dependencia económica permitiría lograr el mismo propósito.

El capitalismo mercantil británico pronto asumió una posición dominante en todos los estados sudafricanos. Desde las casas mercantiles con base en la Colonia del Cabo y, en menor medida, en Natal, enviaba un abastecimiento constante de artículos indispensables tales como carretas, armas de fuego, pólvora y plomo. Los últimos eran necesarios para la defensa y también para la caza, una actividad importante en la economía fronteriza. Las bajas densidades de población allí, con sólo 15 o 20.000 blancos en cada república, carencia de capital y débiles vías de comunicación aseguraban que difícilmente se desarrollara alguna industria antes de 1875, en tanto la transición desde la subsistencia a la agricultura comercial estaba ocurriendo a un paso extremadamente lento. El Estado Libre estuvo por lo tanto muy pronto desesperadamente endeudado con acreedores externos.

El imperialismo cultural británico que iba mano a mano con el imperio informal promovía la constricción al desarrollo de una conciencia étnica explícita. Los pueblos del Estado Libre y el Transvaal, donde podía esperarse que comenzaran movimientos étnicos, estaban dominados por comerciantes ingleses o judíos que eran hostiles o indiferentes a los nacionalismos locales y que promovían la cultura inglesa. En Transvaal establecieron escuelas privadas que tenían tantos alumnos como las escuelas públicas. Ávidos por dominar el lenguaje del comercio, los niños afrikaners holandeses también preferían ir a la sección inglesa de las escuelas medias establecidas por el estado. A causa de la gran disponibilidad de maestros anglófonos, cuatro de las ocho escuelas sostenidas por el estado en Transvaal utilizaban sólo inglés en 1876. En el Estado Libre la realidad del capitalismo mercantil y el imperialismo cultural frustraron igualmente el desarrollo de una vida política y cultural afrikaner-holandesa autónoma. Mientras el inglés era aceptado como la lengua del comercio y el discurso intelectual en el pueblo, también penetraba las áreas rurales. Los granjeros más ricos usualmente fundaban escuelas rurales, y muy frecuentemente elegían el inglés como el medio de instrucción. Finalmente, virtualmente todos los maestros y empleados civiles venían o de Holanda o de la Colonia del Cabo. Un miembro del Volksraad remarcó en 1873: “Somos dependientes de extranjeros y estamos todavía gobernados por extranjeros.”

Otros firmes obstáculos al desarrollo de una conciencia étnica eran los conflictos de clase internos en la sociedad afrikaner-holandesa, las estructuras de poder descentralizadas, las rivalidades regionales. El poder tanto en el Estado Libre como en el Transvaal estaba efectivamente en manos de grandes propietarios de tierra, a veces denominados patriarcas, que establecieron relaciones patrón-cliente con sus dependientes familiares y asalariados, y también con afrikaners sin tierras o bywoners. La relación boer-bywoner, y el espíritu de paternalismo que la imbuía, estaba llena de tendencias contradictorias. En un sentido amplio los blancos más pobres podían participar en el proceso político y reclamar igualdad con los ricos, pero en las granjas los bywoners pronto se convirtieron en sirvientes de los patriarcas. Además, los field-cornets, que asignaban la tierra a los recién llegados, distribuían el trabajo africano entre los granjeros individuales y resolvían las disputas laborales, en tanto eran electos por todos los ciudadanos de una división en particular, invariablemente salían de los rangos de, y estaban comprometidos con, los grandes terratenientes. Aunque hubo excepciones, los field-cornets generalmente favorecieron a los granjeros más grandes en la realización de sus tareas y esto trabajó en contra de un sentido de solidaridad étnica.

Además, hay evidencia que el servicio de commando, que todo ciudadano se esperaba que cumpliera en el Transvaal y el Estado Libre, tendía a recaer únicamente sobre los pobres. Esto era debido a la práctica que permitía a un hombre que había sido llamado a servicio enviar a algún otro en su lugar. Muchos granjeros ricos se abstenían del commando, enviando bywoners u otros blancos pobres como sustitutos. Una carta de lector en un periódico del Estado Libre distinguía entre los meer gogoede (de buen pasar) y los minder gegoede (poco buen pasar) en los commandos, y este lector era respaldado por otro que señalaba categóricamente que la guerra contra los sotho entre 1866 y 1868 fue llevada adelante principalmente por ciudadanos pobres y sus hijos. En Transvaal la situación era la mismo. A fines del siglo XIX, esta división dio lugar a un serio conflicto de clases. De los aproximadamente 5.000 “enganchados” –hombres que apoyaron a los británicos en la Guerra Anglo-Boer de 1899- la inmensa mayoría eran bywoners, algunos de los cuales estaban amargamente descontentos a causa de que en las décadas anteriores habían tenido que ir al commando sin ninguna paga para defender la propiedad de terratenientes en un momento en que sus propias familias estaban en la miseria. Ellos claramente esperaban que los británicos les ofrecieran un trato mejor como recompensa por su colaboración.

En lugar del crecimiento de una conciencia étnica unificada, el extremo individualismo, el autoengrandecimiento, e incluso la anarquía prevalecieron en los primeros años del Transvaal y el Estado Libre. Los field-cornets frecuentemente manifestaban un gran desdén por Pretoria y su representante en el distrito, el landdrost (magistrado). El landdrost A.F. du Toit una vez remarcó que los field-cornets actuaban como si fueran los “Emperadores del estado”. Ellos se identificaban primeramente con su división, luego con su región, y solo en un sentido nominal con el estado o el grupo étnico. El regionalismo era una fuerza poderosa en los años 1850-80. Durante fines de los 50 e inicios de los 60 tres facciones regionales –basadas en Lydenburg, Zoutpansberg y Potchefstroom- trataron de establecer sus propias soberanías separadas y en una ocasión chocaron en escaramuzas militares.

Para fines de la década de 1860 las disputas regionales se habían retraído, pero el estado permanecía débil y las particularidades religiosas acompañaban a las divisiones políticas. La Iglesia Reformada Holandesa (Hervormdes), establecida en 1853, era la iglesia estatal con una posición privilegiada. Las disputas acerca del canto de los himnos condujeron al establecimiento en 1859 de la fundamentalista Iglesia Reformada (conocida comúnmente como la Iglesia Dopper). Para la década de 1870 los doppers, entre ellos Paul Kruger, habían sido reconocidos como un grupo imbuido de una aguda conciencia étnica, fuertemente antibritánica, y dedicada al desarrollar una particular vida política, económica y social de acuerdo a sus propios criterios. En tercer lugar, estaba una segunda Iglesia Reformada Holandesa (Nederfuits Gereformeerde) que inicialmente era pequeña pero que para 1870 había crecido a diez congregaciones. Inicialmente era más ortodoxa en su doctrina que la Hervormbes, pero políticamente estaba a favor de lazos estrechos con la Colonia del Cabo y algunos de sus ministros promovían la influencia cultural inglesa estableciendo seminarios de lengua inglesa. El conflicto armado civil de fines de los 50 e inicios de los 60 tuvo una dimensión religiosa definida en la que las facciones contendientes estaban divididas a los largo de líneas religiosas que explotaban sus diferencias religiosas para ventaja política.

En el Estado Libre de Orange las perspectivas para la construcción del estado y el desarrollo de una conciencia de comunidad no eran apreciablemente mejores que en Transvaal. El estado era aún más dependiente del capital mercantil británico. Los líderes del Estado Libre en sus primeras décadas frecuentemente desesperaron por salvar al estado y a su pueblo. En 1858, por ejemplo, el presidente Boshof dijo que era dudoso que pudiera sostenerse porque los “sentimientos patrióticos” no eran todavía lo suficientemente generales y fuertes, y fue instruido por el Volksraad para negociar con la Colonia del Cabo para formar una federación. Militarmente débil, enfrentaba a un enemigo formidable en el flanco este, donde los sotho resistían la expansión blanca. La guerra del Estado Libre contra Moshoeshoe lo hundió más profundamente en la crisis, y su misma supervivencia se volvió dudosa.

Finalmente, sin embargo, esta guerra fue crucial en la forja de un sentido más fuerte de identidad nacional. La guerra, como remarca Anthony Smith, estimuló un sentido de comunidad y territorio y también quizá ayudó a concentrar en el centro la coerción física mediante la subordinación del estatus y poder de los líderes regionales. Además, la propaganda de guerra fortalecía un sentido de identidad nacional.  Aunque el Estado Libre no tenía una élite intelectual propia, los extranjeros actuaron como los articuladores de sentimientos nacionales. Como editor de uno de los primeros periódicos, De Tijd, un inmigrante holandés, H.A.L. Hamelberg, se impuso la tarea de “cultivar una verdadera atmósfera ciudadana” componiendo una canción folclórica que pronto se convirtió en el himno nacional de la república, cantado por los ciudadanos en commando. Luego de la guerra el Volksraad le agradeció por sus esfuerzos “para cultivar un espíritu de nacionalismo en nuestra mente.

Aunque el gobierno británico en la Colonia del Cabo había eliminado la temprana anarquía fronteriza, los patriarcas en general y los field-cornets específicamente todavía conservaban un poder local considerable en grandes sectores de la Colonia así como en las repúblicas. La introducción en 1853 del gobierno representativo en el Cabo produjo el reemplazo de la vieja coalición gobernante integrada por altos funcionarios, unos pocos grandes propietarios y grandes comerciantes. En su lugar llegó una clase media comercial –los ganaderos de ovejas en expansión, los despenseros de aldea y artesanos, tenedores de libros, abogados, editores de periódicos y profesionales que se dedicaban a negocios locales. Ciertamente, los anglófonos dominaban casi completamente el mundo del comercio. La vida comercial en Sudáfrica descansaba en una estructura de crédito mercantil que se extendía desde Londres hasta sus remotos pueblos rurales. Estrechamente asociadas con socios y contrapartes en Gran Bretaña y Europa, las casas mercantiles del Cabo extendían crédito en gran escala a productores de lana que eran su clientes en la región este del Cabo, Transvaal y el Estado Libre. Basado en este comercio de lana, Port Elizabeth, con unas 30 casas mercantiles, era el centro del mundo comercial de Sudáfrica, habiendo exportado más del doble que Ciudad del Cabo en 1870.

Sin embargo, aparte de algunas tensiones localizadas entre británicos  afrikaners-holandeses centradas en Grahamstown y Graaff-Reinet, había poca rivalidad étnica en la Colonia del Cabo. Los afrikaners-holandeses no amenazaban la preponderancia comercial británica mientras los anglófonos, excepto en el este del Cabo, dejaban los trabajos de granja a los afrikaners-holandeses. Los denominados boers en sus granjas aisladas odiaban pasivamente el gobierno y el imperialismo cultural británico, pero los holandeses del Cabo en los pueblos del interior, actuando como agentes políticos y económicos, jugaban una función moderadora importante. Ni los boers ni los holandeses del Cabo resistían el rol inglés dominante en la política. A pesar de que los afrikaners-holandeses eran más del 70 por ciento de la población blanca del Cabo, la proporción de representantes afrikaners-holandeses en el parlamento fue del 32 a solo el 36 por ciento entre 1860 y 1870. En el nivel electoral reinaba gran apatía. En 1869 un activista político encontró que nueve décimos de los granjeros jóvenes por debajo de la edad de 26 en su área no se habían tomado el trabajo de registrarse como votantes. Jan Hofmeyr, que fundó el primer grupo de interés político, señaló sobre este período que “los holandeses son muy apáticos en relación a sus privilegios políticos. Aún si se registraban y votaban, lo hacían simplemente por su despensero o agente inglés, o por alguno recomendado por ellos”.

La política parlamentaria era jugada en gran medida dentro de relaciones patrón-cliente manipulada por los comerciantes, los grandes terratenientes, y los influyentes holandeses del Cabo. Ellos enfrentaban poca oposición. Muchos de los candidatos no eran ni siquiera cuestionados, con cerca de la mitad electos sin oposición, por ejemplo, en la elección de 1869. Donde había una real oposición, usualmente se trataba de un pequeño número de hombres con sus conexiones familiares, colegas y amigos que movilizaban una mayoría. No había voto secreto y los hombres de influencia esperaban que sus arrendatarios, clientes, deudores, y otros dependientes votaran por ellos y tenían medios para asegurarse que así fuera. Con su posición prominente como intermediarios financieros en los pueblos, los holandeses del Cabo estaban situados estratégicamente para controlar el voto de los boers ricos en las circunscripciones rurales y distribuir escaños a los comerciantes que estaban, como grupo, supra-representados en el Parlamento. La misma relación patrón-cliente operaba con respecto a las carreras en el servicio civil, la entrada al mismo estaba regulada en muchos casos por la influencia de parientes o patrones más que por cualquier sistema de mérito y calificaciones.

