LAS CRUZADAS
«La República», el segundo periódico por difusión
en Italia, ha escrito que «los francos masacraron a
setenta mil personas en una mezquita», lo que
debería hacer suponer que la mezquita era tan
grande como un moderno estadio de fútbol.
Según el profesor Cardini, «las Cruzadas no han sido nunca "guerras de religión", no han
buscado nunca la conversión forzada o la supresión de los infieles. Los excesos y violencias
realizados en el curso de las expediciones --que han existido y no se deben olvidar-- deben
ser evaluados en el marco de la normal aunque dolorosa fenomenología de los hechos
militares y siempre teniendo presente que alguna razón teológica los ha justificado. La
Cruzada corresponde a un movimiento de peregrinación armado que se afirmó lentamente y
se desarrolló en el tiempo --entre el siglo XI y el XIII-- que debe ser entendido insertándolo
en el contexto del largo encuentro entre Cristiandad e Islam que ha producido resultados
positivos culturales y económicos. ¿Cómo se justifica si no el dato de frecuentes amistades e
incluso alianzas militares entre cristianos y musulmanes en la historia de las Cruzadas?».
El artículo de «Civiltà Cattolica» es compartido por el escritor católico Vittorio Messori, que
ha declarado al «Corriere della Sera» que «se olvida que en Jerusalén, cuando llegaron los
musulmanes, destruyeron todas las iglesias de la cristiandad, lo mismo que hicieron en el
Norte de África, en Turquía y en la parte de España que ocuparon durante ochocientos
años».
¿quién fue el agredido y quién el agresor? Cuando, en el 638, el califa Omar conquista
Jerusalén, ésta era ya desde hacía más de tres siglos cristiana. Poco después, los seguidores
del Profeta invaden y destruyen las gloriosas iglesias primero de Egipto y luego del norte de
África, llevando a la extinción del cristianismo en los lugares que habían tenido obispos como
San Agustín. Toca luego a España, a Sicilia, a Grecia, a la que luego se llamará Turquía y
donde las comunidades fundadas por San Pablo mismo se convierten en cúmulos de ruinas.
En 1453, tras siete siglos de asedio, capitula y es islamizada la misma Constantinopla, la
segunda Roma. El rodillo islámico alcanza los Balcanes, y como por milagro es detenido y
obligado a retroceder ante los muros de Viena. Si se execra justamente la masacre de
Jerusalén en el 1099, no se debe olvidar a Mahoma II en 1480 en Otranto, simple ejemplo de
un cortejo sangriento de sufrimientos».
Según el conocido escritor católico Vittorio Messori, sobre las Cruzadas ha sido construida
por los iluministas una «leyenda negra» «como arma de la guerra psicológica contra la
Iglesia romana». Messori ha escrito en el «Corriere della Sera», el principal diario italiano,
que «es, en efecto, en el siglo XVIII europeo cuando, completando la obra de la Reforma, se
establece el rosario de las "infamias romanas", convertido en canónico».
«Por lo que se refiere a las Cruzadas, la propaganda anticatólica inventó incluso el nombre:
igual que el término Edad Media, elegido por la historiografía "iluminada" para indicar el
paréntesis de oscuridad y fanatismo entre los esplendores de la Antigüedad y los del
Renacimiento. Por descontado que quienes, hace novecientos años, asaltaron Jerusalén, se
habrían sorprendido bastante si alguno les hubiera dicho que estaban realizando lo que se
llamaría "primera Cruzada". Aquello para ellos era itinerario, "peregrinación", recorrido,
pasaje. Aquellos mismos «peregrinos armados» se habrían sorprendido aún más si hubieran
previsto que les sería atribuida la intención de convertir a los "infieles" o de asegurar vías
comerciales a Occidente o de crear "colonias" europeas en Medio Oriente...».
Messori revela que, lamentablemente, «en Occidente, la oscura invención "cruzada" ha
acabado por apresar en el sentimiento de culpa a algunos hombres de la misma Iglesia, que
no conocen como sucedieron de verdad las cosas». Además, explica Messori, «en Oriente, la
leyenda se ha vuelto contra el entero Occidente: pagamos todos --y pagaremos todavía
más-- las consecuencias, con el deseo de revancha de las multitudes musulmanas que piden
venganza contra el «Gran Satanás». Que no es sólo Estados Unidos, sino la entera
cristiandad; aquella, justo, de las "Cruzadas": ¿No son quizá los occidentales mismos
quienes insisten en decir que ha sido una terrible, imperdonable agresión contra los píos,
devotos, mansos seguidores del Corán?».
«Y sin embargo --revela el conocido escritor-- hay una pregunta que deberemos hacernos: en
el marco más que milenario de las relaciones entre Cristiandad e Islam, ¿quién fue el
agredido y quién el agresor?..
Messori concluye su reflexión haciendo algunas preguntas: «Todavía hoy: ¿qué país
musulmán reconoce a los otros que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de
culto? ¿Quién se indigna ante el genocidio de lo armenios ayer y de los sudaneses cristianos
hoy? El mundo, según los devotos del Corán, ¿no está dividido en "territorio del Islam" y
"territorio de la guerra", esto es, todos los lugares todavía no musulmanes que deben serlo,
por las buenas o por las malas?».
«Un simple repaso a la historia --escribe Messori-- incluso en sus líneas generales, confirma
una verdad evidente: una cristiandad en continua postura defensiva respecto a una agresión
musulmana, desde los inicios hasta hoy (en África, por ejemplo, está en curso una ofensiva
sangrienta para islamizar a las etnias que los sacrificios heroicos de generaciones de
misioneros habían llevado al bautismo). Admitido --y probablemente no concedido-- que
alguno, en la historia, deba pedir excusas a otro ¿deberán ser quizá los católicos quienes se
hagan perdonar por aquel acto de autodefensa, por aquel intento de tener al menos abierta la
vía de la peregrinación a los lugares de Jesús que fue el ciclo de las Cruzadas?».