Una
criatura particularmente hermosa, en otro tiempo muy abundante
en el hemisferio norte. Se le conocía por diferentes nombres
en los diferentes países, pero actualmente se le suele
designar con la denominación latina, derivada de unus =
uno, y cornus = cuerno.
El
Unicornis sinoensis habitaba en los bosques de China, Japón
e Indonesia; el Unicornis carcadan se extendía por Arabia,
India, norte de África y gran parte del oriente Medio;
el Unicornis europa podía encontrarse en casi todos los
países europeos; y el unicornis alba era originario de
las Islas Británicas.
Generalmente,
el unicornio era un animal solitario. A diferencia de otros ungulados,
no pastaba en manadas, sino que vagaba solo. El macho y la hembra
sólo se encontraban para el apareamiento, y luego el macho
reanudaba sus hábitos solitarios. El potrillo nacía
sin cuerno y permanecía con su madre hasta que el cuerno
alcanzaba toda su longitud. Entonces se alejaba para vivir su
propia vida.
Las
diferentes especies de unicornios presentan pequeñas variaciones
de aspecto, pero todos tenían cabeza y cuerpo de caballo,
patas de antílope, cola de caballo o de león, y
barba de chivo. El rasgo más característico era
el largo y afilado cuerno espiral que crecía en medio de
la frente.
Este
cuerno constituía un arma temible, sobre todo si se tiene
en cuenta que el unicornio era un animal feroz y muy agresivo,
y más rápido que ninguna otra criatura del bosque
o la llanura. Los unicornios adultos protegían su territorio
con furia fanática. Hasta los elefantes se apartaban de
su camino. Los leones vivían muchas veces amigablemente
en el territorio del unicornio, pues los dos animales no competían
por la comida, y el león, a pesar de ser carnívoro,
jamás atacaba un unicornio, por miedo al cuerno.
Por
desgracia para los unicornio, los hombres descubrieron que sus
cuernos eran un antídoto infalible contra los venenos.
Si se echaba vino envenenado en una copa hecha de cuerno de unicornio,
el veneno se volvía inofensivo. Los platos y cucharones
hechos de cuerno de unicornio anulaban el efecto de la comida
envenenada que se sirviera en ellos. Los gobernantes del mundo
antiguo, que vivían bajo constante amenaza de envenenamiento,
pagaban enormes sumas por los cuernos, y los cazadores arriesgaban
la vida para conseguirlos.
Los
unicornios se movían con tal rapidez y eran tan inteligentes
que resultaba imposible matarlos con arco o lanza, o hacerlos
caer en una trampa, así que los cazadores desarrollaron
una técnica muy peligrosa. Cuando un cazador divisaba un
unicornio, se paraba delante de un árbol, y cuando el unicornio
cargaba contra él, se apartaba rápidamente en el
último momento. La tremenda fuerza de la embestida hacía
que el cuerno se clavara profundamente en el tronco. El unicornio
quedaba sujeto y se le podía matar.
Aún
así, muchos cazadores calcularon mal la velocidad de la
embestida de un unicornio, y quedaron clavados en los árboles,
pero los beneficios de la caza eran tan elevados que se siguió
practicando a pesar del peligro, hasta que a uno de los cazadores
se le ocurrió llevar a su hija virgen a una expedición
de caza. Ante su asombro, un unicornio salió trotando del
bosque y se aproximó a ella con tal suavidad que la muchacha
le permitió apoyar la cabeza en su regazo. Allí
permaneció inmóvil mientras el cazador le serraba
el maravilloso cuerno.
Después
de aquello hubo una gran demanda de vírgenes como cebo
para unicornios. Estos parecían pensar que la pérdida
del cuerno era un precio barato por las caricias de una virgen.
El inevitable resultado fue que, cuando las vírgenes los
abandonaron, estaban sin arma para defenderse de los depredadores,
y la familia de unicornios se extinguió rápidamente.