LA INQUISICIÓN

La Inquisición se instauró en España en 1242 y no fue abolida formalmente hasta 1834. Su actuación más intensa se registra entre 1478 y 1700, durante el gobierno de los Reyes Católicos y los Austrias. En cuanto al número de ajusticiados, los estudios realizados por Heningsen y Contreras sobre las 44.674 causas abiertas entre los años 1540 y 1700, concluyeron que fueron quemadas en la hoguera 1346 personas (algo menos de 9 personas al año en todo el imperio).

El británico Henry Kamen, conocido estudioso no católico de la Inquisición española, ha calculado un total de unas 3.000 víctimas a lo largo de sus seis siglos de existencia. Kamen añade que "resulta interesante comparar las estadísticas sobre condenas a muerte de los tribunales civiles e inquisitoriales entre los siglos XV y XVIII en Europa: por cada cien penas de muerte dictadas por tribunales ordinarios, la Inquisición emitió una".

Con más de cinco mil estudios ya publicados, los expertos dan por zanjada la polémica sobre los datos históricos de la Inquisición, y centran sus esfuerzos en el análisis de la sociología, la hacienda y la jurisprudencia del Santo Oficio. La leyenda negra ha muerto para los historiadores, pero los mitos todavía siguen circulando. Afortunadamente, la fe cristiana guarda siempre una doctrina que le permite rectificar los errores prácticos en los que pueden incurrir algunos de sus miembros: la doctrina del Evangelio

La pena de muerte en la hoguera se aplicaba al hereje contumaz no arrepentido. El resto de los delitos se pagaban con excomunión, confiscación de bienes, multas, cárcel, oraciones y limosnas penitenciales. Las sentencias eran leídas y ejecutadas en público en los denominados autos de fe.

En cuanto a la tortura, la Inquisición admitió su uso, aunque con algunas restricciones: no podía llegar al extremo de la mutilación, ni poner en peligro la vida del imputado. No hay que olvidar que el tormento era utilizado entonces con toda normalidad en los tribunales civiles. La diferencia era que en los tribunales de la Inquisición, el acusado confeso arrepentido tras la tortura se libraba de la muerte, algo que no ocurría en la justicia civil.

Otro rasgo característico de la Inquisición era que el imputado tenía mejor garantizados sus derechos que en el sistema judicial civil. Además, la Inquisición no hacía distinciones a la hora de acusar a prelados, cortesanos, nobles o ministros. Prueba de ello fue el juicio de Carranza, que era arzobispo de Toledo y Primado de España y fue acusado de luteranismo y condenado por la inquisición española. O el de Antonio Pérez, que era secretario del rey. Este último, junto con otros políticos españoles exiliados, difundieron por Francia, Alemania e Inglaterra el germen de la leyenda negra de la Inquisición española, que fue acogida de buen grado en un ambiente de gran rivalidad por el dominio político del imperio español en numerosos puntos de Europa.

Durante el siglo XVIII, se difundieron unos grabados sobre la tortura inquisitorial del francés Picart que no corresponden a la realidad por exceso. Los tormentos eran, no obstante, terribles, tenían como finalidad producir un gran dolor físico a los acusados, sin llegar a la mutilación o muerte, para conseguir su confesión (en el caso de herejía, el reo confeso era librado de la pena capital). El Santo Oficio utilizó de hecho con menor frecuencia la tortura que otros tribunales coetáneos (era ordinario usarla en todos). Hispanistas como Lea o Kamen confirman con estadísticas que en épocas "duras" (hasta 1530) en tribunales muy activos se utilizó el tormento en el uno o dos por ciento de los casos.

A veces se presenta al Santo Oficio como una organización de rapiña. Es cierto que a los acusados se les confiscaban los bienes para cubrir los gastos del arresto y del tribunal, pero según estudiosos como R. de Carande o F. Braudel nunca constituyeron un negocio, aunque se dieron abusos contra los falsos conversos judíos hacia 1480 y 1725.

La Inquisición siempre tuvo interés en acallar los rumores sobre avaricia, mientras fue solvente hasta mediados del siglo XVI; más tarde, los hechos se encargaron de desmentirlo: tuvo que buscar vías alternativas de financiación (asignación de canonjías, préstamos hipotecarios, compra de minas, etc.)

A finales del siglo XVI, exiliados políticos españoles como González Montano en Alemania o Antonio Pérez, ex-secretario de Felipe II, en Francia e Inglaterra, difundieron el germen de la leyenda negra. Media Europa acogió de buen grado los libelos anti-españoles, según el hispanista H. Kamen, bien por su rivalidad en el dominio marítimo (Gran Bretaña, Francia), o por su deseo de librarse del dominio político español (Paises Bajos, norte de Italia).

La Ilustración y los afrancesados del XVIII continuaron la campaña y desde el siglo XIX, otro exiliado español, Juan Antonio Llorente, ex-secretario del Santo Oficio madrileño, fue el mejor difusor de la leyenda negra, a través de su "Historia critica de la Inquisición española", que contiene algunos elementos de interés, junto a errores de bulto de carácter estadístico.

