"La Prosperidad."
Cuando calificamos
la prosperidad, el éxito de una persona y por ende la
felicidad, lo hacemos siempre en base a un único parámetro
de medición: el dinero. Pensamos que una persona es próspera
si ha logrado acumular una gran cantidad de bienes materiales.
Nos basta ver que alguien tenga una buena casa, un carro de lujo
y muchas tarjetas de crédito para pensar que a esa persona
le ha ido bien y que lleva una vida de éxito. Nunca nos
hemos detenido a pensar en el costo que talvez tuvo que pagar
para alcanzar ese aparente éxito.
Al contrario,
si vemos que alguien no tiene mucho dinero ni posesiones materiales,
concluimos que no ha tenido éxito en la vida y las más
de las veces preferimos no tomarlo en cuanta y hasta ignorarlo.
La prosperidad
nunca debe medirse sobre la base de este solo parámetro.
Peor todavía que ese parámetro es de carácter
físico o material. Ser rico no significa tener abundancia
de bienes materiales y ser pobre no significa no tenerlos. Los
parámetros que debemos utilizar para medir la verdadera
riqueza de las personas no deben ser estrictamente materiales,
sino aquellos más profundos y sustanciales que sopesan
el verdadero valor de sus sentimientos y efectos espirituales.
Una vida de paz, una buena familia, un hogar bien establecido,
un cuerpo y una mente sanos, la sencillez, la cultura, la entereza
de alma, la entrega por el trabajo digno, la calidez de los amigos,
el amor de los padres, por los semejantes, etc. son tesoros
que muchas veces abandonamos para ir en pos de la simple riqueza
material.
Nadie dijo
ni ha dicho hasta ahora en el lecho de muerte: "hubiese
querido dedicarme más tiempo a mi negocio o a mi trabajo".
Al contrario, todos reconocen, aunque sea demasiado tarde, que
hubiesen podido dedicarle más tiempo a cosas más
importantes, los padres, los hijos, la familia.
Bien dijo Jesús
hace dos mil años:
"No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla
y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde
esté vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón".
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