BUSCAD A DIOS Y EL RESTO SE OS DARÁ POR AÑADIDURA

En esta frase Jesús nos indica sin duda alguna cual es el verdadero sentido de la vida: LA BÚSQUEDA DE DIOS. Las otras circunstancias de la existencia son meros accidentes que Dios va interponiendo en nuestro camino con el fin de que nos dirijamos a Él. Dios, como Ser Omnisciente y Omnipotente, no es ajeno ni al más ínfimo de nuestros pensamientos. Él conoce perfectamente cuales son las mejores vías para que tengamos acceso a Su conocimiento; por ello, tanto las alegrías como las contrariedades que nos van surgiendo a lo largo de la vida, debemos interpretarlas como un paso más a dar en la Dirección correcta; ya sea en el conocimiento de la Verdad o en nuestro perfeccionamiento moral y espiritual.

�Y una vez alcanzado este Conocimiento?, se preguntarán algunos. La respuesta es simple. El conocimiento de Dios supone una alegría tan inmensa para cualquier persona que es imposible dejar de propalar Su existencia al universo entero. El conocimiento y aceptación de Dios implica la aceptación de la bondad; y no puede existir mayor bondad que la de mostrar al prójimo el camino para alcanzar a nuestro Padre, nuestro Dios y nuestro Salvador. Puntualizo en esta última frase las palabras conocimiento y ACEPTACIÓN, porque me consta que existe una considerable cantidad de gente que Lo conoce, pero que reniega de Él.

Y no sólo reniegan de Dios, si no que se alían con el enemigo más mortífero del género humano con el fin de negar el conocimiento del camino de la redención y llevar a la humanidad al abismo dantesco de la ignorancia de Dios. A toda esta pobre gente le recuerdo que ellos serán los primeros en reunirse con su mentado emperador de las tinieblas, como fieles vasallos suyos que son. Al resto los conmino a que abandonen la búsqueda de dioses terrenales a los que adorar y participen, ya desde ahora, de la felicidad infinita del amor del Padre.







La tentación demoniaca de la noche oscura del alma

Ponemos a continuación un fragmento de la obra Decenario del Espíritu Santo de la mística Javiera del Valle, mujer santa de Extremadura, España, que murió en 1930. Sus palabras sobre este tema son tan claras como profundas:

Cuando el alma se resuelve a no querer nada si no es el seguir a su amado Redentor, y poniendo en El fija su mirada con el único fin de hacer por El, si pudiera lo que ve que ha hecho y sufrido por ella su adorable Redentor, enfurecido Satanás, prepara una gran batalla y a ella trae todo su ejército infernal.

(...) se propone arrancar de nosotros las tres virtudes teologales. Pero donde va directamente a poner el blanco es en la fe, porque conseguida esta, fácil cosa le es conseguir las otras dos; porque la fe es como el fundamento donde se levanta todo el edificio espiritual, que es lo que él quiere y desea y pretende destruir. Dios entonces calla; no le impide su intento, antes prepara los caminos para que sea más ruda la batalla. Y también tiene en ello sus fines, porque el prepararle los caminos es para dejarle en la batalla confundido, burlado y derrotarlo con la más completa derrota, y salgamos nosotros vencedores de esta batalla y quedemos invencibles en lo por venir. Cuando Satanás ya se acerca a la pelea, lo primero que echamos de menos es la luz clara y hermosa que nos había Dios dado, para con ella conocer la verdad. La escuela [del Espíritu Santo] se cierra; la memoria y la razón por la fuerza del dolor y sentimiento que el alma tiene, parece que se ha perdido. �Pobre alma! Quiere buscar a su Dios, y no sabe. Le quiere llamar, y no puede articular palabra. Todo se le ha olvidado; con tan profunda pena, se siente sola, sin compañía ninguna. �A qué compararé yo este estado? Nada hallo, si no es a esas noches de verano, en que se levantan de repente esos nublados tan fuertes y horribles, que por su oscuridad tenebrosa nada se ve, sino relámpagos que asustan, truenos que dejan a uno temblando, aires huracanados, que recuerdan la justicia de Dios al fin del mundo, el granizo y piedra, que parece todo lo va a destruir. No hallo a que poderlo comparar: sola, sin su Dios, siente venir a ella como un ejército furioso, que la gritan que está engañada, que no hay Dios, y la cercan por todas partes, llenos de retórica que la dan conferencias, sin ella quererlo, pero no la dejan un punto, y con razonamientos tan fuertes y violentos, que a la fuerza la quieren hacer creer que no hay Dios, y con horribles bocachadas, que no hay el tal Dios a quien ella busca, y como con poder sobre las potencias para no poder ni discurrir ni creer otra cosa si no es aquello que a la fuerza y más que a la fuerza quieren hacer entender y creer a uno que nada más se crea lo que ellos dicen, y a ninguna otra cosa más se crea. (...)En esta tan inmensa y como infinita pena, allá a lo lejos y como una cosa que se soñó y que no se sabe que se ha soñado, se acuerda de la Iglesia y del amor que a ella debemos tener, y este recuerdo, como cuando a uno le ha faltado el conocimiento, y al volverle quiere hablar y habla como entrecortadas palabras, así el alma sin voz, y tartamudeando, como que atinó a decir: me uno a las creencias todas de mi madre la Iglesia y no quiero creer ninguna cosa más. Y sin poder decir más, ni hablar, ni entender así pasé meses y meses hasta pasados dos años. Tenía dieciocho años cuando esto pasó por mí, y cuando tanto yo sufría y lloraba sin consuelo la pérdida de mi fe, he aquí que amaneció para mí el día claro y hermoso. Y así como yo, sin saber nada, en este estado me vi que me metieron, también ahora vi y sentí que de él me sacaron.