La causa para esta carencia de interés político de los granjeros afrikaner-holandeses es simple: el parlamento de la colonia difícilmente tocaba sus vidas cotidianas. Tenía una capacidad impositiva limitada, y su principal tópico de discusión era el déficit presupuestario y la necesidad de economizar. Había poco lugar para políticas étnicas en el estado colonial durante las décadas de 1850, 60 e inicios de la del 70. La clase más rica de granjeros afrikaner-holandeses en el este del Cabo no tenían serias diferencias con la conexión británica y con la dominación política anglófona del Cabo. Ellos aceptaban incuestionablemente la necesidad de protección militar británica de la colonia. Ellos esperaban siempre que Gran Bretaña garantizara nuevamente tarifas preferenciales sobre las exportaciones del Cabo, enlistando fácilmente aliados ingleses en su campaña por tarifas proteccionistas contra el vino y otros productos importados. Su principal vocero, el Zuid-Afrikaan, publicó en 1857 que la colonia estaba presenciando “la amalgama gradual de las nacionalidades holandesa e inglesa que, sin embargo, tomará muchos años”. Mientras tanto los colonos debían promover los muchos intereses que tenían en común, y “cuanto menos hablemos de nacionalidad, mejor.”



Tempranos estímulos a la conciencia étnica afrikaner

Sin embargo, se volvió cada vez más difícil mantener tal postura flemática. Desde la década de 1850 en adelante, los afrikaner-holandeses del Cabo enfrentaron un doble asalto sobre sus valores culturales y espirituales en las formas de la así llamada “tendencia liberal” y el imperialismo cultural británico intensificado. Surgiendo del iluminismo europeo del siglo XVIII, pero tomando fuerza sustancial en el Cabo recién en la década de 1850, la tendencia liberal sostenía la autonomía personal, la autosuficiencia personal y la soberanía personal. Considerándose la antítesis del absolutismo, defendía la democracia y la separación de la iglesia y el estado. Enfrentaba la autoridad de las escrituras, la profesión de fe y los cuerpos eclesiásticos dominantes. Desde la década de 1860 algunos ministros jóvenes de la Iglesia Reformada Holandesa en el Cabo comenzaron a predicar una teología liberal que cuestionaba algunos de los principios fundamentales de la profesión de fe. Dos fueron depuestos en 1864 bajo cargos de enseñanza heterodoxa pero restaurados por cortes seculares. En 1865 la tendencia liberal logró un mayor avance cuando la instrucción en la religión cristiana fue prohibida en las escuelas estatales que entonces se convirtieron en totalmente seculares. En 1875 fue efectuada una separación final entre la iglesia y el estado con el triunfo del principio de voluntarismo hacia la religión. Esto finalizó con el sostén financiero del estado hacia la Iglesia Reformada Holandesa que a mediados del siglo XIX recibía unas 7000 libras anuales para pago de salarios. El resultado fue que cada fiel tenía que asumir la entera responsabilidad por proveer la remuneración de su ministro.

Aún más ominoso fue el creciente desafío del imperialismo cultural británico. Para proteger sus intereses estratégicos y comerciales en la Colonia del Cabo, pareció vital a Gran Bretaña reformar a sus colonos blancos de acuerdo a su propia imagen. Los afrikaner-holandeses eran, para usar los términos de Robinson, “los colaboradores ideales prefabricados” para asegurar la influencia y el poder británicos. Aunque un número muy grande de afrikaner-holandeses estaban todavía en el sector de subsistencia y tenían poco o ningún conocimiento del inglés, el gobierno abolió en 1865 el holandés como un medio de instrucción en las escuelas gubernamentales e impuso el inglés como el único medio. Esta decisión partió de una recomendación de una comisión de siete miembros, tres de los cuales tenían nombres holandeses. Ellos pertenecían al relativamente pequeño número de anglo-afrikaners de Ciudad del Cabo que querían que el inglés se convirtiera en el único idioma oficial y que la colonia asumiera una identidad inglesa. Para la década de 1860 parecía como si su deseo se estuviera convirtiendo en realidad –ciertamente en lo que concernía a Ciudad del Cabo y sus vecindades inmediatas. Varios observadores reportaron que la juventud afrikaner-holandesa de esta área estaba siendo separada de su idioma y costumbres. Con un buen dominio de inglés como prerrequisito para una carrera en el servicio civil, la ley y el comercio, había fuerzas poderosas trabajando a favor de una mayor anglización. Aún la congregación más prestigiosa de la Iglesia Reformada Holandesa, la “Iglesia Madre” de Ciudad del Cabo, asentía a la demanda por servicios en inglés en la Groote Kerk algunas tardes. La Iglesia Madre fue precedida o seguida en su ejemplo por varias congregaciones rurales. En efecto, esto legitimaba la posición de los anglo-afrikaners.

Nadie observó esta evolución con mayor preocupación que el reverendo G.W.A. van der Lingen de Paarl. Van der Lingen comprendió que lo que estaba ocurriendo en el Cabo era una batalla ideológica vital entre, por una parte, el estado y la tendencia liberal, los que enfatizaban el racionalismo y el secularismo, y, por la otra, la autoridad de la religión y el clero. Si ellos perdían la batalla, la iglesia y sus ministros se encontrarían perdiendo rápidamente el control sobre sus miembros y se enfrentarían con un apoyo y estatus en declive. Anthony Smith ha observado agudamente que en tales situaciones estos neotradicionalistas no sólo defienden fuertemente los valores y el dogma tradicional sino que también tratan de utilizar medios políticos para revivir la herencia religiosa, la fe y la autoridad. Lo que hacen, en resumen, es convertir a sus congregaciones religiosas en comunidades étnicas, como ocurrió con los judíos.

Luego de sus estudios en Holanda, Van der Lingen se convirtió en una fuerza motriz entre aquellos que rechazaban la convocatoria hacia la libertad, civilización, iluminismo y progreso. También estuvo en el frente de la lucha contra la teología liberal en la Iglesia Holandesa Reformada. Profundamente preocupado por el rápido avance de la cultura inglesa y las influencias extrañas de las escuelas estatales, Van der Lingen estableció escuelas bajo los auspicios del consejo de iglesias que daba un lugar prominente a la enseñanza del holandés y a la instrucción religiosa. Pero parecía estar luchando una batalla perdida y su influencia no se extendió mucho más allá de Paarl y Stellenbosch donde sirvió como presidente del consejo del Seminario Teológico. Aún en el seminario había una tendencia hacia la anglicización.

Hacia 1870 el mundo tradicional afrikaner-holandés de agricultura de subsistencia y la influencia de los líderes patriarcales locales o regionales estaba llegando lentamente a su fin. Con el advenimiento de la producción agrícola comercial, la creciente dependencia del crédito, el desarrollo de una infraestructura de caminos y mercados, apareció una nueva clase de políticos. Asumían formas distintas en las dos repúblicas del norte por una parte y en la Colonia del Cabo por la otra. En el Estado Libre de Orange y en Transvaal se comenzó la movilización en torno al estado la que, con el tiempo, se convirtió en la base de los nacionalismos locales. En la Colonia del Cabo los afrikaner-holandeses comenzaron a articular sentimientos étnicos y comenzaron a explorar estrategias políticas basadas en la movilización étnica. Por esto me parece que una ligazón emocional a un grupo afrikaner-holandés como grupo cultural con creencias compartidas acerca de la historia y descendencia comenzó a ser canalizado en un movimiento que hizo reclamos políticos en beneficio de este grupo. Inicialmente fue un tipo amorfo de conciencia étnica, muy diferente del movimiento étnico radical afrikaner de las décadas de 1930 y 40 que insistiría en la supremacía política y definiría el grupo exclusivamente en términos de una ideología étnica elaborada.

En el contexto en el que ocurrió tal movilización en torno al estado y el consecuente nacionalismo local en el Estado Libre de Orange fue abastecida, primeramente por la respuesta a la anexión británica de Basutolandia (1868) y los campos diamantíferos (1871), sobre los que la joven república había expresado fuertes reclamos, y, en segundo lugar, por el desarrollo económico acelerado que hizo que fueran accesibles al estado recursos mucho mayores. La anexión de los campos diamantíferos hizo sentir a los ciudadanos que habían sido maltratados como grupo étnico por los británicos y por los anglófonos, que los habían considerado como “los otros”. Pero igual de importante fue la creciente prosperidad traída por el descubrimiento de diamantes y el surgimiento de un mercado en Kimberley, un pueblo que en torno a 1871 tenía una población de más de 40.000 blancos y 20.000 africanos. Esta prosperidad, que se difundió en el Estado Libre, capacitó a la república en lucha para desarrollar sus instituciones e infraestructura. Fue capaz de librar los fondos para comisionar a un holandés, H.J. Hofstede, para escribir una historia del Estado Libre. Este libro trataba de alentar y “fortalecer los sentimientos nacionales”, relatando los “testimonios y tribulaciones” de los padres fundadores y los numerosos agravios de los afrikaners. Esto no era tanto “el producto del despertar de un sentimiento nacional” como un intento deliberado del gobierno de cultivar tales sentimientos para bien de la construcción del estado. Sin embargo, estos esfuerzos encontraron considerables obstáculos. En el Volksraad los comerciantes y profesionales ligados estrechamente al capital mercantil británico estaban bien representados. Mientras fue presidente Brand (1864-88), pudo promover una conciencia bicultural en la que el inglés era predominante como el lenguaje del comercio y el discurso intelectual.

Sin embargo, con muchos ciudadanos en condición de deudores, los sentimientos tanto étnicos como locales podían alimentarse desde los primeros días de la república de un anti-imperialismo financiero que expresaba un fuerte resentimiento contra el principal acreedor, el Standard Bank. El banco enviaba grandes dividendos al exterior y fue acusado de cobrar tasas de interés excesivas. Contra él se alzó un banco local, el Bloemfontein Bank, que tenía como socios a varios miembros del Volksraad. No tenían dudas en difundir la noticia de que el avaricioso banco extranjero conduciría a los ciudadanos del Estado Libre al río Vaal o al mar. En 1865 el Volksraad expulsó de la república al Standard Bank y en 1882 rechazó la petición del banco de ser readmitido. En un informe a Londres el gerente general se quejaba de que “mientras el presidente...es amigable, no podemos esperar que ejerza su poder en nuestro favor y el [Volksraad] es al presente extremadamente anti-inglés.”

En Transvaal el desarrollo de un nacionalismo local estaba menos adelantado que en el Estado Libre. La agricultura de subsistencia unida solo en forma tenue al mercado continuaba fortaleciendo redes de relaciones patrón-cliente, y el individualismo extremo era muy escasamente afectado por los efectos integradores del comercio. La influencia de líderes locales era demasiado fuerte y los intereses de las regiones demasiado difusos para que se desarrollara cualquier cohesión nacional. El reverendo F. Lion Cachet, cabeza de una de las tres iglesias reformadas de Transvaal, correctamente remarcó en 1872 que los ciudadanos de Transvaal estaban tan divididos “que parecen ser cuatro o cinco naciones en lugar de una.”

Irónicamente, fue bajo T.F. Burgers, presidente desde 1872 a 1877, que ocurrió el mayor faccionalismo y desintegración. Más que cualquier otro líder afrikaner-holandés de esa época él abogaba por la unidad de todos “los afrikaners de nacimiento o adopción” a lo largo de las fronteras políticas de Sudáfrica, la enseñanza de una historia nacional para contrarrestar la hegemonía cultural inglesa, y el desarrollo de una línea férrea a Delagoa Bay para disminuir su dependencia de la Colonia del Cabo. Aunque mientras Burgers propagandizaba estas ideas, el estado era endeudado fuertemente a bancos extranjeros, particularmente el Cape Commercial Bank, que garantizó bajas tasas de interés para obtener un apoyo político en el estado. Los ciudadanos parroquiales de Transvaal tenían poco entusiasmo por permitir a los afrikaner-holandeses del Cabo una competencia abierta por los trabajos en Transvaal y rehusaron pagar impuestos crecientes para construir un ferrocarril y llevar adelante una guerra contra los africanos. Para la época en que el agente británico Theophilus Shepstone, arribó a Transvaal para anexar el estado (1877), éste estaba en bancarrota y paralizado políticamente por las entre las facciones de Kruger y Burgers.

En la Colonia del Cabo la autoconciencia política también comenzó a desarrollarse. Esto ocurrió en el contexto de, primero, la rápida expansión económica subsecuente a la apertura de los campos diamantíferos en 1869; segundo, la introducción en 1872 del Gobierno Responsable que creó un nuevo escenario para las contiendas políticas; y, tercero, la preocupación creciente, articulada por intelectuales y profesionales, acerca de la gran crisis cultural y económica en que se encontraban gran parte de los afrikaner-holandeses.

Incluso antes del desarrollo económico acelerado que comenzó en torno a 1870, había habido una mejora considerable en las comunicaciones. El correo de Ciudad del Cabo fue extendido al resto de la colonia en la década de 1860, los cables telegráficos fueron extendidos hacia el este y el norte más allá de las fronteras de la colonia, y proliferaban los periódicos. En 1871 había unos 34 periódicos en la colonia de los cuales 24 eran de fuera de Ciudad del Cabo. La mayoría de ellos aparecían dos veces por semana con páginas tanto en inglés como en holandés. En tanto estas innovaciones ligaban a los afrikaner-holandeses más estrechamente, esto era contrabalanceado por el hecho de que más del 90 por ciento de ellos todavía vivían en el campo, la mayoría en granjas muy dispersas.

