MISERICORDIA DIVINA SIN LÍMITES

JESUCRISTO HABLA A SOR JOSEFA MENÉNDEZ

Te enseñaré Mis secretos de amor, y tu serás ejemplo vivo de Mi Misericordia, porque si tengo tanto amor y predilección por ti que no eres más que miseria y nada, ¿qué no haré Yo por muchas otras almas más generosas que tú? Haré conocer que Mi obra reposa sobre la nada y la miseria, y que ese es el primer anillo de la cadena de amor que desde toda la eternidad preparo para las almas. Haré conocer hasta que punto Mi Corazón las ama y las perdona. Veo lo íntimo de las almas. ... El acto de humildad que hacen reconociendo su flaqueza. ... Poco se me da su flaqueza. ... Suplo lo que les falta. Haré conocer como es que Mi Corazón se sirve de esa flaqueza para dar vida a muchas almas que la habían perdido. Haré conocer que la medida de Mi Amor y de Mi Misericordia para con las almas caídas no tiene límites. ... Si tú eres un abismo de miseria, Yo soy un abismo de Bondad y Misericordia. Mi Corazón es tu refugio. Ven a procurar en Él todo aquello que precisas, incluso aúnque se trate de cosas que Yo te pida. No juzgues que dejaré de amarte por causa de tus miserias, no: Mi Corazón te ama y no te abandonará jamás. Bien sabes que es propiedad del fuego abrasar y destruír: así mismo es propio de Mi Corazón perdonar, purificar y amar. ¿No te dije muchas veces que Mi único deseo es que las almas Me den sus miserias? Si no osas aproximarte a Mí, me aproximaré Yo a ti. Cuantas más flaquezas encontrases en ti, tanto más Amor encontarás en Mí. Poco Me importan tus miserias, lo que Yo quiero es ser Dueño de tu miseria. Tu pequeñez da lugar a Mi grandeza. ... Tu miseria e incluso tus pecados dan lugar a Mi Misericordia. ... Tu confianza atrae Mi Amor y Mi Bondad. No os pido sino aquello que tenéis. Dadme vuestro corazón vacío y Yo lo llenaré; dádmelo desnudo de todo y Yo lo revestiré; dadme vuestras miserias y Yo las consumiré. Lo que no veis, Yo os lo mostraré. ... Por lo que no tenéis, responderé Yo. Hay muchas almas que creen en Mí, pero pocas que creen en Mi Amor; y entre las que creen en Mi Amor, son poquísimas las que cuentan con Mi Misericordia. ... Si pido amor en correspondencia a lo que me consume, no es éste el único retorno que deseo de las almas: deseo que crean en Mi Misericordia, esperen todo de Mi Bondad, y no duden nunca de Mi perdón. ¡Soy Dios, pero Dios de Amor! Soy Padre, pero Padre que ama con ternura y no con severidad. Mi Corazón es infinitamente santo, pero también es infinitamente sabio y, como conoce la miseria y la fragilidad humanas, se inclina hacia los pobres pecadores con Misericordia infinita. Amo a las almas después de que hayan cometido su primer pecado si vienen a pedirme humildemente perdón. ... ¡Las amo aún cuando lloran su segundo pecado y, si eso se repite, no digo un billón de veces, sino incluso millones de billones de veces, las amo y las perdono siempre y lavo en Mi Sangre tanto el último como el primer pecado! ¡No Me canso de las almas, y Mi corazón espera siempre que vengan a refugiarse en Él, por más miserables que sean! ¿No tiene un padre más cuidados con un hijo que está enfermo que con los que tienen buena salud? Para con ese hijo, ¿no son mayores sus delicadezas y su solicitud? Así también Mi Corazón derrama sobre los pecadores con más liberalidad que sobre los justos Su Compasión y Su Ternura. ¡Cuántas almas encontarán la vida en Mis palabras! Cuántas cobrarán ánimo al ver el fruto de sus esfuerzos: un pequeño acto de generosidad, de paciencia, de pobreza, puede llegar a ser un tesoro y ganar para Mi corazón un gran número de almas. ... Yo no atiendo a la acción: atiendo a la intención. El menor acto, hecho por amor, ¡puede adquirir tanto mérito y darme tanta consolación! Mi Corazón da valor divino a las menores acciones. Lo que quiero es amar. No busco sino amor. ... No pido sino amor. El fuego eterno del infierno será la merecida paga por el Amor de Dios despreciado, pisoteado bajo los pies.



