Frag. del poemario «Tantralia»
de Carlos López Dzur
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Meditación del ser

Para aquellos que meditan el ser,
que lo escuchan con la intensa sed
del ser-acompañante
y el hambre de encuentros con la biología,
diré... que existo... y soy en un pensar determinado.

Medito en torno al ser siéndolo según lo soy
y a veces hallándoles a ustedes
en este soluto que persiste,
a pesar de todo, y que nos lleva a perseguirnos,
a estar juntos en algún punto del soñar,
en algún espacio del vivir.

La Palabra me permite andar despierto
y enamorarme de todo lo que es bello.
La mujer maravillosa está en algún resquicio
de la andanza con misterios llenos de piel,
con belleza llena de cantos.

En todas sus edades ellas afloran
como luz del alba;
se escapan y se diluyen
como plenilunios en los abismos
del amanecer.
Siempre bellas se van
y siempre bellas vuelven.

Todo lo bello me gusta,
¡ellas, sobre todo!
sus pezones, que son ubres de Nut
sobre el círculo del cielo,
sus nalgas redondas
que los tersos firmamentos fincan
para gozo de la varonía, ctónica y telúrica.

Con lindas piernas,
como las niñas tienen, los pasos
pueden ser abundantes como edades
de sol o de penumbra; en lo femenino están
los juegos más sublimes, las fases son únicas,
las distancias breves, sorpresivas, novedosas.
Y se anhela caminar, deambular el alma
porque todo es infinito y color de rosa.
De la mollera al calcañar, sólo se aprende
dicha, error sin desconsuelo,
herida que no sangra,
machuconcillos cósmicos,
asombro crediticio.

¿Y qué tal la voz
cuando el río de las sílabas se abre
entre peñascos su camino refrescante
y en las ortigas del habla y del oír
se cede al cauce, se sumerge todo?

¡Qué bello a la postre nos resulta
la plena comunicación, la sincera fruta
de una luminaria, dulce cosecha
del que dice te quiero, me gustas,
qué buena onda,
qué padre, ay, maravilla,

qué bellos los que anhelan,
los que dilucidan,
los que enuncian el porvenir,
los que preguntan con sabiduría,
los que aprueban con sensatez
y los que obsequian
con solícita cautela,
sin rigor, sin mentira, sin egoica pasión
de truhanes ni vulgar oportunismo...

¡Qué bellos, me gustan, los quiero,
los bendigo, los festejo, les hablo
con mi canto, humildemente orgulloso
para que no me olviden
y me quieran más!
¡Les necesito!

Y bueno es que estés ahí, meditador del ser,
venciendo la sorda mudez de los ecos.
Que te invites, convocado a la palabra amorosa,
que traigas tu agasajo de frases
parecidas a las mías, pero con ese toque
que sólo tienes tú, con ese aroma
que sólo transpiras tú desde el fondo mismo
de tu casa biológica, tu viaje
desde el asomo amiótico al ego individuante,
tan bélico por su ruido, simulacrado,
perspicuante, tan transido en sombra
y muerte y angustia y agonía.

¡Pero no estés triste, meditador del ser,
yo amo a los que hablan
hasta en lenguaje de silencio!

A veces me sorprendo
del aún inagotable todavía-señero
poder-del-ser-romántico,
a pesar de todo y de su frívola fantasmagoría,
romántico (porque tiene mal eco decirlo)
por ponerse una etiqueta de pureza,
sin sustancia, de espiritualidad en tanganillas,
como estila el zángano en la mufla
de la nada, sin justificar un soñar en apetito
y ansia y coraje y pasión,
sin atreverse a sustanciar al ego
y reclamar a esa mujer amada
que bendice, en libertad, sus besos,
sus coitos, sus entregas, sus orgasmos
y sin amasarse con su trigo siendo parte de su pan
y suerte de su destino, su porvenir y su soluto.

Sí que soy romántico y a veces no lo soy.
No me muerdo los labios al decirlo
ni me tiemblan las piernas
ni visto de santurrón en ascuas
al proclamar lo que dicen
los falsos románticos de esquina
por fornicarios y atorrantes.

