Alexander Falconbridge

“LOS NEGROS ERAN AMARRADOS JUNTOS MEDIANTE ESPOSAS”

Nota: Alexander Falconbridge, cirujano a bordo de barcos negreros y luego gobernador de la colonia británica de Sierra Leona, ofrece un vivo relato del” pasaje medio”, nombre que recibía la travesía en alta mar..

Desde el momento del arribo de los barcos hasta su partida, que son usualmente cerca de tres meses, escasamente pasa un día sin que sean comprados algunos negros y llevados a bordo; a veces en pequeña cantidad y otras en gran número. El número total llevado a bordo depende de las circunstancias. En un viaje que hice una vez, nuestro stock de mercaderías se agotó con la compra de 380 negros, cuando se esperaba que hubiera procurado 500.

Los miserables infelices así arrojados eran comprados por los mercaderes negros en ferias, que se abrían con ese propósito, a una distancia de arriba de doscientas millas de la costa del mar; y se decía que estas ferias eran abastecidas desde una parte interior del país. Muchos negros, siendo interrogados con relación a los lugares de sus nacimientos, han afirmado que ellos habían viajado durante el lapso de varias lunas (su método usual de calcular el tiempo) antes de llegar a los lugares donde fueron adquiridos por los mercaderes negros.

En estas ferias, que eran realizadas sin mucha regularidad, pero generalmente cada seis semanas, eran frecuentemente expuestos para la venta varios miles que habían sido reunidos desde todos los lugares del país a una distancia muy considerable a la redonda... Durante uno de mis viajes, los mercaderes negros bajaron, en diferentes canoas, desde veinte a quince centenares de negros que habían sido adquiridos en una feria. Estos eran principalmente hombres y muchachos, no excediendo las mujeres de la tercera parte del total. Generalmente eran adquiridos por los mercaderes negros entre cuarenta y doscientos negros a un tiempo, de acuerdo a la opulencia del comprador, y de todas las edades, desde un mes a sesenta años y más. Raramente cualquier edad o condición son consideradas una excepción, siendo el precio proporcional. Las mujeres algunas veces forman una parte de ellos, las que ocurre que están tan avanzadas en su embarazo como para parir durante la jornada desde las ferias hasta la costa, y yo frecuentemente he visto instancias de parto a bordo del barco.

Cuando los negros, a los que los mercaderes negros tienen para deshacerse, son mostrados a los compradores europeos, ellos primero los examinan en relación a su edad. Luego inspeccionan minuciosamente sus personas e investigan el estado se su salud; si están aquejados por cualquier enfermedad o son deformes o tienen malos ojos o dientes; si son rengos o débiles en las articulaciones o deformes en la espalda o menudos o estrechos de pecho; en resumen, si están en mala forma o están de alguna manera afectados como para volverlos incapaces de mucho trabajo. Si alguno de los defectos precedentes son descubiertos en ellos son rechazados. Pero si son aprobados, son tomados a bordo del barco en la misma tarde. El comprador tiene el derecho de retornarlos a la mañana siguiente, pero no más tarde, tal re-examen es considerado censurable...

Es construida una división de tablas cerca del mástil mayor que divide al barco. Esta división es llamada barricada. Es de cerca de ocho pies de alto y se la hace proyectar unos dos pies sobre los lados del barco. En esta barricada hay una puerta en la cual es apostado un centinela durante el tiempo en que les está permitido a los negros subir a cubierta. Sirve para mantener apartados a los dos sexos; y hay pequeños agujeros en ella, donde son colocados trabucos y a veces un cañón, se ha encontrado esto muy conveniente para reprimir las insurrecciones que ocurren de vez en cuando...

Los hombres negros, siendo traídos a bordo del barco, son inmediatamente amarrados juntos, de dos en dos, mediante esposas en sus muñecas y mediante hierros remachados en sus piernas. Ellos son luego enviados abajo entre las cubiertas y ubicados en un departamento dividido para tal propósito. Las mujeres también son ubicadas en un departamento separado entre las cubiertas, pero sin ser herradas. Un cuarto adjunto en la misma cubierta es destinado a los chicos. Así todos ellos son ubicados en departamentos distintos.