Revelaciones extraídas del libro El Camino del Amor Divino de sor Josefa Menéndez.







LA MISERICORDIA DIVINA ES MAYOR SIN NINGUNA COMPARACIÓN POSIBLE QUE TODOS LOS PECADOS QUE PUEDAN COMETER TODAS LAS CRIATURAS JUNTAS



SANTA CATALINA DE SIENA (1347-1380)

EL DIÁLOGO

Dictado por ella, mientras se encontraba en un estado de éxtasis, a sus secretarias, y completado en el año de Nuestro Señor de 1370.

CAPÍTULO XIII



Sobre la muerte de los pecadores, y de sus penas en la hora de la muerte.



"No tan excelente, querida hija, es el final de estos otros pobres infelices que se encuentran en una gran miseria, como Yo te he contado. ¡Qué horrible y tenebrosa es su muerte! Porque en el momento de la muerte, como te dije, el diablo los acusa con gran terror y oscuridad, mostrándoles su cara, la cual, como sabes, es tan horrible que antes que mirar para ella, la criatura preferiría mejor elegir cualquier otro dolor que puede ser sufrido en este mundo; y tan enormemente se les aviva el gusano de la conciencia, que los corroe horriblemente. Los placeres desordenados y la sensualidad que elevaron como señores sobre su razón, los acusa miserablemente, porque entonces reconocen la verdad de aquello que al principio no conocían, y el sentimiento de su error los conduce a una gran confusión.



"Descubren que vivieron sus vidas sin creer en Mí -el amor a si mismos les veló la pupila de la más sagrada fe- entonces el diablo los atormenta con esta infidelidad a fin de traerlos a la desesperación. ¡Oh! qué duro para ellos es esta batalla, porque los encuentra desarmados, sin la armadura del amor y la caridad, porque, como miembros del diablo, se han privado de todo ello. En ese momento ellos carecen de la luz sobrenatural, y también de la luz de la ciencia, porque no la comprendieron, su orgullo no les deja comprender la dulzura de su substancia. Y ahora, en la gran batalla, no saben qué hacer. No han sido alimentados en la esperanza, porque no han esperado en Mí, ni en la Sangre de la cual Yo los hice ministros, sino solamente en si mismos, y en los honores y delicias del mundo. ¡Y este desgraciado esclavo del demonio no vió que todo lo que poseía le fue prestado con interés, y que como deudor tendría que rendirme cuentas a Mí! Y ahora se encuentra a si mismo solo, desnudo y sin ninguna virtud, y a cualquier lado que mira no oye más que reproches y desconcierto. La injusticia que practicó en esta vida lo acusa delante de su conciencia, y le paraliza todo coraje para pedir otra cosa que no sea justicia.



"Y Yo te digo que tan grande es esta vergüenza y confusión que se abandonarían a la desesperación y de esta forma el diablo los conduciría a la condenación eterna, a no ser que en sus vidas hayan tomado el hábito de esperar en Mi misericordia, lo cual, teniendo en cuenta sus pecados, sería una gran presunción. Porque aquel que Me ofende apoyándose en Mi misericordia, no puede realmente decir que tiene esperanza en Mi misericordia, sino más bien tiene presunción. Este presuntuoso no ha mamado en absoluto la leche de la misericordia.



"Pero llegando a la extremidad de la muerte, y reconociendo su pecado, si descarga su conciencia a través de la sagrada confesión, queda purificado de la presunción, que ya no me ofende, y entonces le queda la misericordia. Y con esta misericordia puede, si él lo quiere, unirse a la esperanza. Sin esto, ningún pecador escaparía a la desesperación, y por la desesperación encontraría con los demonios la condenación eterna.

