LAS RAZONES DE LA EXISTENCIA


La observación, la experimentación y la intuición NO son incompatibles con la fe. Cada una tiene su campo y esos campos son perfectamente compatibles. No todo es ciencia, existen otras varias cosas. Las ciencias lo único que explican es COMO suceden las cosas, nunca el POR QUÉ. La ciencia no puede dar razón de todas las cosas, siendo una ciencia cerrada, que no necesite de nada más, podrá dar razón de A con B; de B con C, de C con D... la última razón tiene que estar fuera de la Ciencia, no se conoce ninguna ciencia cerrada.

Esta evidencia nos lleva a deducir que ciencia y fe tienen mucho en común. Es más, ciencia y fe se encuentran más cerca de lo que muchos científicos suponen.

La ciencia es la forma más fiable de conocimiento que tenemos sobre el mundo, porque se basa en hipótesis contrastables. En cambio, la religión se basa en la fe.

Pero la separación entre ciencia y fe no es tan neta. La ciencia tiene su propio sistema de creencias basado en la fe. Un científico ha de tener fe en que el universo está regido por leyes matemáticas seguras, inmutables, absolutas y universales de origen desconocido. Hay que creer que esas leyes no fallarán, que mañana al despertar no nos encontraremos con que el calor fluye de las cosas frías a las calientes, ni que la velocidad de la luz cambia cada hora.

Tanto la religión como la ciencia se fundan en la fe; o sea, en la creencia de que existe algo exterior al universo y que no se explica, bien Dios, bien un conjunto de leyes físicas o tal vez incluso un enorme conjunto de universos desconocidos. Esta coincidencia no es tan extraña, pues la misma noción de ley física es teológica en su origen. Procede, como muestra el caso de Newton, de la doctrina cristiana, según la cual Dios creó el mundo y le confirió un orden racional. Por tanto, decir que las leyes del universo están libres de fe es manifiestamente falso.







EL CÓMO Y EL POR QUÉ


"La ciencia no puede por sí sola resolver ese problema; le hace falta el conocimiento del hombre que se eleva por encima de la física y de la astrofísica y que se conoce con el nombre de Metafísica, hace falta sobre todo el saber que viene de la Revelación de Dios". Estas palabras de Pio XII colocan la cuestión del origen del universo en un plano que excede el de las ciencias naturales.

Desde la ciencia sólo se puede dar respuesta a los sucesos de este universo. O más bien, no la ciencia, sino el ser humano.

La ciencia no explica el "por qué " de la creación, su competencia es el "cómo".

El orden maravilloso de la creación, todo lo que la razón humana puede entender y explicar apunta hacia Dios como Creador. Descubrí que lo mismo le sucedió a infinidad de científicos que con humildad observaban los hechos.

La ciencia tiene una ley llamada entropía, según la cual todo tiende al desorden salvo cuando hay una fuerza superior ordenadora. La ciencia no es en ningún modo una amenaza para la fe sino al contrario, es gran amiga.

Quien busca la verdad no teme ni a la ciencia ni a la religión, pues la verdad no se contradice y tanto la ciencia como la fe son verdad. El problema no está en la ciencia ni en la religión sino en los errores que se introducen en una y en otra. Son esos errores los que producen aparentes contradicciones.

Resulta dificil hoy cuestionarnos lo que nos dice la ciencia, pero viendo la multitud de errores sobre los que se ha ido construyendo y su pretensión de absolutez. �Por qué le damos la fiabilidad que les damos? �Cómo podemos afirmar que la teología ha mantenido visiones erróneas y negar eso mismo de la ciencia? �Acaso el conocimiento científico que poseemos es del todo correcto y no va a ser incluso rectificado en el futuro como lo ha sido en el pasado? �Se pueden criticar tan ferozmente las explicaciones religiosas que enfocan el problema desde otro plano diferente?

