Camina largo.
Vuelve de tus pasos 
Y mírame tranquila.
Erízame la piel con tu sonrisa
Cubriendo con tus besos mis heridas.

Esas laceraciones que ayer fueron
El malestar eterno de mi vida.

No permitas
Que de la vida huya
Malhadado,
Y del quebrantado recuerdo
De tus cuevas sibilinas
Desterrado.

Expláyate de nuevo en mis arenas
Y abrásame de amor.
Conmina mis aguas con tu piel 
Y déjame aspirar
Tus delicados aromas
Por la postrera vez.

Deja que mi lluvia mansa
Se deslice por tu sino
Hasta agotar los zumos de mi cántaro
Y recitarte a solas, al oído, 
 ¡Mi niña! Cuanto te amo.

Permíteme pedirle al Dios del ser 
Mantener tu presencia
Revivida en cada amanecer,
Cada mañana y cada noche de mis días,
Para vivir fijado
Como hiedra a tu carne
Y devorar de la nostalgia tu energía.

Hasta que el tiempo muera
Por fin, 
Sin tu presencia
Y acabe para siempre…
Mi querencia.

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