Las relaciones entre judíos y cristianos hablan sido desiguales antes del reinado de los Reyes Católicos. Los hebreos no siempre pudieron convivir en paz en Sefarad (España). Perseguidos por algunas leyes visigodas, hallaron tranquilidad con reyes castellanos y aragoneses como Alfonso X el Sabio o Pedro IV el Ceremonioso. Pero a finales del siglo XIV diversas ciudades (desde Sevilla a Barcelona) se levantaron de modo violento contra los prestamistas judíos, odiados por unos acreedores que debían pagar un interés del 33% anual, máximo permitido por la ley.


Una institución, una persona hay que juzgarla dentro de la mentalidad de su época. �Condenaría Ud. de inculto o bárbaro a un profesor de universidad del siglo XVI porque ignoraba lo que es la electricidad, la televisión y la propulsión a chorro?

Pues bien, tenga presente que en aquella época la herejía era considerada como una conspiración contra el Estado. Estaban tan compenetrados el Estado y la religión que poner en peligro uno, era poner en peligro al otro. Tanto o más que hoy el comunismo.

�Pruebas? En Alemania y Francia las guerras de religión duraron más de un siglo: hubo cientos de miles de muertos. La Inquisición fue creada por los Reyes de España para evitar que pasara lo mismo.

De hecho los judíos y los moriscos trataron más de una vez de que los turcos invadieran España.

No se olvide que entonces la pena de muerte se daba muy fácilmente. En 1598 sólo en la prisión de Exeter, Inglaterra, fueron ajusticiadas 74 personas, muchos por haber robado una oveja (Hamilton).

Sir James Stephen calcula que en 300 años hubo en Inglaterra 264.000 condenados a muerte por diversos delitos. Unos 800 por año (más de dos por día).

�Sabe Ud. que muchas veces los ladrones cuando huyen gritan: "al ladrón, al ladrón", para despistar? Los protestantes se llevan las manos a la cabeza ante la "crueldad" de la Inquisición. Pues bien, ahí van unos datos sueltos sacados de historiadores serios, conocidos, casi todos protestantes.

Lutero, fundador del protestantismo: En 1525 escribe a los nobles: "Matad cuantos campesinos podáis: hiera, pegue, degüelle quien pueda. Feliz si mueres en ello, mueres en obediencia a la Palabra divina". Más de cien mil labriegos perecieron.

En Sajonia protestante, la blasfemia tenía pena de muerte. Calvino mandó quemar a Servet (médico católico que descubrió la circulación de la sangre, y a quien eliminaron por "contradecir" a la Biblia con dicho descubrimiento) y otros muchos.

En 1560 el Parlamento escocés decretó pena de muerte contra todos los católicos.

Ahí van algunos artículos del código inglés para Irlanda:

"El Católico que enseña a otro católico o protestante será ahorcado".

"Si un católico adquiere tierras, todo protestante tiene el derecho de despojarle".

"Destierro perpetuo a todo sacerdote católico; quienes lo eludan, sean medio ahorcados vivos y luego descuartizados". �Para qué seguir?

Las comunidades calvinistas de París, Orleans, Ruan, Lyon, Angey en sínodo general en 1559, decretan pena de muerte a los herejes.

En Alemania fueron quemadas más de 100.000 brujas. Hasta niños de siete años y ancianos moribundos. Un juez solo, quemó en 16 años a 800 brujas (un promedio de 50 personas al año).

�No sabe Ud. que Estados Unidos debe su fundación a puritanos que huían de la persecución religiosa de Inglaterra?

La inquisición española no se vio libre de las ideas de su tiempo y participó de la crueldad general. Pero tenga Ud. en cuenta los siguientes puntos:

El número de protestantes condenados a muerte, desde 1520 hasta 1820 en que fue suprimida, o sea en 300 años, según el investigador protestante alemán que se especializó en este tema, Schafer, fue de 220; de ellos sólo 12 fueron quemados. Ya ve: no toca ni a uno por año. �Qué pasa con la imagen del inquisidor parado en frente de hileras interminables de piras con condenados? Pasa que es mentira. Les advierto lealmente que la Inquisición actuaba también contra los moriscos y judaizantes y por eso el número de víctimas fue mayor.

La Inquisición no admitía todos los tormentos que eran usuales en aquella época en toda Europa. Sólo se podían aplicar una sola vez, en presencia del médico que podía suspenderlos si el reo recibía daño en la salud. Vea Ud. en cambio lo que se daba en la famosa torre de Londres a los católicos y se quedará asustado. Fue el primer tribunal del mundo que suprimió el tormento cien años antes de ser extinguida. El investigador norteamericano Mr. G. Lea, que ha escrito una obra en varios volúmenes sobre la Inquisición dice: "La Inquisición española en general fue menos cruel que los tribunales laicos al ejecutar la tortura".

No se podía aprisionar a nadie hasta que no hubiese tales pruebas que fuese evidente el delito. Se necesitaban por lo menos siete testigos juramentados ante Notario. No se admitían denuncias anónimas.

Si se confesaban y se arrepentían antes de dar la sentencia definitiva, se les absolvía con un castigo mayor o menor según lo que hubiesen tardado.

El reo tenía derecho a presentar cuantos testigos quisiese.

El reo podía estar en la cárcel, si era casado, con su mujer; si tenía criados le podían servir.

Si era culpable, el tribunal dictaba la sentencia, que debía ser confirmada por el Tribunal Supremo, al que se podía apelar y se le entregaba al Estado, el cual se encargaba de cumplir la sentencia. Las penas eran las más usuales entonces.