La ciencia debe dar explicación del "como" y la teología debe ocuparse del "por qué". Cuando la teología se ha ocupado del "como", la mayoría de las veces ha cometido grandes erroers. De la misma manera, dudo que la ciencia pueda decir algo del "por qué" sin entrar en la "ciencia-ficción". El principio de autoreplicación puede hablar de un "como", pero nunca te dira nada del porqué la materia evoluciona hacia una vida inteligente que ansía tender a la perfección y no se queda como estaba... El discurso del científico es y debe ser el de la "causalidad" y el de la fe el de la "finalidad" y, en cualquier caso, una "causalidad trascendente". La pregunta de Martin Heidegger "�porqué hay algo y no más bien la nada?" no puede ser tener respuesta científica, sino únicamente desde la metafísica o la fe. Del mismo modo, la pregunta por el sentido es algo que escapa igualmente de la ciencia.

Alguien ha dicho que una de las cosas que caracteriza a los humanos es la capacidad para hacerse preguntas. �qué es lo que nos hace preguntarnos sobre el sentido y los últimos porqués?�Una determinada distribución de la materia? Estaríamos muy mal programados entonces... en cualquier caso, no como los ordenadores que funcionan y ejecutan su código (que no es más que sistema binario que se traduce en impulsos eléctricos).. y no se preguntan el por qué.

Como dice Marc Lachiez-Rey (especialista de astrofísica en Saclay): "La ciencia no puede decirnos porqué el universo es así y no de otro modo".

"De la nada no puede salir algo", una afirmación obvia. A la pregunta sobre el origen seguramente muchos responden con una "materia o universo eterno". La diferencia está en que donde los ateos prefieren hablar de un "algo" (materia eterna) yo prefiero hablar de un "Alguien" (Ser eterno). Nadie podrá negar que decantarse por una u otra opción es cuestión de fe (ya que tampoco se puede demostrar que existiera una "materia eterna").

Así pues, �qué es lo que hace que esa materia que eternamente había sido únicamente eso, materia, diera lugar al dinamismo por el que surge el Universo y la vida? A lo mejor se responde: el azar.

Evidentemente esta será una respuesta sin ninguna certeza... simplemente porque deciden creer en ello, es decir, por fe...

Pues donde los ateos prefieren ver puro azar, yo prefiero ver "finalidad".

Según creo, la materia no acostumbra a tener intención. De este modo, se puede entender la generación entre padres e hijos como una simple combinación de la materia que se perpetúa (siguiendo unas leyes que sin saber porqué un día surgieron...). Además, esta materia se perpetúa generando un sentido de conciencia y de individualidad... Yo, frente a esta visión, prefiero leer esa generación entre padres e hijos desde algo que va más allá de la pura física, desde la finalidad, el afecto, la intención, la educación, el amor...

Según mi opinión, somos algo más que pura materia. Si somos únicamente materia que nos regimos por unas leyes predeterminadas �dónde queda nuestra libertad?

�por qué entonces sentimos a veces remordimientos, si lo que hacemos es actuar conforme a las leyes que nuestra propia materia nos determina?

En esa evolución de la materia, �dónde surge la conciencia y la individualidad?

�No somos todos la misma materia acaso?

A todo esto se puede responder que no existe libertad... (por lo que no debería existir entonces responsabilidad, ni tampoco cárceles!)... Pero: si existe libertad... si además del CÓMO hacemos las cosas existe un PORQUÉ... si existen personas que se preguntan por un QUIEN en lugar de por un QUÉ....Si, en definitiva, existe un SENTIDO, entonces existe un campo para la Teología. Un campo al que la ciencia nunca podrá responder.







TEOLOGÍA Y CIENCIA


Encíclica Fides et Ratio:
"Las llamadas verdades que la Teología intenta hacer inteligibles no están sujetas a criterio racional alguno, no pueden ser cuestionadas ni siquiera averiguadas. Ya son dadas. La Teología trata simplemente de hacerlas inteligibles".



La Teología se ocupa también de mostrar el significado salvífico que el mensaje bíblico contiene para el hombre y la humanidad. En las más variadas tradiciones culturales resuenan de una u otra forma las preguntas: �quién soy yo? �de dónde vengo y a dónde voy? �por qué existe el mal� �qué hay después de esta vida?. Es el carácter sapiencial del conocer humano La encíclica aludida hace mención del "sapere aude" kantiano diciendo que la razón ha de atreverse a pensar incluso lo que está más allá de ella misma, lo que la trasciende, ya que está constitutivamente abierta a lo infinito

Algunos rechazan el saber teológico basándose en este sofisma: "Todo conocimiento verdadero ha de ser evidente o demostrable".