El impulso económico que le dieron a la colonia los campos diamantíferos no destruyó inmediatamente el aislamiento de la agricultura de subsistencia. Sin embargo, hizo a los granjeros en particular los afrikaners-holandeses en general mucho más atentos a las nuevas oportunidades, las restricciones existentes, y la naturaleza abrupta del crecimiento económico. Los dos brazos más importantes de la agricultura en que estaban comprometidos los afrikaner-holandeses se beneficiaron poco del boom diamantífero. La producción de vino, la actividad económica más importante en la región y dominada casi exclusivamente por afrikaner-holandeses, enfrentó tiempos extremadamente difíciles. Un período de crecimiento y prosperidad había finalizado en 1861 cuando la tarifa preferencial británica sobre los vinos del Cabo fue abolida. Las exportaciones totales de vino bajaron de 319.146 galones en 1863 a 57.962 en 1875. Los excedentes de vino se incrementaron anualmente, los precios bajaron, y para 1878 la posición económica de los viñateros provocaba profundo pesimismo. Los productores de lana también ganaron poco de la apertura de los campos diamantíferos. El valor de las exportaciones de lana había llegado a un pico de más de 3.000.000 de libras a inicios de la década de 1870, pero para 1885 había bajado a menos de la mitad de tal valor.

Los afrikaner-holandeses se dirigieron lentamente hacia la industria, pero encontraron difícil competir con los anglófonos más entrenados. Durante las décadas de 1879 y 80 la mayoría de las destilerías de vino establecidas por los afrikaner-holandeses en la región rural del oeste del Cabo fueron a la quiebra. Los afrikaner-holandeses también entraron en número considerable dentro del mundo de la especulación financiera y de propiedades abierta en Sudáfrica en las décadas de 1860 y 70, entrando en competencia con los intereses británicos. El monopolio bancario estatal había terminado a mediados del siglo XIX, y en su lugar vinieron bancos de distrito, de los cuales había 29 para 1862. Los afrikaner-holandeses invirtieron mucho en estos bancos y algunos se convirtieron en directores. A inicio de la década de 1860, sin embargo, fuertes bancos con base en Londres abrieron sucursales en Sudáfrica. Pronto hubo un exceso de capital para pocas oportunidades de inversión. Muchos de los bancos de distrito fueron a la quiebra como resultado de embargos y sobre-especulación, y para 1882 habían quedado solo ocho. En contraste los dividendos del Standard Bank aumentaron aceleradamente desde 1865 a 1881, siendo la mayoría de ellos distribuidos en ultramar.

También encontraron severas barreras los afrikaner-holandeses que pretendieron entrar en el gobierno local y central que para 1875 empleaba unas 4.500 personas en la colonia. Cada candidato tenía que hablar inglés fluidamente, la única lengua oficial, y el sistema informal de patronato estaba dominado por anglófonos que monopolizaban virtualmente los principales puestos. Contra este retraso económico general, los afrikaner-holandeses comenzaron a agitarse en pos de políticas proteccionistas para ayudar a los granjeros, un banco nacional para contrarrestar a los bancos imperiales, y un estatuto de igualdad para la lengua holandesa. En general, los anglófonos, con su base en el comercio y la industria y que mayormente hablaban una sola lengua, se opusieron a estas demandas.

La introducción del Gobierno Responsable en 1872 también estimuló la movilización étnica en tanto creo un escenario en el cual podían tener lugar disputas efectivas por el patronato y protección estatal. Mientras hubo poco para disputar en las décadas de 1850 y 60, los recursos y capacidades del estado estaban expandiéndose rápidamente en la de 1870. Entre 1854 y 1874 el valor de las exportaciones (incluyendo diamantes) se incrementó ocho veces, el de las importaciones tres veces, y el de los impuestos cinco veces. Mientras el gobierno previamente había estado ocupado en mantener bajos los gastos, su principal preocupación en las décadas de 1870 y 80 era asegurar el crédito para desarrollar los campos diamantíferos, construir ferrocarriles y otras obras públicas, y procurar fuerza de trabajo de los territorios del Transkei. El gobierno del Cabo trabajó duramente para mantener una corriente de crédito, especialmente desde Londres. Ganar acceso a ese crédito y beneficiarse del patronato y subsidio estatal era vitalmente importante para las fortunas de los terratenientes, granjeros comerciales, negociantes locales, intermediarios comerciales, y aquellos activos en el sector de importación-exportación. Fue dentro de este marco que el líder afrikaner-holandés, Onze Jan Hofmeyr, pudo proseguir su carrera.

El Gobierno Responsable también hizo posible una enmienda de la constitución del Cabo. En la década de 1850 los líderes afrikaner-holandeses habían sostenido la franquicia baja, sin consideración al color, esperando que ella contrarrestara la “desigualdad ficticia de riqueza” que existía en el Cabo. Durante la década de 1860 esta esperanza dio lugar a la desilusión. Los votantes “coloured” [mestizos] y negros sostenían a los mercaderes y comerciantes ingleses más que a los candidatos afrikaner-holandeses que representaban a granjeros que generalmente pagaban bajos salarios a sus trabajadores. Esto impulsó a los líderes afrikaner-holandeses a alejarse de la democracia no-racial y optar crecientemente por políticas racistas. Luego de la introducción del Gobierno Responsable, Hofmeyr y el Zuid-Afrikaan discutirán más y más la constitución en términos de “Africaanderism” lo cual significaba una restricción a la franquicia de los no-blancos y la promoción de los intereses agrícola-ganaderos.

La movilización política afrikaner-holandesa fue alentada por el declinar político de la hegemonía mercantil y la estrategia integracionista de un liberalismo del Cabo que estaba dirigido especialmente hacia los artesanos de color y los campesinos africanos progresistas. Los comerciantes fueron incapaces de consolidar su propia posición de clase mayormente a causa de un amargo conflicto entre las comunidades mercantiles de Ciudad del Cabo y Port Elizabeth en torno a la extensión del ferrocarril y el mejoramiento de las instalaciones portuarias. Ningún grupo de comerciantes trató de establecer una base política regional mediante la atracción del apoyo de los granjeros y profesionales. Además, con el ascenso de Kimberley y Witwatersrand, los comerciantes del Cabo perdieron su parte en la principal fuente de la economía sudafricana. Su dominación política e ideológica se retrajo a medida que los anglófonos del Cabo ligaron sus fortunas a la industria minera del oro de Transvaal basada en la mano de obra africana pagada con bajos salarios. Inevitablemente estos cambios debilitaron al liberalismo del Cabo, que no estaba de acuerdo en la incorporación de mano de obra africana barata en la economía. La ligazón se dirigió ahora claramente en dirección de una franquicia restrictiva e intervención estatal para encontrarse con las necesidades de trabajo de los granjeros, un cambio que era bienvenido por los políticos afrikaner-holandeses.

Por supuesto no fue inevitable que un movimiento político afrikaner-holandés basado en el despertar étnico emergiera en toda la colonia. Otra posibilidad era un partido de granjeros, pero eso iba contra el antagonismo entre los granjeros y comerciantes ingleses del este del Cabo y los económicamente menos avanzados granjeros afrikaner-holandeses del este. Que emergiera un partido afrikaner concuerda con la observación general de que en las sociedades donde los lazos étnicos y de clase tienden a coincidir, los agitadores políticos usualmente establecen un grupo de seguidores mediante el recurso a distinciones étnicas emotivas entre “nosotros” y “ellos”. Los principales funcionarios ingleses sentían que el Gobierno Responsable podía significar el fin de la ascendencia inglesa en el Cabo. El Procurador General escribió a Londres en 1871 diciendo que los boers, conformando la mayoría de la sección blanca en los padrones, “desean retener África para sí mismos y someter a los intereses e instituciones británicos.”

En la estructura de la política del Cabo, sin embargo, tales sentimientos tenían que ser reforzados por la percepción de una cultura común viable antes de que pudiera ser construida una plataforma política específicamente afrikaner-holandesa. Esto nos lleva a la última dimensión del contexto en que una conciencia étnica políticamente orientada se desarrolló, la aprehensión entre los profesionales afrikaner-holandeses de que una gran parte de su grupo étnico se enfrentaba a una degeneración tanto étnica como cultural.

El desarrollo económico acelerado había ampliado mucho las separaciones de clase dentro de la sociedad afrikaner-holandesa. En la cima estaban los grandes terratenientes y granjeros comerciales y los holandeses del Cabo en las ciudades, quienes prosperaban como agentes financieros y vendedores; luego venía un gran número de granjeros medianos; y finalmente, en el fondo, estaban los pequeños granjeros y bywoners. Desde la década de 1870 en adelante se empezó a formar una gran clase de pobres y frecuentemente indigentes pequeños granjeros. Ellos no deseaban y eran incapaces de hacer otra cosa que cultivar –casi una subclase que en términos de Marx se estaba “descomponiendo pasivamente”. Algunos de los más desesperados de estos pequeños granjeros comenzaron a emigrar a los pueblos donde encontraban empleo casual, pero otros recurrían a la vagancia, la mendicidad y el crimen. En los pueblos de toda Sudáfrica, blancos y negros estaban trabajando y viviendo juntos y, en número pequeño pero creciente, durmiendo juntos.

Esta crisis económica fue acompañada por una grave crisis cultural. En su cima, la sociedad afrikaner-holandesa estaba perdiendo algunas de sus mentes más brillantes por medio de un proceso gradual de anglicización. En su base estaba la aún mayor amenaza de grandes números de pobres siendo proletarizados. La crisis cultural surgió de la crisis económica que enfrentaban los granjeros pobres. En el este del Cabo muchos grajeros afrikaners no podían afrontar el mandar a sus hijos a la escuela debido a la necesidad que tenían de su trabajo. Algunos granjeros boers en 1875 incluso demandaron un subsidio por cada niño que mandaban a la escuela para compensar la pérdida de poder de trabajo que significaba la escolarización. El resultado fue el analfabetismo infantil de proporciones alarmantes. En el censo de 1875 se estimaba que solo el 43 por ciento de los niños entre las edades de cinco y quince años en la Colonia del Cabo podían leer y escribir, y para los afrikaner-holandeses debe haber sido todavía menos, asumiendo que los anglófonos probablemente llegaban al nivel de sus contrapartes de Victoria y Nueva Zelanda, donde era del 60 por ciento. Era cierto que casi todos luego de los quince años aprendían a leer y escribir, pero el nivel de estas habilidades era en la mayoría de los casos extremadamente rudimentario. Era generalmente conocido que una gran parte de los boers nunca leían ningún libro aparte de la Biblia.

Para la década de 1870 esta degeneración cultural estaba alarmando a los funcionarios del gobierno. En 1873 aparecieron una serie de artículos anónimos en el Cape Monthly Magazine, obviamente el trabajo de una persona bien informada: “Preguntaría a los ministros de religión, los promotores de la educación, y los gobernantes responsables de la Colonia, si están satisfechos con las cosas tal como son –si comprenden la situación de los niños de habla holandesa, ascendencia europea creciendo con menos cuidado conferido sobre ellos que sobre las bestias del campo –sin la capacidad de leer o escribir ni siquiera en su lengua materna sino un vocabulario limitado de palabras mitad holandesas, mitad hotentotes, y éstas solo concernientes a las necesidades u obras propias o de los animales que atienden.” El autor enviaba un condena total a los “ministros pagados por el estado” que no estaban preocupados por esta situación y cuya única actividad visible era un sermón del domingo en la iglesia de la aldea. Advertía que si no se encontraba remedio podía desarrollarse una clase criminal.

En 1867 fueron descubiertos los campos diamantíferos, comenzando un período de transformación económica de Sudáfrica. La industrialización acelerada de Sudáfrica subsiguiente a los descubrimientos de minerales no transformó inmediatamente las concepciones de la gente. Invariablemente, las memorias colectivas persisten en formas institucionales cuando las condiciones sociales que originariamente les dieron lugar se han evaporado. En tanto permanecían ligados a la tierra, los afrikaners mantenían una lealtad primaria a su iglesia y fe y a lo regional y otros subgrupos más que al estado o a una cultura invasora. Sin embargo, un lento movimiento hacia la identificación étnica comenzó, inicialmente llevado adelante por agentes culturales étnicos y luego estimulado por eventos políticos catalizadores, produciendo finalmente expresiones concretas de una conciencia étnica políticamente articulada. En el este del Cabo unos pocos clérigos y maestros trataron enfrentar la crisis cultural del semi-alfabetismo u analfabetismo de los afrikaner-holandeses; en la misma región los viñateros se movilizaron contra un impuesto que afectaba a su industria; y en Transvaal los granjeros cercanos a un nivel de subsistencia se alzaron contra la anexión británica de su estado.

Los agentes culturales del este del Cabo durante la década de 1870

Fue en el área de Paarl-Wellington se hicieron los primeros intentos conscientes para desarrollar una ideología étnica específica para los afrikaner-holandeses. El rol principal fue de dos maestros de escuela holandeses, A. Pannevis y C.P. Hoogenhout, que se habían instalado en el área en la década de 1860, y como ministro de la Iglesia Holandesa Reformada, S.J. du Toit, el hijo de un viñatero de Paarl. Un complejo equipo de preocupaciones conducía a estos hombres. En primer lugar, estaban profundamente disturbados por el modo en que la industrialización y la secularización de la educación estaban afectando a la sociedad afrikaner-holandesa. Deseaban encapsular a los afrikaner-holandeses en sus propias instituciones y cultura para así repeles las influencias extranjeras. Segundo, estaban motivados por una preocupación por la crisis cultural más general.

