Relación entre genes y felicidad
Fuente: Mundo Científico. Número 194. Octubre 1998. Edición Especial: "¿Estamos determinados por los genes?"
¿Ganar en la lotería puede hacernos más felices? ¿Una plaza en la Academia de Ciencias o en el club de jazz más prestigioso de la ciudad puede llevarnos de una vez por todas la felicidad que nos falta? Desde hace unos diez años, psicólogos y genetistas efectúan estudios para comprender que es lo que, en definitiva, influye en nuestros estado psicológico.
El trabajo citado con más frecuencia es el de los dos genetistas norteamericanos, David Lykken y Auke Telleken, de la Universidad de Minessota. Para evaluar la influencia de los genes, estos investigadores pidieron a 1.380 gemelos verdaderos y falsos que se calificaran en la escala del bienestar. Es decir, que se estimaran su nivel de felicidad a partir de una serie de afirmaciones del tipo: "tengo confianza en mi futuro", o: "normalmente estoy muy entusiasmado".
La parte siguiente de este estudio consistía en comparar las respuestas de los dos grupos. Resultado: compartir los mismos genes apareció como el factor determinante. La correlación entre las respuestas llegaba a ser del 44% en los verdaderos gemelos, mientras que no sobrepasaba el 8% en los falsos gemelos. Lykken y Telleken llevaron su estudio más lejos, dedicándose por separado a los gemelos verdaderos y a los falsos. El factor genético era todavía más evidente: pequeñísimas diferencias entre gemelos verdaderos criados juntos o separados mostraron que el medio no tenia prácticamente ninguna influencia.
¿Era esta relación entre genes y felicidad estable en el tiempo? Repitiendo su estudio entre cinco y diez años más tarde, Lykken y Telleken demostraron que el nivel de felicidad de los gemelos verdaderos se mantenía en el 80%, lo que hizo decir a los autores que, a largo plazo, cada uno conserva un cierto nivel de felicidad que le es propio y que, de una vez por todas, es fijado por la genética, siendo tan solo perturbado por fluctuaciones relacionadas con acontecimientos externos: matrimonio, perdida de peso, compra de una casa, etc.
Según parece, este punto de vista es confirmado por otros estudios. Por ejemplo, el del Servicio Americano de Salud Pública y Nutrición, que durante diez años hizo el seguimiento de 6000 hombres y mujeres de todas las edades, o el estudio de los psicólogos Edward y Carol Diener, de la Universidad de Urbana, en Illinois. Según estos últimos, un disgusto amoroso o una promoción profesional sólo afectan nuestro estado general durante tres meses. Seis meses mas tarde, ya no queda nada: volvemos a nuestro nivel medio de felicidad. ¿Sería ,pues, la búsqueda de la felicidad únicamente un señuelo, tan ineficaz como un método que nos promete, por ejemplo, crecer después de los 25 años?