Ocurre que esta afirmación ni es evidente, ni es demostrable; luego según el criterio que ella misma impone, no es verdadera. Que no es demostrable, creo que está claro. Que no es evidente, no tanto, pero lo justifico (espero que se entienda el lío de palabras que sigue).

Yo afirmo: "Dios existe". No es evidente, tampoco demostrable. Pero �es falso entonces? Sólo si me ataño al criterio anterior, es falso. Pero de por sí no puedo afirmar que lo sea (es más, mi fe me dice que no lo es). Al no ser mi afirmación ni evidente ni demostrable, y si el criterio anterior es evidente, deberia estar claro que lo que he dicho es falso. Pero eso no ocurre. Y es porque el criterio no es una evidencia, es un mero juicio, discutible y limitado.

Ahora bien, otra cosa es que maticemos: "Sólo podemos asegurar objetivamente la veracidad de un conocimiento si éste es evidente o demostrable". Con esta afirmación sí estaría de acuerdo.

-Y por fin me centro en la teología. Según afirman muchos ateos, la teología no es válida porque se fundamenta en la fe, que es irracional. Pero la ciencia hace uso del conocimiento sensitivo, el cual tampoco es racional, y sin embargo es perfectamente válida. Entonces ese criterio no me sirve.

Por otra parte, se le achaca a la teología el que no haga aportaciones al conocimiento en general, ni a la mejora en la vida de la gente. Si este es el criterio a seguir, podríamos también decir lo mismo de la ciencia. �Qué aportación supuso la explosión de los artefactos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki? �El asesinato instantáneo de cientos de miles de personas -gracias al "progreso" científico- supone en si un aval para afirmar que la ciencia es más "útil" que la teología?

Ciencia y teología son frutos del mismo árbol

Tanto la teología en cualquiera de sus manifestaciones, como la ciencia en cualquiera de sus disciplinas no dejan de ser herramientas de las que se vale el ser humano para tratar de explicar el mundo en el que vive. Bien es cierto que la ciencia es más práctica, más concreta, y su desarrollo conlleva bienestar y progreso para la sociedad del presente. Aunque, desprovista de un colchón moral, puede convertirse en la peor herramienta esclavizadora de la humanidad (verbigracia: los campos de exterminio nazis, donde se asesinaba y eliminaba "científicamente" y a escala industrial a los humanos considerados inferiores por sus "racionalistas" asesinos.

La teología, sin embargo, trata de buscar respuesta a preguntas que inquietan al ser humano desde el principio de los tiempos, y que la ciencia no ha sabido responder.

Por tanto, y en resumen, ciencia y teología no dejan de ser herramientas, "inventos" ideados por el ser humano para explicar el mundo en el que vive, si bien es verdad que últimamente la ciencia puede confundirse con una especie de religión con gran número de seguidores.

Por otro lado, la fe es un don gratuito de Dios. No obstante, ello no quiere decir que no sea una fe razonable, esto es, conforme a la razón y que cuenta con argumentos para su afirmación y defensa ante los demás. Asimismo, en ocasiones la exposición de tales razones y argumentos de la fe pueden servir para que incluso los no creyentes sientan una inquietud que les haga replantearse o reconsiderar su propia increencia.

Grandes filósofos del siglo XX, como Husserl y Scheler, manifestaron abiertamente que si sólo podemos conocer lo sensible, renunciamos a las realidades más profundamente humanas. Ambos enseñaron en la Universidad de Gotinga a principios de siglo, y lograron un ambiente de extraordinario interés por la filosofía. La más brillante de sus alumnas era una chica atea, Edith Stein, que escribió esto:

"Con razón se nos inculcaba continuamente que debíamos mirar todas las cosas sin prejuicios, y arrojar toda clase de anteojeras. Las barreras de los prejuicios racionalistas, en las que me había criado, sin darme cuenta cayeron, y el mundo de la fe se presentó súbitamente ante mis ojos. En ese mundo vivían personas con las que yo trataba a diario y a las que admiraba. Tenían que ser, por lo menos, dignas de ser consideradas en serio".

