En
muchos lugares de Grecia se establecieron una serie de espectáculos
conocidos como juegos que estaban dedicados a algún dios.
Los más importantes de los cuatro existentes (olímpicos,
ístmicos, píticos y nemeos) eran los olímpicos.
Estos juegos, brillantes y fabulosos, se celebraban en Olimpia,
ciudad de la provincia de Elide, en el Peloponeso y estaban dedicados
a ZEUS, pues en la zona se hallaba uno de sus templos más
importantes.
Los
Juegos Olímpicos se celebraban en verano, a partir del
22 de junio y duraban cinco días, aunque en sus orígenes
su extensión se limitaba a un sólo día. Su
periodicidad era, como en los actuales, de cuatro años,
período éste que se conocía como Olimpíada.
La importancia de las Olimpiadas era tal, que, desde el año
776 a. de C. los griegos utilizaron este término para medir
el tiempo.
Los
orígenes de los Juegos Olímpicos son dudosos pero
parece ser que fueron instituidos por Pelops, hijo de Tántalo.
Se celebraron por segunda vez por orden de Atreo en el año
1250 a. de C. Posteriormente, la mitología cuenta que HERCULES
los celebró con los argonautas al volver de su expedición
a la Cólquid como conmemoración a su triunfo y logró
que todos los espectadores y atletas se comprometieron a volver
allí cada cuatro años.
Las
guerras, sin embargo, interrumpieron esta costumbre pero en el
siglo VI a. de C. fueron reconstituidos y hacia el año
350 a. de C. alcanzaron las características que los han
dotado de tanta fama en la posteridad.
Tampoco
se conoce con exactitud el orden el que se desarrollaban las pruebas
aunque puede darse una probable aproximación. El primer
día comenzaba con una serie de sacrificios en honor del
gran dios y estaba dedicado simplemente a eso. El segundo día
estaba dedicado a las carreras pedestres que se celebraban en
un estadio, zona rectangular con gradas de tierra en pendiente.
En
otros días se celebraban luchas, boxeo y un juego llamado
pancracio, mezcla de ambas disciplinas. El objetivo de este juego
era arrojar al contrincante al suelo en tres ocasiones aunque
poco a poco fue endureciéndose. Al principio las manos
se envolvían con cuero blando pero luego éste se
endureció y se le incorporó hierro para hacerlo
más doloroso. El juego no terminaba hasta que uno de los
participantes reconocía su derrota.
Otra
competición que provocaba mucha expectación eran
las carreras de caballos aunque en ellas sólo podían
participar los atletas más ricos porque el carro de caballos
era propiedad del jugador.
En
cualquier caso, los juegos más populares eran los que formaban
el pentatlón, que estaba constituido por una prueba de
velocidad, en la que se corría con la armadura puesta,
otra de salto de longitud, en la que había que saltar sobre
un foso, una tercera de lanzamiento de jabalina, que poseía
un lazo en el asta que creaba un movimiento giratorio que dotaba
de mayor precisión y distancia a dicha jabalina, otra prueba
de lanzamiento de disco, un planto de bronce con forma de lente,
y, por último, un ejercicio de lucha similar al pancracio.
Todos
los juegos estaban presididos por jueces, elegidos entre los eleos,
que se aseguraban de que no se utilizasen trucos para mejorar
en las diferentes pruebas y que velaban por el mantenimiento del
orden en todos los espectáculos. Los vencedores obtenían
como premio una corona de olivo, y ellos devolvían a su
patria montados en un carro tirado por cuatro caballos blancos,
todos se apartaban a su paso, otorgaban enorme gloria a su patria
en vida y durante la posteridad, pues los poetas inmortalizaran
a los ganadores en sus composiciones. Además, vivían
hasta su muerte a costa de las arcas públicas.
Los
Juegos Olímpicos de la Antigüedad siguieron celebrándose
hasta el año 394 d. de C. en que el emperador Teodosio
los suspendió por su carácter pagano.