Y por último, tenga Ud. presente que gran parte de las acusaciones están tomadas de un sacerdote apóstata, Juan Antonio Llorente, que fue secretario de la Inquisición (se puso de parte de los invasores franceses en la guerra de la Independencia, tuvo que huir a Francia), y que él mismo confiesa que quemó todos los datos oficiales de que se sirvió para su obra. �Estupendo! Que le acusen a Ud. de haber falsificado cheques, y cuando pida Ud. las pruebas incriminatorias, le conteste su acusador que las quemó... Si eran tan comprometedoras para la Inquisición �por qué no las publicó?







LA INQUISICIÓN Y EL PROTESTANTISMO

1. El primer fundador del protestantismo, a quien se le ha querido hacer pasar por apóstol de la tolerancia y emancipador del pensamiento, aunque llegó hasta negar, en el hombre, la existencia del libre arbitrio, Lutero digo, ordenó abiertamente a sus fieles "el ganar el cielo espada en mano, y elevarse ha Dios sobre montones de cadáveres." Su grito de guerra era éste: "�Viva la Biblia! �Mueran los papistas!" "Era necesario que todo el mundo se lanzara contra el Papa y le matara y con él a todos cuantos le seguían, emperadores, reyes, príncipes y señores, sin miramiento alguno a su categoría." "Es necesario lavarse las manos en su sangre", declara el audaz innovador en muchos de sus escritos.

Estas provocaciones a la matanza, tan continuamente repetidas, no dejaron de producir su efecto. Bien conocida es la historia del Protestantismo, la guerra llamada de los Campesinos, en cuyo origen tanta parte tuvo el monje apóstata (1525). Cuando sus partidarios cubrieron de sangre y de ruinas los países católicos, el novador aprobó los desmanes de estas hordas indisciplinadas; pero cuando después, bajo el mando de Münzer, les vio invadir las comarcas en que se hallaba establecida la Reforma, se puso a excitar contra ellas a los príncipes protestantes: "�A las armas, príncipes, a las armas!, les gritaba entonces; herid, maltratad, matad, cara a cara, o por la espalda, porque nada hay peor que un sedicioso; perro es que os morderá si antes no lo derribáis." "No solamente estáis en el derecho, dice a los príncipes protestantes, sino en el deber de establecer el Evangelio puro, de proteger las nuevas iglesias, destruir la autoridad del Papa, y no dejar que se propague ninguna extraña doctrina." "Tiempos dichosos, escribe en otra ocasión, en que los príncipes pueden más fácilmente merecer el cielo, matando paisanos y derramando sangre, que presentando sus preces delante de Dios. Todo paisano herido, herido de muerte, está perdido en cuerpo y alma, y pertenece por toda la eternidad al diablo." Al saber que habían perecido más de cien mil de estos desgraciados, Lutero sacó de estas matanzas un nuevo título de gloria. "Esta sangre, escribe, es mía, porque yo la he derramado por orden de Dios."



2. Y en Suiza �qué es lo que hizo Calvino, el más cruel de todos los tiranos? Escribió un libro entero para probar que se debía condenar a muerte a los herejes. Y juntando el ejemplo al precepto, hizo quemar vivo a Miguel Servet por el crimen de herejía, y él asistió en persona al suplicio. Si Valentín Gentiles escapó en Ginebra a la muerte de Servet, debiólo exclusivamente a la retractación que hizo de sus doctrinas; cosa que, sin embargo, le valió muy poco, pues luego, en Berna, le cortaron la cabeza por haber negado el misterio de la Santísima Trinidad. Jaime Gruet, torturado hasta el último suspiro, Antoni, Funch, Bolsec, Castellion, Ochino, Acioti y cien otros pagaron con sus vidas las opiniones religiosas que habían sostenido, y, sobre todo, la imperdonable audacia de haber contradecido al reformador. el abstenerse de los actos del nuevo culto, como de la predicación o de la cena, constituía un crimen de alta traición y, consiguientemente, había de ser castigado. Imputábase a los acusados, los deseos, las tendencias y las inclinaciones del corazón. "Calvino, dice M. Galiffe, escritor protestante de Ginebra, estableció el reinado de la intolerancia más feroz, de las supersticiones más groseras y de los dogmas más impíos. Los medios con que tendía a su fin eran primero la astucia y luego la fuerza... Faltábale sangre a aquella alma de cieno para amasar el crimen". No es maravilla , pues, que pretendiera que los anabaptistas fuera tratados como bandoleros. "En la legislación ideada por este monstruo, dice, Audin, no se ve más que una palabra: �Muerte! La sangre gotea por todas partes. No hay para él otro medio que ejercer justicia con cualquier resistencia que la horca o la hoguera"(3).

No fue más suave Zwinglio. Para convencerse de ello, basta leer su carta de 4 de Mayo de 1525 a Ambrosio Blaurer, citada por Janssen, en Ein Zweites Wort an meine Kritiker. En ella declara que es permitido matar a los sacerdotes, si esto es necesario para llegar a la abolición de las imágenes y de la misa.