Sólo quiero terminar con unas palabras de Tatiana oricheva, feminista rusa exiliada: " Si alguien me pregunta qué significa para mí el retorno a Dios, qué es lo que esa conversión me ha hecho patente y cómo ha cambiado mi vida, puedo contestarle con sencillez y brevedad: lo significa todo. Todo ha cambiado en mí y a mi alrededor . Y, para decirlo con mayor precisión aún: mi vida empezó sólo después de haber encontrado a Dios".







EINSTEIN, NEWTON, DESCARTES... TODOS LOS CIENTÍFICOS GENIALES ERAN CREYENTES.



Esto es una evidencia científicamente irrefutable. Los mayores científicos de la historia fueron creyentes. Resulta como si la creencia en Dios suele ser proporcional a la genialidad de esta gente hiperracionalista. En cambio, cuanto más mediocres son estos científicos, más abundan los ateos. �Casualidad? �No será más bien que la fe tiene también una componente de inspiración que induce a toda esta gente a sus geniales descubrimientos? �No será que un genio como Einstein, un devoto creyente, fue capaz de dar la vuelta a todas las teorías sobre el universo precisamente porque era, al mismo tiempo, capaz de imaginarse al Creador? Conmino a los ateos a que se replanteen seriamente sus ideales. Este universo es demasiado complejo como para ser ideado por una simple mente como la humana. El ateísmo constriñe la mente. Haced un esfuerzo de imaginación, romped las barreras que os atan el cerebro y dejad que la mente vuele libre al encuentro de Dios.






LAS ESCALAS DE DIOS



Observo que alguna gente tiende a pensar que la humanidad es demasiado insignificante para ser tenida siquiera en cuenta por el Creador. Ciertamente, el universo que nos contiene es gigantesco. Un universo con quince mil millones de años-luz de radio es, desde luego, una magnitud tan descomunal que resulta difícil imaginarla siquiera. En comparación, la humanidad, la Tierra, incluso nuestra galaxia, es menos que un grano de arena en el desierto. Sin embargo, la propia magnitud de Creador -reflejada en Su obra- no puede ser ajena ni a un solo átomo de Su creación. Este poder tan colosal para crear universos es también aplicable al control estricto que tiene sobre Su obra. El hombre no puede ser un simple apunte a pie de página de un Creador que -curiosamente- se complace en los humildes. Una vez creada nuestra realidad, Dios sigue manifestando Su poder en el control que mantiene sobre ella. El mismo Jesús lo afirmó en cierta ocasión: NI EL MOVIMIENTO DE UNA RAMA LE PASA DESAPERCIBIDO. Y el hombre no está menos presente en Sus pensamientos. También Jesús afirmó que cada uno de nosotros estamos en la mente del Creador: INCLUSO VUESTROS CABELLOS ESTÁN CONTADOS...


Otros caen en el extremo opuesto, y piensan que el Cielo será un aburrimiento eterno.

El cielo, contra lo que muchos imaginan, no es un lugar aburrido, sino una continua renovación de felicidad. Para imaginarlo basta con pensar en la infinidad de mundos que existen en este universo visible. Los astrónomos calculan que existen en el universo varios miles de millones de galaxias. Cada una de estas galaxias, como la nuestra, tiene unos cien mil millones de estrellas, alrededor de las cuales pueden girar una decena de planetas. Aunque pudiésemos viajar de forma instantánea a cualquier punto del universo, no tendríamos tiempo de visitar ni una ínfima parte de los mundos existentes.

Supongamos que dedicásemos un solo segundo a visitar una de estas estrellas. Nos encontramos con que un hombre que viva cien años sólo podría visitar -repito durante un único segundo- el tres por ciento de las estrellas de nuestra propia galaxia...

Sobran los comentarios. Es evidente que este universo no está hecho a la medida del hombre. Se necesitaría una eternidad con decenas de miles de millones de años para visitar cada una de las estrellas que existen en el universo...