Es Mi misericordia la que, durante sus vidas, les hace esperar Mi perdón. Yo no les otorgo en absoluto esta gracia para que me ofendan por medio de ella, sino para agrandar sus almas en la caridad, y en la consideración de Mi Bondad. Pero ellos actúan en el sentido contrario, porque caen en el pecado y me ofenden a cuenta de la esperanza que tienen en Mi futura misericordia. Aún así Yo los mantengo en esta esperanza para que en el último momento tengan algo en lo que puedan agarrarse e impida que sucumban ante sus remordimientos, abandonándose a la desesperación y recibiendo por ella la condenación eterna. Porque este pecado final de desesperación Me ofende mucho más y les es mucho más mortal que todos los otros pecados que hayan cometido. Y ésta es la razón por la cual este pecado es mucho más peligroso para ellos y ofensivo para Mí, porque ellos cometen otros pecados a través de ciertas delicias de su propia sensualidad, y algunas veces incluso sienten angustia en la conciencia por no estar haciendo lo correcto y piensan en arrepentirse para así obtener el perdón. Pero no es la fragilidad de vuestra naturaleza la que os mueve a la desesperación, porque no existe placer ni nada comparable, sino un intolerable sufrimiento en ella. Alguien que se desespera desprecia Mi misericordia, haciendo que su pecado sea más grande que la misericordia y la bondad. Entonces si un hombre cae en este pecado, y no se arrepiente, y no se siente verdaderamente afligido por su ofensa contra Mí como él debería, afligido más bien por su propia pérdida que por la ofensa cometida contra Mí, entonces recibe la condenación eterna. Ve, pues, que este sólo pecado lo lleva al infierno, donde será castigado por éste y todos los otros pecados que ha cometido. Mientras que si se sintiera afligido y se arrepintiese por la ofensa cometida contra Mí, y hubiese esperado en Mi misericordia, habría obtenido el perdón. Porque, como te he dicho, MI MISERICORDIA ES MAYOR SIN NINGUNA COMPARACIÓN POSIBLE QUE TODOS LOS PECADOS QUE PUEDAN COMETER TODAS LAS CRIATURAS JUNTAS; también ésta es la más cruel afronta que Me pueden hacer: estimar que el crimen de una criatura es más grande que Mi Bondad.



"La desesperación es ese pecado que no es perdonado ni en esta vida ni en la otra. En el momento de la muerte, después de toda una existencia pasada en el desorden y en el crimen, querría, pues, que los pecadores tomasen confianza en Mi misericordia, en lugar del horror y la desesperación. Esta es la razón por la que durante sus vidas Yo uso esta dulce estrategia con ellos, haciéndoles esperar grandemente en Mi misericordia, de esta forma, habiéndose alimentado con esta esperanza, lleguen a la muerte sin estar tan inclinados a abandonarlo todo por culpa de los duros reproches que reciben en ese momento.



"Esta gracia es un don de Mi ardiente e insondable Caridad. Pero esta gracia la han utilizado bajo la tenebrosa inspiración del amor a si mismos, del cual ha procedido cada uno de sus pecados. No lo han sabido en verdad; había una gran presunción en el sentimiento de que ellos percibían la dulzura de Mi misericordia. Y esta es otra causa de reprobación que les hacen sus conciencias en presencia del diablo, reprobándolos en que ellos deberían haber usado el tiempo y toda la extensión de Mi misericordia en aquello en que ellos esperaban, en la caridad y el amor por la virtud, y que el tiempo que Yo les concedí por amor debería haber sido empleado en la santidad. Sin embargo malgastaron todo este tiempo, y se han servido de esta larga esperanza en Mi gran amor y misericordia para ultrajarme miserablemente. ¡Oh! ¡más ciegos que los ciegos! Vosotros habéis ocultado vuestras perlas y vuestros talentos que Yo puse en vuestras manos para que pudieseis ganar más con ellos, pero en vuestra presunción no hicisteis Mi voluntad, sino que los escondisteis bajo la tierra del desordenado amor a vosotros mismos, de vuestro amor egoísta, el cual ahora ha fructificado y te ofrece como fruto la muerte.



