"Cándida."

 

MONOLOGO EN UN ACTO DIVIDIDO EN DOS CUADROS

AUTOR: Eddie Ferreira

PERSONAJE UNICO: Cándida

CUADRO I

Una calle del Village, un muro, un farol.

Una mujer, Cándida, está junto al farol. A pesar de sus cuarenta años aun conserva vestigios de remota belleza ajada, casi destruida por el alcohol y el desamparo, esa enigmática belleza de acentuados rasgos latinos la hace atractiva. Una mirada basta para comprender la vida que lleva: soledad, trasnoche... y angustia.

Cándida: (Mira al público en silencio, sus labios denuncian amargura profunda)
¡Hablarme de moral! Cuando el profesor de inglés vino a casa yo ni quería verle, yo no quería verle, no quería verle. (Con voz de reproche.) ¿Por qué me obligaron a recibir sus clases remediales? ¿Por qué? (despectivamente) Hablarme de moral!
Se encamina al centro de la escena y grita con altivez, como si respondiese a una advertencia.
¿No puedo recorrer el village a estas horas? ¿Quién me prohíbe hacerlo? ¿Cuál ley? han cerrado acaso las calles a los pobres solitarios como yo? (Humilde.) ¿No comprenden que tengo que caminar, pensar, olvidar, caminar...? No molesto a nadie. Deseo, tan sólo, andar de un lado para otro. Llegar hasta esas zonas alegres y ruidosas donde las hordas luminosas, la música y la noche se confunden.

Se dirige a alguien que se supone pasa a su lado. ¿Me da un cigarrillo? (Hace un gesto de resignación contestando "no importa" a la respuesta negativa que parece recibir.) Volviéndose airada.
¡Eah Cop!, ¿qué de malo hay en pedir un cigarrillo? ¿es eso molestar a la gente? (Con amargura y duda.) Tal vez.
(Habla, dirigiéndose al sacerdote que estima estar junto a ella.)
¿Por qué? ¿Quién es usted para hablarme de moral? Si usted también tiene sus pecadillos padre? No soy una buscona... que no, no soy de ésas...
(Con orgullo. En un intento por tener orgullo de algo.) Soy Cándida. La inmigrante latina. (Cansada.) Solo quiero caminar, pensar, olvidar, caminar...
Padre, ¿tiene otra vez que sermonearme?, ¿he cometido algún grave pecado? (Justificándose.) Si yo no he hecho nada malo. Escuche bien... nada malo...
Se cubre los oídos para ahogar las palabras que parece escuchar. Desconcertada.
¿Qué sé yo lo que es bueno o lo que es malo? ¿Por qué tenían que buscarme un profesor de inglés? Yo nunca entendí el inglés. Yo nunca entendí nada. `
¿Cómo entonces pretender que entienda de moral? (Hastiada.) Déjeme en paz. ¡Que me dejen!
(Cambia su rostro triste. Ahora avista a alguien y con llama de seducción en sus ojos) Hi, boy, have you a cigarette?
(Conforme) That's 'Okay. (Intencionada.) ¿Te espera alguna amiga? (Guiña un ojo, flirteando.) Oiga handson estoy sola y tengo tiempo libre. Me gustaría pasar la noche con un verdadero macho americano. ¿Qué opinas?
(Escucha y luego agrega, ofendida.) ¡Baa! Sigue tu camino, necio! ¿Qué piensas de mí? ¿Quién supones que soy? No tienes cigarros. Tampoco dinero. ¡Vete al diablo! marino impertinente (Para sí.) ¿Cómo pretende que malgaste la noche con él, un marinerito borracho y apestoso, sin dinero, ni cigarros?
(Vocea como si lo viera alejarse) (señalando su cuerpo con las dos manos) ¿Supones que éste es tu Paraíso, donde los sueños y las pretensiones se te hacen realidad?
(Con una: risita burlona se vuelve a alguien que imagina a su lado, un amigo muy querido.) Leonardo, él fucking marine creyó que había encontró su Paraíso. ¡Paraíso! ¡Después del sermón que me dio el cura al encontrarme sentada en el atrio de la iglesia!
(Sincera.) No había bebido, por Dios? Sólo estaba cansada. (Con un suspiro de hastío.) Cansada de caminar, de pensar, hastiada de trajinar.
(Sin comprender.) ¿Por que hablarme de moral? Otra vez con el mismo cuento de la dichosa moral? Todo por acomodarme un ratito con cualquier caballero que me facilite un poco de licor, cigarros...y un poco de dinero. ¿Por eso soy yo inmoral?- Oh Boy!... (Vacila.) Quizás.
(Con ansiedad). Diga, Padre, ¿quién es moral? Muéstremelo, (indicando con el dedo) señálelo por favor, acaso ese ejecutivo con camisita blanca o esa señora tan empingorotada ja ja! mire ese mink? quien sabe cuantas noches le costó, talvez hasta con su propio marido. Que va!

¿Quién? Entonces quien? ¿Acaso usted Padrecito? Acaso usted lo sabe? (Reflexiva.) Si usted es el que oye los pecados de todos los corazones y hasta los perdona por unas cuantas monedas. Pero yo no tengo monedas, por eso tengo que ir en su busca cada noche para pagar los biles, caminando por las calles alegres transigiendo mis tristezas

(Se defiende. Acusadora.) Pero, ¿y ella, Anita, que se asomaba a la ventana cuando el profe salía de mi casa y le hablaba bonito y le coqueteaba enrolándose las pestañas? ¿y el señor de esa noche, que se bajó del auto y prometió llevarme junto a Leonardo?

