Dicen que no hubiera sido por los pájaros ni habrían
existido los tehuelches. Y es verdad, porque fueron las aves las
que ayudaron a escapar del gigante que lo perseguía al pequeño
Elal, el héroe que más tarde creo a los hombres de
la Patagonia. Ellas fueron su transporte y su escolta, su abrigo
y su alimento. Y ocupando lagunas, grutas y acantilados, se quedaron
para siempre en la Patagonia.
Cuentan que en la isla de Kóoch, apenas nacido Elal, una
Tuco-Tuco lo oculto en su cueva para salvarlo de la furia de su
padre, que lo buscaba para matarlo. Sin embargo Terr-Werr, la Tuco-Tuco,
sabia que el escondite era inseguro y que tarde o temprano el gigante
Nóshtex devoraría al bebe, para impedir que un día
se volviera mas poderoso que el. Pero para salvar al niño
la Tuco-Tuco necesitaba ayuda, y al primero que recurrió
fue a Kiken, el chingolo.
Cerca de la laguna, Terr-Werr encontró a Kiken, que avanzo
a los saltitos a su encuentro. La Tuco-Tuco le dijo que necesitaba
hablar con el cisne, que nadaba muchos metros agua adentro, y le
pidió por favor que volara hasta él y lo llamara.
El chingolo cumplió con este primer encargo, y del mismo
modo fue convocado a todos los animales para que se reunieran en
la asamblea donde se decidiría el destino de Elal. Y por
eso que aun hoy Kiken es amigo de todos, hombres y animales, cualquier
sitio es su casa y es el primero en cantar cuando llega el amanecer.
Una vez reunidos los animales, Terr-Werr les contó a todos
de la existencia de Elal, de cómo lo había salvado
arrastrándolo hasta su cueva, de cómo Nóshtex,
su padre, furioso, removía las rocas de la gruta para descubrirlo,
de que el peligro era enorme...Entonces Kíus, el cholo, pidió
la palabra a la asamblea, y dijo:
- Fuera de la isla, hacia el oeste, mas allá del mar, hay
una tierra que solo yo conozco. Podemos mandar el niño allí,
y de este modo Noshtex nunca podría alcanzarlo.
Y así se hizo, porque a todos les pareció bien la
idea de Kíus.
Pero esa tierra desierta, la Patagonia, era el reino de Shíe,
la nieve, y de Kókeske, el Frío. Los dos hermanos,
siempre juntos, siempre de acuerdo, recorrían permanentemente
su territorio. Shíe llegaba quedamente, deshaciendo en motas
su vestido blanco, acolchando las rocas y tachonando el mar. Luego
Kokeske endurecía la nieve caída y la volvía
filosa, brillante y resbaladiza. A veces convocaban a Máip,
el viento helado, que jugaba con Shíe haciéndola volar
y corría con Kókeske carreras velocisimas. Los amos
de la Patagonia se pusieron furiosos cuando descubrieron a Elal,
que bajaba del cerro Chaltén, donde lo había dejado
el cisne, para vivir en esa tierra y cambiarlo todo. A pesar de
que los dos hermanos atacaron al niño con todo su poder,
no pudieron vencerlo y para siempre le guardaron rencor, a el y
al Chorlo, que había trazado el camino del invasor. Por eso
Kíus solo vive en la Patagonia mientras el tiempo es cálido;
emigra hacia el norte cuando el invierno se acerca, temeroso de
la venganza de Kókeske y Shíe.
Kápenk-och era un pájaro negruzco, le gustaba caminar
por la tierra buscando su alimento o posarse con su compañera
en un arbusto bajo, cantando y silbando a los cuatro vientos. Él
fue el encargado de distraer al padre de Elal, el gigante Nóshtex,
mientras Terr-Werr se dedicaba a los últimos preparativos
de la fuga.
El gigante, pisoteando los matorrales, recorría la isla en
busca de su hijo, y Kápenk-och lo seguía volando bajo
de rama en rama, aturdiéndolo con sus silbidos agudos y revoloteándole
alrededor. Ya se acercaban al punto de la laguna desde donde partiría
Elal cuando Nóshtex, irritado, ordeno al pajarito:
- Cállate!!!
Pero Kápenk-och siguió cantando, cada vez mas fuerte.
Entonces el gigante grito:
- Cállate de una vez, te digo!!!!! y al mismo tiempo
le arrojo una rama, de modo que una gruesa astilla se clavo en el
pecho claro del pajarito.
Kápenk-och dio un grito de dolor y se escapo sangrando, mientras
Nóshtex daba media vuelta fastidiando hacia su caverna. Cuando
el pajarito, desfalleciente, llego a la laguna, Elal curo con cuidado
su pecho tembloroso, y dispuso que ostentara para siempre en el,
como una insignia, el violento y hermoso color de la sangre. Y así
distinguimos todos al pecho-colorado.
Cuando
Terr-Werr, la Tuco-Tuco, mando llamar a todos los animales, le pidió
al piche que buscara al flamenco para que fuera él, una de
las aves más grandes, el encargado de transportar a Elal
en su viaje hacia la Patagonia.
Cuentan que el pinche fue a buscar diligentemente a la otra orilla
de la laguna, pero en el camino se encontró con un gigante
que se detuvo a observarlo. Entonces el animalito quiso disimular
su apuro, se puso a husmear la tierra y así, como quien no
quiere la cosa, logro esconderse entre los juncales. Allí
permaneció hasta que estuvo seguro de que el gigante se había
ido y solo entonces retomo el camino. Finalmente encontró
al flamenco, que caminaba en círculos a grandes pasos removiendo
el agua, muy cerca de la orilla.
