NOTA DE LA OFICINA DE PRENSA E INFORMACIÓN DE LA

COMUNIÓN TRADICIONALISTA, SOBRE LOS SUCESOS DE

MONTEJURRA 1976

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     Pasados unos días, y cuando los espíritus pueden haberse serenado, queremos hacer unas acotaciones a la jornada del 9 de mayo en Montejurra. Con el mayor respeto para la actuación de la autoridad judicial y basándonos sustancialmente en lo que públicamente ha dicho la prensa. Vaya por delante nuestro íntimo dolor por las dos muertes que allí se produjeron y la expresión de nuestro sincero pesar a sus familiares.

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     Queremos, con esta nota, aclarar la confusión que pueda haberse producido en la gran familia carlista –y sobre todo fuera de ella– por los desconcertantes hechos ocurridos el pasado día 9.

     El Vía Crucis de Montejurra, y cuanto aquel monte representa, tuvieron a lo largo de más de treinta años un claro significado de exaltación y recuerdo de todos los mártires de la Tradición, en una ejemplar mezcla de fervor religioso y de reencuentro anual de antiguos amigos animados del mismo espíritu y de la misma lealtad a un ideario. Nunca hubo desavenencias, ni ocasión para prohibiciones gubernativas. Pero estos últimos años, por iniciativa de Don Carlos Hugo, se había desvirtuado por completo su finalidad y convertido la reunión de Montejurra (Pueblo 10/5) en un acto político de signo marxista y revolucionario, con gran disgusto del pueblo carlista que se ha ido retrayendo; y con ello la asistencia, de año en año, ha sido cada vez menor.

     Nada se pudo hacer para evitar esta corrupción del significado mientras Don Carlos Hugo era lugarteniente de Don Javier de Borbón Parma, por la gran veneración que por éste sentían todos los carlistas, y aún muchos que sin serlo reconocen su decisiva participación en la presencia voluntaria de los Requetés en la Cruzada. Pero tras la abdicación de Don Javier en su hijo primogénito en abril de 1975, se produjeron dos hechos de gran alcance: uno, que requerido Don Carlos Hugo por un grupo de destacadas personalidades representativas de los carlistas de diversas regiones y provincias para que se retractase de sus manifestaciones marxistas y proclamase su firme adhesión a los principios carlistas, no lo hizo y por ello hubo que dejar constancia de que era él quien se apartaba de la continuidad histórica, doctrinal y política que el Carlismo significaba.

     El otro hecho fue que, tras este abandono de su hermano primogénito de los deberes que por sangre le correspondían, tuvo su hermano menor, Don Sixto Enrique, en septiembre de 1975, que recoger la Bandera abandonada y ponerse al frente de la Comunión Tradicionalista.

     Al igual que nada se podía hacer en años anteriores en cuanto a la posición política de Don Hugo, tampoco se pudo evitar la profanación que se venía haciendo de Montejurra y de su significado. Pero ya en este año, toda vez que la Comunión Tradicionalista tiene nuevamente Abanderado, era preciso rescatar Montejurra para tornarlo a su significación primitiva. Para ello, tanto en la convocatoria hecha por Don Sixto en la prensa, como en las instrucciones pasadas a los carlistas, se afirmaba que no se quería convertir Montejurra en un acto político de signo contrario al que venía teniendo, sino restaurar su sentido de peregrinación de penitencia y oración por los carlistas muertos, en el siglo pasado y en el actual, en defensa de nuestro ideario religioso y patriótico.

     Para evitar todo significado político, el Manifiesto de Don Sixto, fechado el dos de mayo y que en principio se pensó dar a conocer en Montejurra, se entregó la antevíspera al Pensamiento Navarro, que lo publicó en su edición del sábado día 8. Con esto quedaba reducida la participación tradicionalista al respaldo y acompañamiento de los Caballeros Voluntarios de la Cruz, organizadores perennes de la romería de Montejurra, autorizada también, este año, por las autoridades religiosas y civiles.

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     Es difícil, a través de las crónicas periodísticas, el llegar a conocer la realidad de los hechos. Muchos de los relatos parecen pura fantasía. Otros quizá pudieran atribuirse a intenciones malévolas. El hecho es que ha habido una "orquestación" grande y generalmente apuntando en una sola dirección. Pero cabe recomponer mucho de lo principal.

     Por de pronto tenemos que se atribuye, sin pruebas, la muerte del joven Ricardo García Pellejero a disparos procedentes de lo alto de la cumbre. Así se repite, sólo por suposiciones y sin testigos presenciales. Ningún cronista llegó a afirmarlo: La Vanguardia (12/5) «Continuamos el camino. La niebla es densa, la visibilidad muy difícil». La Gaceta del Norte (11/5) «Por culpa de la intensa niebla, la ascensión al monte es muy confusa. Se va rompiendo la comitiva sin que nadie pueda ver con claridad a más de 25 metros». El País (11/5) «La subida a Montejurra se hacía penosa debido a la fina lluvia que hacía resbaladizo el caminar y una intensa niebla que impedía ver a más de diez metros» y agrega más adelante «la niebla cubría la cima de Montejurra».