�De verdad alguien piensa aún que el Cielo es aburrido? Y todo esto si nos limitamos a este universo físico, que los astrónomos ni siquiera han empezado a vislumbrar.

Dios es, por definición, el INFINITO. La Biblia nos dice que los cielos, y los cielos de los cielos no pueden contenerLo (1 Reyes 8:27). Incluso este universo físico que nosotros podemos ver es una nimiedad en comparación con la magnitud divina. No es posible aburrirse en un lugar infinito como el Cielo, donde Dios mismo será la recompensa de los santos.

Resulta muy difícil para seres finitos como los hombres definir la Infinitud que representa Dios. San Pablo nos cuenta en 2 Corintios 12:1-4 que en una ocasión fue "arrebatado al Tercer Cielo" y que "Cosas que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni ha concebido el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que Le aman".







S. S. EL PAPA ACEPTA LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN



En el año 1996, S.S. J. Pablo II aceptó "como más que probable", las teorías evolucionistas. Esto no supone ninguna contradicción con la Biblia. La Biblia no es un libro de ciencia, hay que interpretar el mensaje, no las palabras concretas. El mensaje del Génesis es que Dios creó al hombre. Llamese a esto Adán y Eva o Gran Explosión; el hecho es que Dios, el Creador, es imprescindible para explicar la existencia del universo. El Papa también añadió otra cuestión esencial al mensaje "EL ALMA PROCEDE DE DIOS". Aquí está el meollo del asunto. El alma es de procedencia directa del Altísimo. Tal como dice la Biblia en cierto pasaje YO OS CONOCÍ ANTES DE QUE FUESEIS ENGENDRADOS EN EL VIENTRE DE VUESTRA MADRE. En este caso habla no del cuerpo físico, que aún no existe, sino del espíritu que Dios insufla en ese cuerpo una vez que se produce la concepción.

La Iglesia Católica acepta la teoría de la evolución, de la que existen numerosas pruebas. Y a diferencia de muchas iglesias protestantes, no interpreta la Biblia literalmente. Es más, declara que en su análisis, salvo en las cuestiones puramente teológicas, la ciencia histórica prevalece sobre ella. El creacionismo mormón, pongamos por caso, es incompatible con la evolución, pero el creacionismo católico es perfectamente compatible: Dios crea el mundo y las potencialidades se desarrollan a lo largo de los milenios.

Una vez entendido que el Antiguo Testamento está escrito a menudo en lenguaje simbólico o mitológico, y que es absurdo interpretarlo literalmente, no creo que haya problema para ver en el Génesis una explicación que pueda ser compatible con el evolucionismo (pre-científica, fabulosa y todo lo que se quiera, pero compatible).

En cualquier caso, al margen de lo anecdótico, no veo ningún problema en aceptar las teorías científicas y seguir pensando que el mundo fue creado por Dios. Una cosa no excluye a la otra.






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LA CREDIBILIDAD DE LA OTRA VIDA



Es común escuchar a los ateos argumentos en contra de la existencia de un mundo espiritual como el que narran las Escrituras basándose en que "es irracional", "es acientífico", "es una quimera de dementes" o apelativos aún más pintorescos. Por algún motivo tienden a contraponer la realidad cienticista a la "utopía" religiosa. Consideremos un momento la utopía religiosa. Es ciertamente, en el sentido etimológico de la palabra, una utopía porque evoca una hipotética realidad donde reina la felicidad perfecta. Desde luego nada que ver con las utopías comunistas del XIX ni con la utopía comunista "científica" de Marx, cuyo resultado no deja de resultar paradójico al ser traducido a la realidad: el pretendido paraíso en la Tierra quedó convertido en algo muy próximo a lo que sería el infierno terrenal perfecto. Lo sucedido en la Unión Soviética, en China, Vietnam, Birmania y otros "paraísos" comunistas es bien elocuente al respecto.