Francisca Javiera del Valle (1856-1930), Decenario del Espiritu Santo, día octavo





LA DIVINA PROVIDENCIA

A lo largo de la vida es habitual encontrar numerosas dificultades, algunas de las cuales nos parecen simplemente insuperables, otras resultan tremendamente persistentes, y por más que uno se empeñe en remediarlas, éstas vuelven a la carga una y otra vez. Son circunstancias que, consideradas objetivamente, resultan negativas, y nos preguntamos la razón de tantas dificultades.

Con el paso de los años, y a la luz de la FE, las cosas adquieren un matiz diferente, sorprendente para alguien que no esté familiarizado con los conceptos religiosos. Sin embargo, al cabo de los años, volviendo la vista atrás, y considerando serenamente las circunstancias, nos damos cuenta de que lo que considerabamos negativo resultó ser, al final, un aporte sumamente valioso.

Y esto es tan así que estoy convencido de que todos los males que nos aquejan tienen finalmente una finalidad positiva: las enfermedades, los fracasos, los desastres naturales, los pensamientos más vanales, incluso el vuelo de una vulgar mariposa, tienen una finalidad concreta en nuestra existencia. Para Dios, NI EL MOVIMIENTO DE UNA RAMA LE PASA DESAPERCIBIDA, dijo Jesús en cierta ocasión. Y esto es tan cierto que hasta el más ínfimo de nuestros pensamientos queda registrado en la Divina Memoria. Si tenemos en cuenta, además, que Dios es amor, nos encontramos con una evidencia irrefutable: DIOS SIEMPRE BUSCA NUESTRO BIEN. Este es el resultado inequívoco al que he llegado después de años de reflexión. Puedo afirmar esto sin la menor sombra de duda. De hecho, estoy tan seguro que incluso se ha modificado mi enfoque sobre las maldades del mundo. Hace años consideraba las enfermedades, el hambre, las guerras y los desastres naturales como desgracias humanas tan irremediables como inútiles.

Actualmente, estas desgracias -porque siguen siendo desgracias, no lo olvidemos- tienen un doble sentido: el purificador y el didáctico. Si analizamos las desgracias que nos aquejan, llegamos a la conclusión de que el 100% son consecuencia inequívoca de la maldad humana: las guerras, el hambre, la miseria, la opresión, etc. Incluso aquellos que se podrian considerar desastres naturales, son también en su mayor parte causados por el desamor: desde la mayoría de las enfermedades, hasta muchas de las víctimas de los terremotos, enterradas bajo viviendas de construcción deliberadamente endeble con el fin de incrementar los beneficios de las constructoras. Alguien podría preguntarse, si Dios es todopoderoso y omnisciente, por que no impide toda esta maldad.

