Thor
había oído hablar de la región de Riesenheim.
Allí vivía el mismísimo rey de los gigantes,
era famoso no sólo por su fuerza, sino por su sabiduría,
porque dígase lo que se diga, no siempre los gigantes,
como quiere la voz popular, son necios y fáciles de engañar.
La tentación de ir a probar su fuerza en aquel lugar era
algo irresistible.
Este
cuento comienza con Thor que viajando en su carro tirado por cabras
con Loki como su compañero. Una noche llegaron a la casa
de un granjero donde consiguieron alojamiento por esa noche. Thor
mató y peló a sus cabras y colocó la carne
en un caldero sobre el fuego. Cuando la carne se cocinó,
Thor y su compañero se sentaron a cenar e invitaron al
granjero, su esposa y sus hijos a que compartieran la comida con
ellos. El hijo del granjero se llamaba Thialfi y su hija Roskva.
Thor separó las pieles de la cabra lejos del fuego y dijo
al granjero y a su familia que depositaran los huesos sobre las
pieles. Thialfi, el hijo del granjero, tomó el un hueso
del muslo y lo partió para conseguir en el tuétano.
Thor
permaneció allí esa noche y momentos antes de amanecer
se levantó y vistió. Thor tomó su Mjollnir,
lo levantó y lo apuntó hacia las pieles de las cabras.
Las cabras fueron regeneradas y se pusieron enseguida de pie,
pero una de ellas estaba coja. Al ver esto Thor le dijo al granjero
que el o alguno de su familia no habían tratado los huesos
con el cuidado apropiado. Thor se enfureció, sostenía
su martillo tan firmemente que sus nudillos se habían vuelto
blancos. El granjero y su familia entraron en pánico y
pidieron perdón a los gritos, así mismo le ofrecieron
todas sus posesiones. Cuando Thor vio el terror de la familia
su cólera cesó y se calmó, aceptó
a los hijos del granjero como pago. Thor le encargó al
granjero el cuidado de las cabras y continuó junto a Loki,
Thialfi, y Roskva el viaje a Utgard.
Atravesaron
mares y, finalmente, llegaron a un lugar cubierto de árboles
altísimos. Se adentraron en un bosque oscuro, pues la luz
no lograba atravesar las copas de aquellos. Llegó la noche
y se imponía encontrar cobijo. Descubrieron una especie
de cueva de aspecto metálico y determinaron dormir en su
interior después de tomar un bocado de la bolsa de provisiones
que llevaba Thialfi.
A
media noche, les despertó un terremoto que conmovía
las paredes del lugar donde habían hallado refugio. Buscaron
mayor protección en lo que les pareció una pequeña
cueva lateral. Durante toda la noche, se oyeron ruidos profundos
y los movimientos de suelo y paredes no cesaron.
Al
amanecer, Thor, con cinto ceñido y martillo en mano, sale
de aquel lugar deseoso de averiguar la causa de los temblores
y de los ruidos. Descubrió a un gigantón que dormía
tendido en el suelo. Cuando se acercó al monstruoso personaje,
tan grande que sobrepasa todo lo imaginable, éste se levantó
con una agilidad poco común.
Thor
le preguntó cuál era su nombre.
-
Skrymir el Fanfarrón es mi nombre - contestó -.
Y tú eres Thor del que he oído hablar bastante,
de modo que no he de preguntar cómo te llamas porque sé
bastantes cosas de tu persona...
El
gigante, sin hacer demasiado caso de los visitantes, empezó
a buscar su guantelete que era, ni más ni menos, el lugar
donde los tres viajeros habían pasado la noche. La cueva
lateral era donde colocaba el pulgar. ¡Tal era la talla
del rey de los gigantes!
Skrymir
preguntó a Thor si lo aceptaba como compañero de
andadura y el dios accedió. De todos modos, antes de emprender
la marcha, tomaron un bocado compartiendo viáticos. El
rey de los gigantes propuso poner las provisiones en un solo saco.
Así se hizo y el gigante, después de atarlo, lo
entregó a Thor como muestra de deferencia y confianza.