La religión, en cambio, ofrece la utopía perfecta: la felicidad total y ad perpetuam. La condición para acceder a ella es reunir un nivel moral mínimo -sin el cual, el paraíso no podría ser perfecto- y un acto de aceptación previo -no sería perfecto nuestro paraíso si alguien estuviese allí contra su voluntad. Contra este último requisito, se alzan las voces ateas. Y es entonces cuando surgen las argumentaciones "científicas" mencionadas al principio.

Esta es la cuestión más interesante: hasta que punto lo increíble puede resultar, finalmente, cierto. Para ello, conviene hacer un repaso a la historia. Tras siglos de oscurantismo, Newton sentó las bases de la física moderna. Por fin la humanidad tenía un sistema de leyes universales que explicaban la realidad a través de las matemáticas. Una base sólida y fiable que parecía destinada a desafiar el paso de los siglos. Sin embargo, hace sólo unos decenios, la nueva física de Einstein dio la vuelta a todo lo que anteriormente se consideraba inamovible. Los dogmas científicos habrían considerado demencial hace sólo cien años la posibilidad de que el espacio pudiese curvarse, de que el tiempo no fuese una variable inmutable o de que la Tierra, el Sol, la Luna y todas las estrellas del universo pudiesen comprimirse hasta el punto de caber en la palma de nuestra mano. Imaginémonos que alguien propusiese todo esto en la época ilustrada de Newton. Sin duda no tardarían en mandarlo al manicomio.

Sin embargo todo esto ES POSIBLE.

Todo esto que acabo de exponer es igualmente aplicable a la "utopía" perfecta de la religión. Y digo perfecta porque ES REAL. Los dogmas científicos actuales -dogmas que muchos consideran inamovibles, e incluso dignos de consagrar su vida entera a adorarlos- quedarán desfasados en cuanto alguna otra mente lúcida los ponga en evidencia. Los mismos que califican la religión como "irracional", descubrirán -me temo que demasiado tarde- la racionalidad perfecta de Dios.

La historia lo demuestra: lo que hoy nos parece simplemente demencial, mañana nos asombraremos al comprobar que es real. Porque la Realidad Divina siempre supera lo imaginable







�CABRÍAN LOS OCÉANOS EN UN DEDAL?



Cuéntase que mientras San Agustín se encontraba en la playa preparándose para dar una enseñanza sobre el misterio de la Santísima Trinidad, vio a un niño tratando de vaciar el agua del mar en un hoyito que había hecho en la arena. Al preguntarle San Agustín qué estaba haciendo, el niño le respondió que estaba tratando de vaciar el mar en el hoyito, a lo que le contestó el Santo: "Pero, �estás tratando de hacer una cosa imposible!" Y el Niño le replicó: "No más imposible de lo que es para ti entender o explicar el misterio de la Santísima Trinidad". Y con estas palabras el Niño desapareció.

Lo que para San Agustín de Hipona -año 350 d.C- parecía simplemente imposible, hoy no lo semeja tanto. De hecho, sabemos que es posible comprimir la totalidad de la materia del universo en la punta de un alfiler.

Es más se supone que las singularidades que son los augeros negros, tienen un volumen cero y una masa infinita, basándonos en ese principio se podría comprinir cualquier materia hasta volumen 0, o sea todo el universo comprimido sin ocupar espacio.

Pero lo más interesante de todo sobreviene al preguntarse como es posíble que un niño seguramente analfabeto que vivía hace mil setecientos años en una provinciana ciudad del norte de África pudiese siquiera plantear semejante hipótesis a San Agustín, una de las mentes más lúcidas de su época. Y que, contra todas las probabilidades, tuviese, finalmente, la razón de su parte.








LA INIMAGINABLE MAGNITUD DE DIOS



Imaginemos que estamos en el campo, de paseo, y comprobamos que una hormiga minúscula se ha subido a nuestro zapato sin darnos cuenta. Cogemos la hormiga cuidadosamente con un dedo y la aproximamos a la cara para verla mejor. Distinguimos sus patitas, las antenas que se mueven en todas direcciones, su cabeza minúscula... y nos divertimos volteando el dedo arriba y abajo para impedir que se nos escape.