"¡Oh desgraciado!, ¡qué dolor se abate sobre ti a estas horas! ¡Ya no puedes cerrar los ojos ante tus miserias! Porque el gusano de la conciencia ya no volverá a dormir, tú sientes como te corroe. Los demonios alzan contra ti sus clamores y te traen la recompensa que acostumbran a pagar a sus esclavos, es decir, reproches, confusión y condenación. Para que en este instante no te escapes, ellos desean conducirte a la desesperación, de forma que en el momento de la muerte no te escapes de sus manos, desean hundir tu espíritu en la aflicción, para conducirte a la desesperación y hacerte inmediatamente partícipe de su mismo infortunio.

¡Oh, infeliz! La dignidad en la cual Yo te he elevado, ahora la ves a la luz tal como ella realmente es, y tú sabes para tu vergüenza que has malgastado y usado en tan tenebrosa culpabilidad los bienes de la Santa Iglesia, que te ves como si fueras un ladrón, como un deudor que debe restituir su deuda al pobre y a la Santa Iglesia. Luego tu conciencia te representa que has gastado el dinero en mujeres públicas, y has encumbrado a tus hijos y enriquecido a tus familiares, y lo has derrochado todo en glotonería, en una vajilla de plata y otros ornamentos para tu casa, ¡tú, que deberías haber vivido en la pobreza voluntaria!



"Tu conciencia te representa el divino oficio que has negligenciado, por el cual has caído en la culpa del pecado mortal, y como incluso cuando lo recitabas con tu boca, tu corazón estaba lejos de Mí. La conciencia también te muestra a las almas que te fueron confiadas, es decir, la caridad que les debías, la obligación que te incumbía para elevarlas en la virtud, dándoles el ejemplo de una vida santa y guiándolas con la mano de la misericordia y la vara de la justicia. Tú hiciste lo contrario, y por ello tu conciencia te acusa en presencia de esta horrible aparición de los demonios.



"Y si como prelado has concedido injustamente prelaturas o cualquier cargo de almas a alguno de tus inferiores, esto es, que no has considerado a quién y cómo se lo estabas dando, el diablo te pone también esto ante tu conciencia. Hoy tu conciencia ve claramente los motivos por los que deberías haber distribuído estos cargos. No deberías haberte dejado guiar a cuenta de palabras agradables, ni en función de hacer favores a las criaturas, ni dejarte seducir por los regalos, sino solamente fijarte en la virtud, Mi honor y la salvación de las almas. No lo has hecho, y ahora la conciencia te atormenta para tu mayor dolor y vergüenza. A la plena luz de tu inteligencia, te dice aquello que has hecho y no deberías hacer, y aquello que deberías hacer y no has hecho.



"Deseo que sepas, querida hija, que la blancura se ve mejor cuando se coloca sobre un fondo negro, y la negrura sobre uno blanco, que cuando están separados. Así les ocurre a estos desgraciados pecadores en particular y a todos los otros en general, porque en la muerte el alma comienza a ver sus miserias. Mientras que el hombre justo tiene el sentimiento de su beatitud, el hombre malo ve representada ante él su vida malvada. No hay necesidad de que un extraño venga a recordarle sus pecados del pasado. Basta con su propia conciencia para que le ponga en la mente todas las maldades que ha cometido en su vida, juntamente con las virtudes que debería haber practicado. ¿Por qué las virtudes? Para su mayor vergüenza. Porque el vicio colocado en un fondo de virtud es mejor conocido en relación a la virtud, y tanto mejor conoce su pecado, mayor es su vergüenza, y por comparación con su pecado conoce mejor la perfección de la virtud; y la consideración de su vida carente de buenas obras, le provoca un dolor más vivo. Yo deseo que sepas que en este conocimiento que los pecadores moribundos tienen de la virtud y del vicio, distinguen perfectamente bien, no lo dudes, la felicidad reservada a la virtud del justo y el castigo que espera al culpable anclado en las tinieblas del pecado mortal. Yo no les doy este conocimiento exacto de las cosas para que se desesperen, sino para que puedan tener un perfecto conocimiento de si mismos y sientan una vergüenza de sus pecados mezclada con esperanza. De forma que con este dolor y conocimiento, puedan pagar por sus pecados, y apaciguar Mi ira, implorando humildemente Mi perdón.