Estuvieron
andando todo el día y llegada la noche, se dispusieron
a descansar al pie de una encina enorme. El gigante dijo que tenía
mucho sueño, que iba a acostarse a dormir y que sus compañeros
podían abrir el saco de provisiones. Thor y sus compañeros,
deseosos de masticar algo, intentaron vanamente desatar la correa
del saco. Thor se acercó al gigantón y le asestó
un golpe de martillo que hubiese dado muerte a cualquiera. Skrymir
apenas abrió los ojos pasando delicadamente la mano por
el lugar golpeado y apuntó que, seguramente, había
caído, en su cabeza, una hoja de la encina. Luego preguntó
a Thor, no sin ironía, si había comido a gusto.
Thor
no dijo palabra y reemprendieron la marcha. Llegaron hasta el
pie de otra gran encina donde se echaron para descansar. Los tres
viajeros no pudieron cerrar ojo, porque los ronquidos del gigante
conmovían todo el bosque. Entonces Thor se levantó
y asestó un golpe tal a Skrymir, que el matillo penetró
en su cráneo. El gigante se incorporó preguntando:
-
¿Qué sucede? ¿Acaso una bellota ha caído
sobre mi cabeza? ¿Y tú, Thor, qué haces cerca
de mí?
Thor
le indicó que nada ocurría y que volviese a dormir,
porque era medianoche. El dios deseaba que volviese a coger el
sueño para darle un martillazo del que no pudiese despertar
más.
Duerme
y ronca el gigante, y Thor se acerca de nuevo a él y haciendo
acopio de fuerzas, le golpeó de tal modo, que le hundió
el martillo hasta la empuñadura. Skrymir se levantó
preguntando si le había caído alguna rama en la
cabeza, pues había notado algo así como un golpe.
Preguntó a Thor si era ya momento de despertar. Había
llegado la hora del aleccionamiento.
Skrymir
indicó a Thor que si quería andar con prudencia
por el país de los grandes gigantes, no debía ser
arrogante, porque los habitantes de aquella región no soportaban
a los soberbios. Anduvieron un buen trecho y llegados a una bifurcación,
Skrymir les indicó que siguieran hacia el sur, pues él
debía ir por otro camino.
Los
tres caminantes emprendieron su camino y anda que andarás,
llegaron frente a un soberbio castillo. Era tan alto que para
vislumbrar una de sus almenas, debían echar la cabeza hacia
atrás. Una verja rodeaba completamente el anchuroso edificio,
pero dado que era obra de gigantes, los viajeros no tuvieron excesiva
dificultad en pasar entre las barras de hierro. Los portalones
de la mansión estaban abiertos de par en par. Thor y sus
compañeros entraron en el edificio hasta llegar a una gran
sala donde estaba sentado el rey de los, gigantes, el sin par
Utgardaloki y sus vasallos. Los visitantes saludaron al rey y
éste los contempló y dijo mostrando su inmensa dentadura:
-
Raramente se oyen cosas verdaderas de los países extranjeros.
Me parece que ese hombrecillo que veo delante de mí es
Thor. Sin duda, puede hacer más de lo que su aspecto promete.
Bien, lo veremos. ¿Sabéis que, en nuestro castillo,
no puede entrar nadie que no destaque en algún arte? Pues
bien, ya que habéis tenido la osadía de presentaros
ante mí, decidme: ¿en qué arte podéis
vanagloriaros de destacar como maestros?
Loki
señaló que nadie llegaba a igualarle en lo tocante
a comer. Utgardaloki quiso comprobarlo. El rey de los gigantes
llamó a Logi, el fuego, para que compitiera con Loki. Se
colocó una artesa llena de carne en medio de la sala y
Loki empezó a comer por un lado y Logi por el otro. Dieron
ciertamente muestras de voracidad. Loki había comido la
mitad de la carne; Logi, por su parte, la mitad de la carne con
huesos y todo, y además... ¡la mitad de la artesa!
A pesar de que Loki había perdido, Utgardaloki alabó
su extraordinaria capacidad de comer.
Acto
seguido, fue interrogado Thialfi acerca de sus capacidades. Aseguró
que era un corredor extraordinario. El rey consideró que
aquélla podía considerarse una buena cualidad e
invitó al escudero de Thor a que midiese sus capacidades
con su siervo Huguin, el Pensamiento.