3. El mismo espectáculo nos ofrece Francia. En esta nación, los calvinistas hugonotes encendieron todos los furores de la guerra civil; se les vio caer sobre Orleans, Pethiviers, Nimes, Auxerre, Bouges, Montpellier, y sobre provincias enteras, matando a sus habitantes, derribando todas las iglesias que encontraban a su paso, arrojando al agua o encarcelando a los sacerdotes y a los religiosos que caían en sus manos. En Orthez, fue degollada toda la población católica que allí había, en número de tres mil personas. En el solo año de 1562, según ellos mismos confesaron, dieron muerte a 4.000 sacerdotes y religiosos, devastaron 20.000 iglesias y 90 hospitales. "�Quién ignora, dice Bossuet, las violencias que ejecutó la reina de Navarra contra los sacerdotes y religiosos? Aún hoy pueden visitarse las torres desde donde precipitaban a los católicos, y los abismos en que se los sepultaba"(4).

4. También en Dinamarca, se mostró la intolerancia intransigente y sanguinaria no bien hubo entrado en ella el luteranismo, en tiempo de Cristián II, llamado el Nerón del Norte. Bajo el reinado de Federico I, sucesor de aquel príncipe, llegaron a cometerse tales horrores contra los religiosos, que el escritor protestante Mallet (Histoire du Danemark, t. VI) no ha tenido empacho en decir que "en ningún otro país dominado por la Reforma, han sufrido los monjes tantas vejaciones como en Dinamarca". La frase es, por desgracia, demasiado exacta, pues se decretó pena de muerte contra todo sacerdote católico y contra cualquiera que le ofreciese refugio. En Suecia, nación convertida al luteranismo en el reinado de Gustavo Wasa, fueron tan horribles las crueldades que este príncipe mandó ejecutar contra los católicos, y tan espantosas las matanzas, que llegaron a excitar la indignación hasta del mismo Lutero.

5. La historia del cisma suscitado en Inglaterra por las pasiones de un príncipe disoluto, nos dice que Enrique VIII condenó al cadalso a dos reinas, a dos cardenales, a veinte entre arzobispos y obispos, a más de quinientos abades, priores y monjes, a una multitud de doctores, duques, condes y gentiles-hombres, entre los cuales se cuenta el célebre Tomás Moro y, en fin, a más de setenta y dos mil católicos de todo estado y condición. "Quisiera borrar de nuestros anales, dice Fitz William, autor anglicano de las Cartas de Atico, algunas manchas de la larga serie de iniquidades que acompañaron la reforma en Inglaterra, pues doquiera aparecen la injusticia y la opresión, la rapiña, el asesinato y el sacrilegio. Tales fueron los medios por los que el inexorable y sanguinario tirano (Enrique VIII), el fundador de nuestra creencia, estableció la supremacía de su nueva Iglesia. Todos los que quisieron conservar la religión de sus padres, y continuar adheridos a la autoridad que él mismo les había antes enseñado a respetar, fueron considerados como rebeldes, y bien pronto acabaron por ser sus víctimas." Pero cuando la persecución contra los católicos tomó su carácter más repugnante y atroz fue, sobre todo, bajo el reinado de la reina virgen, de la buena Isabel, como la llaman los Ingleses (1559-1603). Esta hija de Enrique VIII y de Ana Boleyn no sacrificó menor número de católicos que su padre; cometió crueldades e infamias tan atroces que horrorizaron al mundo entero. En Irlanda ordenó tales matanzas que, según el protestante Lelam, "nada quedó apenas, sobre que pudiera ejercitar su imperio Su Majestad Isabel, sino cenizas y cadáveres".

6. No se puede leer sin estremecimiento lo que cuenta el protestante Kerroux, en el tomo II de su Compendio de la Historia de Holanda, acerca de las horribles torturas que los católicos tuvieron que sufrir en los Países Bajos. Nadie ignora que, en las solas provincias de Brabante y Flandes, los llamados Mendigos (Gueux) derribaron, en menos de cinco días, más de cuatrocientas iglesias y catedrales; cometiendo tales atrocidades contra sacerdotes, religiosos y católicos fieles, que parecerían imposibles, si documentos históricos de irrecusable fe no vinieran a asegurarnos su triste realidad.



Durante los años de la Reforma y la Contrarreforma tanto católicos como luteranos como calvinistas se persiguieron mutuamente por toda Europa, matando o expulsando a los de la otra fe. La idea es que una sociedad (un Estado, un cantón, un principado, etc...) debía ser unitario, no podía estar dividido en dos o más confesiones religiosas. Así que cuando una conseguía el poder perseguía a la otra. Los métodos eran idénticos y las penas también. Para colmo, cada bando, para demostrar que era el más puro y preocupado por la verdad, se dedicaba a la caza de enemigos internos: al sur de los Pirineos, la Inquisición española se centró en los moriscos y los judíos, buscando "falsos conversos". Apenas se preocupó por la brujas, y los legisladores hispánicos rechazaron muchos casos diciendo que eran fantasías y habladurías de pueblo (después de examinarlos). En cambio, al norte de los Pirineos, católicos y protestantes -tanto el clero como las autoridades civiles en muchos casos- veían brujas por todas partes, especialmente cuando un territorio cambiaba de manos (es decir, cuando pasaba de católico a protestante, o viceversa, incluso si pasaba de luterano a calvinista, y estos a su vez podían ver como brujería las prácticas de los baptistas, evangelistas, cuáqueros, etc...). El tema de la brujería es complejo: todas las sociedades -cristianas o paganas, europeas, asiáticas y africanas- han creído en la brujería, la han perseguido y la han castigado con la única pena "lógica" para alguien que tiene poderes para crear tormentas o enfermedades, es decir, la muerte. Hace unos meses en Nigeria una muchedumbre mató a unas docenas de personas a las que acusaban de brujos. El código legal romano ya lo castigaba con la muerte.

