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Mitología

Los HipoGrifos


Criaturas híbridas de león y águila, con cuerpo de león, cabeza y alas de águila, y orejas puntiagudas como las de un perro. Las patas traseras son de león, pero las delanteras son como las garras de un águila. Tienen plumas en las alas, la cabeza y el pecho, y en el resto del cuerpo la piel es peluda y de color canela, como un león.



Un grifo normal es ocho veces más grande que un león, y más fuerte que cien águilas. Algunos observadores afirman que los grifos tienen cola de serpiente, pero parece más probable que su cola sea como el rabo con borla de un león. Para hacerse una ligera idea de su robustez, baste saber que puede descender en pleno vuelo y arrebatar volando a un caballo con su jinete y llevárselo al nido, o incluso a dos bueyes uncidos al yugo cuando salen a arar. Sus uñas son tan enormes que con ellas pueden hacerse copas para beber, y con sus costillas, arcos para tirar.

La coloración varía considerablemente entre las diferentes especies de grifos. Algunos son bastante amarillentos, con el cuerpo leonado y plumas pardas en las alas, peor otros pueden ser blancos, dorados o con manchas rojas. Las plumas de la cabeza y las alas pueden ser azules o verdes, y las del pecho rojas. El pico y las patas de águila varían desde el amarillo pálido hasta el dorado brillante. Las garras suelen ser negras.

Parece que los primeros grifos vivían en el país de los Hiperbóreos, donde protegían de los Arismapos el tesoro de Apolo. Se cree que Apolo fue allí a buscarlos y volvió a Grecia caballero sobre un grifo. También se cuenta que el dios Dionisio se sirvió de ellos para proteger a sus cráteras de vino.

Los grifos realizan dos importantes funciones. La primera es tirar de los carros del dios del Sol y algunos otros dioses, como Júpiter y Némesis. Parece que los que tiran del Carro de Némesis, diosa del castigo merecido, se diferencian de los demás grifos en que tienen el cuerpo y las plumas negros.

Su otra función es castigar a los humanos por su ansia de riquezas. Los grifos se originaron en las zonas desérticas de Turquía, Armenia, Siria e Irak, en os tiempos en que en estas regiones abundaban las piedras preciosas. Estas joyas atraían a los humanos codiciosos, que arriesgaban sus vidas por las brillantes piedras. Algunos lograron sobrevivir, pero la mayoría fueron vistos por grifos que patrullaban desde el aire. En esto casos, el fin era inevitable: el grifo caía en picado y hacía pedazos al buscados con su pico y sus garras,

A lo largo de los siglos, los humanos que escaparon a los grifos fueron despojando al desierto de sus riquezas. Pero los grifos siguen activos y han ampliado su esfera de actuación, de modo que cualquiera que ame demasiado la riqueza corre peligro de ser destrozado por ellos. Los grifos odian a los caballos, tal vez por considerarlos competidores en el arrastre de vehículos, y suelen atacarlos, lo mismo que al ganado. Un grifo tiene fuerza bastante para llevarse volando un caballo de buen tamaño.

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