Habían
de dar tres vueltas a un hipódromo y ocurrió que
Huguin llegó siempre primero a la meta en cada vuelta.
Y a pesar de que Thialfi no había vencido, Utgardaloki
celebró la velocidad del escudero.
Llegó el turno de Thor, y este dijo que era campeón
en el arte de beber. Utgardaloki ordenó a su copero que
le ofreciese un cuerno que se empleaba como vaso e indicó
al dios que un buen bebedor era aquel que vaciaba el cuerno de
un solo sorbo; un bebedor mediano debía apurarlo en dos
tragos, y uno malo requería tres o mas tragos. Thor cogió
el cuerno, lo observó detenidamente y consideró
que su contenido podría saciar su extraordinaria sed. Acercó
el cuerno a sus labios y sorbió con fuerza, una, dos, tres
veces y más comprobando que el cuerno permanecía
siempre lleno. Algo despechado devolvió el cuerno al copero.
-
Queda patente -dijo el rey de los gigantes con tono algo burlón-
que tu poder no es tan grande como creíamos. No podía
imaginar que el gran Thor no tuviese resuello para mayores sorbos.
Thor
declaró que las medidas en su tierra eran otras y que,
en el país de los ases, aquellos podían considerarse
buenos tragos. Solicitó que le pusieran otra prueba para
demostrar su poder. Utgardaloki le señaló un gato
que muchos gigantes levantaban del suelo sin dificultad y le propuso
a Thor que lo alzase; pero este, a pesar de todos sus esfuerzos,
solo logró que levantase una sola garra del suelo.
Utgardaloki
sonrió mientras decía:
-
Ya me parecía que este era demasiado gato para un hombrecillo
como tu.
Entonces
Thor indicó indignado que estaba dispuesto a luchar contra
cualquiera de aquellos gigantones para demostrar su poder. Y el
irónico rey de los gigantes dijo que Thor nada suponía
para cualquiera de sus vasallos y propuso como contrincante a
una vieja giganta llamada Elli.
Thor
trabó combate con la anciana y a pesar de todos sus esfuerzos,
no pudo vencerla. Al final la vieja le propinó tal golpe
que lo obligó a caer de rodillas. Entonces Utgardaloki
separó a los contrincantes e invitó a los visitantes
a un gran banquete.
El
primogénito de Odin no podía contener su irritación
y su dolor por haber quedado tan mal ante aquellos gigantes. Entonces
Utgardaloki le dijo a Thor que nadie que superase en fuerza a
los gigantes podría entrar al castillo. El castillo era
la imagen del mundo y en su interior habitaban las potencias telúricas
que aparecían con forma de gigantes. El ya se le había
aparecido anteriormente bajo la apariencia del gigante Skrymir.
No habían podido desatar las cintas del saco de provisiones,
porque eran de hierro. Thor habría podido matarle ya del
primer golpe si no hubiese colocado, sin que el dios se percatase
de ello, una piedra como cabeza. Mostró a Thor una roca
en la que podía apreciarse las marcas, cada vez más
profundas, del martillo. El bueno de Thialfi no logró vencer
a Huguin, porque éste era el veloz pensamiento que instantáneamente
llegaba a su objetivo. Loki, señor de los fuegos dominados,
no pudo vencer a los fuegos telúricos que todo lo arrasan
y devoran. Era imposible que Thor vaciase el cuerno, porque una
de sus extremidades estaba en contacto las aguas del mismísimo
océano. De todos modos, el primogénito de Odín,
había dado unos sorbos tales que, desde aquel momento,
había dado lugar a un fenómeno hasta entonces desconocido:
el flujo y reflujo de las mareas. El gato no era tal, sino la
serpiente Midgard o Midgardschlange, que rodea toda la tierra
como océano. La vieja Elli, era el tiempo, que resulta
invencible se mire por donde se mire.
Thor,
al oír todo aquello, se enfureció y agarró
su martillo amenazadoramente; pero, en un instante, todo desapareció
ante sus narices, de modo que no vio ni castillo, ni salas, ni
gigantes...