A la libertad la forjo con vida.
El amor me lo como con calma,
y soy pan que come pan;
soy la risa y el contento del romanticismo,
no la suicida jornada del desalentado,
no el escudo de cupidines de feria
en el monte, o la plaza, o el casino.

Amo porque quiero liberar.
Amo porque protejo
y ensancho mi horizonte,
mi placer, mi dicha.

¡Sí que soy el caballero del individualismo
hecho de pan y mujer, de amor y niños y juegos y pasión en cielo y tierra.


¡Viva la vida de los hombres auténticos
del mundo, muérase el odio y sus miserias!
La soledad no me aterra, no la hay ad infinitum; ella me nutre, mas sí... hay fracasos y desilusiones,
pero nunca se es romántico sin haber
vivido el ser en desesperación
y nunca se es romántico, sin una mujer
a la diestra que te diga:
¡Hombre, despierta, canta, glorifícate en mí,
vibra en el cosmos, que te doy el OM de la alegría
para que vibres en el esquema sonoro de las aguas
y seas quark en la física del quantum y sus soles!

¡Qué bello es el placer aunque sea breve!
Ah sí, pero su belleza es eterna y nos compensa
y la Naturaleza da dos lamparones, los ojos
para que veas sus cuerpos, una nariz que magnifica
su aroma, unas manos que descarnan la caricia
para dar células complementarias de infinito...

Y la mujer nos desnuda.
¡Es lo maravilloso!
Que su desnudez nos intime
con tan intenso trámite de esencias,
que devuelva la progenie del topós uranus,
en la juventud de la alborada,
que nos haga sudar la gota gorda
por una jerarquía deslumbrante
en deleites del ser-ahí-sobre-su-reino...

Yo me transubstancio porque me necesita.
Me vinculo a la diosa de bellos vellos púbicos.
Me arropo con sus senos.
Acaricio sus dos glúteos fabulosos
que me enloquecen. Beso, por lo mismo,
las frutas de sus seno, su ombligo,
su púbis. Me reencuentro en sus pies.

Ella me reemplaza
con dulzura que gime,
con pasión que es la fiera del origen,
el alfa y la omega, el latido del corazón
que vibra en la molécula,
que vincula a las lunas,
a mares, a víboras, a bisontes,
a las Cuevas de Altamira, a glaciares
con azul de la más femenina transparencia,
siglo a siglo, milenio tras milenio...

Hay una dicha inefable en ser protagonista
de placer y belleza, de asombro y de pasión,
de alegría comunicante, de fiereza satisfecha.
Es una virtud roer de tales huesos y glorificarse
y lamer de esta experiencia,
oficiar en tales templos
al litar sobre la colcha
ofrenda de ninfa,
de mujer, de lingam-yoni
en vez de sobre piedra dura de rutina.

2. La salud

Para ustedes que meditan el ser
y me comprenden
y sospechan cuanto me obsede el erotismo,
la mitopoesía, les comunico:
Cobijad, como yo, el canto,
abrid sus ojos a carteles, a fotografías,
a las piezas escultóricas de griegos y neoclásicos,
a las niñas que pasan, a las chicas del campo,
mirad a las flores que están
en carne y hueso floridas
como arboledas y pradejones.

Amad a esa mujer que está en la casa
y todo lo que mencione sus símbolos, sus mitos,
su padecer y su alegría,
su necesidad y su capricho.

Todo es el saldo en la tierra de Don Nadie
de las que han sido luz en lo oscuro,
lo bello a la mano!
... por de pronto, revelo este secreto:
¡la salud existe!
y presenciarla en la piel, ajena o nuestra,
es dar ojos a los huesos
para que la sirvan desde adentro,
la gocen desde el tuétano y su calcio.

Vitalizada la sangre marchita
es resurtir las aguas en los sumideros;
es bendecir a las hormonas
(que son nichos de vírgenes y ninfas
y golfiñas, o gopis,
o doncellas tribales de las ansias,
las brujas preclaras de la seidad
y el misterio biótico de la verdad entitativa).

Meditador del ser,
salud es dar belleza a lo posible
y hacerlo es lo más supremamente grato,
conclusivo, compensante, ideal,
el poetizar que festeja su tesoro,
el placer que perpetúa su orgasmo.