     Sin entrar en el juicio sobre las armas de fuego y quienes las manejaron, pues eso corresponde a la investigación judicial, no dejan de sorprender las reseñas: Blanco y Negro (15/5) dice que «un joven (Ricardo García Pellejero) había caído herido por un limpio disparo en el pecho, mientras estaba sentado en una piedra». La Vanguardia también dice (12/5) que «estaba descansando sentado sobre una roca». Gaceta Ilustrada (16/5) afirma que «entre las cruces octava y novena que señalan las estaciones del Vía Crucis, una bala le acababa de atravesar el corazón». En ese sitio, más o menos, El País (11/5), es donde se celebró la misa, muy lejos de la cumbre e indudablemente en zona no batida; ¡y allí sólo había simpatizantes o aliados de Don Carlos Hugo! Confirma el emplazamiento, monte abajo, la versión de Erice, alcalde de Pamplona y médico de profesión, quien en posterior número de Gaceta Ilustrada (23/5) dice que «cuando estaba cerca de la cumbre sonaron tiros y se corrió la voz de que había un herido por balas de goma. Llamaban a un médico. Yo lo soy, les dije. Bajé hacia el herido. Tenía un balazo en el corazón. El chico respiraba. Le hacían la respiración boca a boca».

     ¿Quiénes eran los que invitados por el llamado Partido Carlista formaban el grueso de la comitiva que subía a Montejurra? Dicho partido convocó el mismo día 9 a las 8 de la tarde una rueda de prensa, en Pamplona en los locales del Círculo Vázquez de Mella. La presidía el Secretario General, señor Zavala. Durante ella (Blanco y Negro 15/5) «se leyó a los periodistas una nota oficial de la Junta de Gobierno del Partido Carlista. A continuación se leyó otro comunicado de diferentes agrupaciones ilegales y partidos, con fecha de Montejurra, en solidaridad con el P. Carlista. Entre ellos figuran el Partido Socialista Unificado de Cataluña; el Partido Comunista de Euzkadi; el Partido Comunista de España; la Federación Socialista del País Valenciano; la Federación de Partidos Socialistas; Movimiento Comunista; el Partido Comunista Popular; el Partido Socialista Popular de Euzkadi; Organización Revolucionaria de Trabajadores; Unión Sindical Obrera; Comisiones Obreras; Joven Guardia Roja; el Partido del Trabajo de España, etc.». Días antes, Ya (1/5) había dicho que «según nuestras noticias, el P. Carlista ha invitado a toda la oposición al acto de Montejurra. L.A.».

     Con tales grupos unidos al Partido, no es de extrañar que en la comitiva de subida al monte se oyeran gritos (El País, 11/5) de «socialismo, autogestión, Viva Andalucía libre, y Gora Euskadi askatuta». Algunos, dice Gaceta Ilustrada (16/5) «prefieren cantar himnos separatistas y lanzar gritos libertarios de todas las regiones españolas; hasta se vocean vivas por Portugal y el Polisario». Se veían (Blanco y Negro 15/5) «banderas de Cataluña, y de Euskadi, de Andalucía e incluso del Polisario». La Vanguardia recoge también (11/5) «gritos de viva la Democracia Socialista». Sin duda para dejar tarjeta de visita y que se supiese que ellos también habían acudido a la cita, otros de los invitados por el P. Carlista, pintaron en las portadas del repetidor de la Telefónica, según foto de El Alcázar (11/5) «ETA, Carlos Hugo, y una hoz y un martillo». El País, por su parte, publica (11/5) una fotografía grande en la que se ven numerosos jóvenes y mayores, con boina o sin ella, y con el puño cerrado en alto en actitud amenazante.

     Aunque el juicio sobre los muertos ha de ser siempre benévolo, sí cabe decir que tampoco ellos eran carlistas. Aniano Jiménez Santos militaba en las filas de la H.O.A.C. y sus principales preocupaciones eran obreristas. Ricardo García Pellejero (Cambio 16, 24/5) «un joven navarro que, según información recibida en esta revista, militaba en el Movimiento Comunista de España, de tendencia maoísta». Y refiere Gaceta Ilustrada (23/5) que cuando la Princesa Irene pidió a su madre permiso para colocar una boina sobre el féretro de su hijo «ella se negó diciendo: No es de mi gusto, porque no era carlista».