Irónicamente, los intentos iniciales de fortalecimiento no estuvieron dirigidos hacia los afrikaner-holandeses. Como misionero part-time, Pannevis fue al principio motivado por los problemas de la población de color del este del Cabo cuyas oportunidades educativas eran aún más pobres que las de los afrikaner-holandeses. Estaba muy preocupado porque miles de ellos eran incapaces de entender la Biblia ni en holandés ni en inglés. En 1872 hizo una petición en el Zuid-afrikaan de que por su salvación la Biblia fuera traducida al afrikaans, una lengua hablada por la vasta mayoría de ellos.

Antes de la petición de Pannevis el afrikaans había sido utilizado en panfletos religiosos y revistas dirigidos hacia los “coloureds” malayos y cristianos. Unas 300 cartas, mayormente escritas por blancos, habían aparecido en periódicos. Sin embargo, los blancos lo utilizaban como un dialecto para dirigirse o para burlarse de las clases más bajas. “Afrikaans” era un término que denotaba todos los usos corruptos del holandés en la colonia. Sin embargo, Pannevis comprendía que el afrikaans era un medio excelente para hacer accesible la Biblia y para proveer de educación al pueblo pobre e iletrado. Esta propuesta de traducir la Biblia para los “coloureds” pronto perdió énfasis, y para mediados de la década de 1870 Pannevis y Hoogenhouta dirigían todos sus esfuerzos a persuadir a los afrikaner-holandeses de que el afrikaans era un idioma por derecho propio y que era el verdadero idioma de los blancos afrikaners-holandeses.

Fue Hoogenhout quien vio el potencial del afrikaans como una base de un despertar étnico cultural para oponerse a la hegemonía inglesa. Al igual que Van der Lingen antes que él, Hoogenhout sostenía el vínculo entre industrialización y anglización, y condenaba ambas. El inglés era para él el idioma de la corrupción, surgido en la oscuridad de la bebida y la mesa de billar. El volk estaba siendo bastardeado por la forma en que el inglés había usurpado completamente todo en nombre del progreso. En su novela “Catherina” escribió sobre el mal y la corrupción de la sociedad anglizada de Ciudad del Cabo y la contrastó con el valor de las relaciones sociales patriarcales típicas de los afrikaner-holandeses rurales. En 1873 Hoogenhout demandó en el Zuid-Afrikaan por una traducción de la Biblia “no solo para la gente oscura sino también para muchos blancos, porque hay realmente muchos blancos que no entienden ni la mitad del idioma holandés”. Agregaba que “el Señor no tolerará que la Biblia permanezca inintelegible para mucha gente pobre de Sudáfrica.”

Edificando sobre el trabajo de los dos holandeses, Du Toit declaró la guerra contra la hegemonía cultural inglesa, la secularización de la educación que devaluaba a las autoridades tradicionales, y la influencia corruptora de la industrialización. Dedicó todos sus esfuerzos a hacer del afrikaans el símbolo étnico cardinal que encapsulaba la historia y la singularidad del pueblo afrikaner. En tres artículos periodísticos publicados bajo el seudónimo de “Un verdadero afrikaner”, argumentó que el idioma expresaba el carácter de un pueblo (volk) y que ninguna nacionalidad podía formarse sin su propio idioma. Segundo, argumentó que el afrikaans sería aceptado como un idioma por derecho propio por los afrikaners. Tercero, criticó el proceso de anglización que tenía lugar en el parlamento, las cortes, las escuelas e iglesias, siendo particularmente sarcástico respecto a los clérigos de la Iglesia Reformada Holandesa que daban sermones en inglés y que fundaban instituciones educativas de lengua inglesa en los principales pueblos.

En 1875 Du Toit, Hoogenhout y otros seis fundaron el Genootskap van Regte Afrikaners (Congregación de Verdaderos Afrikaners) (GRA) en Paarl. Para mediados de la década de 1870 una buena parte de la clase dominante consideraba a los afrikaner-holandeses y los anglófonos coloniales como siendo unidos todos en una nación afrikaner naciente. El Volksblad, por ejemplo, remarcó en 1875: “Cuando hablamos de afrikanders no queremos decir sudafricanos angloparlantes u holandoparlantes, sino gente que ha sido y todavía es moldeada en esa nación particular”. En contraste, la GRA empleaba el concepto de pueblo afrikaner para denotar a un grupo étnico particular dentro de la población. Dividía al pueblo afrikaner en tres grupos –aquellos con corazones ingleses, aquellos con corazones holandeses y aquellos con corazones afrikaners, y solo los últimos eran considerados verdaderos afrikaners. La GRA se declaró a favor del afrikaans y resolvió no descansar hasta que fuera reconocido como el idioma (étnico) nacional. Para llevar adelante esto, publicó un periódico, El Patriota, una historia nacionalista, una gramática, y algunos textos escolares en afrikaans. Su uso del afrikaans tenía varias dimensiones: era un idioma político que daba cuerpo al despertar étnico afrikaner y expresaba oposición al dominio imperial; era un instrumento educativo que elevaría a gran cantidad de niños; y era un vehículo para la diseminación de la Biblia entre gran parte de personas ignorantes blancas y oscuras.

Aunque este énfasis en la lengua afrikaans representando la singularidad de los afrikaners oscurecía el hecho de que la gran mayoría de los coloureds –personas de ascendencia esclava, europea y joijoi- también hablaban afrikaans y lo hacía mucho menos concientemente. No fue hecho ningún intento para unir a todos los parlantes de afrikaans como miembros de un nuevo pueblo participando en un movimiento nacionalista en desarrollo. Las divisiones de clase entre parlantes de afrikaans blancos y oscuros eran demasiado agudas para esto. Los blancos se preciaban de ser una clase de amos o “aristocrática”. Aún sus miembros más pobres se consideraban muy superiores como para aceptar empleo al servicio de otro, hacer trabajo manual, o trabajar como artesanos. Los afrikaner-holandeses generalmente trataban a los afrikaans-parlantes oscuros como a una clase de sirvientes que todavía tenían el estigma de la esclavitud.

La segregación creciente amplió la brecha. Una tendencia, iniciada en la década de 1830, para segregar a los miembros coloureds de la Iglesia Reformada Holandesa encontró expresión en el establecimiento de congregaciones coloureds separadas y culminó en la fundación de la Iglesia Misionera Reformada Holandesa en 1881. Las escuelas fueron segregadas en 1893. No había una segregación residencial establecida, pero la gran mayoría de la gente coloured vivía junta en las secciones más pobres de los pueblos. El principal movimiento político afrikaner no excluía formalmente a los miembros coloureds pero rechazaba su afiliación a nivel local.

Así la conciencia étnica afrikaner desde el comienzo contenía tanto una fuerte dimensión racista como una medida considerable de fantasía acerca de los orígenes del grupo étnico y del idioma afrikaans. A pesar del hecho de que ocurrieron una considerable proporción de matrimonios atravesando la línea de color en el siglo XVIII, El Patriota y el Zuid Afrikaan hablaban solamente del origen blanco o europeo del grupo étnico. Defendiendo el afrikaans El Patriota declaraba que el afrikaans era un idioma germánico puro sin términos hotentotes, y que “los hotentotes han abandonado su lengua y adoptado la nuestra”. Mientras había todavía poca competencia económica entre afrikaan-parlantes blancos y oscuros, esta movilización étnica racialmente exclusiva resultó en la creciente alienación de los coloureds.

La movilización política de los afrikaner-holandeses luego de 1870

El segundo principal desarrollo que estimuló el creciente despertar étnico fue el surgimiento de asociaciones de granjeros afrikaner-holandeses (boeren vereengingen). Durante la década de 1870 se formaron varias en la parte noreste y este de la colonia. Al igual que sus contrapartes inglesas, comenzaron como organizaciones agrícolas pero pronto comenzaron a hablar de temas políticos. La Albert Boeren Vereeniging, donde El Patriota encontró muchos lectores, demandó particularmente el derecho a hablar holandés en el parlamento y propuso una Unión Afrikaner que abarcara toda la colonia basada en intereses y lealtades comunes. En 1878 los productores de vino del Cabo occidental fueron provocados por una ley que amenazaba con perjudicarlos y, en respuesta, Onze Jan Hofmeyr estableció la Zuid Afrikaansche Boeren Beschrmings Vereenignng (BBV). Inicialmente fue una organización de productores de vino establecida para oponerse a la nueva ley, que pronto fue derogada. También fue una formación política del Cabo occidental contra un gobierno dominado por políticos anglófonos del Cabo oriental. Más importante, fue un movimiento étnico que defendía los intereses afrikaner-holandeses en cuestiones tan diversas como el control de los granjeros sobre el trabajo y los derechos de la lengua holandesa. Para ampliar su base política Hofmeyr definió al grupo como uno que incluía anglófonos “patriotas”. Sin embargo, los afrikaans-parlantes oscuros difícilmente eran mencionados y usualmente se los trataba como a una categoría separada.

La BBV logró un éxito remarcable en las elecciones de 1878-79, ganando nueve de veintiún escaños en la cámara alta y un tercio de los de la cámara baja. Poco después de las elecciones, sin embargo, el entusiasmo disminuyó. La BBV fracasó en atraer más que a mil miembros y escasamente se extendió fuera del Cabo occidental. Los esfuerzos para ligarla con las asociaciones de granjeros del este no fueron exitosos, y aquellas asociaciones mismas fracasaron en formar su propio cuerpo coordinado. En 1880 Du Toit tomó la iniciativa fundando la Unión Afrikaner, que aspiraba a coordinar las actividades de la GRA, BBV y las boeren vereengingen del este y ligarlas con los afrikaner-holandeses de las repúblicas boers. Los principios de la Unión representaban un compromiso entre las estrategias exclusiva de Du Toit e inclusiva de Hofmeyr. Por una parte, estaba el ataque de Du Toit a los especuladores, bancos extranjeros y traidores en el parlamento, la crítica a la educación de los afrikaner-holandeses mientras “miles de libras” se gastaban en la educación de los ingleses, y quejas acerca del sacrificio de “los intereses de África en bien de Inglaterra, o de los granjeros en bien de los comerciantes.” Por otra parte, la definición que la Unión hacía de los afrikaner era la favorecida por Hofmeyr: todos aquellos que reconocían a África como su madre patria y querían trabajar juntos por el bien de una Sudáfrica unida.

En Transvaal el despertar étnico afrikaner-holandés estaba politizado por la exitosa rebelión de 1881 de los ciudadanos contra la ocupación británica de su estado. Como correctamente señaló De Kiewiet: la unidad de los ciudadanos de Transvaal cuando finalmente llegó “no fue una verdadera prueba de una lenta cimentación en la consistencia y durabilidad de sus opiniones y práctica, sino una fusión más rápida en el calor del choque con el gobierno británico”. La resistencia de los ciudadanos de Transvaal de hecho se convirtió en una movilización étnica vigorosa. Tuvieron lugar mitines masivos donde gran número de ciudadanos acampaban por varios día para escuchar discursos de los líderes. Fueron firmadas peticiones contra la anexión por entre la mitad a dos tercios del total de la población de unos 8.000 ciudadanos. En esta movilización todas las divisiones políticas fueron temporalmente trascendidas. La anexión había, como dijo el juez Kotze, “dado nacimiento a un fuerte sentido nacional entre los boers; los había unido y todos estaban ahora con el estado.”

Luego de la guerra, los generales, usando su nuevo estatus como “líderes nacionales”, apelaron a los ciudadanos para finalizar las divisiones políticas y religiosas. Transvaal tenía en Paul Kruger un presidente que tuvo más éxito que Burgers en convertirse en el foco de una lealtad y en desarrollar un sentido de comunidad. En sus discursos y en varios libros de historia que aparecieron luego de la guerra fue propuesta la base para una conciencia histórica. Esta historia era, como señala Van Jaarsveld, “una lista de agravios y una historia de choques entre boers y británicos”. Su espíritu era el de “error”, “injusticia” y “opresión”. El Gran Trek era interpretado como una “pasión sagrada por la libertad” y la batalla de Blood River, donde los voortrekkers en 1838 habían tenido una gran victoria sobre los zulús, comenzó a ocupar un lugar central en la mitología histórica. Luego de la guerra la conmemoración de esta batalla se convirtió en una verdadera ocasión de fiesta nacional por primera vez. Los festivales quinquenales de Paardekraal eran grandes eventos. En 1881 una multitud estimada de entre 12.000 y 15.000 escucharon con gran atención los discursos patrióticos de Kruger y otros.