¿y mi vecina Gertrudis que dejaba a sus hijos en casa de mi mamá para ir a ponerle los cuernos a su marido? ¿Ellos sí son morales? (Titubea.) Si, Tal vez, si.
(Incisiva) ¿Y el marido? Eh!, que se apretaba a la secretaria sobre el escritorio hasta dejarla casi sin respiración
(Desesperada) o ese maldito policía que me acosa cuando me ve todos los días y me agarra las partes cada que disimula una requisa?
¿Eso Padre? Eso si es moral? (despectiva) Nooo. Eso no padre, No!
(Indecisa.) Bueno, tal vez, sí, ellos tienen un espacio en la sociedad y aparentan altruismo ¿Que sé yo?
(Ingenua.) ¿Pero yo acaso soy inmoral? ¿Quiénes así pueden juzgar mis acciones? (Con un gesto de incomprensión.) Pero ¿Dónde están los morales?

(Burlona) ¿Aquellos que se emborrachan con vestidos bonitos? Ah! Es que los que usan bonitos vestidos, no se emborrachan nunca, solo se marean socialmente. (Apenada.) Pero yo no tengo vestidos bonitos. Hace mucho tiempo que no los tengo, desde que mi mamá me compró ese bordado de tafetán con encajes para el día de mis 16. (Compungida) Y sin dinero no frecuento buenos sitios. Talvez por eso soy inmoral.
(Levanta su índice y señalando al sacerdote imaginario con resentimiento.)
Sí, Padre. Usted me dijo que no entrara a la iglesia.
(Insegura.) ¿Fue eso lo que dijo, Ya no recuerda?
(Se disculpa.) No. No fue usted quien me llamó borracha. No. Estoy equivocada.

(Se vuelve rápidamente como hacia alguien que pasara a su lado, diciendo con expresión marcada e infantil)
¿Me das un cigarrillo baby, por favor?
(Enojada.) ¿Qué ocurre esta noche, Carajo! Nadie tiene un cigarrillo para mí? (Arrepentida.) Perdón, Padre. Usted no me llamó borracha. Fueron ellos... y esos franceses.
(Con ligera curiosidad.) ¿Por qué cantan los turistas franceses?
(Critica con asentimiento) Ellos también son morales, vienen a gastarse los dólares, (resobando los dedos).
(La angustia se apodera de ella.) ! No me atormente más Padre! Que no me quiero confesar. (Firme en sus palabras.) ¿De qué tengo que arrepentirme? Ningún remordimiento me perturba. Yo no tengo la culpa, de quien es la culpa? No, no quiero culpas (Llora.)

(Se deja caer bruscamente sobre el banco que descansa bajo el farol. Guarda silencio unos segundos pensativa, mira con vaguedad, sin punto fijo).

(Lentamente continua la conversación) Quizás sea verdad que estoy borracha, debe ser el éxtasis. Pero, ¿que importa? Yo, desde mucho entonces, significo nada.

Se quita los zapatos y permanece sentada, con la postura de una niña con las piernas entrecruzadas.

(Inspirada y soñadora)Cuando me case será una gran boda. (Suspira).
(Tierna) ¡La pureza de el traje de novia laaargo arropará mi cuerpo!
(Como si se dirigiese a una amiga.) Anita, ¿tú crees en el amor?
(como recibiendo respuesta positiva) Yo también.
(Con entusiasmo afirmando con la cabeza reiteradamente) ¿No te enternecen los altares vestidos de azucenas? A mí me hacen temblar de emoción.
(Maravillada) ¿Y las palabras de unión del celebrante? ¿Has escuchado algo más solemne y hermoso? (Tatarea la marcha nupcial) tan tan tatán, tan tan tataaaan
Yo quisiera algún día escucharlas para mí.
(Pausa. Se vuelve repentinamente como si fuera interrumpida.) ¿Romántica? Claro que lo soy. Amo todo lo que haga sentirme más humana.

Se queda pensativa y después mira a sus supuestas amigas con picardía.
Hace unos días tropecé con Leonardo y me invitó a un helado.
¿Saben cómo dijo? (Sobré expresando) "Icecream.
(Más tranquila) El estudió hace tanto tiempo inglés conmigo en el Instituto. Si pensara seriamente en casarme algún día lo haría con Leonardo.
(Frunce el ceño.) No te enfades, Anita. ¿Qué culpa tengo de que yo me haya preferido? Es que lo entiendo mejor que ustedes. Sé decirle "yes" cuando me pide un beso y le contesto "right now" cuando estoy de acuerdo con sus ofrecimientos. Ustedes no le entienden porque no saben inglés.
(Soñadora, pero tratando de no tomar una actitud romántica) Me gusta Leonardo. Siempre me ha gustado desde cuando éramos compañeros en el instituto. Me gusta mucho y voy a casarme con él algún día, de eso estoy segura.
(Se sorprende como si escuchara una pregunta.) ¿Cómo? ¿el profe de inglés? qué tiene que ver el profesor de inglés con Leonardo?

Se levanta, furiosa y mira hacia abajo como si contemplara a su amiga todavía sentada. No menciones otra vez a eso maldito profesor. No quiero oír hablar mas nunca de él.
(Con enojo fehaciente.) ¿Por qué tenía que violarme? ¿Por qué tuvo que acusarme de acoso con la principal? Si él era el que me acosaba y yo ni comprendía,
(con atribulado interés y odio) recuerdo que metía sus dedos fríos y grasientos debajo de mi falda, solo atinaba quedarme petrificada, hasta me amenazaba si decía algo.
(A manera de chisme) Y cuando se desató el escándalo, porque Ana lo vio acurrucado sobre mí en el traspatio de la escuela y salió en volandas a soplárselo a la principal. Fue cuando comenzaron a tildarme de inmoral y hasta me echaron de la escuela y me dieron azotes y me prohibieron volver a hablar con Leonardo, que era un chico gentil que me ayudaba desinteresadamente con el maldito inglés. (Enternecida) desde ese entonces ya soñaba casarme con Leonardo. Porque yo ya lo amaba sin saberlo.
(En tono de reproche entristecidamente) ¿Por qué impidieron que nos amáramos si con Leonardo todo era tan hermoso y me sentía segura?

