Decidieron
llevárselo a su casa a la vuelta de vacaciones y esconderlo
unos días en el hotel antes de partir hacia su casa de nuevo.
Cuando
la familia llegó a su hogar trataron al Chiguagua fenomenal.
Le hicieron una caseta en el jardín y le llamaron "Pufi".
Todo era perfecto para todos, menos para el gato de la familia que
aparte de sentirse desplazado con la llegada del nuevo miembro de
la familia, tenía que velar de continuo por su seguridad
personal.
El
caso es que un día en que la familia se fue de compras al
Carrefour más cercano y al volver se encontraron con una
desagradable sorpresa: Pufi, su perro Chiguagua, había sometido
a amputacíon traumática de la cabeza al gato familiar.
Todos los esfuerzos por salvarle la vida al gato fueron inútiles,
como cabía esperar por la magnitud de la herida.
Lo
que más sorprendió a la famila fue que el gato había
sido ejecutado de un zarpazo por lo que parecía más
el hijo bastardo del Yeti que otra cosa.
La
familia, de pronto, descubrió que a Pufi, su perro Chiguagua,
le habían crecido las garras demasiado en los últimos
días, el hocico se le había agrandado y la verdad
es que se parecía más a una rata que a otra cosa.
Resultó que habían recogido a una rata de las calles
de Ciudad de Méjico. Una rata gigante que había entrado
en sus vidas y que había acabado con la vida de su gato.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
|