Me temo que me quedo corto, pero de comparar a un hombre con Dios, pienso que la hormiga sería un buen ejemplo. No es sólo cuestión de dimensiones. La magnitud infinita de Dios es posible percibirla en la inimaginable extensión del universo por Él creado. También resulta inimaginable Su inteligencia. Supongamos que la inteligencia pudiese medirse en relación directa al tamaño del cerebro. Esto no es exactamente cierto, pero como ejemplo es válido. Si reducimos el cerebro humano al tamaño de la cabeza de una hormiga, y consideramos que Dios tiene el cerebro de un hombre, �podemos siquiera imaginar la distancia que nos separa de nuestro Creador? La cabecita minuscula de una hormiga comparada con una cabeza humana... Puede servirnos esta comparación como referencia para medir las inteligencias de ambos. Podría una hormiga comprender siquiera un pensamiento de un hombre? Podrían los cerebros de seis mil millones de hormigas -la población humana actual- comprender una sóla idea racional?

La inteligencia de Dios es simplemente insondable. Actualmente existen buscadores de internet que son capaces de ofrecernos una selección de millones de páginas en fracciones de segundo. Escribimos una palabra, y al momento, un superordenador situado a decenas de miles de quilómetros busca entre los más de mil millones de páginas que tiene almacenadas en su memoria y nos ofrece una lista completa de todas las páginas en las que figura la palabra en cuestión. Esto supone sin duda un avance asombroso y nos da una idea de lo que es capaz de hacer una mente tan limitada como la de nuestro hombre-hormiga.

Cuando una máquina fabricada por el hombre es capaz de tratar en fracciones de segundo toda la información contenida en mil millones de páginas de internet, podemos siquiera imaginar lo que podría hacer el Creador del hombre?

Nuestra minúscula hormiguita campestre vive en un escueto refugio bajo tierra, apenas unos pocos centímetros por debajo de la superficie. El hombre necesita algo más de espacio, unas decenas de metros cuadrados de vivienda. La vivienda de Dios tiene una extensión mínima de quince mil millones de años-luz -el tamaño del universo conocido. Jesús lo afirma en la Biblia: LA CASA DE MI PADRE TIENE MUCHAS HABITACIONES.

Una casa normal tiene cuatro o cinco habitáculos. En muchos casos, aún menos. Para hacernos una idea de la magnitud de Dios por las dimensiones de Su vivienda, debemos utilizar una calculadora potente. Imaginemos. Se estima que el universo supera ampliamente los mil millones de galaxias. Cada galaxia tiene una media de cien mil millones de estrellas. A su vez, cada estrella podría tener una media de diez planetas... Ciertamente, la Casa del Creador dispone de muchas habitaciones.

Y con comparaciones similares podríamos extendernos indefinidamente. Bueno sería al hombre tratar de imaginar la Magnitud divina para percibir la necesidad de seguir las enseñanzas bíblicas sobre la humildad. El hombre es una creación Divina, y pretender suplantar a Dios es una soberbia tan patética como podría serlo que una hormiga pretenda igualarse a un hombre.




LA INMUTABILIDAD DIVINA


Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el Cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

Santiago 1:17

Vivimos en un mundo donde todo cambia. Hay cambios en el gobierno y cambios en la política del gobierno; cambia la opinión y posición de los mismos. Cambian los sistemas económicos, la enseñanza y los índices de todos los países del mundo. Cambia la gente común, cambian los pensamientos y cambian las actitudes. Los humanos cambian de localidad de residencia: del campo a la ciudad y de la ciudad al campo. Cambian de trabajo, de diversión, de ocupación, de credo. Todo, por la propia inseguridad e inestabilidad que produce la situación sociológica de los países, cambia.

Cambia el concepto "matrimonio", "familia", "hogar" etc, etc. Cambia la propia óptica de la sociedad, las modas y modismos y vemos que muchas cosas, que antes eran consideradas malas, feas y desagradables, hoy han sido establecidas como normales. Y muchas veces se motiva e incentiva para que estas cosas se digan o se practiquen (los medios de información mal usados). Todo cambia a nuestro alrededor.