Se escuchan las primeras notas de una marcha nupcial. Se repiten. El rostro de Noemí se ilumina de felicidad. Hubiera sido hermoso tan casarse con Leonardo. ¡Hubiera sido tan hermoso! Otra hubiera sido mi vida. (Suspira)
Camina con desgano hacia el farol y apoya su cabeza. Luego parece despertar al sentir pasos junto a ella.
Hey, boy, have you got a cigarette? (Con enojo.) ¡Qué noche ésta! Nadie tiene un miserable cigarrillo. ¿Qué, el Tío Sam prohibió al fin los cigarrillos?
Se desprende, con un movimiento brusco del brazo, de alguien que pretende apresarla. (Y le vocifera enfadada)
¡No me toques, marino repugnante, que soy una mujer decente, no ve? ¡Apártate de mí, asqueroso!
(Para si. Al verlo alejarse.) Borrachos repugnantes. Encuentran una mujer sola de noche y se creen con derecho a manosearla. Suponen que todas las mujeres son monumentos públicos sobre los que pueden acostarse.

Se regocija al escuchar nuevamente la marcha nupcial. Luego se sienta en el suelo, sobre sus piernas, como una jovencita y reinicia la conversación con sus amigas.
El profe inglés me dijo una vez que yo era hermosa. Me lo dijo así... como si me señalara que mi problema había sido resuelto. Me lo expresó falsamente pretendiendo ser honesto,
(humillada) como si no me acordara de sus manos frías y grasientas resbalando sobre mis muslos.
(Entrando en llanto) Me miró paralizada, me tomó la mano yerta con denodada suavidad y me repitió que estaba hermosa.
Fue como una semana antes del escándalo, cuando la principal no creyó mi inocencia y me expulsó de la escuela,
(llorando amargada asevera lentamente) también mi mamá me botó de la casa. (Con rabia entre dientes) fue ese el día que me violó, maldita sean las clases remediales, maldita la principal que lo mando a mi casa. Estúpida la confianza de mi madre.
(Con más rabia) escuchaba sus vulgares jadeos entrecortados retumbando en mi oreja, mientras yo inerme lloraba sordamente sobre el tapete del comedor (desconsolada) ¿Qué tenía eso que ver con el inglés? ¿Tienen que decirnos los profesores que somos hermosas?
(Ingenua.) Y a mí no me gustaba ni poquito ese vejete.
(En tono bajo y confidencial, sonrojada.) ¿Les he contado? Otro día me rozó un seno con intención en el aula de clase y entonces... Entonces me di cuenta por qué se había alejado Leonardo.
(Violenta.) Fue aquel maldito quien le inventó a mi mamá que yo tenía algo con Leonardo.
(Mordaz) ¿Y que hizo Leonardo cuando lo acusaron? Se defendió en inglés. Siempre hablaba en inglés y se defendió en ese idioma como para que no le entendiese. (Como buscando una explicación lógica.) ¿Por qué tenía que hablar en inglés?
(Con aflicción y tristeza) Leonardo se apartó para siempre de mí y en cambio, el vejete se acercaba más a mi con sus soterradas intenciones y yo no entendía lo que estaba fraguando.

Una cierta inquietud altera su espíritu.

Padre, debo confesarme. Pero no esta noche. 'Esta noche, no. Estoy borracha. bien, Padre. Muy bien. Tiene razón. No debo sentarme en la puerta de la casa del Señor... estando borracha.
(Confundida.) ¿Quién soy yo? ¿Quién? Tal vez una inmoral, si una criminal. (Y llora desconsoladamente)

Reprende a su amiga, con tono juvenil.

Anita, no. Yo amaba a Leonardo. De verdad no sentía sino asco cuando el profesor de inglés ponía el libro a un lado y dejaba deslizar su mano entre las mías.
Me asustaba, era tan sistemático como llegar a las resoluciones de los exámenes.
Para mi sus caricias eran todo un problema indisoluble, que sólo él, como profesor, creía solucionar.
Yo quería a Leonardo y se apartó de mi, cuando todos parecían oponerse a nuestro amor, (interrogante) porque yo si lo amaba sin saberlo, pero resolvió marcharse. Siempre es más fácil escapar, lo difícil era enfrentarlo... ¡y yo ya estaba decidida! Pero se fue y me dejo a solas con mi ignorancia, sabía como ayudarme con los deberes, pero no supo como ayudarme con la vida cruel y perversa que se me venía encima.