La respuesta es simple: Dios respeta la libertad del individuo, incluso la de aquellos que optan por el mal. Y las consecuencias del mal son las maldades infinitas que padecen los hombres en su paso por esta vida. Sin embargo, los cristianos debemos sacar conclusiones positivas de todo este proceso. Estamos en este mundo para aprender de los errores, los nuestros y los de los demás. De la misma forma que una talla de madera va tomando forma con las sucesivas lijaduras, también el hombre va perfeccionandose -o degenerandose- a medida que transcurre el tiempo.

Dios conoce todo el mal que nos rodea, y si nos envía alguna enfermedad, algún fracaso laboral, económico, social o familiar no es por que Le guste vernos sufrir, si no porque pretende pulirnos alguna imperfección que nos aleja de Él. En conclusión, invito a todo el mundo a que encare las contrariedades con espíritu de resignación cristiana; porque los males que nos aquejan no son gratuítos. Tienen una razón precisa de ser, que quizás en ese momento no nos resulte obvia, pero que, en su momento, servirán para completar en nosotros la obra del Creador.

Dios es amor, y Dios nos dió la clave para la felicidad, tanto en este mundo como en el próximo: seguir su ley. Solo tienes que imaginarte lo que seria este mundo si todos siguiesemos las leyes amorosas de Dios: no habria asesinatos, ni robos, ni hambre, ni enfermedades debidas a conductas degeneradas, ni tampoco habría fornicaciones y sus desastrosas consecuencias, tanto a nivel de salud -sida, sífilis, gonorrea, cándidas, etc- como a nivel matrimonial: divorcios masivos, familias rotas, niños abandonados, etc. La ley de Dios es la salvación para la humanidad. Y la humanidad está hundida en la podredumbre precisamente por no seguir esta ley, por seguir a gente perversa, que se dedica a predicar la degeneración moral y un interesado ateismo que sólo conduce a la miseria social y a la perdición eterna.







LA "SUERTE" DE LOS MALVADOS

Dios paga en este mundo las buenas obras que hace la gente mala, porque no podrá pagarselas en el otro. Esta es la explicación de que esta gente malvada suela salirse con la suya. Imaginate un criminal como Adolfo Hitler, responsable de unos treinta millones de asesinatos durante la segunda guerra mundial. Durante su juventud era un católico devoto que iba a la Iglesia, y hacia ciertas obras buenas. Luego renegó de todo esto se inventó su propia religión. Durante sus últimos veinte años de vida vivió muy bien, era jefe del estado alemán y no le faltaba de nada. Quizás durante estos años Dios le estuvo devolviendo las buenas obras que hizo en su juventud, porque, una vez muerto, ya nada más bueno podría sucederle nunca.

Así que recomiendo que no envidies la suerte de estos malvados, de los criminales, de los ladrones ni de ningúna otra persona que obre con maldad, porque esa vida regalada que llevan no es más que la liquidación final que Dios realiza a cada persona antes de enfrentarlo al juicio definitivo.






EL SUFRIMIENTO HUMANO, CAMINO DE PERFECCIÓN

El título de este artículo puede parecer algo exagerado, pero se ajusta a los hechos. El sufrimiento implica el conocimiento de la parte oscura del ser humano y nos ayuda a descifrar el significado del bien y del mal. Puede afirmarse que, en general, el sufrimiento es un estado que incita al hombre a replantearse la naturaleza de su existencia terrena.

La vida sin sufrimiento, esa vida feliz y despreocupada a la que aspiran -y casi ninguno consigue- llevar los ateos, es un anestésico que convierte al hombre en una máquina de placer; pero que al mismo tiempo le adormece la mente y le hace olvidar la verdadera razón de su existencia.

Es por eso que necesitamos de vez en cuando un toque de atención que nos impulse a plantearnos, una vez más, la razón auténtica de la vida, planteamiento imprescindible para llegar a alguna conclusión útil. Aunque, no todos se dejan amoldar de esta forma. Muchos reaccionan de forma perversa, con odio, e incluso furor. Recuerdo ahora el caso de ciertos infectados de Sida que, en venganza, se dedican a contagiar a todo aquel que pueden, por medio de relaciones sexuales masivas e incluso ocultando agujas infectadas en los bancos de los cines. Este es un ejemplo típico de sufrimiento mal aprovechado.

En lugar de odiar al prójimo, deberían plantearse la verdadera causa del problema: la conducta pecaminosa que lo condujo a esa situación. Y, en lugar de preservarse del mal, se hunde más y más en el odio y el rencor característico de aquellos que residen ad perpetuam en el abismo.