Estos tres desarrollos –la fundación de la GRA y del denominado Primer Movimiento por la Lengua Afrikaans, el establecimiento de la BBV y la Unión, y la rebelión de Transvaal- son considerados frecuentemente por los historiadores como constituyendo el “despertar” del nacionalismo afrikaner, y hay de hecho alguna evidencia para sostener esto. Los escritos de El Patriota alentaban a los ciudadanos de Transvaal a resistir activamente, y su exitosa rebelión a su vez estimulaba las iniciativas étnicas en el Cabo occidental y en todas partes. El Patriota había luchado para sobrevivir con una circulación de solo 500 ejemplares en 1877, pero luego de la guerra de 1880-81 saltó a 3.000 ejemplares. Du Toit mismo pensaba que la gloriosa victoria boer en Majuba dió nacimiento a la nación afrikaner. En 1881 un movimiento étnico pan-afrikaner parecía realmente haber despegado. En muchos lugares de la Colonia del Cabo y del Estado Libre los afrikaner-holandeses expresaban sus solidaridad con los ciudadanos de Transvaal. Veían a la rebelión como a una lucha que afectaba a cada uno de ascendencia holandesa y francesa con verdadero “espíritu afrikaans”. En palabras de Hofmeyr llenaba “a los afrikanders de otra manera hundidos en el fango del materialismo, con una llama de simpatía con los hermanos de Transvaal.”La Unión Afrikaner se benefició grandemente de este surgir de emociones étnicas. A fines de 1880 tenía solo tres filiales, pero luego de la rebelión las filiales se fundaron en numerosos sitios, particularmente en el Cabo oriental, pero también en el Estado Libre de Orange y Transvaal. En 1883 la BBV y la Unión fueron fusionadas luego de que Hofmeyr maniobrara a la facción de Du Toit, y la Unión emergió como el bloque más fuerte en el parlamento del Cabo, incrementando la proporción de representantes afrikaner-holandeses de aproximadamente un tercio en los años entre 1854 y 1885 a justo debajo de la mitad en los últimos diecisiete años del siglo. Esto aseguraba fácilmente la aprobación formal al uso del holandés en el parlamento, en las cortes, y como medio de instrucción en las escuelas.

La debilidad de la conciencia étnica en la década de 1880

Sin embargo a pesar de estos logros tempranos la etnicidad política afrikaner fracasó en mantener su auge. Tres fuerzas trabajaban en contra de esto: primero la continuación de la hegemonía imperial británica; segundo, las profundas divisiones de clase dentro del grupo afrikaner-holandés; y tercero, la intensa rivalidad interestatal entre la Colonia del Cabo y Transvaal. Todo esto contribuyó a una concepción ideológica inconsistente e incoherente de la “afrikaneidad”.

La fuerza inhibitoria de la hegemonía política británica era evidente en la Colonia del Cabo incluso en la época de las protestas y rebelión del Transvaal. A pesar de sus fuertes sentimientos de solidaridad con los ciudadanos de Transvaal y resentimiento ante la arrogancia imperial británica, los afrikaner-holandeses –particularmente los holandeses del Cabo- eran reluctantes a incriminarse en cualquier clase de política que desafiara el consenso dominante. Este consenso demandaba una lealtad casi total a Gran Bretaña y al ideal de una nacionalidad común para los dos grupos blancos de la población. Mientras Hofmeyr y varias filiales de la BBV en 1880 protestaron contra la anexión, solo una filiar recibió a una delegación de Transvaal buscando obtener el apoyo del Cabo. En general la BBV actuó de una forma incordinada e inconvincente.

Después de que Gran Bretaña garantizó una independencia calificada a Transvaal, Hofmeyr declaró en el parlamento: “La generosidad de los términos ha fortalecido la lealtad de los holandeses en la Colonia... y les ha dado un entusiasmo y cariño como nunca tuvieran antes.” En el curso de la década de 1880 Hofmeyr rechazó la convocatoria de la Unión Afrikaner de un África para los afrikanders y la unidad política sudafricana bajo su propia bandera en favor de una unión política bajo la bandera británica. La principal filial en el Estado Libre de Orange también buscó mantener lazos de la más cercana unidad política y económica con la Colonia del Cabo, y, por extensión, con Gran Bretaña, y promover la unidad de los afrikaner-holandeses e ingleses. También atacó duramente a la Unión Afrikaner de Du Toit como destructiva. Solo Kruger en el Transvaal tomó una postura opuesta. Incluso él, sin embargo, exponía un nacionalismo de Transvaal cuyo punto de partida era la lealtad al estado de Transvaal y que no estaba basado en una unidad afrikaner “orgánica”.

La hegemonía cultural inglesa reforzaba el dominio político británico. A pesar del reconocimiento formal del holandés, el idioma inglés mantenía su posición dominante en las escuelas, cortes y parlamento del Cabo. En número creciente, los afrikaner-holandeses mejor educados hablaban inglés en los debates públicos y utilizaban el inglés para la correspondencia e incluso en sus diarios personales. La situación no era distinta en el Estado Libre. Sus escuelas rurales usualmente eran instaladas por granjeros ricos que establecían el inglés como lengua del comercio y del discurso intelectual y que deliberadamente buscaban maestros ingleses. A inicios de la década de 1880 un inspector de escuelas encontró que solo un tercio de las escuelas que visitó utilizaban el holandés como el único medio de instrucción. Un clérigo reportaba: “No puedo dejar de mencionar cuánto se ha vuelto prominente el hablar y escribir en inglés en el Estado Libre, especialmente en los pueblos. En ningún otro lugar tuve que hablar tanto en inglés como allí.” Antes del fin del siglo XIX la vida pública y social en Bloemfontein era casi exclusivamente inglesa.

Un gran problema en Transvaal era el analfabetismo –en 1877 se estimaba que solo el 8 por ciento de los niños blancos en edad escolar estaban concurriendo, en tanto en la Colonia del Cabo eran el 50 por ciento y en el Estado Libre de Orange el 12 por ciento. La apertura de los campos auríferos en la década de 1880 se encontró con profundas divisiones en la comunidad acerca de la cuestión de la educación junto con nuevas oportunidades para la acumulación de capital. Un grupo de afrikaner-holandeses, producto de la educación inglesa en el Cabo, demandaba la inclusión de mucho más inglés en la currícula. Contra estos “progresistas” se alzó el presidente Kruger que hizo del holandés el medio de instrucción y que era apoyado fuertemente por los  holandeses inmigrantes empleados estatales y maestros y por la Iglesia Dopper. S.J. du Toit, que se había convertido en la cabeza del departamento de educación de Kruger, se alineaba con los “progresistas” contra Kruger y sus “hollanders” y era remarcablemente laxo en sostener el dominio idiomático. Cuando el Dr. Mansvelt, un holandés, se convirtió en Superintendente de Educación en 1892, fue hecho un intento de reforzar el holandés como el medio de instrucción en todos los niveles. Esto disparó una queja de los “progresistas” que veían al inglés como un prerrequisito para su avance económico así como para la sustancial población inglesa de Johannesburgo. Mansvelt fue forzado a retroceder, y el estado continuó subsidiando escuelas donde el holandés era enseñado al menos cuatro horas por semana.

La solidaridad étnica posible fue diluida por las profundas divisiones de clase dentro de la sociedad afrikaner-holandesa. En la Colonia del Cabo había poco en común entre los bien educados holandeses del Cabo, que actuaban como intermediarios financieros en los pueblos, y los boers comunes de clase baja. En la competencia entre la BBV de Hofmeyr y la Unión de Du Toit había una clara dimensión de clase. La BBV se dirigía a la clase media y alta en contraste con la Unión más populista que criticaba las grandes sumas gastadas en la extensión ferroviaria y atacaba a los bancos y comerciantes británicos como buscadores de fortuna extranjeros.

Mientras los miembros de la BBV hablaban lo que pasaba por ser un holandés u holandés simplificado, La GRA y la Unión de Du Toit elegían deliberadamente el afrikaans, considerado como el idioma tanto de los trabajadores de color como de la clase de afrikaner-holandeses pobres e ignorantes. El vocero de la BBV, el Zuid-Afrikaan, comentaba con arrogancia que “el brandy y El Patriota tienen esto en común: son los enemigos de la civilización.” Mientras la GRA trataba trabajosamente de inventar una cultura nacional, la membresía de la BBV no se preocupaba mucho por la cultura y si mucho más por sus intereses de clase. En 1878 un orador en la cena para los parlamentarios de Paarl expresó la esperanza de que el entusiasmo por una “nacionalidad” conduciría al establecimiento del brandy como una bebida nacional y que pronto llegaría el momento en que habría una Nación Sudafricana y una Bebida Nacional Sudafricana.

Luego de que Hofmeyr tomó el control de la Unión bajó el tono de la canción nacionalista. La Unión acordó un lugar retórico prominente en los discursos al granjero boer de clase baja, pero su verdadera base eran los negociantes de las ciudades, los terratenientes ricos y los granjeros comerciales. El liderazgo del movimiento de Hofmeyr se derivaba de esos grupos, y crecientemente se dirigían al estado para mejorar sus intereses, en una medida no menor mediante la provisión de trabajos públicos. En las ciudades organizaron peticiones por la construcción de cortes, magistraturas y ferrocarriles locales. La gran corriente de crédito desde Londres cimentó la relación de colaboración de la Unión con el imperialismo británico. Los blancos menos ricos en las granjas y en las ciudades compartían poco de este entusiasmo por el desarrollo y modernización. En un pueblo como Graaff-Reinet los pobres, conocidos como “la gente del callejón”, en un momento rehusaron pagar impuestos municipales. Pero era poco lo que los pobres podían hacer a la larga contra la posición dominante de la Unión y el yugo comercial de los anglófonos. Las propuestas de Du Toit por un banco nacional, boerewinkels (tiendas cooperativas), y boicots de consumidores todas terminaron en la nada.

En Transvaal y el Estado Libre de Orange la rápida comercialización de la agricultura durante las décadas de 1880 y 90 creó una separación creciente entre los afrikaner-holandeses propietarios de tierra y los no propietarios. Los grandes granjeros acumulaban riqueza mediante su acceso a la administración y su habilidad para explotar a gran número de africanos que vivían en su tierra. Ellos resistieron exitosamente las demandas de los “niveladores” –usualmente granjeros pobres y medianos- de que el trabajo africano fuera distribuido equitativamente entre los granjeros. Para fines de siglo muchos granjeros, habiendo perdido la paciencia con los bywoners aferrados desesperadamente a su estatus de blancos, eligieron tener africanos arrendatarios o medieros en sus granjas. Que ese número creciente de blancos pobres tenía poco interés en las demandas étnicas está demostrado en su deserción en gran escala hacia las filas británicas en la guerra Anglo-Boer.

La causa final por la que la conciencia étnica afrikaner no se desarrolló como una fuerza política que trascendiera las fronteras territoriales parroquiales recae en las rivalidades interestatales de la década de 1880. La raíz del problema era la búsqueda desesperada de rentas por parte del Cabo para cubrir sus gastos crecientes, intentando constantemente extender su comercio y red ferroviaria más allá de sus fronteras del norte. A pesar del hecho de que la Unión era el partido más fuerte en el parlamente, hizo poco o nada para aliviar el padecimiento financiero de las repúblicas y más de una vez rechazó pedidos de que a los estados del interior les fuera permitido compartir lo recaudado en los puertos del Cabo. Un estudio reciente describe a la Unión como estrecha, egocéntrica y parroquial en este aspecto.

El descubrimiento de oro enfrentó al Cabo con la repentina perspectiva de convertirse en el “pariente pobre” en Sudáfrica. Kruger bloqueó la extensión del sistema ferroviario del Cabo en el Rand, el nuevo centro de poder de la economía sudafricana, puso obstáculos en el camino del comercio de productos agrícolas e hizo tan difícil obtener la ciudadanía de Transvaal para los holandeses del Cabo como para otros uitlanders. Al mismo tiempo, Hofmeyr y su Unión estaban actuando en forma creciente como agentes imperiales británicos mediante el apoyo a la expansión respaldada por los británicos que tenía por objetivo el cerco y aislamiento de Transvaal. En 1887, entre tensiones crecientes acerca de las políticas ferroviarias y de comercio, cuatro hombres de la Unión de Ciudad del Cabo, incluyendo a Hofmeyr, escribieron a Kruger: “Debemos admitir que se está enfriando el sentimiento de simpatía por la causa de nuestros hermanos del Transvaal, que mostramos desde 1877 a 1881. Tememos que a menos que los eventos tomen otro curso, pronto será casi imposible obtener en la Colonia del Cabo una expresión similar de simpatía hacia ustedes, como en esa ocasión... Una vez que una división se alza entre parientes, uno no puede avizorar cuando finalizará, y la causa afrikander esta lejos de ser los suficientemente fuerte como para ser capaz de enfrentar la división entre los hijos del suelo en Transvaal y la Colonia.”

Pero la división creció. Para 1890 Hofmeyr estaba tanto bajo la influencia de Rhodes que deseaba viajar a Pretoria para decir a Kruger que no podía reclamar incondicionalmente Swazilandia. Kruger le vociferó: “Usted es un traidor, un traidor a la causa africander.” Así, a pesar de sus objeciones a las calificaciones restrictivas para los uitlanders –particularmente los uitlanders afrikaners del Cabo- Hofmeyr continuó profesando su simpatía y afecto por Transvaal con las palabras “la sangre es más espesa que el agua”. Estas palabras e incluso las de Kruger sugieren ciertamente un reconocimiento de los afrikaners como miembros de una comunidad étnica común. Sin embargo, para Kruger y Hofmeyr eran muy diferentes las bases de la acción política y la definición del concepto de afrikaner.