Vuelve su cabeza al ser sorprendida por una inesperada invitación.
¿Que suba a su auto? ¿Porqué tengo que montar en su auto, señor?
-No lo conozco. Yo. . . Yo voy en busca de Leonardo. Es a Leonardo a quien deseo encontrar, señor. ¿Por qué me invita a subir a su auto?
(Pausa en que escucha atenta y luego agrega.) ¿Qué adónde voy?
(Indica con la mano derecha hacia la izquierda.) Allá. (Rectifica.) No, no.
(Señala con la mano izquierda hacia la derecha.) Creo que hacia allá.
(Con incertidumbre.) No se. No sé, ciertamente.
(Intranquila.) ¿Sabe dónde esta Leonardo? ¿Ha oído hablar de él?
(Sorprendida.) ¿Me llevará en su auto? ¿Adónde, señor? (Con alegría.) ¿Junto a Leonardo? Ja ja ja (Ríe)
(Se detiene súbitamente desconfiada.) Pero a usted no lo conozco. (Con recelo.) Sí. Soy Cándida, Me llamo Cándida. ¿Me conoce hace tiempo?
(Sonríe halagada.) ¿También usted opina que soy hermosa?
(Ávida.) ¿Y a Leonardo cuanto hace que lo conoce? ¡Qué extraño! No sabía que nos conocía, que nos apreciaba tanto. ¿Y dice que va a llevarme con él?
(Se pone de pie.) ¿Sabe dónde está?
(Avanza un poco como si aceptara la invitación y se dispusiera a subir al auto.) Gracias, gracias.
Grita y manipula como en una lucha.,
¡No! ¡Déjeme, Déjeme salir! Quiero huir ¿Por que me ha traído aquí? Estamos muy lejos de la ciudad. ¿Dónde está Leonardo?
(Llama con atribulación) Leonardo, Leonardooo donde estas?
Usted quiere hacerme daño señor, por favor Suélteme! No me toque, suélteme, Déjeme (Llama desconsolada .) Leonardooo ¡Leonardooo! ,

Volviéndose con dulzura hacia sus amigas que parecen haberse marchado.
¿Dónde están todas?
¿Se han ido?
Anita, Ligia, Rosaura, ¿dónde se encuentran? ¿Por qué me han dejado sola? (Desilusionada.) Se han marchado (Desconsolada.) Y ahora, ¿qué voy a hacer? Nunca me habían dejado sola de repente. (Sin entender.) ¿Por qué se han separado de mí? ¿Por qué me abandonan?

Su mirada es grave y su voz censura con pesadumbre
Usted me ha hecho daño. Ha mentido.
(Pausa. Con extrañeza.) ¿Vivir aquí?
(observa a su alrededor.) ¿Quedarme en esta casa? ¿Con usted?
(Arrogante.) ¿Por qué? ¿Por qué tengo que quedarme a vivir con usted? ¿Dónde está Leonardo? (Llorosa.) ¿Por qué me ha hecho daño? Porque me hacen daño si solo quiero ser feliz aunque sea un poquito.

Se transforma repentinamente y con una expresión de orgullo expresa:
!Voy a tener un hijo! ¡Voy a ser madre!
(Con manifiesto alborozo.) Anita, Ligia, Rosaura, voy a ser madre.
(Se aflige.) Ah, ya no están aquí. Se han marchado. ¿Por qué se han ido todas?
(Casi triste, con un murmullo monótono.) Voy a ser madre, Leonardo. Mamá voy a ser mamá, (entre sollozos) profe voy a ser mamá.

Una pausa larga

(Luego, Natural y comunicativa.) ¿Sabes una cosa, Leonardo? Me gustaría tener un hijo tuyo.
(Como revelando un secreto íntimo.) ¿Sabes? Siempre pensé en casarme contigo, Leonardo.
(Comprende al fin.) ¡Ah, si! Fue por la escuela, por la principal, por el vejete de inglés. Ese maldito nos estropeo la vida.
(Ligeramente intrigada.) Pero, si no es de ti, ¿de quién, entonces, voy a tener un hijo? Del profesor, que asco! porque contigo solo tuvimos lindos sueños. No, no. Pero mi bebé no tiene la culpa.
(Parece escuchar que alguien le habla.) ¿Cómo dice, señor? ¿Subir a su auto? (Concluyente.) !Ah! sí, voy a tener un hijo de un auto. Ja ja ¿No es gracioso? (Y llora)

Con súbito contento.
Hay, boy give me a cigarette, please. Give me a cigarette.
(Corre fuera de escena como si persiguiese a alguien hasta alcanzarlo. Después regresa con un cigarrillo que Lleva a los labios.)
Gracias, amigo. A1 fin consigo fumar. Creí que nunca pasaría un gringo con cigarrillos. (Torna una bocanada y arroja una humareda.) ¡Qué alivio me produce! Aunque se que me mata. (Lo arroja al piso y lo pisotea fuertemente)

 

Fin del primer cuadro

 

CUADRO II

 

la habitación de Cándida.
(Una cama con mesita de noche del otro lado un tapete y un sofa, una mesa con asientos botellas y vasos con licor a medio tomar.)

Al entrar a su cuarto Cándida observa todo con desprecio. Después arroja sus Zapatos junto a la cama y se encamina a una mesita donde hay una botella. Se sirve un trago y bebe. Pasa la mano por su rostro y llora. Se deja caer relajada sobre el lecho y mira a1 suelo. Luego, comienza a mover un pie sobre la pequeña alfombra acariciándola, provocativa, en un juego sensual pero despreocupado.

(Se pregunta a si misma, acaso sin importancia)

¿Que habrá sido de Leonardo? (Ahora intrigada.) ¿Qué ha sido de Leonardo?
¿Qué del profesor de álgebra?¿Y mi mamá? No sé. No se. Nunca he vuelto a saber de ellos.
(Como un regaño.) Juanita, no vayas a jugar ahí fuera. No juegues con esos muchachos que son muy mayores. Vamos, entra. (Autoritaria.) Entra, Juanita. No quiero que te hagan daño yo tengo que cuidarte mi dulce amor.

