Recordemos
un momento la historia de la sucesión Olímpica.
Zeus se coronó señor supremo del Olimpo al vencer
a su padre Cronos en la guerra contra los titanes llamada Titanomaquia.
En esta guerra tomaron parte todos los dioses, los antiguos y
los nuevos. Durante esta famosa contienda, los Titanes habían
acampado en la montaña Otres, mientras que Zeus y sus aliados
estaban en el Olimpo.
Los
Cíclopes dieron a Zeus sus armas: el trueno, el relámpago
y el rayo, a Poseidón el tridente y a Hades, el casco que
lo hacía invisible. Los tres Hecatonquiros con sus trescientas
manos arrojaron enormes rocas contra los Titanes. La victoria
para los Olímpicos no tardó en llegar. De este modo,
Zeus se convirtió en el joven heredero de la primigenia
generación de dioses. Es el más sabio, posee cualidades
superiores
y representa a las fuerzas naturales. No obstante, de la generación
de los titanes, no todos estuvieron de parte de Cronos, como por
ejemplo océano, mientras que Prometeo, hijo del Titán
Jápeto, según se dice, entregó importante
apoyo a Zeus. Al final de la Titanomaquia, Cronos y sus hermanos
fueron encadenados y arrojados en el Tártaro y a los Hecatonquiros
se les dio el encargo de vigilarlos.
Gea
vio con disgusto el castigo que había impuesto Zeus a algunos
de sus hijos, a los Titanes, y además, pensando que los
dioses no la honraban como era debido, decidió vengarse
y engendró a los Gigantes. Los Gigantes eran seres enormes,
tenían serpiente por cabellos y su cuerpo terminaba en
cola de dragón (serpiente). Su apariencia provocaba estremecimiento,
y eran invencibles.
Apenas
nacidos, iniciaron el ataque a los dioses del Olimpo, con antorchas
encendidas, lluvias de rocas y árboles desraizados, envueltos
en llamas. Las montañas vibraron y las estrellas y el mar
se convirtieron en un infierno. Los dioses olímpicos se
enfrentaron a una nueva batalla, con Zeus sus rayos, a la cabeza
y con el apoyo de dioses de igual talla, dispuestos a hacer frente
al ataque. Los dioses combatientes fueron Poseidón, Apolo,
Hefesto así como las Moiras, Dionisio y su séquito,
y otros más. No obstante, la gran protagonista en este
suceso fue Atenea, que nació durante los enfrentamientos,
de la cabeza del dios Zeus. Atenea emergió de su padre
completamente armada. Nada más salió a la luz, dio
muerte instantánea
al gigante Palante y combatió siempre al lado del dios.
La Gigantomaquia duró mucho tiempo y habría durado
más, si no hubiera sucedido lo que predijeran las Moiras:
que los Olímpicos conseguirían la victoria, a condición
de que un mortal fuera su aliado.
Así
pues, el elegido fue Hércules. Atenea se encargó
de llevarlo hasta Flegas, escenario de la batalla. El héroe
junto con Apolo hirió a Efialtes en un ojo. Después
atravesó con una fecha al cabecilla de los gigantes, Alcioneo,
pero éste se levantó con fuerzas renovadas. Advertido
por Atenea de que el gigante sacaba su energía de la tierra
y que por lo tanto en su tierra no podría vencerle, lo
llevó en hombros hasta
Beocia donde lo mató. Remató a Porfirión,
a quien Zeus ya había alcanzado con su rayo.