Pero al mismo tiempo, sin embargo, son frecuentemente estibados tan juntos, como para no admitir otra posición que acostados sobre sus costados. Ni tampoco la altura entre las cubiertas, excepto directamente bajo el enjaretado de proa, permite una postura erecta; especialmente cuando se trata de plataformas, como es generalmente el caso. Estas plataformas son una especie de estantes, de ocho o nueve pies de ancho, extendidos desde los costados hacia el centro del barco. Están ubicados cerca del medio entre las cubiertas, a la distancia de dos o tres pies de cada cubierta. Sobre ellos son estibados los negros de la misma manera que lo son en la cubierta oculta.

En cada uno de los departamentos están ubicados tres o cuatro grandes cubos, de forma cónica, de cerca de dos pies de diámetro en el fondo y sólo un pie en la parte superior y de una profundidad de unas veintiocho pulgadas, cuando es necesario, los negros recurren a ellos. Frecuentemente ocurre que aquellos que están ubicados a cierta distancia de los cubos, en el esfuerzo por llegar a ellos, se caen sobre sus compañeros, a consecuencia de estar aherrojados. Estos accidentes, siendo inevitables, son productores de frecuentes riñas en las que algunos de ellos son siempre magullados. En esta angustiosa situación, incapaces de proseguir e impedidos de llegar hasta los cubos, ellos desisten del intento, y como las necesidades de la naturaleza no pueden ser resistidas, se desahogan en el mismo lugar en que yacen. Esto se convierte en una nueva fuente de ebullición y disturbios y tiende a convertir la condición de los pobres infelices cautivos todavía más incomoda. La molestia proveniente de estas circunstancias es incrementada no infrecuentemente por los cubos demasiado pequeños para su propósito y que son vaciados solamente una vez al día. La regla para hacer esto, sin embargo, varía en los diferentes barcos de acuerdo a la atención puesta por el capitán en la salud y comodidad de los esclavos.

A eso de las ocho de la mañana los negros generalmente son traídos sobre la cubierta. Siendo examinados sus hierros, una larga cadena, que es fijada en un cerrojo fijado en la cubierta, es pasada a través de los anillos de los grilletes de los hombres y luego fijada a otro cerrojo fijado también en la cubierta. De esta manera, cincuenta o sesenta y a veces más son asegurados a una cadena en orden de prevenirlos de rebelarse o intentar escapar. Si el tiempo se muestra favorable se les permite permanecer en tal situación hasta las cuatro o cinco de la tarde cuando son desenganchados de la cadena y enviados abajo.

La dieta de los negros, mientras están a bordo, consiste principalmente de habas cocinadas hasta la consistencia de una pulpa; de batatas y arroz cocido y a veces una pequeña cantidad de carne de vaca o cerdo. Lo último es frecuentemente tomado de las provisiones cargadas por los marineros. Ellos a veces hacen uso de una salsa compuesta de aceite de palma mezclado con harina, agua y pimienta, la que los marineros llaman “salsa apetitosa”. Las batatas son la comida preferida de los ibos o “negro de la ensenada”, y el arroz o maíz de aquellos de la Costa de Oro o de Barlovento; prefiriendo cada uno el producto de su suelo nativo...

Comúnmente ellos son alimentados dos veces al día, cerca de a las ocho a la mañana y a las cuatro por la tarde. En la mayoría de los barcos son alimentados solo una vez al día con su propia comida. Su comida les es servida en cubos de una medida como la de un pequeño balde de agua. Son ubicados alrededor de estos cubos, en grupos de diez por cada cubo, del cual se alimentan por si mismos con cucharas de madera. Estas pronto las extravían y cuando no hay más se alimentan con las manos. Con tiempo favorable son alimentados sobre la cubierta pero con mal tiempo se les da su comida debajo. Numerosos altercados se producen entre ellos durante sus comidas; más especialmente cuando son puestos ante raciones pequeñas, lo que ocurre frecuentemente si el pasaje desde la costa de Guinea hacia las Indias Occidentales se muestra inusualmente largo. En ese caso, los débiles son obligados a contentarse con una porción muy escasa. Su ración de agua es de cerca de media pinta para cada uno con cada comida. Es transportada en un cubo y dada a cada negro en un “pannekin” un pequeño utensilio con un asa recta, similar a una salsera. Sin embargo, cuando los barcos llegan a las islas con brisa favorable, los esclavos no son restringidos más.

Para los negros rehusando tomar alimentos, he visto brasas ardientes, puestas en una pala, y acercadas tanto a sus labios como para quemarlos y achicharrarlos. Y esto ha sido acompañado con amenazas de forzarlos a tragarse las brasas si persistían en rehusarse a comer. Estos medios tienen generalmente el efecto deseado. También he sido informado que un cierto capitán tratante de esclavos, vertía plomo derretido sobre de sus negros así como rehusaban obstinadamente su comida.