(Volviéndose. Con naturalidad.) ¿Sí? ¿Por qué no? Claro que debo quedarme a vivir con usted. Ya! no sé adónde ir ni por qué tengo que encontrarme con Leonardo. Todos quieren que permanezca a su lado para siempre. ¿Aquí? ¿En esta casa? Es su casa, ¿verdad? Es muy bonita, tan apacible, tan íntima.
(dirigiéndose al público) ¿Lo han notado?
Los ruidos de los autos a lo lejos en la carretera, el birp birp de los pájaros en el jardín, hasta el gorgoteo de la fuente en el patio todo tan lindo. Da gusto vivir aquí. Claro que seguiré aquí, da gusto vivir aquí.
Sencilla. Habla con la misma alegría con que se da una buena noticia) ¿Saben que voy a tener un hijo? !Oh, cierto! Ya están enterados. Se los repito una y otra vez, es por culpa de mi felicidad. (Satisfecha.) Es que voy a tener un hijo!
Claro, claro que lo saben.
(Como una niña mimada.) ¿Por qué tarda tanto en venir a vernos Juanita? siempre me pregunta por ti. Estamos tan solas, muy solas aquí. Todo queda distante. Nos sentimos tan olvidadas y apartadas del mundo.
(Insiste nuevamente en sus pensamientos.) ¿Y qué fue de Leonardo? Ah, nunca más volví a preocuparme por el amor desde que comenzaron a inquietarme otras cosas, (Complacida.) Juanita se parece a Leonardo. Se parece mucho. ¿Mucho? A ver... (Se levanta y va hacia la mesa de noche.) Vamos a comprobar si realmente sé parece a Leonardo.
Abre una de las gavetas y saca un retrato que observa con desilusión. regresa hacia la cama, se sienta, toma en su mano una muñeca semidestrozada y compara Oh, no. No se asemeja en nada a Leonardo. Es idéntica a mi. Quiero decir, en mis mejores tiempos.
(deja la muñeca nuevamente sobre la cama y se queda contemplando absorta el retrato.) También se parece a mí madre... Se parece en los ojos. ¿De qué color tenía los ojos? Ya casi no recuerdo el color de sus ojos. A ver. . . (Alcanza un espejo y se mira.) Yo tengo los ojos negros. Y Juanita?
(cogiendo la muñeca nuevamente) Juanita tiene los ojos verdes.
(Sorprendida) Entonces no se parece a mí en los ojos. Se parecer... a mi mamá. Ella como que sí tenía los ojos verdes y la mirada ansiosa e interrogante...
(Cariñosa y maternal exhibiendo la muñeca al público) Esta es... Juanita, mi hija adorada.
(acuna la muñeca en sus brazos y la mece como a un recién nacido.) Duerme, niña mío. Duerme, niña mío. (Tararea una canción de cuna.)

Se interrumpe. Su mirada se llena de terror y grita con voz ahogada apretando la muñeca contra su pecho.) No la toque ¡ No la toque, no le haga daño. Aquí estoy para defenderla. No puede llevársela. No, noooo... (Lanzando la muñeca al suelo)
(Suplicante.) No me dejes, Juanita. Es mía también. ¡Es mía también!

Se escucha el ruido de un auto que arranca y se pierde en la distancia.
Bueno, tal Vez estoy equivocada. Quizás no sea mía. Quizí sea del auto, y el auto se lo llevó.
Recoge la muñeca nuevamente. Esta es Juanita. Digo, ésta ya no es Juanita. Hace tiempo que ya no es Juanita. Aquí tenía cinco años. ¡Cinco años! (Razonando.) Pero Juanita no tiene cinco años. Juanita es toda una mujer... Juanita tiene ahora... (Calcula con ayuda de sus dedos.) Veinte años. (Maravillada.) ¿Veinte años? ¿Mi virgencita tiene ahora veinte años?
Entonces yo no soy Cándida. Ahora soy una vieja... (Con espanto.) No. No soy vieja. (Coge nuevamente el espejo y se mira con horror.) Yo aún soy joven. Necesito ser joven. ¡Aún soy joven! Necesito ser joven!

Se pone de pie y camina nerviosamente de lado a lado
Leonardo, no consientas que Juanita venga a visitarme. No quiero que me vea así. Ahora estoy tan distinta. Ella se avergonzaría de mí. Leonardo, por favor, no permitas que me vea. Estoy vieja, fea, despreciable. (Implorante.) Te lo ruego. Leonardo, no dejes que me encuentre.

Se detiene bruscamente y escucha como si tocasen a la puerta.
Es ella, Tocan a la puerta. Es Juanita que viene a buscarme. Ella sabe que soy su madre. Viene a conocerme.
Va hacia la puerta, al fondo, con recelos) ¿Quién es? ¿Quién llama?
(Escucha.) No. Ella no está. Cándida no vive ya aquí. Se ha mudado no sé adónde. No sé adónde se haya podido mudar.

Volviéndose al público. Es ella, Juanita, la niña de mis ojos que quiere conocer a su madre. Quiere conocerme a mí. Como me encontraría?
(interrogativa) Que quien es? Clarita
(Con malicia, confidente, en secreto.) Claro, ha cambiado su nombre para que no descubra que es ella. (En broma.) ¿Cómo dijo llamarse? ¿Clarita?
(Sonríe maliciosa:) Dice que se llama Clarital, pero en realidad se llama Juanita y es mi hija.(lo dice con orgullo) (Ahora compungida.) ¡No quiero que me vea! No puede verme así. Esa no es la madre que ella espera, esta es solo la madre que le deparó el destino, que la ama sobre todas las cosas. Pero no debe verme asi, no debe verme.

 

Por favor, Leonardo, ayúdame. (Turbada de pronto.) ¿Por qué tuviste que defenderte en inglés, Leonardo? ¿Por qué no dijiste en español que me querías? Mamá te hubiera permitido quererme y habríamos superado las maldades de aquel profesor... que nunca le importó enseñarme álgebra. (Sonríe feliz, soñadora.) Y Juanita hubiera tenido un hogar completo y feliz. Tuyo y mío, Leonardo. (Recuerda a su hijo con cariño.) ¡Juanita! (Se conmueve al mirar hacía la cama. Se dirige allí y levanta imaginariamente a la muñeca, maternal, cariñosa, dulce.) Vamos, Juanita, no llores. El auto vendrá y nos llevará a la playa. , No llores más. (Tararea nuevamente la canción de cuna.) Vamos, no llores. Mamá está contigo ahora.