LA CRUZ

I. La Cruz es el símbolo y señal del cristiano porque en ella se consumó la Redención del mundo. El Señor empleó la expresión tomar la cruz en diversas ocasiones para indicar cuál había de ser la actitud de sus discípulos ante el dolor y la contradicción (Lucas 14, 27 y 9, 23). Nadie se escapa al dolor; parece como si éste derivara de la misma naturaleza del hombre. Sin embargo, la fe nos enseña que el sufrimiento penetró en el mundo por el pecado. Dios había preservado al hombre del dolor por un acto de bondad infinita.

El pecado de Adán, transmitido a sus descendientes, alteró los planes divinos, y con el pecado entraron en el mundo el dolor y la muerte. Pero el Señor asumió el sufrimiento humano a través de su Pasión y Muerte en la Cruz, y así convirtió los dolores y penas de esta vida en un bien inmenso. Si nosotros aceptamos con amor el dolor que el Señor permite para nuestra santificación personal y la de toda su Iglesia, el dolor tiene sentido y nos convertimos en sus verdaderos colaboradores en la obra de la salvación.

II. El árbol de la Cruz está lleno de frutos: nos ayuda a estar más desprendidos de los bienes de la tierra, de la salud... Las tribulaciones son una gran oportunidad de expiar nuestras faltas y pecados de la vida pasada, y nos mueven a recurrir con más prontitud y constancia a la misericordia divina. Las contrariedades, la enfermedad, el dolor... nos dan ocasión de practicar muchas virtudes (la fe, la fortaleza, la alegría, la humildad, la identificación con la voluntad divina), y nos dan la posibilidad de ganar muchos méritos. Existen épocas en la vida en las que se presenta abundantemente: no dejemos que pase sin que deje bienes copiosos en el alma.

III. Cuando nos veamos atribulados acudamos a Jesús, en quien encontraremos consuelo y ayuda. En el Corazón misericordioso de Jesús encontramos siempre la paz y el auxilio. Junto al Señor, todo lo podemos; lejos de Él no resistiremos mucho. Con Él, nos sabremos comportar con alegría, incluso con buen humor, en medio de las dificultades, como hicieron los santos. El Señor también nos ayudará a ver las pruebas con más objetividad, a no dar importancia a lo que no la tiene, y a no inventarnos penas por falta de humildad, o por exceso de imaginación. Acudamos a Nuestra Señora para que Ella nos enseñe a sacar fruto de todas las penas que hayamos de padecer, o que estemos pasando en esos días.



LA SANTA POBREZA


ES MÁS FÁCIL QUE UN CAMELLO PASE POR EL OJO DE UNA AGUJA QUE UN RICO ENTRE EN EL REINO DE LOS CIELOS. En esta frase, Jesús deja claro el valor de la pobreza como virtud. No quiere decir que los ricos no puedan entrar en el cielo, sino que lo tienen MÁS DIFÍCIL. La razón es obvia: están mucho más expuestos a las tentaciones mundanas. Es evidente que alguien con dinero puede acceder a vicios que los más pobres ni siquiera pueden soñar. Y estos vicios son la antesala de la perdición. Por lo tanto, no cabe lugar a engaño. La pobreza es deseable para un cristiano porque elimina posibilidades de caer en el mal. Y aprovecho para recordar que lo mismo que la pobreza, la humildad es tambien una virtud, muy al contrario de la opinión generalizada de esta sociedad hedonista en la que predomina la imagen y el ansia de convertirse en figurín como la primma donna. En el fondo no es más que el deseo de convertirse en el dios de si mismo. Un miserable y apócrifo dios como tantos otros que podemos recordar de la historia: Calígula, Nerón, Luis XIV, Stalin y Hitler entre otros muchos. Todos ellos practicaron un culto a si mismos rayano en lo puro grotesco. En su tiempo ejercieron un poder omnímodo sobre sus pueblos, a los que avasallaron en cuerpo por medio de una miseria atroz, y también en sus mentes por medio de una propaganda masiva que los convertia en auténticas divinidades para sus súbditos. Actualmente estos personajes sólo encajarían en un museo de los horrores. Y su obra no debe considerarse por su perdurabilidad, su belleza o su originalidad, sino por las decenas de millones de cadáveres que dejaron tras ellos.