De hecho durante el último cuarto del siglo XIX el mismo concepto de “afrikaner” permaneció altamente ambiguo. A un final del espectro estaba la GRA y El Patriota que definían el término en el sentido étnico de un pueblo con una ascendencia y una historia común. Para Hofmeyr y el Zuid-Afrikaan, afrikaners eran un volk una nación que comprendía tanto a los afrikaner-holandeses como a los anglófonos que eran leales al Cabo y creían en la necesidad de mantener la supremacía blanca contra los africanos. En tanto que James Rose Innes, un líder liberal del Cabo, no se consideraba a sí mismo un afrikaner, lo que en su consideración era definido como la gente perteneciente a la parte más vieja de la población blanca y a los recién llegados que tenían opiniones específicas sobre la Cuestión Nativa, Cecil Rhodes adoptaba el concepto inclusivo de “afrikanidad”. Entusiasmado por la base política que le ofrecía la Unión de Hofmeyr, estableció en 1890 que su gobierno sería afrikander, y de hecho él compartía las opiniones de la Unión acerca del trabajo y la política africana. Edmund Garrett, editor del Cape Times, acuñó la frase “John Bull afrikander” en la afirmación de que Gran Bretaña hacia 1890 estaba actuando solamente en los intereses de Sudáfrica en su conjunto. Finalmente, estaba la concepción de los principales ciudadanos de Transvaal, como F.G.Wolmarans y Schalker Burger quienes sirvieron como presidentes del volksraad. Ellos definieron el término afrikaner en términos republicanos estrechos. Propagando un nacionalismo de Transvaal particular, Burger estableció categóricamente que “todos los de más allá de las fronteras de la república deben ser considerados extranjeros, no importa si viene del Estado Libre, la Colonia, Inglaterra u Holanda, etc.”

A pesar de estas fuerzas divisorias, para 1880 había sido logrado un grado de conciencia y compromiso étnico. Las fuerzas catalizadoras que lo produjeron  no desaparecieron. De hecho se intensificarían durante los próximos 20 o 30 años. La política imperial británica se volvió más conciliatoria en la década de 1880 (conduciendo a la disolución del fervor étnico de Hofmeyr), pero a mediados de la de 1890 emergió un imperialismo británico agresivo que amenazaba dejar de lado la autonomía política y cultural afrikaner-holandesa. Entretanto se agudizaron los conflictos derivados de la cambiante política económica y la lucha cultural llevada adelante por gente cuya supervivencia dependía del dominio de una lengua extranjera. A fin de siglo los afrikaner-holandeses podían verse a sí mismos, desde una perspectiva amplia, como un grupo político particular y podían intentar desarrollar una cultura separada –se habían convertido en afrikaners. La tarea de extender e institucionalizar la etnicidad afrikaner difirió en el Cabo y en las dos repúblicas. En Transvaal y el Estado Libre de Orange el estado precedió a la nación, y las expresiones políticas de conciencia étnica consecuentemente se alimentarían de la idea de autodeterminación nacional además de responder a necesidades de clase. En la Colonia del Cabo, en cambio, tuvo que surgir de una cultura compartida y preocupaciones económicas comunes.

La institucionalización de la conciencia étnica en el Cabo hasta 1915

Fue en el Cabo occidental, y en particular en la región de Stellenbosch/Paarl, que el primer movimiento étnico afrikaner viable echó raíces y creció. Por varias razones, Du Toit y la GRA en la década de 1870 no apelaron a la clase intelectual de afrikaner-holandeses. Du Toit era una figura controvertida, que disgustaba a la jerarquía eclesiástica, y el afrikaans de El Patriota era considerado demasiado vulgar y banal para tener cualquier consideración. Sin embargo, el clero y los maestros en número creciente reconocían la necesidad de una cultura alternativa. El estado colonial modernizado estaba borrando la vieja distinción entre la esfera pública y la vida privada de la familia y la iglesia, imponiendo la amenaza no solo de anglicización sino también de subordinar la autoridad del clero y los maestros afrikaner-holandeses. Lo que hizo la cuestión más difícil para el clero fue la decisión del estado en 1874 de quitar su sostén a la iglesia. Los ministros de religión no pudieron más recurrir a él por sus salarios sino que tenían que apoyarse en sus correligionarios. Difícilmente puede ser una coincidencia que desde 1874 en adelante la iglesia tomó un interés creciente en la educación de los niños afrikaner-holandeses y en cuestiones étnicas. Los clérigos figuraban prominentemente en es establecimiento de filiales de la BBV y de la Unión. Y a inicios de la década de 1880 la iglesia era prominente en la agitación por el reconocimiento del holandés como idioma oficial. En número creciente los ministros de religión y los maestros rechazaron la definición inclusiva de afrikaner y establecieron un lazo cercano entre idioma y nacionalidad.

En las décadas de 1870 y 80 Hofmeyr había argumentado que el holandés era meramente de valor instrumental en educar a los afrikaner-holandeses para capacitarlos para reclamar derechos iguales a los de los anglófonos. Siempre sensible a cualquier movimiento en su electorado que pudiera desbordarlo, Hofmeyr desde la década de 1890 comenzó a enfatizar los cercanos vínculos entre idioma e identidad étnica y argumentó que eran mutuamente dependientes uno de otro. Pero las formulaciones étnicas débiles de Hofmeyr eran siempre superadas por una ideología más radical expuesta por una nueva generación de ministros de religión y maestros relativamente bien educados que estaban deseosos de inventar y elaborar una cultura étnica. Para fines de siglo estaban jugando un rol primario en toda Sudáfrica en conmemoraciones de la Batalla de Blood River y la fundación de sociedades de debate. Ambas cosas sirvieron para fortalecer la conciencia étnica a un nivel incipiente entre la población rural. En la Colonia del Cabo el nuevo movimiento encontraría su líder en Daniel Malan, un clérigo de la DRC que retornó a Sudáfrica en 1905 luego de estudiar teología en Holanda y que se convertiría en líder del Partido Nacional en los años 30. En Holanda Malan había observado la implementación por parte de Abraham Kuyper de la verzuiling (segmentación) de la sociedad holandesa a lo largo de líneas religiosas y de clase. De regreso a Sudáfrica, Malan difundió el nuevo evangelio de que el separatismo religioso, cultural y político sería la única base para la cooperación entre los afrikaners y los ingleses.

En aislamiento estos clérigos y maestros no podían lograr mucho. Para que su movimiento étnico adquiriera fuerza era necesario ligarlo a los granjeros, en particular hombres de alguna riqueza, que también encontraran la identificación étnica gratificante tanto material como psicológicamente. Los candidatos obvios eran los viñateros que pertenecían a las “mejores familias” y que eran poseedores de vieja riqueza. Hubo dos razones principales por las que los viñateros del Cabo occidental a fines de siglo fueron atraídos hacia estrategias étnicas y no solo en el campo económico.

Primero, la relación estructural entre los granjeros holando-parlantes y los comerciantes anglófonos virtualmente construía una dimensión étnica en el proceso político. Antes de que se formara la BBV en 1878 algunos viñateros y comerciantes de vino habían estado unidos en una asociación de productores de vino  pero esta pronto se diluyó a causa del conflicto de intereses: los comerciantes no compraban suficiente vino, al que consideraban inferior, y no protestaron contra la ley que perjudicaba a los viñateros pero que no era una amenaza para ellos. El conflicto en la industria del vino continuó en las décadas posteriores a la Unión. A pesar de que generalmente había un gran excedente de vino, los productores de vino tenían que librar una fuerte competencia con las importaciones de vino y brandy que los comerciantes encontraban más redituable manejar. Las cifras para las ventas de licores extranjeros eran del 44 por ciento de las de vino y brandy del Cabo en 1892, aumentando al 69 por ciento en 1895 y casi el 80 por ciento en 1897 antes de declinar al 72 por ciento en 1904. En ese año el gobierno de Jameson, conocido por su falta de simpatía a las causas e intereses afrikaner-holandeses, impuso un impuesto al brandy del Cabo que era 67 por ciento más alto que la tasa de importación del producto extranjero. Los productores de trigo encontraron igualmente difícil competir con los cereales importados de Australia y las regiones al norte de la Colonia del Cabo. La Unión buscó constantemente protección gubernamental para el vino y otros productos agrícolas. El deseo de protección agrícola era una de las principales causas por las que la población granjera afrikaner-holandesa apoyaba la Unión Afrikaner casi como un solo hombre en la última elección antes de la Unificación.

Segundo, la situación financiera de los granjeros los impulsaba a recurrir a bancos y compañías de préstamo locales. Desde la década de 1890 estas instituciones locales comenzaron a atraer una corriente creciente de fondos tanto de los ricos como de los pobres, los granjeros y los profesionales. Cuando el sentimiento local se convirtió en un sentimiento étnico, estas instituciones facilitaron el encapsulamiento de clases dentro del grupo étnico y la acumulación de recursos que eran necesarios antes de que pudieran ser emprendidos proyectos étnicos principales. A fines de siglo había emergido un establishment étnico que comprendía a algunos granjeros ricos que eran también socios o directores de instituciones financieras locales, profesionales, y figuras líderes de la DRC y la universidad de Stellenbosch.

Es necesario elaborar brevemente. El Standard Bank respaldado por los británicos que comenzó a hacer negocios en Paarl y Stellenbosch en 1880, no quería como clientes a los viñateros comunes. En general, los viñateros estaban duramente endeudados en tanto los precios del vino no eran mucho más altos que los costos de producción. Crecientemente los granjeros comenzaron a volverse hacia instituciones financieras. Se sugiere algunas veces en la literatura que los afrikaners fueron manipulados por agitadores étnicos para sostener empresas étnicas. Sin embargo, el Paarl Board of Executors, el Stellenbosch District Bank y otras instituciones ofrecían servicios reales. Porque eran pequeñas y corrían riesgo de colapsar, tenían que ofrecer tasas mucho mejores que las del Standard Bank en orden a competir. En la década de 1880 el District Bank estaba pagando de 5 a 5,5 o 6 por ciento en depósitos fijos y 2 por ciento en cuentas corrientes, comparado con el Standard que pagaba 3,5 por ciento en depósitos fijos y ningún interés en cuentas corrientes. El Standard prefería extender créditos a largo plazo a empresas comerciales y especulativas. A este respecto un banco de distrito satisfacía las necesidades de los granjeros mucho mejor. Las operaciones agrícolas de Stellenbosch y Paarl no requerían crédito a largo sino a corto plazo, crédito estacional basado en el supuesto de que la cosecha cubriría los costos de producción. Esto introducía el factor de riesgo, que el gerente de un banco local podía evaluar mejor que su contraparte del Standard.

Todo esto iba en desventaja para el Standard Bank. Encima de todo esto vino el raid de Jameson de 1895-96 y la Guerra Anglo-Boer que fueron no solo problemas para la colaboración política de Hofmeyr con las políticas imperiales sino que también fortalecieron mucho el anti-imperialismo financiero. El District Bank, que había enfrentado una seria crisis a fines de la década de 1880, se capitalizó con esto y con el auge económico que disfrutó la colonia entre 1895 y 1904. Estaba patrocinado por granjeros grandes y pequeños, profesionales, la universidad y el consejo del pueblo. En 1904 el reporte de la inspección del Standard Bank notaba que el District Bank tenía los mejores de todos los negocios de crédito y todas las hipotecas sobre las granjas. Describía a los directores del banco como a magnates locales. En la década de 1880, el Standard Bank había esperado el inminente colapso de su rival local. Para 1908, sin embargo, su propia filial estaba trabajando a pérdida y el District Bank mostraba una ganancia de 2.400 libras para los primeros seis meses luego de descontar 4.000 libras por malos préstamos. El reporte de inspección responsabilizaba de esto a los malos sentimientos hacia los británicos y a los “pocos leales de su propia nacionalidad”. El reporte de 1909 era más explícito: “En el presente difícilmente podemos esperar hacer mucho allí, nuestros rivales del Stellenbosch District Bank reciben una gran cantidad de apoyo de la población e instituciones locales. Las causas de este apoyo parecen estar en gran medida en el sentimiento y espíritu de clan de los afrikander bajo el liderazgo de unos pocos hombres influyentes. Sin duda ellos frecuentemente también aceptan riesgos que nosotros no podríamos nunca aceptar.”

Esta movilización de bienes financieros a lo largo de líneas étnicas estaba acompañada por una movilización cultural de gran escala. La Guerra Anglo-Boer, la pérdida de derechos políticos de los rebeldes del Cabo y la política retrógrada de postguerra en lo que se refiere a los derechos idiomáticos empujó a los políticos e intelectuales afrikaner-holandeses a la acción. En 1905 Hofmeyr emitió un gran discurso en Stellenbosch en el que atacó la ausencia del holandés en las escuelas y entre los afrikaner-holandeses. La igualdad de lenguas era una ficción, declaró. La generación más joven de intelectuales simpatizaba vigorosamente con la convocatoria por iguales derechos idiomáticos, pero no tenían entusiasmo por el holandés. Incluso en las décadas de 1880 y 90 había habido una creencia creciente entre los clérigos y maestros de que insistir en el holandés como un instrumento educativo significaría borrar a la gran clase baja de afrikaner-holandeses que nunca serían capaces de dominar propiamente el idioma. Ellos ahora creían que la respuesta estaba en hacer del afrikaans un idioma hablado y escrito respetable profesionalizándolo, mediante el uso de la escritura holandesa simplificada en lugar de la escritura ultra-fonética de la GRA, la creación de una verdadera literatura en lugar de una colección de rimas, y, en general anulando su imagen de ser el idioma de los pobres. En 1908 Malan estableció: “Elevad el idioma afrikaans a idioma escrito, dejadlo convertirse en el vehículo para nuestra cultura, nuestra historia, nuestros ideales nacionales, y elevareis al pueblo que lo habla”.