En la Edad Media no hubo muchas persecuciones por brujería: Carlomagno, el mismo que creó la ley de "asistencia obligatoria al viajero en problemas" inspirado por la parábola del buen samaritano (entre otras muchas leyes humanitarias) también prohibió la caza de brujas. Los vikingos recién cristianizados de los países nórdicos, cazadores de brujas, recibían cartas del Papa explicándoles que las tormentas y enfermedades no las causan mujeres brujas, sino que son pruebas de Dios, naturales.

La cosa empezó a cambiar en el s.XIII, con las primeras herejías: cátaros, valdenses, movimientos apocalípticos y puritanos. Todos estos sistemas, que a menudo empezaban con un grupo de radicales que querían ser santos antes del cercano fin del mundo, tendían a convertirse en muchedumbres furiosas de campesinos hambrientos que causaban grandes matanzas.

La Iglesia inventó la Inquisición para controlar estos movimientos y ahorrarse guerras campesinas, y ésta empezó a tratar algún que otro tema de brujería (los que antes trataba simplemente la muchedumbre del pueblo linchando a unos sospechosos, como lo que contaba de Nigeria).

De hecho, Lutero fue uno más de estos herejes, lo que pasa es que gracias a la imprenta tuvo más éxito: de nuevo se pasó de una "reforma eclesiástica" a unas sangrientas revueltas campesinas, lideradas por fanáticos religiosos. Lutero efectivamente se asustó -no era lo que quería, pero debería haber sabido más historia- y animó a los príncipes alemanes a usar con firmeza las armas y acabar con los campesinos.

Desde entonces Lutero siempre fue útil colaborador de los príncipes alemanes, los cuales para pagar sus siempre crecientes deudas -y las guerras campesinas no las aliviaban- podían saquear y confiscar monasterios y abadías, en nombre de Dios y la Sola Scriptura. Las cazas de brujas son un subproducto de la lucha violenta contra las herejías.

Sin Lutero Europa se habría ahorrado mucha sangre. Probablemente, la misma Iglesia se habría ido reformando paulatinamente y nos habríamos ahorrado guerras de religión, y quiza incluso las actuales guerras balcánicas, puesto que son (en parte) herencia de las conquistas otomanas del s.XVI, conquistas que fueron posibles debido a que los Habsburgo tuvieron que dividir fuerzas entre los protestantes y los turcos. De hecho, sin el peligro turco, todos los historiadores admiten que el protestantismo habría sido derrotado militarmente, pero los Austrias prefierieron dedicar sus tropas y esfuerzos a rescatar Hungría del Islam.

[Hay una novela donde se ven todos estos elementos de la época: "VIDA DEL AVENTURERO MIKAEL kARVAJALKA", de Mika Waltari, en Edhasa; incluso sale Lutero y las revueltas campesinas]








LA INQUISICIÓN Y LA BRUJERÍA

No se puede chiflar y comer pinole; no se puede ser y no ser al mismo tiempo y en la misma circunstancia; no se puede ser católico y aceptar al mismo tiempo las ideas del paganismo, las supersticiones o las herejías. Aunque esto pueda parecer obvio, no es raro que los católicos tengamos por ahí alguna debilidad que compromete nuestra fe en mayor o menor medida, aunque ésta sea sincera. Por supuesto, sería paranoico buscar una superortodoxia para el pueblo católico, y más si consideramos que los mejores creyentes, los de convicción más profunda, suelen ser quienes más dudas expresan y más inferencias elaboran, conscientes de esa incertidumbre que flota perennemente en el mensaje cristiano debido a que todavía estará parcialmente oculto, hasta la vuelta de Cristo: �Al presente vemos como en un espejo y bajo imágenes oscuras, pero entonces le veremos cara a cara. Yo conozco ahora imperfectamente, mas entonces conoceré a la manera en que soy yo conocido� (1 Cor 13, 12-13). Sin embargo, siempre hay un límite o rango máximo de tolerancia en cualquier doctrina: si lo traspaso, ya no puedo considerarme legítimamente como un creyente de ésta; ya soy otra cosa. Por ejemplo, un católico no puede creer en la astrología, en el libre examen de la Biblia o en el Reiki. Simplemente son ideas contradictorias para el Evangelio, y en las cosas de la doctrina, al igual que en el mundo de la física, dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. Ni modo. Ese margen de penumbra donde nuestro intelecto e incluso nuestra imaginación pueden tratar de construir respuestas que satisfagan nuestras dudas y llenen los vacíos de la Revelación, pero sin pasarse de rosca, es un margen móvil históricamente; es decir, al crecer nuestro conocimiento sobre las cosas de Dios y al irse definiendo los dogmas de nuestra fe, han ido disminuyendo las dudas, se han aclarado algunas partes oscuras de la Revelación y la incertidumbre se mueve por cauces cada vez más estrechos. Son estos cambios en nuestro conocimiento y aceptación del mensaje evangélico los que han hecho que la Iglesia haya ido modificando su doctrina y su actitud ante los derechos humanos, la libertad de conciencia, las relaciones Iglesia-Estado, la pena de muerte, el uso de la tortura en la investigación criminal, etc. En su camino a la perfección, el Cuerpo Místico de Cristo ha tenido que despojarse de sus poderes terrenales, sus riquezas, fueros, ejércitos e inquisidores, así como de las ideologías con las que en un tiempo trató de justificar la existencia de todas esas cosas. No hemos llegado al final del camino, todavía tenemos mucho que hacer para acercarnos al ideal de perfección cristiana; todavía nuestra Iglesia no parece ser del todo la inmaculada esposa del Cordero. Sin embargo, el pueblo cristiano ha mejorado tanto en su calidad espiritual y moral y ha hecho mejorar tanto al mundo entero, incluyendo a los no-cristianos, que ahora vemos con estupor y desagrado las cosas nefastas que alguna vez hicimos como Iglesia y que todo católico aprobó alguna vez en mayor o menor medida. Una de esas fallas fue ese conjunto de instituciones, impropiamente llamadas Inquisición, con las que la Iglesia combatió la herejía, la apostasía y otros pecados desde el siglo XIII hasta el XIX. La llamada Inquisición es una perfecta desconocida en México y prácticamente en todas partes, pero casi todo mundo cree que sabe sobre ella; en realidad, la gran mayoría de los supuestos conocimientos sobre la Inquisición que se manejan a nivel de masas son puras paparruchas. Casi todos los libros famosos contra las instituciones inquisitoriales fueron escritos entre los siglos XVI y XIX por protestantes, sobre todo ingleses (recuérdese que ninguna nación ha odiado más al catolicismo y a España que la Gran Bretaña) y por los jacobinos de la revolución francesa.