LA VIDA ES DEMASIADO BREVE PARA ENDIOSARLA

Es común escuchar comentarios que aluden a la brevedad de la vida y la necesidad de aprovechar al máximo cada segundo en una desenfrenada carrera hacia el placer. Es típico este proceder en la juventud. Se inicia con unas largas sesiones de telebasura durante la infancia y, una vez que llegan a la adolescencia con varios miles de horas de televisión en el cerebro, la conclusión que suelen sacar los jóvenes de todo ese tiempo ante el televisor es precisamente el de "aprovechar" la vida en a tope. Y comienza la loca carrera en la busca del placer que nos muestran las imágenes de la TV.

Se suceden unos años de frenetico consumismo hasta que la carrera decae por puro aburrimiento o se detiene fulminantemente estrellada contra el paredón de la realidad.

Vayamos por partes. El primer bulo de toda esta historia es el mensaje que transmiten las televisiones, el cine, la prensa sensacionalista o cualquier otro medio de masas, como internet. A estos medios lo que les interesa es vender un producto, y para ello, como primera premisa deben mantener al público pegado a sus asientos todo el tiempo que les sea posible. Como lo consiguen: ofreciéndole aquello que más puede impactarle. No son impactos intelectuales que requieran de esfuerzo mental alguno, si no imágenes truculentas, transgresiones de las normas sociales más básicas y pornografía explícita lo que suele ser más eficaz en el objetivo de atontar a la gente y mantenerla pegada frente a la TV.

El resultado de esta política es una juventud con los institnos primarios sobredimensionados: la afición a la violencia, a la rebeldia, y al sexo sin sentimientos forman un cóctel explosivo que se traduce en una violencia vital.

Y como el raciocinio es lo menos importante en el consumismo, dominante, el cerebro de la juventud actual suele estar desarrollado en una dimensión inversamente proporcional a la de las horas que pasa delante del televisor.

En general, podría afirmarse que se trata de sujetos patéticos, sin embargo, no es así para todo el mundo. Hay que reconocer que los anunciantes de la TV consiguen su objetivo: formar consumidores perfectos.

El hombre perfecto actual es una especie de máquina descerebrada que guía sus pasos en la vida siguiendo las directrices de los anuncios de la TV.

Esto nos lleva al tema esencial. En todo este entramado: donde situamos a Dios? La religión no está en boga en el mundo actual. El concepto de Dios es un concepto abstracto que requiere un cierto esfuerzo intelectual para poder conformarlo con un mínimo de precisión. Pero, como ya expliqué antes, los esfuerzos cerebrales son aborrecibles para la sociedad perfecta que nos venden por la TV. Por si fuera poco, el cristianismo es una religión muy poco fastuosa. Sus principios de humildad, moderación, meditación, pobreza, caridad, indulgencia, y amor fraterno contravienen frontalmente a la violencia salvaje que predican los apóstoles del consumismo moderno. Es tan simple como eso: la religión no vende. El producto que ofrece,

-la salvación de las almas y la felicidad eterna- no entra en las posibilidades de la comercialización masiva. Los preceptos de frugalidad en los placeres del mundo no invitan a los consumidores a seguir el ideal consumista de la TV: pasarse la vida trabajando a destajo para llevar una vida íntimamente desgraciada, pero externamente pletórica de objetos de consumo que nunca conseguirán llenar la vaciedad de una breve existencia consagrada a adorar un ídolo de barro.

"Mejor morir harto" dirán algunos oponiendose a esta argumentación, y, pregunto a mi vez, harto de que? Parémonos un momento a considerar que es la felicidad para la sociedad moderna: hincharse a comer como un cerdo, fornicar con todas las jovencitas del barrio y dedicarse a avasallar a todo aquel que se nos ponga por delante, derribarlo de una patada y pisotearle la cabeza junto con todo aquel que se nos interponga en nuestros objetivos de placer y consumo y dinero. Estos tres elementos son los que mueven a miles de millones de personas en todo el mundo en sus vidas: comida, sexo y poder. Son tres instintos primarios que el consumismo actual se encarga de amplificar hasta límites grotescos, elevándolos a la categoría de dioses a los que hay que adorar aún a costa de morir en el intento.