El justo en este momento experimenta una alegría creciente, en el sentimiento más intenso de Mi caridad. Si él ha perseverado en el camino de la virtud siguiendo la doctrina de Mi Verdad, es a Mí, no a él mismo, a quien atribuye la gracia de su fidelidad. Es, pues, en Mí, que su alma exulta, bajo la influencia de esta luz y de este sentimiento. Siente también un anticipo de la próxima felicidad, como ya te expliqué en otro lugar.

Así, pues, el uno, es decir, el hombre justo, que ha vivido en ardiente caridad, exulta de alegría, mientras el pecador está abismado en las tinieblas del dolor y la tristeza.



"Para el justo la aparición y la visión del demonio no supone daño ni miedo, porque miedo y daño sólo le pueden ser causados por el pecado; pero aquellos que han pasado sus vidas entre la lascivia y entre muchos pecados, reciben ambos: daño y miedo de la aparición de los demonios, no ciertamente el daño de la desesperación, si no lo desean; pero sí el sufrimiento de la condenación, del avivamiento del gusano de la conciencia, y del miedo y terror a sus horribles aspectos diabólicos.

Ve ahora, querida hija, ¡qué diferentes son los sufrimientos y la batalla de la muerte para un justo y para un pecador, y qué diferente es su final!

He mostrado al ojo de tu intelecto una muy pequeña parte de lo que ocurre, y tan pequeña cosa es sobre lo que realmente es el sufrimiento del uno, y la felicidad del otro, que todo ello es, por así decirlo, nada. Ve qué grande es la ceguera del hombre, y en particular de estos ministros, porque tanto más que han recibido de Mí, y tanto más que ellos han sido iluminados por la Sagrada Escritura, mayores son también sus obligaciones y más intolerable es también la confusión que reciben por no cumplirlas; tanto más como conocieron la Sagrada Escritura durante sus vidas, tanto mejor conocen también a sus muertes los grandes pecados que han cometido, y sus tormentos son mayores que los de los otros. De la misma forma que un hombre bueno es colocado en un mayor grado de gloria. Les sucederá como al falso cristiano que en el infierno sufre mayor tormento que un pagano, porque él tenía la luz de la fe y renunció a ella, mientras que el pagano nunca la tuvo.



"Así, estos desgraciados clérigos serán castigados más que otros cristianos por el mismo pecado, a cuenta del ministerio que Yo les confié para administrar el Sol eucarístico, y porque ellos tenían la luz de la ciencia, que les permitía discernir la verdad para ellos mismos y para los otros, si lo hubiesen deseado. Por lo tanto, es justo que reciban un mayor castigo.

¡No piensan ésto los desgraciados! Si reflexionasen en su estado no caerían en tal miseria, sino que serían aquello que deberían ser y no son. Por ellos el mundo entero está corrompido, porque ellos obran mucho peor que los seculares. No son solamente sus almas las que corrompen con sus impurezas, también corrompen a aquellas almas que les son confiadas, y sorben la sangre de Mi esposa, esto es, la Santa Iglesia, a través de estos pecados hacen que aparezca pálida y desfallecida. El amor y los cuidados que deben a esta Esposa revierten sobre si mismos y no piensan en ella más que para despojarla. Éstas son las almas que deberían estar ávidas y celosas de la Iglesia, y no sienten sino ambición por las prelaturas y las grandes propiedades, cuando deberían estar salvando almas. A causa de su vida malvada, han provocado el desprecio de los seculares y su desobediencia a la Santa Iglesia. Este desprecio y esta desobediencia no dejan, a pesar de todo, de ser culpables, y la falta de los seculares no queda excusada por la de los Ministros."






SAN PEDRO Y JUDAS


El poder de la confianza en la misericordia de Cristo.

ROMA, viernes, 6 abril 2006

¿Con Pedro o con Judas?

