Decían
los viejos tehuelches septentrionales que Walichú ó
Háleksem había nacido en las tierras de Tandil,
donde el accidentado terreno le servía de morada. Desde
allí este espíritu maligno extendió su
dominio por la Patagonia legendaria...
Es
fuerte. Nada escapa a su aguda vigilancia ni a su poder:
-¡Roba niños!- y la angustia paraliza a las
indias madres. -¡Asusta y petrifica a las mujeres!-
y los guerreros saben que sus flechas son inútiles
contra él...
Aborígenes
de distintas procedencias le han dado nombres diferentes:
es gualichu para los quéchuas, huecué para
los mapuches, halpén para los onas, ieblon par alos
indios del sur, o hálekasem para los tehuelches.
Pero siempre esa palabra se dice con miedos ancestrales.
Quienes
saben de estas cosas afirman que la malignidad de wualichú
(o gualichú) tiene matices que van de la cruel crueldad
destructora a la traviesa picardía. Quizás
dependa de su humor del día, o de su aburrimiento,
o del respeto que sus altares naturales despiertan en los
viajeros... Lo cierto es que sus remolinos apagan los fogones,
y que su aliento helado mata a los pajaritos refugiados
en los matorrales, y que aúllapor las mesetas desoladas...
¿Habrá alguien que pueda vencerlo?...
El
indio sabe desde tiempo inmemorial que es mejor apaciguar
su espíritu levantisco con ofrendas. Por eso al recorrer
la patagonia y cruzar por sus dominios paga el tributo obligado.
Si
no, ¿cómo escapar su terrible mirada abarcadora?,
¿cómo pasar de largo y con fatal descuido
por los sitios sagrados donde merodea, sin desatar sus iras?...
En
realidad, más que eludir hay que convocar y propiciar
el espíritu poderoso. Y el camino del gualicho es
transitado con respeto y silencios. Y al árbol del
gualicho, -maldito, seco y solitario- al borde, de la senda
que le ofrendan trapitos y bolsitas con llancas (piedras
pequeñas) que obtienen rasgando los propios vestidos,
matras y ponchos.
Así
el árbol mítico florece un fantastico ropaje
que ondula al viento, y el hombre pierde retazos de sus
prendas... ¡pero llegara salvo a destino! Y a las
piedras del gualicho, tan alucinantes y extrañas
en el paisaje, apaciguan con el precioso alimento del aceite,
la sal o las hierbas...
La
patagónia guarda celosamente el misterio, pero tiene
sitios que lo revelan: la piedra del collón curá,
la piedra de caviahue, la piedra Saltona de cajón
chico, el meteorito de Kaper-Aike, el bajo del gualicho
el cerro, Yanquenao, el cañadón de las pinturas,
las cuevas de las manos, Aquí y allá los espíritus
acechan en los parajes solidarios y se mimetizan en los
árboles secos, plantas sagradas, piedras, sendas,
travesías..., y hasta el viento interminable.
La
precencia del gualicho a sobrevivido al avance de la cultura
del blanco y convive con ella. Está en el paisano
del campo y en el habitante del pueblo o ciudad...
Es
por cosas del gualicho que todavía hoy en las zonas
rurales no se canta de noche o no se usa sombrero dentro
de las casas, o se teme al aire malo, o se respeta al ñamco
sagrado, o se esquiva el humo cegador del molle...
También
es por temor o conjuaración al Gualicho que en la
actualidad, en las ciudades se usan amuletos, cintas rojas,
contra el mal de ojo, ruda macho o ajo macho, o se encienden
velas, o se compran hierbas para infusiones mágicas
y lociones que todo lo pueden... si se usan al son de rezos
o palabras secretas.
Los
viejos -viejos dicen que Gualicho es una diableza en realidad...
y quizás sea así, porque las equivalentes
representaciones aborígenes conservan el rasgo femenino,
¿será por eso que persigue las mujeres y roba
niños?. ¿Se mueve a caso por celos o envidias
milenarias?. ¡Quien sabe!.
Sin
embargo el caracter anifeminista de este espíritu
maligno se puede rastear en actividades que se relacionan:
el loncomeo , danza netamente masculina que el araucano
tomó del tehuelche, y en la secreta ceremonia de
iniciación ritual de los más jovenes. Dicen
que lo atestigua también la celebración indígena
del camaruco.
Posiblemente
la más admirable y misteriosa conexión con
walichú sea el arte rupestre, diseminado en mil rincones
del paisaje patagoniense... Porque es es fama que él
es el artista de las míticas pinturas de las cuevas,
donde las manos fantásticas y extraños laberintos,
huellas de pisadas humanas, y no humanas, animales estilizados
y siluetas de cazadores, guardas de grecas, tigre, máscarda,...
reproducen y guardan al mismo tiempo el espíritu
mágico. Son su obra, y allí está su
secreto para cuando podamos decifrarlo...
Entre
tanto ¿Cómo conocerlo más en profundidad?
¿Es Gualichú el ansestro de las razas aborígenes
de la tierra austral?. ¿O tal vez una modalidad local
de mitológico y universal espíritu guardián?.
El
camino sigue abierto al estudio y la conjetura inagotable...
¡porque nuestro gualicho está vivo! Quizás
la vieja sabiduría de los brujos chamanes puede ayudarnos.
Pero esa es otra historia.