Lamentablemente, tenemos que reconocer que los cambios que apreciamos hoy, en su gran mayoría no son buenos para aquellos sobre quienes recaerán los efectos de dichos cambios. Y entonces: �qué ocurre? De ahí que muchas veces, actitudes como el robo, los secuestros, las guerrillas con reacciones violentas y hasta generando revoluciones sangrientas, producen también angustia, amargura, depresión y muchas veces suicidios. Son resultados de los cambios. A veces son buenos cambios mal encaminados, pero ... en su mayoría, son malos cambios que afectan negativamente a la mayoría de las personas.

Pero qué bueno es saber que, en un "mundo tan cambiante", hay algo que no cambia: son las promesas de Dios para todos nosotros. Su fidelidad, su misericordia y su amor permanecen siempre inmutables. Esto nos da una firmeza, una seguridad que hace que podamos siempre confiar en Dios. Por eso, cuando tu fe esté puesta en Él; cuando te vuelvas a Él y tus oídos estén atentos a Su Palabra; cuando estés dispuesto a vivir en obediencia y confianza en Él, estoy seguro de que no te vas a arrepentir de tu decisión.

Dios es fiel. Promete y cumple. Vale la pena confiar en Dios aunque el mundo en que vivimos se desmorone por lo cambiante que es. Este hermoso Dios en quién creemos diariamente ... JAMÁS CAMBIA. "En Dios no hay ... ni sombra de variación".









�QUÉ SON LAS MÓNADAS?



I. Fundamento racional de las mónadas

Las mónadas tienen cuatro fundamentos:

1) matemático 2) físico 3) psicológico 4) metafísico

El mecanicismo sólo puede mantenerse desde el atomismo. Disuelto el atomismo, es necesario presuponer mónadas. De lo contrario, todo tendería al infinito, pero nada llegaría a ser, lo cual es un absurdo. Es decir, nunca empezaríamos a hacer algo (fundamento metafísico), ni acabaríamos de percibir nada (fundamento psicológico); la materia sería puramente pasiva, sin fuerza (fundamento físico) y la pluralidad no sería más que una ilusión de nuestros sentidos, ya que la naturaleza carecería de unidades reales (fundamento matemático).

Hay que deslindar hipótesis como el éter y el espacio absoluto, de Newton, de otras como las mónadas o la armonía preestablecida, formuladas por Leibniz. Las primeras son puras negaciones, abstracciones del cálculo tomadas en sí y trasladadas al mundo. Las mónadas, en cambio, tienen cualidades positivas, como la fuerza y la percepción.

II. Las mónadas como vida

Un mecanicista es incapaz de distinguir entre lo vivo y lo muerto, ya que si la vida es mera organización y la muerte mera desorganización (de la materia, se entiende), entonces lo vivo y lo inerte no se distinguen sustancialmente, sino sólo accidentalmente. En dos palabras: para el mecanicista, o todo está vivo o todo está muerto, sin que pueda hablarse de vida y muerte en términos absolutos.

En mi opinión, todo lo complejo debe organizarse en virtud de principios superiores. Esto es, entiendo la organización de la materia en los organismos vivos como una subordinación de la multiplicidad (funciones corporales) a la unidad (mónada central, cuya sede física es el cerebro).

Según la monadología, existen estructuras totalmente sumidas en la materia y en la pasividad, mientras que otras se muestran activas e incluso inteligentes. Aunque las mónadas estén indiferentemente desparramadas por toda la naturaleza, sea ésta viva o inerte, yo sólo llamaría "vida" strictu sensu a aquella capaz de imprimir fuerza al movimiento y de modificarse autónomamente.

Consideremos esto también: la vida propiamente no surge, sino que se desarrolla a partir de su existencia preformada. El hombre, pues, jamás creará vida del vacío, y se limitará, en cambio, a ver de qué modo puede favorecer dicho desarrollo.

Por último, no hay que confundir la esencia de la vida, que es la fuerza, con la condición de la vida orgánica, es decir, la reproducción. Puedo perder mi capacidad reproductora y no por ello dejar de estar vivo. Sin embargo, al conservarse la fuerza por la eternidad, asimismo se conserva la mónada más allá de su muerte orgánica, de su desaparición como cuerpo visible.









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