Siendo el ejercicio profundamente necesario para la preservación de su salud algunas veces son obligados a danzar cuando el tiempo permite su subida a cubierta. Si muestran reluctancia o no se mueven con agilidad, son azotados; para esto una persona permanece todo el tiempo con un “gato de nueve colas” en sus manos. Su música, en estas ocasiones, consiste de un tambor, a veces con solo una cabeza; y cuando esto no está disponible hacen uso del fondo de uno de los cubos antes descritos. Los pobres infelices son frecuentemente compelidos también a cantar; pero cuando lo hacen, sus canciones son generalmente, como puede naturalmente esperarse, lamentaciones melancólicas de su exilio del país nativo.

Las mujeres son provistas con abalorios con el propósito de proveerles alguna diversión. Pero este fin generalmente fracasa por las peleas que se ocasionan a consecuencia de que se los roban unas a otras.

A bordo de algunos barcos los marineros comunes son autorizados a tener relaciones con aquellas mujeres negras cuyo consentimiento pueden procurarse. Y algunos de ellos ha habido que tomaron la inconstancia de sus amantes tan a pecho como para saltar por la borda y ahogarse. Los oficiales están autorizados a entregarse a sus pasiones entre ellas a placer y algunas veces son culpables de tales excesos como para deshonrar la naturaleza humana.

Las penalidades e inconvenientes sufridos por los negros durante el pasaje son difícilmente enumerables o concebibles. Ellos son mucho más violentamente afectados por el mareo que los europeos. Este frecuentemente termina en la muerte, especialmente entre las mujeres. Pero la privación de aire fresco es entre todo lo más intolerable. Con el propósito de dejar entrar este refresco necesario, la mayoría de los barcos en la trata de esclavos están provistos, entre las cubiertas, con cinco o seis aberturas a cada lado del barco de unas cinco pulgadas de largo por cuatro de ancho. En adición, algunos barcos, pero no más de uno entre veinte, tienen lo que ellos denominan “ventana marina”. Pero siempre que el mar está picado y la lluvia fuerte se vuelve necesario cerrar estas y cualquier otra abertura por donde es admitido el aire. Entonces el aire fresco es excluido, y las habitaciones de los negros pronto se vuelven intolerablemente cálidas. El aire confinado, vuelto nocivo por los efluvios exhalados por sus cuerpos y respirado repetidamente, pronto produce fiebres y flujos que generalmente se llevan a gran número de ellos.

Durante los viajes que hice, frecuentemente fui testigo de los efectos fatales de esta exclusión de aire fresco. Daré un ejemplo, para que sirva para transmitir alguna idea, a pesar de que se trata de uno muy débil, de sus terribles sufrimientos... Habiendo el tiempo húmedo y ventoso provocado que fueran cerradas las ventanillas y cubierto el enrejado, sobrevinieron los flujos y fiebres entre los negros. Mientras estaban en esta situación, yo bajaba frecuentemente entre ellos hasta que finalmente su habitación se volvió tan extremadamente caliente como para ser tolerable solo por un tiempo muy corto. Pero el excesivo calor no era la única cosa que volvía intolerable su situación. La cubierta que es el piso de sus cuartos, estaba tan cubierta con sangre y flema que había salido de ellos a consecuencia del flujo, que parecía un matadero. No está en poder de la imaginación humana pintar una situación más horrible o detestable. Habiendo desfallecido numerosos esclavos, fueron llevados sobre la cubierta donde muchos de ellos murieron y el resto fue rehabilitado con gran dificultad...

Como muy pocos de los negros pueden soportar la pérdida de su libertad y las dificultades que sobrellevan, están siempre a la espera de tomar ventaja de la menor negligencia de sus opresores. La consecuencia frecuente son las insurrecciones; que rara vez son saldadas sin mucho derramamiento de sangre. Algunas veces estas son exitosas y la tripulación entera del barco es eliminada. Igualmente ellos están siempre listos para aprovechar todas las oportunidades para cometer algunos actos desesperados para liberarlos de su miserable estado y no obstante los controles que son impuestos, frecuentemente tienen éxito.

Fuente: Alexander Falconbridge, An Account of the Slave Trade on the Coast of Africa (London, 1788).

Traducción: Luis César Bou

 

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