Al fundar la Academia Sudafricana para las Artes y las Ciencias en 1909, los líderes afrikaner-holandeses todavía se comprometieron en promover tanto el holandés como el afrikaans. Pero entre los estudiantes de Stellenbosch el afrikaans había ganado la partida y ellos lo llevarían entusiastamente más lejos como el idioma étnico de un nuevo pueblo, “los afrikaners”. Este nuevo concepto tenía todavía muchos bastiones para conquistar, pero la amalgama de intereses culturales y económicos había creado una fuerza formidable. Una figura clave del nuevo establishment era J.H. (Jannie) Marais. Había hecho fortuna en las minas de Kimberley antes de retornar a Stellenbosch en 1891 para trabajar una granja justo a la salida del pueblo. Luego de la guerra se convirtió en el mayor accionista del Stellenbosch District Bank. El respaldo financiero de Marais proveyó una vital oportunidad para instituciones que iban a jugar un rol indispensable en el desarrollo de la conciencia étnica afrikaner en el escenario político del Cabo. Una de tales instituciones era la Universidad de Stellenbosch. Luego del establecimiento de la Unión Sudafricana en 1910, hubo un fuerte movimiento en el sentido de establecer una única universidad, que cubriera todos los campos de la enseñanza, en Ciudad del Cabo. Esto hubiera sido una severa amenaza tanto para el Victoria College de Stellenbosch, que estaba en peligro de convertirse solamente en una high school, y para las aspiraciones étnicas afrikaners. También hubiera sido un revés muy grande para la ciudad de Stellenbosch en general y para el District Bank en particular, desde el momento que se estimaba que para 1915 eran gastadas 130.000 libras en Stellenbosch por diversas instituciones educativas comparadas con las 60.000 a 100.000 libras traídas por la producción de vino y brandy. Los negociantes locales y figuras líderes en la Iglesia Reformada Holandesa y la Universidad de Stellenbosch protestaron fuertemente contra degradar al Victoria College. Pero el movimiento para establecer una auténtica universidad afrikaner-holandesa en Stellenbosh solo adquirió real ímpetu luego de que Marais (que murió en 1915) legara 100.000 libras al Victoria College.

Marais –y en menor medida el District Bank- también jugaron un rol decisivo en el establecimiento de la Nasionale Pers y de su periódico, Die Burger. La decisión de lanzar una casa editorial y un periódico nacionalista fue tomada a fines de 1914 en la casa de Hendrik Bergh, gerente del District Bank. Aparte de Berg, había quince hombres presentes –incluyendo cuatro académicos, dos abogados y Bruckner de Villiers, un negociante que también servía como secretario privado de Marais. El resto eran granjeros activos o retirados. Hasta donde puede determinarse los doce hombres originarios de Stellenbosch eran todos clientes del District Bank. Incapaces de reunir las 8.000 libras requeridas para lanzar el periódico, se acercaron a Marais quien aportó 5.000 libras. Seis meses más tarde aparecía el primer número de Die Burger com D.F. Malan como editor.

No hubo un movimiento inmediato en el Cabo occidental hacia el nuevo Partido Nacional de James Barry Hertzog, fundado en 1913. Los granjeros de esta región se habían unido tras la Unión Afrikaner de Hofmeyr que en el momento de la Unificación en 1910 fue absorbida en el Partido Sudafricano de los generales Smuts y Botha. Como tanto este partido como el de Hertzog basaban su programa en principios que ya adoptara la Unión Afrikaner en 1889, el Partido Nacional fracasó inicialmente en lograr una cabeza de puente en la provincia del Cabo. Pero la rebelión en 1914-15 de generales afrikaners disidentes que objetaban la participación sudafricana en la Primera Guerra Mundial y su supresión por el gobierno impulsó a Marais a hacer un movimiento contra la política pro-imperio del gobierno y a apoyar un periódico que daría prioridad a los derechos de “eigen land en volk”, como él señaló y no a los deseos y demandas emanados de Johannesburgo o cualquier otro lado.

El creciente apoyo para el Partido Nacional entre 1915 y 1929, cuando ganó Stellenbosch y Paarl, fue complementado por la canalización del capital granjero sudafricano en instituciones tales como la Paarl Board of Executors y el Stellenbosch District Bank. Estos se habían convertido en empresas vigorosas para los años 20. El anti-imperialismo político tenía así su paralelo en el anti-imperialismo financiero. Al mismo tiempo los viñateros experimentados en dificultades para comercializar su vino se inclinaron crecientemente hacia el apoyo a partidos y programas que favorecieran la intervención en beneficio de los granjeros. En 1918, dos años después de que el precio del vino se hubiera hundido, fue fundada la Kooperatiewe Winjwbouwers Vereeniging van Zuid-Afrika (KWV), una amplia cooperativa vitivinícola. Sin embargo, la KWV tuvo solo un éxito limitado hasta la promulgación de la Wine and Spirit Control Act de 1924 que prohibió la comercialización de vino con propósito de destilarlo sin el permiso de la KWV o bajo un precio fijado por ella. El hecho de que las tareas de destilación y comercialización estuvieran ahora en sus manos liberó a los viñateros de la necesidad de recurrir a grandes gastos de capital. En una escala más grande que antes pudieron invertir sus reservas. Una parte considerable de este capital terminó en el District Bank e instituciones como Sanlam and Santam que sin ninguna ambigüedad se presentaban como empresas específicamente afrikaners.

Estos desarrollos apuntan a la base socieconómica de la victoria nacionalista de 1929 en los “wine seats” de Paarl y Stellenbosch. El activo compromiso de los granjeros de Stellenbosch y Paarl en instituciones financieras locales y en proyectos étnicos hizo el trabajo básico para el avance económico y cultural Afrikaner en el Cabo durante los años 20 y 30. Esta fue la principal base de soporte del movimiento nacionalista afrikaner “purificado” que fue lanzado en 1933 bajo el liderazgo de D.F. Malan y otros nacionalistas del Cabo de la rama sur de tal partido.

Revivalismos étnicos en el Estado Libre y Transvaal 1890-1915

En el Estado Libre la influencia de los líderes patriarcales comenzó a decaer en la década de 1880. La tierra se había ocupado mucho más equitativamente que en el Transvaal. Había pocos notables que pudieran desafiar la autoridad del gobierno central como podía ocurrir al norte del Vaal. Un estado relativamente moderno, libre de anarquía e injertos, estaba constituido para 1890. Con la apertura de los campos auríferos en 1886 la economía de Sudáfrica empezó a gravitar hacia Transvaal. El estado libre entonces comenzó a salir de la órbita económica del Cabo y dirigirse política y económicamente hacia el Transvaal. La agresión imperial británica contra Transvaal era considerada por el Estado Libre como un ataque a su propia autonomía, por lo que se preparó para ir a la guerra en 1899.

Sin embargo, incluso antes de la guerra hubo signos de una conciencia étnica más vigorosa cultivada por una alianza de intelectuales y granjeros comerciales. Durante la década de 1890 los agitadores étnicos consideraban al Estado Libre como bajo ataque tanto política como económicamente. Incapaces de adaptarse al mercado creado por los campos auríferos, muchos granjeros de subsistencia del norte y el este del Estado Libre vendieron a granjeros anglófonos que producían comercialmente para el mercado. M.T. Steyn, que se convirtió en presidente en 1895, advertía a los ciudadanos del Estado Libre que si esto continuaba sus hijos estarían en curso de convertirse en arrendatarios de la tierra de sus padres. Luego de la lánguida década de 1880, durante la cual los británicos habían sido generalmente conciliadores con las repúblicas, la política pareció revivir en la del 90, a medida que se incrementaba la tensión con los británicos. Surgieron asociaciones de debate y de granjeros en muchos pueblos. En 1896 la OVS Boeren Beschrmen (Sociadad para la Protección de los Granjeros del Estado Libre de Orange) se presentaba ante Steyn como el “partido nacional” y requería impuestos más bajos y mejora en la legislación laboral. Una de sus ramas fue la Vrystaatse Jongelingsvereeniging (Sociedad de Jóvenes del Estado Libre), que expresaba la necesidad de un periódico que expusiera una “nacionalidad afrikaner... y no usara otro idioma que el afrikaans o el holandés.” Ellos querían que esta nacionalidad fuera como una muralla que los rodeara y protegiera contra la intrusión extranjera. En el camino a la guerra, Steyn, que se había casado con una mujer anglófona y se movía cómodamente en la sociedad bicultural de Bloemfontein, también comenzó a temer la ruina de su estado y de su pueblo. Sostuvo la importancia vital del idioma: “El idioma es el pueblo y si descuidamos nuestro idioma tendremos que esperar la gradual atrofia de nuestra existencia nacional.”

Luego de la Guerra Anglo-Boer, Hertzog haría de la política étnica la piedra angular de su Orangia Unie movement. En una colonia donde la gran mayoría de la población blanca era holandés/afrikaans parlante había poca necesidad de un partido dedicado a la reconciliación con los ingleses sobre el modelo de la Unión Afrikaner del Cabo. La reconciliación era en cualquier cado extremadamente difícil por la devastación de la guerra y una administración británica de posguerra agresiva que cerró las escuelas privadas holandesas y compensó esto solo con concesiones mínimas a la educación media holandesa en las escuelas estatales. El sentimiento expresado por muchos anglófonos del Estado Libre de que ellos eran afrikaners –pero no boers- comenzó a esfumarse. Una conciencia étnica políticamente activa, con Hertzog como su campeón, fue intensificada por las experiencias de la guerra y del asalto británico sobre la lengua y la cultura. Sin embargo Hertzog no desarrolló una ideología étnica coherente. Incluso luego de su ruptura con el Partido Sudafricano en 1912 utilizaba el término afrikaner tanto en su sentido exclusivo como en el sentido inclusivo de Hofmeyr. Cuando y de quién adoptó su política de segregación de blancos y negros y de separatismo cultural afrikaner no ha sido investigado propiamente. Pero tanto en Stellenbosch como en Porchefstroom los intelectuales habían sido atraídos por estas ideas antes que Hertzog pensara en ellas. Hertzog mismo permaneció como un líder ambiguo, uniendo gente tras él sobre una base de lealtad personal más que de convicciones compartidas. Esto era cierto en 1913 cuando Hertzog condujo al Estado Libre fuera del Partido Sudafricano y en 1933 cuando fusionó su Partido Nacional con el pro-imperial Partido Sudafricano de Smuts.

El desarrollo de la etnicidad afrikaner como fuerza política tomó un curso distinto en Transvaal. En la década de 1890 había un creciente compromiso en el Transvaal independiente para promover el carácter afrikaner y republicano del estado. Hubo, por supuesto, divisiones políticas entre los ciudadanos. Por una parte estaba la facción conservadora de los boers tradicionales, encabezada por Kruger. Por la otra, estaban los “progresistas” representando a los granjeros comerciales progresistas y a una nueva generación de profesionales y empleados públicos mejor educados, los más capaces y principales de ellos provenientes del Cabo.

En alguna medida, esta división era una vez más entre una concepción exclusiva y otra inclusiva de la nación y de la construcción del estado. Kruger y sus seguidores daban una baja consideración a la educación y consideraban amargamente al uso del inglés en las escuelas como algo que devaluaba a la cultura nacional. Como un nacionalista del Transvaal, él era reluctante a entrar en cualquier alianza que pudiera comprometer al estado. Incluso cuando, luego del Raid Jameson, el Estado Libre propuso una unidad estrecha entre las dos repúblicas Kruger esperó ocho meses para responder. Los “progresistas”, por otra parte, estaban más inclinados que Kruger a considerar a los uitlanders “patriotas” como potenciales ciudadanos y afrikaners. Eran modernizadores que atacaban el nepotismo, la corrupción, la incompetencia y la mala administración bajo el estado patriarcal de Kruger y proponían reformas. Pero podían ser igualmente exclusivistas, y esto era especialmente evidente en sus ataques hacia los holandeses designados por Kruger en puestos principales de la administración. Es notable que en su oposición a Kruger, los “progresistas” tuvieran cuidado de distanciarse de los uitlanders y presentarse como actuando en beneficio de los mejores intereses de la sociedad afrikaner local.