La primera Inquisición fue creada en la Edad Media por iniciativa papal para combatir a los herejes cátaros de Francia. Se suponía que los obispos debían cuidar la ortodoxia de los fieles de su diócesis, pero este sistema resultó tan ineficaz que se hizo necesario crear una nueva institución, más móvil, que actuara de forma efectiva contra esa secta tan desviada que creía que Dios y el diablo tenían una misma dignidad, que eran coeternos y que el diablo era el verdadero creador del mundo material, incluyéndonos a nosotros. La impopularidad social del hereje medieval, que solía ser linchado por las turbas sin juicio alguno, fue uno de los factores que obligaron a la Iglesia a crear un tribunal competente, propio, que juzgara esos casos con las debidas bases teológicas. Esta primera Inquisición fue perdiendo poder en la época de los papas de Aviñón y del Cisma de Occidente, de modo que en la época del surgimiento y expansión del protestantismo aquella institución ya no fue de utilidad alguna. Por otra parte, la Inquisición papal no fue efectiva en Europa oriental, en Inglaterra y -nótese el dato curioso- en España. La Inquisición española, sin duda la más famosa del mundo, surgió en tiempos de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón justamente cuando la Inquisición original, la papal, alcanzaba su punto máximo de decadencia y debilidad; por eso, siendo ésta ya inútil, se necesitaba en España una nueva Inquisición, hecha a la medida de las necesidades e intereses de la monarquía española. Ahí, el rápido deterioro que sufrió la tolerancia religiosa después de la Reconquista, a pesar de siglos de coexistencia pacífica entre católicos, musulmanes y judíos, propició que la nueva Inquisición progresara rápidamente a pesar de su impopularidad inicial en algunas provincias españolas. Aquí echa a andar la historia de una institución nada simpática pero absolutamente fascinante, de una importancia tal en la historia del Renacimiento y de la Edad Moderna en general que nadie puede considerarse exento de la obligación de conocerla a fondo, sin fantasías grotescas ni distorsiones; lástima que no tenemos aquí el espacio suficiente para contarla, aunque fuera brevemente. Sin embargo, invito al lector a emprender la aventura literaria de conocer las causas que dieron origen a la Inquisición, su desarrollo, implantación en México y América, sus métodos y agentes, los cambios de tendencia que sufrió y su episódica abolición. Recomiendo entonces a mis lectores el libro de Henry Kamen La Inquisición española, publicado por Grijalbo-CONACULTA en 1990. Es excelente y muy esclarecedor el libro de Arthur Stanley Turberville La Inquisición española, publicado por el Fondo de Cultura Económica en su colección Breviarios. Muy bueno también el libro de la doctora Solange Alberro Inquisición y sociedad en México, 1571-1700, publicado por el Fondo de Cultura Económica. Criticado y defendido con pasión, vale la pena leer también el clásico Inquisición sobre la Inquisición de Alfonso Junco, publicado en Editorial Jus.