     Parece, pues, evidente que la mayoría de los que formaban la comitiva no eran carlistas, sino activistas subversivos. Sólo así se explican las agresiones injustificadas, ya desde el monasterio de Irache. «Hacia las 10 de la mañana» (Pensamiento Navarro 11/5) «un grupo de unas 30 personas se acercaron al Monasterio precediendo a Don Sixto que pretendía asistir a la Santa Misa. Otros grupos les hicieron frente, produciéndose en estos momentos un primer encuentro en que hubo garrotazos, pedradas y disparos, a consecuencia de los cuales resultaron heridas varias personas». «A la salida del monasterio» (Gaceta Ilustrada 16/5) «un grupo de jóvenes lanza gritos de ¡Viva Cristo Rey! Llevan brazaletes con la enseña nacional y un escudo alusivo al dieciocho de julio. Los partidarios de Don Hugo protestan por lo que ellos consideran una provocación. Varias personas caen al suelo golpeadas con piedras y palos. Los que rodeaban a Irene y Mª de las Nieves superan en número a los atacantes y logran dominar la situación. Se oyen disparos. En ese momento las fuerzas de Orden Público disuelven a los enfrentados y la comitiva inicia la marcha hacia Montejurra. Al llegar a la estación de la Telefónica encuentran a un vendedor de El Alcázar con un manojo de periódicos, del día anterior, con una fotografía en la portada bajo el título de "Montejurra en cuatro tiempos". Se inicia una disputa. Se forma corro en su torno y se descubre una camioneta repleta de ejemplares de El Alcázar. Los sacan del interior y allí les prenden fuego. La comitiva sigue su curso». Es de notar que en esta comitiva de los componentes del "Partido Carlista" y sus aliados, había quien portaba a la vista alguna pistola, según se aprecia en una foto de La Gaceta del Norte del 11/5.

     Estos enfrentamientos, debidos todos ellos a iniciativa de componentes del P. Carlista o de sus aliados, no deben sorprender a quienes tenían obligación de conocer las amenazas de destacados miembros de dicho partido. Concretamente don Ignacio Romero Osborne había dado una nota que publicó una semana antes El Correo de Andalucía diciendo que «Determinadas fuerzas tradicionalistas han formulado su intención de asistir también a Montejurra, y advierte que cualquier interferencia en el acto de Montejurra por parte de tradicionalistas, será considerada por el partido carlista como una provocación violenta contra el carlismo». Con razón dice, por tanto, la Hermandad de Combatientes del Requeté (El Alcázar 15/5) que «la responsabilidad de lo ocurrido es de quienes iniciaron la agresión violenta para impedir el acceso pacífico a los actos de Montejurra, y en parte de los que no tomaron las debidas medidas para impedir dichos actos de provocación y la asistencia de fuerzas ilegales, totalmente contrarias a lo que significa y representa el Vía Crucis de Montejurra».

     Esta inhibición de la fuerza pública, pese a su numeroso contingente, que ha extrañado a muchos (Informaciones 10/5, ABC 11/5, Hoja del Lunes 10/5, La Gaceta del Norte 11/5, La Vanguardia 12/5, El País 11/5, Gaceta Ilustrada 16/5, Blanco y Negro 15/5, y otras publicaciones) se refleja mejor en la reseña que El Pensamiento Navarro (22/5) hace de una rueda de prensa con el Ministro de Información. Preguntado sobre la presunta pasividad de las fuerzas de orden público, el señor Martín Gamero «indicó que el tema es objeto de una investigación y que por el momento sólo cabe esperar los resultados de la misma».

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     Todo esto nos lleva al análisis de las sorprendentes declaraciones del Ministro de la Gobernación a su regreso de Venezuela. Da a entender que antes de salir para América, él había estado siguiendo, al minuto, lo que ocurría en Montejurra y por consiguiente que conocía los enfrentamientos, la aparente pasividad de las fuerzas públicas, y además el descarado despliegue de banderas separatistas y subversivas. Banderas que, al pretender quitarlas en otros sitios, habían costado la vida a varios abnegados servidores del orden, sirvieron en Montejurra de estandarte para agredir a ciudadanos patriotas. Según ABC (11/5) «son banderas que únicamente significan banderías ilegítimas y manifestaciones gritadas contra lo que es hoy, ahora, la constitucionalidad española». Esos gritos se concretaban, entre otros, en los que recoge El Alcázar (10/5) «¡Muera la Monarquía fascista!» «¡Abajo las Fuerzas Armadas!» «¡Arias al paredón!» «¡Policía, asesinos!».