Baja sus manos y se asusta, como si dejara caer a Juanita) ¡Ah! ¿Te has hecho daño, Mi Angelito? (Acongojada.) No tuve intención de hacerte daño. Tu madre simpre te protegeráa y te cuidara por sobre todas cosas en este mundo de desenfreno y maldad.
Como si se defendiese de alguien. ¡No! ¡No me pegues! No pude evitar que Juanita se cayera. ¡No me pegues!
(Llora y se cae al suelo como si la hubiesen arrojado. Luego levanta la cabeza y exclama con aflicción.) ¡No se lleve a ni niña! Juanita! ¡No me la quiten! ¡Es lo único hermoso que me queda¡ Es mía! ¡solo mía!

Se escucha el ruido del auto que arranca. Con un grito que no alcanza a ser agudo. ¡Juanita....! (Resignada.) Se ha ido. El auto se la ha llevado.

Aún en el suelo, pasa la marco por su frente y la entreteje en sus cabellos. Mira en silencio a ambos lados como si no viese la razón de ser de todo cuanto la rodea.

¡Hum! ¡Inmoral! ¡Está bien! ¡Está bien! Ya me voy, Padre. Es sólo que tengo que pensar y caminar. . (Hace un gesto de incomprensión, sonríe amarga mente y se levanta)
Hace calor esta noche. Mucho calor. (Se arroja sobre la cama y se despereza con sensualidad. Se quita una de las medias que se ha dejado aún para andar descalza. Se levanta. Va hacia la mesa y se sirve otro trago, en forma rutinaria.) Una no debe estar nunca sola. Se necesita siempre a alguien. Es imposible y absurdo vivir en soledad. Debí decirle a aquel marino que viniera conmigo.
(Medita un poco.) Pero no tenía cigarrillos, ni alcohol, ni dinero. Pero de todas maneras me hubiera hecho compañía. (Tirando el trago, con rabia.) Una no puede estar siempre sola.

Natural, como si cariñosamente hablara con su hija.

Juanita, ¿qué pensarías al saber que ésta es tu madre? ¿Me querrías como a una verdadera madre? Tú tienes que venir algún día Juanita. Debes conocer a tu madre, ¿verdad, Juanita? Claro que si. Todos los hijos anhelan conocer a sus padres.
(Se contempla con humildad.) ¿Qué dirías al verme así? Vamos, dímelo ahora, antes que nos encontremos.
(Se asombra como si su hijo la hubiera desconocido y esto la humillara.) Yo soy tu madre, Juanita. ¿No me reconoces?
(Acercándose al centro como si se aproximara a alguien.) Mírame bien, Hijita mía. Soy tu madre. Nadie ni nada puede cambiar que sea tu madre. Estamos ligadas para siempre por este amor indisoluble, por este sentimiento brutal que desde que nos separaron no me deja vivir . Mírame bien. ¿Qué tal luzco? ¿No deseabas conocerme? Mírame bien chiquita y quiéreme así.
(Con un ligero temor.) ¿Por qué callas? ¿Qué piensas en tu silencio?
(Parece escuchar, luego su rostro palidece y ojos se llenan de lágrimas. Ofendida,) ¡No! ¡No! digas eso. No soy una buscona. No soy una mesalina
(Lanza una bofetada al aire como si fuera dirigida a la Juanita de su imaginación y después se arrepiente.) No quería pegarte, Niña linda. ¡Yo no quería! (justificando su torpeza.) ¿Por qué has dicho esos nombres terribles? Me, has acusado sin pedirme una explicación.
(Con humildad.) ¿Es que para ti soy una...prostituta? ¿No soy para ti algo puro, inmaculado? ¿No parezco una madre?
No parezco tu madre. Soy tu madre Soy tu madre, Juanita Soy tu madre. (Llora cubriendo el rostro con sus manos, avergonzada de sí misma.)