* La Inquisición actuó en una época en la que todos los tribunales civiles, penales y de otras religiones utilizaban la tortura y la pena de muerte, de modo que esta característica no es privativa de la Inquisición y sería injusto achacársela de forma exclusiva. * La Iglesia ahora favorece la libertad religiosa y de conciencia, pero en la época del auge de la Inquisición española esos principios apenas empezaban a descubrirse y plantearse. Es una verdad triste, sin duda, pero no podemos reprochar seriamente a los hombres de aquella época que no hayan pensado como lo hacemos ahora; no podemos despreciar a Cristóbal Colón porque hizo sus viajes sin usar un sistema posicionador geográfico por satélite. Si no existía, no podía usarlo. * La Inquisición no inventó ningún aparato o sistema de tortura: todos lo que usó eran conocidos desde la Edad Media o incluso desde el imperio romano. La Inquisición utilizó solamente dos o tres tipos de suplicio (la estrapada, el potro y alguno más por ahí), los que consideró más humanitarios, jamás recurrió a las mutilaciones, que tanto se acostumbraban en los procesos civiles, o a suplicios de origen chino que últimamente alguna revista pseudocientífica ha querido endilgarle. No utilizó la tortura como técnica para matar, así que podemos olvidarnos de emparedamientos y demás fantasías. Además, la tortura se usó con notable parsimonia, por lo que la Inquisición no fue ejemplo de saña, sino de humanidad (en su rudo contexto, claro). * No todo acusado era un condenado seguro a la hoguera, como supone la gente. Infinidad de casos se cerraban sin que el acusado tuviera siquiera que comparecer; muchísimos acusados salían con una pena equiparable con la penitencia que le habría asignado cualquier confesor, y muchos otros, con cargos más graves, eran condenados a destierro o reclusión, frecuentemente en un convento. Cuando la pena era de muerte en la hoguera, si el reo se arrepentía podía en algunos casos salvar la vida, o por lo menos se le mataba antes de quemarlo por medio del garrote vil, que era un instrumento similar a un torniquete que mataba por asfixia a una velocidad mucho mayor que la horca, por lo que se le consideraba más humanitario. * Un auto de fe, a diferencia de lo que supone la imaginación popular, no era una quemazón de reos, sino una solemne ceremonia litúrgica en la que se leían las sentencias. Cuando había condenados a muerte (que no era siempre), éstos eran entregados al poder judicial y llevados a otra parte, donde estaba el quemadero. * La Inquisición en México no tenía potestad sobre los indios, sólo sobre españoles y mestizos, así que no tuvo nada que ver con la mítica �imposición� del catolicismo sobre las religiones paganas. Por otra parte, la Inquisición mexicana no ajustició a más de 43 personas en sus tres siglos de existencia. * Mientras los protestantes ingleses y escoceses mataban con entusiasmo a miles de mujeres acusadas de brujería, tanto en Gran Bretaña como en sus colonias en América, la Inquisición española por su parte despreció generalmente este tipo de acusaciones y en México no condenó siquiera a una sola persona por supuesta brujería. Estudiando los expedientes originales de la Inquisición (están en el Archivo General de la Nación) se puede comprobar que los inquisidores eran realistas y hasta racionalistas al tratar esos casos.

Comprendí que otro de los argumentos mas fuertes contra el cristianismo consistía en que cuanto lleva el nombre de cristiano parece asumir una actitud tímida, timorata y poco varonil al ante las necesidades de la resistencia o de la lucha....se diría que los consejos cristianos resultaban mas que pacientes, cobardes.

Aquella paradoja evangélica de que hay que ofrecer al agravio la otra mejilla, el que los sacerdotes no deban competir, y una infinidad de circunstancias por el estilo, daban visos de verdad a la acusación de que el cristianismo se proponía reducir al hombre a la categoría de un manso cordero.

En cuanto la leí la creí; si nada mas hubiera leído, aún la estaría creyendo a estas horas.

Pero sucedió que leí también algo muy diferente: al volver la hoja de mi manual agnóstico, tuve que volver la cabeza del otro lado. Porque me encontré con que, ahora, el cristianismo resultaba odioso, no por su poca, antes por su mucha combatividad.

El cristianismo era el origen de todas las guerras; el cristianismo había ahogado el mundo en un diluvio de sangre. �Y yo que estaba indignado de que el cristiano fuera incapaz de indignarse ! Ahora en cambio tenía yo que indignarme al ver que la indignación cristiana era el mas tremendo espanto de la historia; que su ira había empapado la tierra y levantado sus humaredas hasta el sol.

Los mismos que reprochaban al cristianismo su blandura y cobardía monásticas, le reprochaban ahora la violencia y la bravura de las Cruzadas.



Vayamos terminando, poco a poco, con las horribles acusaciones con que han ido manchando a la Iglesia para los bajos fines de los acusadores...





Las diversas iglesias protestantes también tuvieron tribunales inquisitoriales, y muy activos. Aunque la "leyenda negra" sobre la inquisición española ha extendido la idea de que fue aquí donde más persecución religiosa hubo, las diversas investigaciones históricas, basadas en estudios de los procesos, han revelado que la quema de "brujas", por ejemplo, fue cuantitativamente mayor en los países protestantes que en los católicos.

El tema está bien estudiado y es conocido en los círculos académicos, aunque la opinión pública siga pensando que la Iglesia Católica tuvo, digámoslo así, la "exclusiva".

Un ejemplo: el médico español Miguel Servet, que descubrió la circulación de la sangre en el siglo XVI, fue condenado a morir en la hoguera en la ciudad de Ginebra, por orden de Calvino. Es decir, fue quemado por los protestantes que, como se ve, también tuvieron sus "Galileos" particulares y los trataron incluso peor que los católicos.