Recibido el mensaje, el flamenco se apuro a cruzar la laguna para
ir en busca de Elal, pero cuando llego ya el niño se trepaba
a las blancas espaldas del cisne. Dicen que su desilusión
fue tan grande que no dijo nada y, parado en donde estaba, se quedo
quieto, muy quieto, doblando su ágil cuello y ocultando su
cabeza debajo de un ala.
Entonces Elal, conmovido, quiso compensarlo con un regalo. Inspirado
por la visión deslumbrante del horizonte teñido por
la aurora, pinto para siempre sus plumas con el color rosado del
amanecer.
Pero el cambio no calmo la pena del flamenco y, después de
seguir a Elal detrás del cisne en su vuelo sobre el mar,
se refugio en las ocultas lagunas de la Patagonia, donde vive rodeado
únicamente de los suyos y se pasea con el cuello curvo y
la cabeza gacha, para que nadie advierta su mirada de tristeza.
Otro
que llego tarde a la cita de Elal fue Mexeush, el choique. Cuando
Patenk, el zorro, fue a avisarle que el niño lo esperaba
en la orilla de la laguna, tuvo intenciones de ir a su encuentro.
Estaba por echarse a volar cuando advirtió que se acercaba
uno de los gigantes; entonces, acobardado, decidió ir caminando
en dirección opuesta y dar un rodeo. Cuando finalmente llego
a donde todos lo esperaban, Elal, enojado, lo castigo quitándole
la facultad de volar.
Por eso Mexeush, a pesar de que sus alas son grandes y poderosas,
no puede planear como el con el cóndor por encima de las
cumbres, ni seguir a las canoas por el mar como los cormoranes,
ni revolotear de mata en mata como los chingolos. Tiene que conformarse
con correr, velocisimo, por la estepa, agitando vanamente sus alas
inútiles.
Dicen que cuando los animales, reunidos en asamblea por el llamado
de Terr-Werr, decidieron salvar a Elal enviándolo a la Patagonia,
pensaron en que solamente tres aves reunían las condiciones
necesarias para poder cruzar el mar llevando en su lomo al niño
hasta su tierra. Por eso Terr-Werr convoco al cisne, al choique
y al flamenco.
Pero, mientras los dos últimos se dirigían con retraso
a la cita con Elal, Kòokne, el cisne, avisado por el chingolo,
nado derechamente hacia el escondite y accedió sin vacilar
al pedido de la tuco-tuco.
Mientras escuchaba las indicaciones de Kius, y Terr-Werr, el cisne
esponjo las blancas plumas de su espalda para recibir a Elal, que
se acomodo allí como en un nido. Carreteo un buen trecho
por el campo y, con un grito de despedida, se elevo en el aire rumbo
al oeste, con su vuelo vigoroso y sostenido, que parecía
incansable.
Nadie conoce los detalles del viaje, pero dicen los tehuelches que
fue durante su transcurso que el niño y el cisne se hicieron
amigos para siempre. Que fue allí, en las alturas, donde
Kòokne llamo Elal por primera vez a esa criatura
sin nombre.
Elal y el cisne volaron dejando atrás la isla, por encima
del mar inmenso, hasta avistar la montaña azul de la que
les había hablado Kìus. Allí, en la cumbre
del chalten, se poso Kòokne y cuido a Elal durante tres días
y tres noches, hasta que estuvo listo para bajar y comenzar su obra
en la Patagonia. Entonces el cisne se retiro a las lagunas y a las
costas del mar, desde donde se dice que todos los amaneceres recuerda
a Elal y lo llama con un grito.
Así paso mucho tiempo y, una vez terminada su obra civilizadora,
cuando Elal decidió marcharse de la Patagonia, volvió
a buscar a Kòokne. Dicen que el héroe monto en el
cisne y se fue volando, siempre hacia el este. Cuentan que cuando
Kòokne estaba cansado se lo decía a Elal, y el jinete
lanzaba una flecha que se un dia en el agua. En ese punto surgía
una isla, a donde Kòokne se posaba para recuperar sus fuerzas.
Por eso los cisnes son sagrados para los tehuelches. No los cazan
ni los domestican para no atraerse la desgracia y, cuando un cisne
muere, ni siquiera los cóndores y otras aves carroñeras
se animan a despedazar su cadáver. Así lo dispuso
la voluntad de Elal.
Dicen que al principio los tehuelches enseñaban a sus hijos
a cuidarse del cóndor, que de vez en cuando sorprendía
en el cerro a un chico solitario y se lo llevaba para siempre a
su guarida. Elal, que tenia en ese entonces cuatro años,
estaba un día echado boca arriba, mirando el cielo abierto,
donde las nubes se unían y separaban en una ronda interminable,
cuando vio un punto oscuro y lejano que, valanseandoce, se acercaba
cada vez mas.
Por la manera de planear, tardo un poco un reconocer al cóndor,
entonces preparo una flechita para calzar en el pequeño arco
que había fabricado y acostado, como estaba, apunto hacia
arriba, hacia el vientre negro del gran pájaro que descendía.
La flecha dio en el blanco y el cóndor bajo aleteando ensordecedoramente
hasta donde estaba Elal, que le dijo:
- solamente quiero que me des una pluma
El cóndor gritaba:
- No te voy a dar! No te voy a dar!
Y entonces Elal, de un manoton de su pequeña mano, le arranco
todas las plumas de la cabeza y lo dejo pelado, tal como lo conocemos
hoy.
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