¡Qué bella es la salud
de las mujeres y los hombres,
de los niños y los recién nacidos!
¡Qué bella es la hoja verde
por plena clorofila
y la sustancia más roja de los pétalos,
más que bella y la transparencia más blanca y bermeja
de las rosas, los claveles y las margaritas,
un gozo es, esperado beso!

Azul que sea la inmensidad,
azul de crisantemos, azul de océano,
azul la belleza acumulada
del que en el ser medita
y lo halla y lo ofrece
y lo declara por amor.

Yo soy un hombre azul,
romántico sin tristeza de todos los días.
Filtro el alcoiris desde la jolla subterránea
de mis ojos que se avolcana
en pos de su ilusión trayéndola a la mirada fija,
a ojos clavados en mujer, en cumbres,
en sueños más duraderos
que el hueso y su progenie.
Que el mundo degradado y sus mundanidades
post-históricas, publicitarias, indecentes...

¡Que se valga mirar como a las nalgas
de las niñas montareces y puras,
como a sus senos túrgidos y bocas vírgenes,
a lo bello de ese abrirse en esperanzas,
a lo prometedor de esa liberación en ciernes,
a lo necesario de ese restañido de ternura!
porque como sámagos abiertos y brotados
del occiso en el rincón más criminal del abismo,
brota siempre la posibilidad de lo más noble,
lo oculto, sanador, lo insolícito
que la psiquis estructura,
por amor a lo bello,
por mandato del Eros,
no en azar, sino en olvido.

La esperanza empuja la tapa
del vil caos, primitivo, olvidado
y por artificio de apego, hay cosecha
y se da color de pájaro a los cielos
y voz de truenos a las cumbres.

3. Dolor de parto

¡Qué bello es el dolor de parto,
sus continuidades de fruto,
sus fases intermedias que dan color
a lo finito, a lo incompleto,
sintáxis de futuro y genética
a partir de una raíz
infinitamente interconexa,
programada en libertad
para los cambios!

¡Qué bello el peregrinaje secuencial
y su finalidad cimera: la belleza es triunfo,
fruta madura y en boca saboreada
es del que come y comparte y bendice!
Casi todo dolor es social, innecesario.

Casi toda angustia es culpa, insuficiencia.
... pero ustedes que meditan sobre el ser
y han sido buscadores, testigos, héroes
dentro de este despliegue tan duro de potencias,
¡sed pacientes, yo lo soy
y me duelo a veces hasta ese coño
del hastío... Derramo bilis...
tendrán que haber descubierto como yo,
asidos al dolor de crecimiento todavía:
la larva no es destino,
en todo hay metamorfosis,
el viaje no cesa.

El dolor se deja atrás en favor de la canción
que se derrama en la vagina de lo hermoso.
No hay tristeza que permanezca en lo oscuro
sin fluirse al útero de gracia,
a la desnudez vamos, echamos el ropaje
de tirria y de tedio, pies abajo,
nos pegamos a ese cuerpo que hay que lamer como sol sátiro, caliente de vibra y escozores,
hasta que cese cada límite de prohibición y cuita.

¿Que ella correrá como patas de cabras,
que se esconderá de la voz que la llama?
¡Mentira de la Maya, la voz de lo bello
es invencible, su raíz ardiente,
su premio seguro y exquisito!

La mujer es redención en sentimiento
y subirá a la hamaca del deseo
como si la llamara el aire de los bríos
y ¿quién hay? ¿alguno
que pueda nadar contra corriente
cuando la mece con ternura
el deliquio más gentil de la carne,
su espíritu que da voces, compañía,
otredad de universos plenos y armoniosos?

Meditador del ser, flauta en boca,
con mi canto paso los besos del futuro,
doy el abrazo de esta mañana,
en la tibieza de esta noche
en la cueva de los faunos.

A pesar de la rémora que detiene mi voz
y de las tinieblas que cercan el diálogo,
ahí anda despierto
un ser cachondo, crítico,
un ser-acompañante
un ser en pos de amor
y de belleza
y orden
y poesía.

2-6-1996

Publicado en Voz Al Mundo en Septiembre 28, 2006

*

Carlos López Dzur / Correo

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