Transformada por completo ahora parece hablar confidencialmente con Leonardo,
Leonardo, voy a pedirte un favor. a suplicarte. No permitas que Juanita venga a verme, quiero que nunca me vea. Se avergonzará de mí.
(Alterada.) ¿Qué es lo que soy? ¿ Leonardo? ¿Parezco una madre?
(Toma el espejo y se mira con lástima.) No creees que parezca una madre.
(Con temblor en la voz.) Por favor, Leonardo, no dejes que Juanita me encuentre nunca. No quiero hacerla sufrir. Esta vida es muy dura como para darle la desilusión de ver a su madre deshecha por la vida.
(Se interrumpe) Pero yo sí.. yo quiero verla, daría mi vida por estrecharla en mis brazos y cubrirla de besos; por tenerla aunque fuera un minuto a mi lado siquiera; por escuchar su voz de niña pura decir madre... pero no quiero que me vea así (irrumpe en llanto.)
(Con alegría repentina, contagiosa.ríe feliz.) ¡Ahí va el auto!
(Corre como queriendo perseguir el auto) ¡Ahí va el auto! ¡Es el papá de Juanita! ¡Si! Y ella va con él!
(Agitando su mano y gritando para ser oída por alguien.) ¡ Juanita! ¡ Juanitaaa! ¡Soy yo, aquí, mírame!
(Su voz se debilita poco a poco.) Mírame, Juanita... Soy yo... tu madre...
(La expresión de su rostro cambia. Ahora se aflige.) O tal vez yo no merezca ser tu madre... eres la hija del auto... ¡y el auto se la llevó!
Mira a la puerta de repente, suponiendo escuchar toques.
¿Quien? ¿Quién llama? ¿Quién toca a la puerta?
(Busca refugio en la habitación y, por fin, se esconde tras un mueble a la vista del público, asustada.) Es ella, tan bella. Es Juanita. Sabía que tenía que venir algún día. Ha llegado el momento. ¿Qué debo hacer, mi Dios?
Vacila, se levanta con temor y se acerca a la puerta. ¿Quién es? ¿Quién llama? ¿Quién?
Escucha y luego se vuelve al público. Con extrañeza) No es su voz. Es otra mujer quien llama.
Medita y sonríe con malicia como si inteligentemente comprendiera la situación. ¡Ah! es él quien la ha mandado. Lo ha hecho para sorprenderme.
Volviéndose a la puerta) ¿Cómo? (Con una risita pícara.) Supone que logrará engañarme. Ha enviado a esa mujer para que yo abra la puerta y entonces entrar y verme... verme así, desarreglada, fea...
(Se interrumpe.) ¿Cómo? (Intentando continuar la broma.) Dice que debo pagar la habitación hoy mismo, que estoy retrasada dos meses... (Ríe.) Se ha inventado una historia para verme, para conocer a su madre. (Respondiendo con sencillez.) Está bien. Voy a pagarle esta noche. Confío que podré pagarle esta noche. (Sonríe.) Muy bien. Gracias.
Se dirige nuevamente a alguien imaginario. Leonardo, era ella. (Con orgullo.) Mi hija del alma, mi cosita mas linda.
(Explicándose.) Ciertamente, le debo dos meses de renta a la casera, con certeza fue Juanita quien la mandó para que yo abriese la puerta. Fui más inteligente, ¿no crees, Leonardo? No abrí la puerta. De seguro que ella estaba detrás esperando para verme... (Intranquila.) Volverá a repetirse. Ya no estoy segura aquí.
(Idea algo rápidamente.) Pero, ¿sabes lo que voy a hacer, Leonardo? Voy a caminar, a caminar, a caminar... para que cuando vuelva no me encuentre en casa. (Atribulada.) No quiero que me vea. (Más tranquila.) Por eso tengo que pensar y caminar y caminar...

(Diferente, casi otra mujer.) Hace calor esta noche.

Se quita el vestido para quedar en enaguas. Pasa las manos por su frente y por su cuello para secar el sudor. Descubre el vaso que tirara antes al suelo, lo recoge, va hacia la mesa y se sirve otro trago de la botella. Repara en su tocadiscos, se acerca a él, lo observa y ríe burlona cual si le trajese algún recuerdo.

Gracias. Gracias por el cigarrillo. You speak Spanish, don't you? Oh, excúseme. No, gracias, no acostumbro beber. Nunca bebo. Estoy tan nerviosa esta noche. Tan nerviosa. .....
Busca a la distancia, en vano empeño de encontrar a alguien que está lejos. Vuelve su rostro a uno y otro lado con impaciencia y ganas dc llorar. Hay marcada ansiedad en su búsqueda. Luego se calma lentamente y lleva la mano a su pecho dando y La impresión de que ha logrado control sobre si misma. Divagando.

¿A quien busco? No sé a quién busco. ¡Ah!, sí, Busco a... Leonardo
(Perpleja.) No. No es a Leonardo a quien busco. Es a... Juanita, mi hijita.
(Segura de sus palabras, confiada e inocente.) Busco a mi pequeña Juanita. ¿La ha visto pasar? Iba en un auto azul... ¿Le ha visto?
Desorientada de pronto. Resentida.
¿Por que tenían que arrebatarme a mi hija? (Con ruegos profundos.) No se lleven a mi hija. Juanita, soy tu madre. ¡No me dejes!
(Convencida de sus propias palabras cual si fueran parte de un plan elaborado.) ¡Necesitó ser joven! Tengo que ser joven... y esperar a Juanita. (Insinuante, casi autoritaria.) Leonardo, no quiero, que Juanita me vea.

Con ligero temor de escuchar una respuesta negativa.

Señor, ¿ha visto pasar a Juanita? Es mi niña. (Como una niña mimada a quien le han quitado un juguete.) Me la acaban de quitar. Se la han llevado. El auto se la ha llevado.

(Abatida)
Nada me sucede, señor. Gracias. Es sólo que busco a mi hija. Estoy cansada.
¿Nerviosa? ¿Cree usted que estoy nerviosa? (Continua mirando a la distancia.) No, gracias. No bebo. Gracias. (Pausa.) ¿Dónde aprendió español? Lo habla muy bien.
¿Cómo dice? ¿Opina que una copa hará bien a mis nervios? ¿Cree que sí? (Casi decidida.) Bien... (Se arrepiente.) No, no. Tengo que seguir buscando a Juanita. Debo decirle que. . . no me olvide. . .
Que yo soy... (Mira igual que si tuviese a alguien muy cerca de ella.) ¿Piensa que beber hará bien a mis nervios? (Fatigada.) Quizás lo necesito. Apaciguará un poco este cansancio que me adormece. (Resuelta.) Bien, vamos entonces.
Mira a la altura de sus ojos cual si frente a ella hubiera un letrero llamativo, (Despectiva.) ¿Beber un trago aquí? Nunca había venido a estos sitios. ¿No hay peligro? (Trata de escapar.) Prefiero no entrar, Tengo miedo a las gentes que se embriagan. Me asustan las tabernas.
(Se detiene, tímida, luego su brazo se levanta. Parece que alguien 1a tomase de la mano y la arrastrase levemente.) ¿Usted cuidará de mí? Necesito que me cuide. Confío en usted. No. Ahora: no temo a las tabernas ni a las gentes. (Decidida.) Vamos. .

Se escucha música. Cándida se transfigura. Semeja una mujer poseída por el demonio, pero, en realidad, su comportamiento es mecánico y falso.

