Quiere armar una red solidaria para ayudar a los chicos de la calle y a los jubilados
Trabaja como taxista y les propone a sus pasajeros cambiar el mundo

Un ejemplo Cutufia todavía cree en la bondad y en el corazón de la gente.

Rodolfo Cutufia es un personaje singular. Trata bien a sus clientes, les ofrece caramelos y los invita a participar en trabajos solidarios. Tiene una agenda donde la gente deja mensajes, incluso algunos famosos

Se hace llamar el "Taxista de la Agenda". Tiene 47 años y maneja un Peugeot 504 durante casi todo el día para ganarse el pan. Pero Rodolfo Cutufia dice tener un sueño más grande que hacer plata (obsesión de fin de siglo de esta Argentina destartalada): cambiar el mundo. Para lograr ese objetivo, propone a cada uno de sus pasajeros que lo acompañen en ese viaje. Algunos se bajan corriendo, otros escuchan y piensan, pero otros se conectan con él para construir esas fundaciones de ayuda a jubilados y chicos de la calle que el conductor está poniendo en marcha. Su agenda es el testimonio de esa red, que él llama solidaria. En esas páginas, centenares de personas anónimas dejaron su agradecimiento o su opinión sobre la realidad nacional. Incluso el escritor uruguayo Eduardo Galeano estampó su firma.

Todo comenzó en el '90. Desilusionado con el vuelco ideológico que daba el peronismo de la mano del presidente Carlos Menem (Cutufia había militado en las filas del cafierismo), el taxista decidió ponerse a pensar de qué manera podía revertir el individualismo en el que la gente se refugiaba para soportar los golpes del modelo como la precarización laboral, el desempleo, la pobreza.

"La vida te sopapea tanto que cuando uno se encuentra con alguien que lo trata bien se producen pequeños cambios que pueden revertir las cosas. Después de ofrecerles caramelos y de hablarles bien, les voy contando algunos detalles de mi proyecto (cambiar el mundo), les muestro la agenda y la gente se va enganchando", relata Rodolfo.

-¿Cómo surgió esta idea?

- La política es el arte de satisfacer las necesidades de otros, aunque ahora sea al revés. En 1987 empecé a juntarme con un grupo e hice trabajos políticos, que me dieron una gimnasia para movilizar lo que quiero en este momento. Después dejé de militar y en el '90 se me ocurrió la idea de comenzar todo nuevamente. De a poco, hablé con los pasajeros, les proponía armar una fundación para ayudar a los jubilados, luego, algunos clientes me aconsejaron ayudar a los chicos de la calle o a discapacitados. Ahora estamos buscando un local para instalar un teléfono, queremos hacer cosas chicas y concretas: ayuda social y no política, porque allí hay un poder negro que corrompe todo. Quiero armar equipos para trabajar en temas como violencia familiar, droga, sida y escuelas de frontera. Pero no crear otra isla sino conectar las que ya están. Ya somos 45 chicos de Buenos Aires y 16 del interior.

-¿Cuántas agendas tenés?

-Seis y todas repletas de firmas. Es un trabajo muy difícil porque tengo que revertir la desconfianza de los pasajeros y el taxi es un escenario poco propicio. A la gente la sopapearon todos los que pasaron: peronistas, radicales y militares, desde arriba, y desde abajo también te pisan, te llevan como ganado, te atienden mal. Entonces, las personas se defienden encerrándose, refugiándose en la familia y los amigos. Fijate los mensajes, dice y muestra orgulloso sus trofeos de guerra: "Estoy un poco cansada de tanto gastar energía en cosas sin sentido. Espero poder cambiar la realidad. Hay que gozar la vida. Silvina, profesora de discapacitados mentales", reza un mensaje. "Gracias por la buena onda. Me gustó recuperar los valores escenciales. Fernando".

"Gracias por quitarme la mufa de un día que mi jefe hizo terrible. Ojalá este sueño de muchos se lleve adelante. Hasta la victoria siempre. Seamos realistas, exijamos lo imposible. Miriam". Debajo, otra pasajera escribió: "Adhiero totalmente".

Las páginas pasan y sorprende ver algunas firmas conocidas de gente tan dispar. "Suerte en esta empresa. Eduardo Galeano". "Hacer el bien hace bien. Raúl Portal\".

-¿Qué querés lograr con todo este trabajo?

-En lo inmediato, mi meta es que suba un extraño y baje un amigo. El último día del amigo llamé a 163 pasajeros para saludarlos. Quiero fortalecer ese trato afectivo. Así formamos una red solidaria y tratamos de intercambiar lo mejor de cada uno.

 

                                                                           

 

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