DOCTRINA CATÓLICA
ÍNDICE DE LA PASTORAL

VIII. Sobre cuestiones políticas, económicas y sociales[1]

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FALSO   VERDADERO
   l Jesucristo predicó la pobreza y la humildad, la preferencia por los débiles y pequeños. Una sociedad imbuida de este espíritu debe eliminar las desigualdades sociales y de fortuna. Las reformas políticas y sociales de la Revolución Francesa fueron consciente o inconscientemente de inspiración evangélica, ayudando a formar una sociedad verdaderamente cristiana.
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   K Jesucristo predicó el espíritu de pobreza y humildad, la preferencia por los débiles y pequeños. Por pobreza la Iglesia entiende el desapego de los bienes de la tierra, o sea, un empleo tal de los mismos que sirvan para la salvación del alma y no para su perdición. Así, nunca enseñó que el ser rico es intrínsecamente malo; sino que tan sólo es malo el hacer mal uso de las riquezas. Por humildad la Iglesia entiende el hecho de que el fiel reconozca que nada tiene de sí mismo y todo lo recibió de Dios y que debe situarse en el lugar que le corresponde. La existencia de clases sociales es, pues, condición para la práctica de la virtud de la humildad. En cuanto o la preferencia por los débiles y pequeños sería imposible en una sociedad en la que todos fuesen iguales. La Revolución Francesa, en la medida en que tendió a la completa igualdad política, social y económica, en la sociedad ideal soñada por sus autores, fue un movimiento satánico inspirado por el orgullo.
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Explanación

   Por cierto, las desigualdades, tanto en el dominio político como en el social y económico, han sido a veces injustas, y esto por dos motivos principales. O porque esas desigualdades eran ilegítimas y mero fruto de la opresión; o porque se acentuaban tanto que negaban la dignidad natural del hombre, o los medios para vivir decente y honestamente. Un ejemplo claro de desigualdad exagerada, es la suerte durísima e inmerecida a que en el siglo XIX fueron lanzados los obreros como consecuencia de la revolución industrial (Pío XI, "Quadragesimo Anno", A. A. 8., vol. 23, páginas 195, 197-8). Contrariamente a lo que se ha dicho, la Iglesia ha cumplido su deber de luchar contra esa situación. Pero en tal lucha, su objetivo es una sociedad jerárquica dentro de los límites del orden natural. Nunca la abolición de todas las desigualdades legítimas, soñadas por los revolucionarios, y en la cual se empeñan la acción de la masonería y otros factores (Cfr. Pío XII, Alocución de Navidad de 1944, A. A. S., vol. 37, pág. 14).

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FALSO   VERDADERO
   l  La Iglesia debe hacer causa común con la clase obrera en la lucha contra el régimen capitalista.
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   K La Iglesia interviene en las cuestiones sociales para proteger la ley natural. Su objetivo no es favorecer una clase contra la otra, sino hacer reinar en las relaciones entre las clases la doctrina de Jesucristo. Apoya las justas aspiraciones de los obreros lo mismo que los derechos auténticos de los patronos. El régimen capitalista en cuanto admite como base la propiedad privada, en sí es legítimo. La Iglesia combate sus abusos pero no apoya su destrucción.
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Explanación

   Se ha generalizado entre los católicos la idea de que la Iglesia es como un partido trabajador, cuya finalidad fuese sólo la defensa de una sola clase. Ella está por encima de las clases y por encima de los partidos. Aun cuando ha defendido las justas reivindicaciones de los obreros, jamás la Iglesia desconoció los derechos de los patronos. Y en el momento actual, en su alocución con ocasión del Kathollkentag de Viena (14 de septiembre de 1952; cfr. "Catolicismo", núm. 24, diciembre 1952), dejó el Santo Padre bien claro que la cuestión obrera candente en la primera mitad de este siglo, ya está superada por otra más grave, que es la lucha de clases, avivada por el socialismo. Es preciso, ahora más que nunca, mostrar a la Iglesia como protectora de todos, obreros y patronos, y no como abogada sistemática de unos contra otros.

   En cuanto al capitalismo, es necesario disipar la confusión que se estableció a este respecto en el lenguaje corriente. El régimen capitalista en sí mismo, esto es, en cuanto sistema basado en la propiedad privada y en la libre iniciativa, y produciendo ganancias en la medida en que lo permita la moral, es legítimo y no se puede confundir con los abusos a que concretamente estuvo sujeto en no pocos lugares.

   Importa, pues, distinguir la legítima defensa de organizaciones obreras bien intencionadas contra los abusos del capitalismo, de la lucha de organizaciones revolucionarias, que proclaman la ilegalidad del régimen capitalista en sí mismo. Quien se asocie a estas últimas organizaciones colabora con el comunismo e incurre en la censura contenida en la Carta de la Sagrada Congregación de los Seminarios al Episcopado Brasileño: "Para algunos no son suficientes en el campo social las directrices tan humanas, tan sabiamente favorables a las clases trabajadoras, que la Santa Sede, principalmente desde León XIII, hasta Pío XII, ha promulgado, sino que procuran avanzar siempre más hacia la izquierda, hasta fomentar una verdadera simpatía por el comunismo bolchevique, destructor de la Religión y de todo bien verdadero de la persona humana" (A. A. S. 42, pág. 841).

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FALSO   VERDADERO
   l El régimen de salario es contrario a la dignidad del hombre e intrínsecamente injusto. La condición del trabajador lleva consigo naturalmente un derecho a la participación en la propiedad de la empresa, en su dirección y en sus ganancias.
 