     Pero por encima y al margen de las órdenes que recibiese la fuerza armada —y de las que se hace responsable el Ministro— está una cuestión más importante. Se ha hablado frívolamente de que lo de Montejurra fue el enfrentamiento de dos facciones carlistas, una lucha entre hermanos. Con los carlistas que permanecen fieles a las personas, aunque olviden que los principios son anteriores y preferentes, podemos llegar a una comprensión. Lo que no cabe es que el nombre de carlismo pretenda cobijar doctrinas, actuaciones y finalidades contrarias a la Patria y a la Religión. No se trata de suspicacias pueriles ni de riñas de vecindad. Lo que estaba en juego en Montejurra es de mucho más fondo. España entera conoce, con más o menos precisión, lo que representa el Carlismo, el Tradicionalismo. Júzguese su incompatibilidad con lo que ahora propugna el mal llamado Partido Carlista.

     Desde el mes de noviembre de 1975, dicho partido edita un folleto en multicopista, para el país vasco, con el título de Denok Batean, que quiere decir ¡Todos a una! En su primer número dice: «Todas las fuerzas de la oposición vasca se han reunido en octubre, a convocatoria del Partido Carlista de Euskadi, para dialogar sobre la necesidad de una unidad nacional y antifascista. Asistieron CECO, CONE, ETA (ramas militar y político-militar), EAS, LAB, LAIA, ICR, ETA VI, ORT, P. CARLISTA, PCE, PSOE, PTE, UGT y USO. El MCE no asistió por problemas de enlace». En la convocatoria se decía que «El Partido Carlista hacía el llamamiento para reunirnos y trabajar por la concreción de UN FRENTE ÚNICO DE ALIANZA DEMOCRÁTICA VASCA, basado en el reconocimiento del DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN DE EUSKADI, de la NACIONALIDAD VASCA y la alternativa democrática al Régimen». Asimismo formula un programa mínimo, alguno de cuyos puntos son: «1.- Supresión de todo el aparato legal, político y represivo del sistema franquista y dictatorial, en cuanto oprime al pueblo vasco y le impide ejercer su soberanía.» «3.- Establecimiento inmediato de un régimen autonómico que sea expresión de la nacionalidad vasca». Y termina con los gritos siguientes: «¡Por la unidad combativa del Pueblo Vasco! ¡Socialismo y autogestión!».

     No le va en zaga subversiva y separatista el número de diciembre. En un artículo titulado "Movimiento obrero. ¡Hay que utilizar todos los medios contra la Patronal y el Fascismo!" se exalta la gran tarea que tienen ante sí las C.C.O.O. que deben «impulsar luchas generalizadas y sobre todo coordinarlas». Más adelante dice que «No es posible colaboracionismo ni complacencias con el nuevo gobierno». Y luego «La única salida existente es la desaparición de esta Monarquía impuesta y su sustitución por un Gobierno provisional democrático que prepare en breve plazo la vuelta de la plena democracia al Estado español, reconociendo el derecho a la libertad de todas sus nacionalidades, de todos sus ciudadanos limpios de la sangre del pueblo». Y en la misma página: «La actuación del gobierno fascista español ante el problema del Sahara es una muestra del destino que la dictadura guarda para los pueblos y nacionalidades que mantiene actualmente sometidos a su férreo dominio. Los vascos, en especial, debemos recoger esta nueva experiencia que nos recuerda el imperialismo a que estamos nosotros mismos sometidos por parte de un Estado fascista». En página 11, bajo el título de "Lucha de masas por la amnistía" dice: «Las libertades democráticas están al final de la lucha. La liberación de Euskadi, el socialismo y la autogestión, más cerca». Y a su lado un entrefilet: «¡Ayúdanos a desarrollar la conciencia nacional vasca revolucionaria!» Y como colofón lo que parece una entrevista con Don Hugo: «"Usted ¿no es, también, pretendiente al Trono español?" "Ese ‘usted también’ no tiene ningún sentido. No se trata, para mí, de pretender, de restaurar, de heredar. Juan Carlos quiere suceder a Franco. Nosotros queremos hacer la revolución"».

     Este es el espíritu con que el "Partido Carlista" preparaba el mitin marxista de Montejurra. Toda España tiene que agradecer a la Comunión Tradicionalista —abstracción hecha de los lastimosos sucesos— que impidiese la profanación del Montejurra con un acto político preparado para airear ante España y ante el mundo (que no en vano se convocó allí —ABC 15/5— a un centenar de periodistas) todo el veneno separatista y de carácter subversivo que iba a ser mostrado, como pus asqueroso, a la contemplación de todos.

     No parece propio de un hombre inteligente, ni se aviene con su condición de Vicepresidente del Gobierno, el desdén con que el señor Fraga trató a los legítimos representantes de los requetés, que allí acudieron para rezar y recordar a sus muertos, ni la equiparación, en la poca estima, con quienes de manera tan clara atentan contra los valores esenciales de la Patria.

 

30 de mayo de 1976. Día de San Fernando, Rey de España.

 


 

Comunión Tradicionalista

Montejurra 1976

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