El Raid Jameson y la guerra inminente produjeron un cierre de las filas políticas y terminaron con cualquier chance de los “progresistas” de deponer a Kruger. Sin embargo durante la guerra el liderazgo del Transvaal cambió drásticamente. La generación más vieja de patriarcas e incompetentes dejó lugar a una nueva clase de líderes, mucho más eficientes y exitosos que sus predecesores en todos los aspectos. Identificados con la oposición de pre-guerra, fueron reclutados entre los terratenientes ricos, como Louis Botha, Schalk Burger y Koos de la Rey, y profesionales, como Jan Smuts, Christiaan Beyers y Louis Esselen. Este nuevo liderazgo se hizo cargo de la reconstrucción luego de que la guerra terminó en 1902. Contra la bancarrota del campo desbastado y la pobreza aguda, consideraron su principal tarea construir una base política étnica en una situación en que los afrikaner-holandeses formaban la mitad de la población blanca pero solo un tercio de los votantes potenciales. El desarrollo de una conciencia étnica políticamente articulada fue facilitado en gran medida por las políticas de posguerra de la administración británica bajo Lord Milner. En lugar de reconciliación, Milner usó deliberadamente a la educación para formar ciudadanos imperiales. Sin embargo, a pesar de esto, no hizo ningún intento de explotar en interés británico las divisiones ideológicas y de clase entre los afrikaner-holandeses dirigiendo recursos gubernamentales al patronato de la clase bywoner que había sostenido a los británicos en la guerra. La expresión política de la conciencia étnica también fue promovida por las constituciones que Gran Bretaña otorgó primero para el autogobierno de la colonia de Transvaal y luego para la Unión Sudafricana. El sufragio masculino blanco implicaba que estaba en el interés de los líderes afrikaner-holandeses movilizar a los bywoners tras ellos. Y la exclusión de los africanos del voto terminó efectivamente con el terrateniente blanco-arrendatario negro y otros vínculos interraciales que se habían desarrollado una década o más antes de la guerra.

Fue en tales circunstancias que los líderes, con la ayuda de varias iglesias holandesas reformadas, manejaron las agudas divisiones entre los “bittereninders” (generalmente hombres que habían luchado hasta el “bitter end” [amargo fin] de la guerra) por una parte y los “joiners” y “hands-uppers” [que se habían alistado con los británicos] por la otra. Estas divisiones fueron los suficientemente superadas como para que se formara el “Het Volk”, un partido afrikaner-holandés de masas. Ganó la elección de 1907 ampliamente, así como la primer elección bajo la unión antes de ser absorbido por el Partido Sudafricano en 1911. Selborne y Milner, los administradores británicos en el lugar, comprendieron claramente que esto no era la manifestación de una unidad étnica orgánica sino el trabajo de agentes culturales que habían construido un juego de alianzas con una estructura étnica. En un reporte de 1905 Milner distingue entre la masa del pueblo boer y los “boers políticos, el partido afrikaner” cuyo ideal era la doctrina de “una nación y estado afrikander separado”. Él concluía: “La doctrina afrikander emana esencialmente de los pueblos y de la clase media no-agrícola, y es ‘bombeada’ a los boers del campo... Es muy cierto que, a no ser por la influencia de clérigos, doctores, abogados, periodistas, y los más educados de su propia clase, los boers del campo en su conjunto no serían irreconciliables.”

Ahora la tendencia a definir la afrikanidad en términos exclusivos estaba en declive. Un observador notó en 1906 que el significado de “afrikander” en el diccionario era todavía “un nacido de padres blancos en Sudáfrica”; sin embargo, agregaba, “los holandeses se han arrogado a sí mismos el título de afrikanders que ha venido a tener un significado político.” En su opinión el país se había convertido en una “tierra afrikander”, título de su libro.

La movilización étnica rediviva luego de 1910

Pero Botha y Smuts como líderes del Het Volk fracasaron, finalmente, en controlar el apoyo de esta conciencia étnica política separatista. Una vez en el poder, estos líderes fueron absorbidos en la simbiosis de la capital del estado. Esta simbiosis dependía de la industria que proveía un medio ambiente que aseguraba ganancias y atraía un abastecimiento de capital financiero en expansión desde el exterior. Colocados en el sistema capitalista internacional, Botha y Smuts se embarcaron en políticas de reconciliación calculadas para atraer inversores y apoyo político de más allá de su base étnica. Esto significaba debilitar la plataforma capitalista popular anti-británica de Het Volk e instalar la idea de que las minas resolverían el agudo problema del desempleo blanco utilizando trabajadores no especializados blancos en lugar de negros. También implicaba dar solo un apoyo formal a las aspiraciones culturales afrikaner-holandesas acerca de las cuales ni Botha ni Smuts se preocuparon demasiado.

El período entre 1905 y 1915 presenció la emergencia de las partes constituyentes de la alianza nacionalista subsecuente en Transvaal. En la vanguardia estaba el estrato afrikaner educado, particularmente los ministros de religión, maestros y periodistas. Este estrato comprendió el peligro de que una gran parte del volk cayera en lo que Gustav Preller, uno de sus voceros, llamó “ un proletariado insensible, ignorante mientras otra parte se inclinaba hacia el inglés.” Como sus contrapartes en el Cabo occidental, Preller y otros intelectuales del norte creían que el inglés podía ser contrarrestado solamente por el afrikaans. Pero el afrikaans debía ser promovido como un idioma profesional, civilizado, del hombre blanco, con un cuerpo de literatura propio. Ocupacionalmente estos hombres frecuentemente estaban inseguros. Como maestros, enfrentaban una tendencia hacia la anglización en las escuelas; como clérigos estaban penosamente conscientes de la pérdida de miembros de sus congregaciones como resultado de la pobreza y proletarización; y como escritores veían el mercado inundado por periódicos ingleses y novelas inglesas baratas. Este estrato educado tenía un interés dominante en crear afrikaners que repoblaran las iglesias afrikaners, fueran a las escuelas afrikaners y compraran libros en afrikaans.

Esta era una tarea masiva. Una parte prominente fue jugada por los doppers de Potcheftroom. Derivando sus teorías de los neo-calvinistas holandeses, ellos construyeron escuelas “nacionales cristianas” y diseminaron el mensaje de que los afrikaners eran un pueblo único cuya fuerza derivaba del aislamiento con libertad para practicar el apartheid con respecto tanto a los ingleses como a los africanos. Los doppers, sin embargo, representaban solamente un hilo de la madeja. Los principales empresarios culturales eran los periodistas y escritores que, en diarios y periódicos como Die Brandwag y Die Huisgenoot, presentaban la historia afrikaner como una épica heroica y trataban de redefinir casi todos los aspectos de la vida cotidiana en términos afrikaners. Este mensaje encontró una resonancia particular entre las mujeres en el contexto faminiar.

Cuando fue fundado el Partido Nacional en 1913, el estrato educado fue el primero de los grupos desafectos que se congregaron en torno al estandarte de Hertzog. Los intelectuales buscaron aliados entre los trabajadores afrikaner-holandeses pero encontraron que eran una clase difícil de movilizar mediante convocatorias étnicas, que no se encontraban con sus demandas por empleo y asistencia. Un estudio reciente concluye que los trabajadores no deseaban luchar bajo “el yugo de un movimiento laborista dominado por los nacionalistas.” Los trabajadores afrikaner-holandeses solo se alejaron del Partido Laborista dominado por los ingleses luego de haber sido ignorados persistentemente por el movimiento sindical formal.

Los granjeros pobres eran otro grupo que se mostró difícil de movilizar. Botha y Smuts representaban a las clases señoriales de granjeros que inmediatamente antes e inmediatamente después de la guerra compró tierras de gran número de granjeros pobres y expulsó a muchos bywoners de la tierra. Muchos granjeros pequeños se separaron de los ricos terratenientes. Uno hablaba en 1905 de “esos egoístas, autosatisfechos chupadores de sangre... Incluso nuestros grandes generales que hacen tan grandes discursos, oprimen a los pobres en privado y se enriquecen de los empobrecidos.” Luego de que se formara el Partido Nacional los pobres rurales gradualmente se reunieron bajo sus estandartes, particularmente luego de la Rebelión de 1914-15. La abierta identificación del Partido Nacional con los rebeldes persuadió a los pobres de que el partido podía enfrentar no solo al imperialismo sino al orden capitalista por entero. Los pobres rurales fueron igualmente atraídos al racismo explícito del Partido Nacional, creyendo que sólo una política fuerte hacia los negros resolvería sus agudos problemas laborales. Luego de una gira por los distritos rurales de Transvaal en 1921, Smuts notaba que “el bywoner sin tierra está muy definidamente unido a la causa nacionalista.” Acusados por los nacionalistas exclusivos de ser traidores debido a su postura pro-británica durante la Primera Guerra Mundial, Botha y Smuts respondieron amargamente que aquellos que los acusaban eran los “hendsoppers” y “joiners” en la Guerra Anglo-Boer.

Construir una conciencia étnica afrikaner que pudiera afirmarse como una fuerza política decisiva permaneció como un proyecto a largo plazo que requería un duro trabajo ideológico de políticos y empresarios culturales. Antes de que se lograra, los intereses de clase tenían que ser redefinidos como intereses étnicos y la invención y popularización de una cultura nacional afrikaner tenía que ir mucho más allá. Está claro, sin embargo, que la Rebelión de 1914-1915 fue un evento crucial que permitió al Partido Nacional unir a los hilos anti-imperialista y anti-capitalista (británico) en la historia afrikaner y presentarlos como la principal verdad de la nueva ideología étnica.

También fue inmediatamente después de la Rebelión que la más poderosa de las iglesias, la DRC, comenzó verdaderamente a ir detrás del movimiento y la ideología étnica. En una conferencia especial del clero de la DRC en 1915 la iglesia no censuró a los rebeldes (como podría haber esperado el gobierno). En cambio aceptó la opinión de Malan de que la iglesia tenía un trabajo particular con respecto al grupo de población “holando-hablante” y consecuentemente tenía el deber de ser “nacional” y mantener “intereses nacinales”. Andrew Murray, campeón de la alguna vez dominante tradición de evangelismo con su mensaje universalista, estaba profundamente preocupado, pero sentía que era imposible detener la ola nacionalista. En la elección general de fines de 1915 el Partido Nacional de Hertzog hizo una ganancia neta de 15 bancas en todo el país. El astuto político John X. Merriman señaló desesperanzado que sólo los afrikaners más ricos y más viejos todavía apoyaban a Botha y Smuts. Una conciencia étnica definida exclusivamente estaba sobrepasándolos como fuerza política.

Conclusión

Este capítulo ha argumentado que la construcción de una etnicidad política afrikaner debe buscarse en procesos económicos y sociales más amplios y no meramente en el territorio de innovaciones culturales. En el corazón de tales cambios económicos y sociales yacen los intentos primero de definir exclusivamente al grupo de afrikaans-parlantes y luego movilizarlos por objetivos económicos y políticos. Este proceso tomó distintos cursos en el Cabo occidental y Transvaa.

En la región de Stellenbosch-Paarl del Cabo occidental, con su historia de un rígido sistema esclavista, la movilización política de los afrikaners excluyó a los coloured afrikaans-parlantes pero intentó inicialmente incorporar a los blancos anglófonos. Los intereses económicos y políticos conflictivos junto con la agresión imperialista ampliaron la brecha entre los afrikaner-holandeses y los anglófonos. Por un conjunto de razones los granjeros afrikaner-holandeses fueron llevados hacia instituciones financieras que con el tiempo se convirtieron en instituciones étnicas. A inicios del siglo XX un establishment étnico afrikaner, compuesto de granjeros, maestros y profesionales, se había alzado y tenía los fondos y la motivación para lanzar proyectos específicamente étnicos tales como el Nasionale Pers, el Partido Nacional, y la Universidad de Stellenbosch. En tanto los afrikaners y los coloureds vivían en estrecha proximidad y hablaban lo que era básicamente el mismo idioma, las fuerzas políticas y económicas los alejaban. De hecho, para contrarrestar la anglicización de la clase alta, el idioma afrikaans fue apropiado en las primeras dos décadas del siglo XX como idioma étnico del cual cada afrikaner debía estar orgulloso. Esto en duro contraste con los finales del siglo XIX cuando en lugares como Bloefontein y Ciudad del Cabo los afrikaner-holandeses más importantes rechazaban el afrikaans, hablaban inglés en público y generalmente dirigían su correspondencia con otros afrikaner-holandeses en inglés, o, en algunos casos aislados, en holandés clásico. J.H.H. de Waalm uno de los principales protagonistas del afrikaans, remarcó luego que para fines de siglo sólo la (coloured) comunidad musulmana era leal al afrikaans en el área de Ciudad del Cabo. Cuando Du Toit hizo un giro político luego del Raid Jameson y se convirtió en sostenedor de Rhodes, el afrikaans sufrió una gran pérdida porque él estaba identificado con el idioma. Al final de la Guerra Anglo-Boer, De Waal señaló, “nuestro idioma como un medio escrito está casi completamente muerto.”

En el Transvaal y el Estado Libre de Orange la Guerra Anglo-Boer aplastó a los instituciones políticas sobre las que había sido construida la etnicidad política afrikaner local. Los empresarios étnicos tenían que asumir ahora la tarea de lo que un análisis reciente ha denominado “construir una nación desde las palabras”. Los arquitectos vinieron de un estrato educado muy aislado y tuvieron que gastar un arduo trabajo ideológico para persuadir a las clases más bajas –trabajadores y granjeros pobres- y también a las clases más ricas de ver su destino político en términos afrikaner comunes. Era una tarea todavía no completada para la Primera Guerra Mundial, y quizá solamente fue lograda a inicios de la década de 1960 cuando una forma republicana de gobierno fue instalada y el apartheid impuesto sobre casi todos los niveles de la sociedad. Veinte años más tarde, a inicios de los 80, la unidad política afrikaner fue aplastada. Como ocurrió un siglo atrás, un grupo enfatiza la exclusividad cultural y política afrikaner mientras, quizá, la mayoría está comenzando a moverse en forma hesitante hacia una concepción en la que las reclamaciones étnicas están comenzando a subordinarse a identificaciones de clase.

 

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