El caso es que la felicidad en esta sociedad consiste en satisfacer instintos. Esto no nos hace muy difrerentes de los animales, los cuales también se mueven guiados por sus intintos. En resumen, el consumismo nos animaliza. Todo se reduce a unos instantes de placer efímero y una vida entera consagrada a conseguirlos.

Contra todo esto, la actualmente denostada religión nos propone el triunfo del espíritu sobre los instintos. La voluntad debe ocupar su lugar natural dirigiendo la carne, y no al revés. Me temo que es ir totalmente contra corriente en la sociedad actual, pero cualquiera que se pare a pensarlo con un mínimo de ecuanimidad se da cuenta de que es la única salida digna para el hombre. De hecho, se trata de elegir entre ser hombre o ser un animalito con su miserable vida consagrada a satisfacer sus instintos.





EL SENTIDO DE LA HISTORIA

Comprobando el decurso de la historia, me doy cuenta de que es un sinsentido si se valora desde la perspectiva esrictamente hedonista. Es evidente que la humanidad no está en este mundo para complacer sus instintos primarios, como la mayoría de la gente piensa. La mayor parte de la humanidad de todos los tiempos tuvo una existencia paupérrima, cuando no miserable. Por ello es necesario dar un nuevo enfoque a la historia, y a nuestra vida propia. Fuera de la búsqueda de Dios, todo es banal. Como dijo Santa Teresa, SÓLO DIOS BASTA.








LA IMPOSIBLE FELICIDAD SIN DIOS


Imaginemos por un momento que fuese posible que un hombre tuviese satisfechas todas sus necesidades en la vida. Que todos sus vicios, sus deseos y caprichos más ínfimos le fuesen concedidos para su mayor disfrute. Imaginemos que este hombre lo tiene absolutamente todo, y se regodea en su empacho de comida, orgullo, sexo, dinero, y diversión. En resumen, tiene todo lo que pueda imaginar y... sería feliz? Pensémoslo detenidamente. En el mundo actual existen ejemplos archiconocidos de personajes que tienen tanto dinero como el producto industrial de algunos países pobres. El mundo está rendido a sus pies. Todo lo que piden les es concedido. Pero, �nada les falta?

Los manjares más deliciosos son saboreados por sus paladares, la música más exquisita deleita sus oídos, las mujeres más bellas les hacen compañía, los mejores trajes visten sus cuerpos, los lugares más lujosos y exóticos esperan su llegada.... Pero... �no desean nada más?

Todo lo anterior y mucho más es posible conseguirlo con dinero. Y dinero a raudales circula por sus manos. Lo único que no puede comprar el dinero es la juventud, el amor verdadero y la eternidad.

Algunos intentan mantenerse por siempre jóvenes con costosas operaciones de cirugía plástica... pero esto sólo funciona en parte, y muchos acaban convertidos en sombras grotescas de lo que fueron en sus años mozos. Otros, empeñados en detener el tiempo, inventan complicadas máquinas de oxigenación celular para retrasar lo inevitable. La mayoría no sabe envejecer dignamente, y acaban convertidos en simulacros fallidos de una juventud que nunca volverá a sus cuerpos en esta vida.

El amor verdadero resulta extremadamente escurridizo para estos personajes superadinerados. Tras las sonrisas de las bellas mujeres parecen descubrir siempre el siniestro brillo de la codicia y la hipocresía. Una parodia de amor enmascarada en sonrisas de dentrífico y cuerpos esculturales que a duras penas consigue disimular la repugnancia natural que les inspira su "amado" y la avaricia subyacente tras la pantalla deslumbrante del físico perfecto. Las relaciones íntimas degeneran fácilmente hacia aberraciones repulsivas, propiciadas en uno por el aburrimiento que produce la saciedad, y en las otras por la codicia sin límites.

Y la vida se acaba. Esta es una realidad que resulta imposible obviar, por más que se empeñe nuestro multimillonario protagonista en disimularla tras una espesa cortina de placer efímero, drogas, alcohol, y vanidad sin límites. Por más que intenta retenerla, la vida se acaba escapando entre sus dedos como agua preciosa que nunca más volverá a retener entre sus manos. Este pensamiento consigue desasosegarlo por veces, y con el paso del tiempo la presencia de la negra sombra que lo persigue desde el día de su nacimiento se va agrandando hasta ocupar por completo sus pensamientos.