Me refiero a este tipo de manifestaciones:

"Por su gratitud hacia los benévolos gobernantes, Lutero desarrolló una espantosa apología a favor del poder del estado. Durante las rebeliones de los campesinos, a quienes él mismo había estimulado con su defensa anterior de la libertad, más de 100.000 de ellos fueron matados. Lutero escribió folletos furiosos contra los pobres y equivocados campesinos. Contenían declaraciones extremadas y trágicas como ésta: �Apuñale, destruya, mate al que pueda! �Si usted muere haciendo esto, bien por usted! No pudiera tener más bendita muerte, porque muere obedeciendo la palabra divina y lo que Romanos 13 manda. . . . Los campesinos no entienden y no quieren oir razones de nadie. Sus oídos tienen que ser desbotonados con balas hasta que sus cabezas vuelen de sus hombros. . . . Fui yo, Martín Lutero, que exterminé todos los campesinos en la insurrección, porque yo mandé que fueran matados. Toda la sangre de ellos está sobre mis hombros. Pero se la echo a nuestro Señor Dios el cual me mandó que hablara en esta forma."

Esos sucesos tuvieron dos importantes consecuencias: por un lado, Lutero empezó a defender que la libertad religiosa no era posible; por otro lado, los nobles se convirtieron en jefes religiosos que aprovecharon la ocasión para apoderarse de los bienes y tierras de iglesias y conventos. Es decir, dejaron de tener validez los motivos mismos de la Reforma: la idea de que el cristiano es "libre" y la condena de los privilegios de la jerarquía religiosa.

El paralelo con la soberbia oriental de la 'iluminación' panteísta es irresistible. El hindú, por ejemplo, una vez 'iluminado' (consciente de su divinidad interior, el 'espíritu' divino que encierra su cuerpo) puede interpretar y explicarlo todo. El protestante 'iluminado' (consciente de su divinidad según Lutero, o de la 'asistencia' interior del 'Espíritu') también puede interpretar y traducirlo todo.

Y así, no sólo en los campos metafísicos sus frutos fueron desastrosos: su extravío significó pueblos enteros corrompidos por la herejía, sumergidos en cruentas guerras religiosas, intolerancia y fanatismo. En su seno nacieron y aterraron las 'cazas de brujas' y los tribunales populares al mejor estilo revolucionario francés o comunista.

La inquisición española se entretuvo más en perseguir a los falsos conversos que a las brujas. Probablemente el proceso más sonado contra estas fue el de Logroño. La Inquisición no persiguió a los no cristianos.

Isabel, la 'buena' reina Isabel hija ilegítima del apóstata Enrique VIII, llevó al suplicio a más de cuarenta y tres mil víctimas... su padre había ejecutado sesenta mil.

El fanatismo protestante del período revolucionario jacobino exterminó treinta mil vidas en un período de apenas seis años.

"...hubo jueces que alardearon de haber condenado a centenares de brujas a la hoguera; ese fue el caso de un juez del Sur de Francia que, según sus cuentas, había pasado de las 900 sentencias por brujería. En esa proporción, en los dos siglos y medio más intensos de la caza de brujas en el mundo occidental (de finales del siglo XV a principios del siglo XVIII), la cifra total de esos asesinatos judiciales pudo muy bien traspasar la cifra de miles y miles de casos. Las zonas más afectadas por esa siniestra caza de brujas (generalmente pobres viejas que malvivían aisladas) fueron ALEMANIA, FRANCIA, SUIZA, INGLATERRA Y ESCOCIA, con unos focos particularmente virulentos: Nuremberg, Lyon, Ginebra. En general, se vio MÁS AFECTADA la Europa PROTESTANTE que la católica -salvo el caso de Francia- siendo notable la escasez de esa caza de brujas en Italia, Irlanda y, PARTICULARMENTE, en España, aunque desde luego no estuvo libre de ese mal, como pudo demostrar Caro Baroja para la brujería vasca, en particular a partir de la actuación en Navarra del inquisidor Avellaneda, hacia 1527 (...) la duda estriba en si tras el proceso de las brujas no existía un intento de luchar contra los partidarios del bando francés, dada la reciente anexión de Navarra a la Monarquía Católica".

La Inquisición de los distintos países del s.XVI, por ejemplo, las crearon los Estados. Para los Estados era importante controlar delitos CIVILES como la alta traición o la brujería. Los Estados castigaban la alta traición con la muerte. Los Estados decidieron que ser protestante -o católico, según el sitio- era alta traición al Rey, así que los castigos eran de ley civil, no eclesiástica. Los estados eran los que dictaban la pena.

La Iglesia lo único que hacía era investigar si tal o cual reo era protestante, morisco, brujo, etc... Las penas las decidía, aplicaba y ejecutaba el Estado, no la Iglesia.

Lo de "cientos de miles de asesinatos" es otro invento. No eran "asesinatos", no según las leyes `de la época: eran legales, con juicios, secretarios, declaraciones... �Tortura? Sí, la usaba todo el planeta: Europa, Asia y América. En Europa los tribunales eclesiásticos menos que los civiles, por ejemplo.

Y la cantidad de "cientos de miles" es falsísima, por supuesto: cada año la justicia civil de cualquier sitio mataba muchísima más gente -ladrones, bandidos, etc...- que la Inquisición del lugar. Así que no llamemos "hechos" a lo que son "inventos".







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