El Domingo de Ramos es la única ocasión, en todo el año, en que se escucha por entero el relato evangélico de la Pasión. Lo que más impresiona, leyendo la pasión según Marcos, es la relevancia que se da a la traición de Pedro. Primero es anunciada por Jesús en la última cena; después se describe en todo su humillante desarrollo.

Esta insistencia es significativa, porque Marcos era una especie de secretario de Pedro y escribió su Evangelio uniendo los recuerdos y las informaciones que le llegaban precisamente de él. Fue por lo tanto el propio Pedro quien divulgó la historia de su traición. Hizo una especie de confesión pública. En el gozo del perdón encontrado, a Pedro no le importó nada su buen nombre y su reputación como cabeza de los apóstoles. Quiso que ninguno de los que, a continuación, cayeran como él, desesperasen del perdón.

Es necesario leer la historia de la negación de Pedro paralelamente a la de la traición de Judas. También ésta es preanunciada por Cristo en el cenáculo, después consumada en el Huerto de los Olivos. De Pedro se lee que Jesús se volvió y «le miró» (Lc 22, 61); con Judas hizo más aún: le besó. Pero el resultado fue bien distinto. Pedro, «saliendo fuera, rompió a llorar amargamente»; Judas, saliendo fuera, fue a ahorcarse.

Estas dos historias no están cerradas; prosiguen, nos afectan de cerca. ¡Cuántas veces tenemos que decir que hemos hecho como Pedro! Nos hemos visto en la situación de dar testimonio de nuestras convicciones cristianas y hemos preferido mimetizarnos para no correr peligros, para no exponernos. Hemos dicho, con los hechos o con nuestro silencio: «¡No conozco a ese Jesús de quien habláis!».

Igualmente la historia de Judas, pensándolo bien, en absoluto nos es ajena. El padre Primo Mazzolari tuvo una predicación famosa un Viernes Santo sobre «nuestro hermano Judas», haciendo ver cómo cada uno de nosotros habría podido estar en su lugar. Judas vendió a Jesús por treinta denarios, ¿y quién puede decir que no le ha traicionado a veces hasta por mucho menos? Traiciones, cierto, menos trágicas que la suya, pero agravadas por el hecho de que nosotros sabemos, mejor que Judas, quién era Jesús.

Precisamente porque las dos historias nos afectan de cerca, debemos ver qué marca la diferencia entre una y otra: por qué las dos historias, de Pedro y de Judas, acaban de modo tan distinto. Pedro tuvo remordimiento de lo que había hecho, pero Judas también tuvo remordimiento, tanto que gritó: «¡He traicionado sangre inocente!», y devolvió los treinta denarios. ¿Dónde está entonces la diferencia? Sólo en una cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, ¡Judas no!

En el Calvario, de nuevo, ocurre lo mismo. Los dos ladrones han pecado igualmente y están manchados de crímenes. Pero uno maldice, insulta y muere desesperado; el otro grita: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino», y se Le oye responder: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43).

Vivir la Pascua significa vivir una experiencia personal de la misericordia de Dios en Cristo. Una vez un niño, al que se le había relatado la historia de Judas, dijo con el candor y la sabiduría de los niños: «Judas se equivocó de árbol para ahorcarse: eligió una higuera». «¿Y qué debería haber elegido?», le preguntó sorprendida la catequista. «¡Debía colgarse del cuello de Jesús!». Tenía razón: si se hubiera colgado del cuello de Jesús, para pedirle perdón, hoy sería honrado como lo es San Pedro.

Conocemos el antiguo «precepto» de la Iglesia: «Confesarse una vez al año y comulgar al menos en Pascua». Más que una obligación, es un don, un ofrecimiento: es ahí donde se nos ofrece la ocasión de «colgarnos del cuello» de Jesús.

Comentario del padre Raniero Cantalamessa --predicador de la Casa Pontificia-- del Evangelio de la liturgia eucarística del Domingo de Ramos. Domingo de Ramos - B (Isaías 50, 4-7; Filipenses 2,6-11; Marcos 14, 1-15, 47)











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