La lucha por los pastos

Por José Luis San Martín

Catedrático de Historia Medieval. Universidad Complutense de Madrid

 

Introducción Los concejos La trashumancia Salamanca y Cuenca Caballeros y ganadería

 

 

 

Introducción

 

Aunque hay escasas referencias al ganado en la documentación anterior al siglo XII, la ganadería es una de las bases económicas de los reinos cristianos peninsulares, como se deduce de que las ovejas, junto con el grano, sean medio de pago en una sociedad donde escasea la moneda.

La situación político militar favorece el desarrollo de la ganadería sobre la agricultura: una sociedad amenazada por las incursiones musulmanas protege mejor el ganado, por su movilidad, que los cultivos.

A medida que las fronteras avanzan hacia el Sur, la solución ganadera se impone como único medio de explotación de las grandes extensiones de tierra incorporadas en los siglos X-XIII, que no pueden ser ocupadas con pobladores sedentarios -agricultores- porque los reinos cristianos carecen de suficiente población.

 

Los concejos

 

Insuficiencia demográfica y situación fronteriza, junto con el valor económico del ganado, resultan factores determinantes del auge de la ganadería en todos los reinos del Norte, y de modo especial en los reinos occidentales (León, Castilla y Portugal), que  amplía considerablemente sus territorios entre el siglo X y los años centrales del XIII.

Por razones económicas y militares (es preciso defender con las armas el ganado, y sólo quienes tienen medios pueden hacerlo), los mayores propietarios de ganado son los monasterios-iglesias, los grandes nobles y, desde el siglo XI, los caballeros de los concejos surgidos a lo largo del valle del Duero.

Estos crean e impulsan las mestas locales o agrupaciones de ganaderos, que también existen en los concejos aragoneses, catalanes y valencianos, aunque menos desarrolladas que en los reinos occidentales.

En libertad, el ganado se desplaza continuamente en busca de los mejores pastos; sometido al hombre, éste se preocupa de favorecer la tendencia natural y de asegurar a sus ovejas, cabras o vacas pastos de invierno y de verano.

Este sentido tiene, por ejemplo, la política de adquisición de tierras que realizan en el siglo X el monasterio leonés de Sahagún o e el siglo XII los monasterios catalanes de Poblet y Santes Creus, según ha demostrado José María Minguez y Manuel Riu.

Uno y otro aspiran a ser autosuficientes, a disponer de tierras propias desde la montaña leonesa a Tierra de Campos o desde los Pirineos al Campo de Tarragona, para que el ganado paste en todas las épocas del año.

Menos afortunados y obligados a compaginar agricultura y ganadería dentro del término municipal, los concejos buscan una salida en la ampliación del territorio, a costa de los musulmanes o en perjuicio de los concejos limítrofes.

Las milicias concejiles, formadas por guerreros-pastores, se encargan de defender el territorio y de realizar las ampliaciones posibles. Con el tiempo, estos guerreros -conocidos con el nombre de caballeros villanos o populares- recaban para su grupo la dirección del concejo, se reservan en exclusiva los cargos de jueces y alcaldes y los utilizan para ampliar los derechos de los ganaderos: quedándose con determinados terrenos, atribuyéndose los beneficios derivados del uso de los pastos por ganado ajeno y organizando la trashumancia cuando los pastos propios son insuficientes y la situación militar permite llevar el ganado hacia el sur.

Una simple enumeración de los conflictos por el aprovechamiento de pastos (entre monasterios y concejos, entre centros eclesiásticos o entre concejos) haría este artículo interminable.

Baste recordar el pleito entre los infanzones del valle de Orbaneja y el monasterio de Cardeña, en el que actuó de juez el Cid Campeador (1073), o en las actuaciones de los hombres de Castrojeriz, quienes basándose en el fuero del 974 que les autorizaba a proceder contra quienes se apoderasen de su ganado, no dudaron en atacar a miembros de la gran nobleza ni en dar muerte a sus servidores.

Los enfrentamientos entre concejos y el predominio de éstos de los caballeros se acentúan en el siglo XII, al hacerse más necesario el control de los pastos. En algunos lugares, como Sepúlveda, se prohibe labrar o poblar las tierras más alejadas, el extremo, que se reservará a pastos.

No faltan los acuerdos entre concejos para aprovechamiento común, aunque es preciso recordar que estas avenencias se producen casi siempre tras enfrentamientos armados o pleitos judiciales, como en Guadalajara - Uceda, Cuéllar - Peñafiel, Valladolid - Peñaflor.

Quizá el caso más claro de enfrentamientos entre concejos sea el protagonizado por Segovia y Madrid desde mediados del siglo XIII, con saqueo y destrucción de aldeas, robo de ganado y muertes.

Sobre las ventajas que el control de los pastos proporciona a los caballeros es suficiente recordar que las dehesas concejiles se reservan, en primer lugar, al ganado caballar y mular -de guerra- y, sólo en segundo término a vacas y ovejas de los vecinos de la villa o ciudad.

Cuando se admitía ganado ajeno se cobraban derechos que, en el caso de Sepúlveda, se distribuían entre quienes tuvieran caballos valorados en veinte maravedíes y no fuesen menestrales, es decir, entre los caballeros villanos.

La adquisición de nuevas tierras de pastos no bastaba cuando crecía el número de cabezas de ganado. Ofrecía además dificultades por las resistencias que generaba, por lo que se hizo necesario buscar nuevos sistemas de obtención, si no de loa propiedad, al menos del derecho de uso de pastos ajenos.

La fórmula más fácil, a la que sólo tuvieron acceso grupos privilegiados, consistía en lograr del monarca autorización para que el ganado de iglesias y monasterios -muy raramente el de los concejos- pudiera pastar en todo el reino o donde pastase el ganado real.

Con frecuencia, la concesión regia iba acompañada de una protección especial al ganado y de la exención de impuestos de tránsito; pero ni siquiera la protección real garantizaba el pacífico disfrute porque los privilegios emanados de una cancillería no organizada se contradecían entre sí, el ganado cruzaba tierras concejiles, eclesiásticas o nobiliarias cuyos dueños ofrecían fuerte resistencia al paso y disfrute gratuito de los pastos.

 

 

La lucha por los pastos

José Luis San Martín

El honrado Consejo

Julio Valdeón

Negocio lanero y vida pastoril

Ángel García Sanz

 

 

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