¡Música! ¡Qué bien se siente una al escuchar música!
¡ Dame otro trago¡ ¡ Otro !¡ Beber me hace mucho bien ! ¿Ponemos otro disco?

Se torna vanidosa, con una mirada pasional. , ¿Te gusto así? (Se baja uno de los tintes de sus enaguas.) ¿Qué tal luzco ahora? ¿Me encuentras hermosa todavía? (Apartándose al sentir que la va tocar) No me muerdas. (Coqueta. Con una risa ficticia y casi amarga, dando la sensación de que representa una comedia.) Por favor, no me toques más. (Clava su mirada sobre cualquier cosa y muerde sus labios con picardía y sensualidad.) ¿Te gusto? Todos los hombres dicen que les gusto, pero me agrada escucharlo de ti.

Hace un movimiento para evitar un beso en el hombro y se aparta riendo. Se acerca a 1a botella, bebe un sorbo de ella y luego va hacia el tocadiscos. Coloca la aguja y escucha la música. Cándida comienza una danza erótica, fogosa, en la que manifiesta toda su desesperación, su deseo inconsciente de olvidar su pasado. Es un esfuerzo inútil por ignorar la realidad. Finalmente, se arroja sobre el tocadiscos y lo calla.

¡No soy una cualquiera! ¡No soy inmoral! (Delirante. Una fiebre de muerte parece apoderarse de ella.) Padre, necesito confesar. Tengo que confesar, Padre. Pero no esta noche. Esta noche, no, porque... me siento muy mal,
(Rogando quedamente.) Padre, dígale al mundo que me devuelva a Juanita.
(Suplicante) Leonardo, te lo ruego, no permitas que Juanita me encuentre.
(Con reproche.) ¿Por qué te defendiste en inglés, Leonardo? ¿Por qué te dejaste embaucar por el profesor de álgebra?
(Ululante) ¡No se la lleven! Juanita también es mi hija.
(Insegura.) ¿ Es mía también? No. Quizás, no? no está conmigo... Nunca ha sido mía. Siempre ha estado con ellos. El auto... y el auto se lo ha llevado.

Dirige su mirada a la puerta, con temor

¿Quién llama? No puede entrar nadie. Leonardo, es Juanita nuevamente. No me deja en paz. Es el1a otra vez llamando, llamando, Llamando... No me atrevo a mirarla a los ojos, Leonardo. Ve, abre la puerta y miéntele. Dile. . . Di que no vivo aquí.
(Impresionada.) Es Juanita que insiste en conocerme, verme... Pero ¿aquí? ¿En este cuartucho asqueroso? ¿Recibirla en esta habitación sucia y sombría?
(Se lleva las manos al rostro en un gesto nervioso.) ¿Y yo? ¿Estoy bien? ¿Parezco una, madre Leonardo? (Desesperada.) No me reconocerá. Estoy muy vieja. No conseguí ser eternamente joven ni buena. El jamás creerá que soy Cándida. No dejes que me vea, Leonardo. No dejes que me vea. '

¿Quién toca a la puerta? (Mira hacia allá. Con temblor en la voz.) ¿Quién es? (Con voz firme.) ¡No abriré! Leonardo... (Busca por la habitación, temerosa de haber perdido a Leonardo.) Leonardo, dile que, se marche. Leonardo...
(Busca a su alrededor ahora con recelos e inquietud.) ¿Dónde estás, Leonardo? ¿Te has ido, Leonardo? ¿Por qué te has ido? ¿Que: Puedo hacer yo sola? ¿Por que me desamparas, Leonardo? ¿Dónde están todos? ¿Por que me han dejado sola de repente? (Con amargura y súplica.) Leonardo, te necesito. Siempre necesité de tu amparo. No puedo hacer nada sin ti. ¡Yo te imploro No permitas que Juanita me vea así! No me abandones ahora que más te necesito (llorando desconsoladamente)

Parece escuchar nuevos toques a la puerta y su cuerpo tiembla. El sudor corre por su frente.

¿Quién llama? (Con voz nerviosa, tratando de ser firme.) Cándida no vive aquí. Cándida se ha ido. Cándida murió hace mucho tiempo. Hija, ya no verás a tu madre (con melancolía) porque Cándida tal vez nunca existió. Hace tanto tiempo que murió.
(Se sorprende de sus palabras.) ¿Morir? (Duda.) ¿Acaso murió Cándida? (llevándose aterrada las manos a la cara) ¡Cándida... está... muerta!

(Corre hacia la cómoda y se apodera de una navaja.) ¡Ya nunca más sufrir!

Hija fué Cándida tu infancia perdida. (Con la navaja sobre la muñeca amenazando cortarlas, temblorosa.)siempre te quise a mi lado, pero nos separaron y nunca fuiste mía. Nunca, no... Nunca... Nunca... porque alguien decidió que tú pertenecías al mundo.. que yo no era suficiente madre para ti. (Su voz se debilita lentamente. Un último aliento la hace articular algunas palabras pretendiendo justificarse ante su hijo.)
Estoy cansada, Hija mía. Muy cansada de caminar y trajinar, de no poder olvidar.
(Queda sentada, con la cabeza reclinada sobre su hombro, firme, con la mirada fija en cualquier parte, lejana, con cierta placidez en el rostro, como sí ahora se hubiera detenido en su camino).

 

FIN

 

El telón cae lentamente.

Proyecto | Biografía | Libros | Cuentos | Poemas | Fotografías | Magazine | Contácteme
   


Latiníssima.com © New York, All Rights Reserved. 2001
Design by:
Eddie Ferreira

No part of this website may be copied or reproduced without prior permission
Hosted by www.Geocities.ws

1