"Es injusto", piensa, tener que pasar por el mismo aro del resto de los mortales. Pero no puede hacer nada. La medicina sólo consigue alargar un poco la vida, pero no puede librarlo de esos imprevistos accidentes, que en un segundo, de la forma más imprevista, lo hundirán definitivamente en el abismo sin fondo del que hablan esos agoreros profetas empeñados en amargarle la existencia con sus sermones tan poco idealistas.

La religión no parece una opción válida. Ese Dios del que habla la Biblia exige unas condiciones demasiado duras: "tratar a los demás como quieres que te traten a ti". Imposible aceptarlo. Tratar a un "pobrete" que no tiene ni para comer igual que a un multimillonario que gana tanto dinero como media humanidad en un día? Inaceptable. Tratar a un miserable obrero con respeto, educación y dignidad? Ridículo. Tratar a una sirvienta con humildad, agradecimiento y consideración? Grotesco.

La solución: inventarse una religión a la propia medida. Cogemos una Biblia, arrancamos aquellos pasajes que no nos gustan, eliminamos los infiernos que nos torturan, tergiversamos aquellos otros pasajes que no encajan en nuestros intereses, y declaramos falsos a aquellos profetas que no aceptan nuestros vicios nefandos, y finalmente, tendremos un Dios obediente a nuestros dictados. Haremos de Dios otro más de nuestros fieles sirvientes, dispuesto, e incluso ansioso, de conducirnos a la eternidad sin tener que renunciar a ninguno de nuestros vicios, de nuestras maldades e injusticias.

Pero... aún así, nuestro pobre ingenuo se lo creerá lo suficiente como para ser feliz?






QUE ME QUITEN LO BAILAO

Resulta muy común oír esta frase a los ateos cuando quieren justificar sus conductas pecaminosas. Al advertirles sobre la existencia de un Supremo Juez que algún día les pedirá cuentas, suelen contestar despectivos: "que me quiten lo bailado", parodiando el estribillo de cierta canción con la que pretenden justificar sus excesos. Piensan que nadie podrá ya quitarles la diversión que hayan podido disfrutar en esta vida. Pero esto está muy alejado de la realidad. A poco que investiguemos sobre el futuro de los pecadores, nos damos cuenta de que ES POSIBLE quitarle a alguien lo bailado. Y no sólo es posible, sino que lo harán. Le quitarán lo bailado e incluso maldecirán el día en que aprendieron a bailar. Maldecirán no sólo sus bailes, sino cada uno de los pasos que dieron en cada uno de ellos. Y esto será así porque el pecador en ningún caso podrá zafarse de su castigo. La Biblia afirma que los condenados padecerán "el fuego que nunca se apaga y el gusano que corroe y no muere". El gusano en cuestión es la propia conciencia, que los atormentará una, mil y mil millones de veces durante toda la eternidad cada vez que recuerden los pecados que los condujeron a tan miserable situación. En el infierno tendrán muchísimo tiempo para arrepentirse. Recordarán cada baile, cada zapateado, incluso cada paso dado en sus libertinos días de vida en la Tierra, pero sólo podrán maldecirlos por haber antepuesto unos miserables bailes a lo que realmente más les interesaba: su propia salvación. Por si alguien tiene alguna duda sobre lo que digo, simplemente le añado la descripción del infierno que vieron los tres niños en Fátima:





"Ella abrió Sus manos una vez más, como lo había hecho los dos meses anteriores. Los rayos [de luz] parecían penetrar la tierra y vimos, por decirlo así, un vasto mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas con forma humana. Llevados por las llamas que de ellos mismos salían, juntamente con horribles nubes de humo, flotaban en aquel fuego y caían para todos los lados igual que las pavesas en los grandes incendios sin peso y sin equilibrio, entre gritos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de espanto. ( debió haber sido este espectáculo lo que me hizo gritar, como dice la gente que así me escuchó). Los demonios se distinguían por formas horribles y repugnantes de animales espantosos y desconocidos pero transparentes igual que carbones encendidos. Esa visión duró sólo un momento, gracias a nuestra bondadosa Madre Celestial, Quien en la primera aparición había prometido llevarnos al Cielo. Sin esto, creo que hubiéramos muerto de terror y miedo."





�Ante semejante panorama, alguien piensa aún que no podrán quitarle lo bailado?










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