   K  El régimen de salarios es enteramente conforme con la dignidad del hombre y del cristiano. El contrato de trabajo no lleva consigo necesariamente la participación del trabajador en la propiedad, en la dirección o en las ganancias de la empresa.
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Explanación

    León XIII, San Pío X, Pío XI (Cfr. "Quadragesimo Anno", A. A. 8. 23, pág. 199) y Pío XII enseñan que el régimen de salario en sí es justo y conforme a la dignidad humana. La economía malsana del siglo XIX y del siglo XX arrancó al régimen de salarios su verdadero carácter. Según la doctrina de la Iglesia las relaciones entre patronos y obreros revisten un carácter familiar. Los empleados eran, en otro tiempo, considerados como miembros integrantes de la sociedad doméstica, que se componía de las sociedades conyugal, familiar y de criados. La palabra "patrono", proveniente de "pater", padre, y la palabra "criado", derivada de la noción de que los criados eran formados y educados en la propia casa, recuerdan bien este carácter. Es lo bastante para demostrar que nada hay de deprimente en la condición de empleado asalariado. Igualmente en la atmósfera industrial y comercial, debe persistir el carácter familiar de esas relaciones. La Iglesia quiere que los patronos y los obreros sean entre sí, en la medida de lo posible, como miembros de una misma familia, padres e hijos que colaboran al bienestar común.

   Desde el punto de vista de la justicia, el salario es un sistema satisfactorio de remuneración, siempre que cumpla las condiciones establecidas por Pío XI: Suficiente para mantener honesta y dignamente al obrero y su familia. En la honesta y digna manutención, se incluye la cantidad necesaria para que el obrero previsor pueda formar un peculio y mejorar su situación y la de su familia, de manera que también participe del aumento de bienestar que el progreso de la técnica y de la producción trae a la sociedad (Quadragesimo Anno: "Las riquezas incesantemente aumentadas por el desenvolvimiento económico social, deben distribuirse entre las personas y clases de manera que quede a salvo lo que León XIII llamaba de utilidad común de todos o con otras palabras, de suerte que no padezca el bien común de toda la sociedad". (A. A. S. 23, p. 196.)

   La participación del obrero en las ganancias de la empresa, es presentada por Pío XI y Pío XII como recomendable; nunca, sin embargo, como obligatoria (Cfr. alocución al Katholikentag, arriba citada). En ciertos casos puede producir buenos frutos. Pero no es una panacea que deba ser siempre aplicada. ¥ sobre todo no puede ser impuesta por ley a todo un país. Lo mismo se puede decir de la participación del obrero en la propiedad de la empresa o en su dirección. En cuanto a este último punto, el sentido en que la Doctrina católica admite esta participación es tal, que retiene en las manos del propietario de la empresa el poder de decisión y la responsabilidad de la marcha de la fábrica o del establecimiento de comercio (A. A. 8. 41, pág. 285).

   La sentencia impugnada, llevada a sus últimas consecuencias, representaría la abolición de la desigualdad de clases, término último soñado por todos los revolucionarios. 

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FALSO   VERDADERO
   l Según San Agustín, el único propietario de las riquezas es Dios. El hombre no pasa de administrador. Las riquezas pertenecen, por consiguiente, a la comunidad o colectividad y el propietario no pasa de mero administrador de ellas para el bien común.
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   K Según San Agustín, el propietario supremo de las riquezas es Dios. De ahí proviene que el propietario debe hacer uso de sus bienes según la voluntad soberana de Dios. Dios, sin embargo, no se identifica con la colectividad. Si el dominio de Dios sobre todas las riquezas es absoluto, el dominio de la colectividad no lo es. Trasladar los derechos de Dios a la colectividad, equivale a divinizar al Estado y sacrificar al individuo.
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Explanación

   La sentencia impugnada es "estatólatra", y por eso llega a conclusiones que sólo en una concepción de adoración del Estado serían admisibles. De hecho, el régimen de propiedad individual procede de la idea de que el Estado no es un Dios ni un fin en sí mismo, sino apenas un medio. Por lo cual, la posición del propietario consiste en el ejercicio de un derecho personal y propio y no en el ejercicio de un derecho delegado por el Estado. Y por eso decimos que el propietario no puede ser confundido de ningún modo con un mero gerente. Lo que caracteriza al gerente es el ejercicio de derechos que no le son propios, sino que le fueron delegados. Y éste es el motivo por el cual la distinción entre propietario y gerente es corriente en todas las legislaciones en los países no comunistas. (Cfr. "Quadragesimo Anno", A. A. S. 23, p. 196.) 

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FALSO   VERDADERO
    l El único título de propiedad, en sentido estricto, es el trabajo, de modo que el hombre sólo es propietario de lo que produce personalmente. Las riquezas naturales que posee no le pertenecen de modo absoluto; de ellas apenas es administrador, y las posee en la medida que las administra porque la propiedad absoluta de éstas pertenece a la colectividad.
 
   K Enseña León XIII que el título originario de la propiedad no es el trabajo sino la ocupación. De manera que el hombre es propietario no sólo de su trabajo, sino también de las riquezas naturales, esto es, no sólo del {ruto de la tierra, sino también de la propia tierra. Esta última la podrá explotar por sí o por otros.

 

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Explanación

   La sentencia impugnada se confunde con el llamado "SOCIALISMO AGRARIO", que niega la propiedad sobre la tierra, condenado por los sociólogos católicos apoyados en la argumentación con que León XIII en la "Rerum Novarum" justifica la propiedad privada. Y de hecho, en esa Encíclica enseña el Papa que el hombre tiene también derecho a los bienes de raíz, legítimamente adquiridos.

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FALSO   VERDADERO
   l De por sí la tierra no es susceptible de apropiación individual, pues pertenece a la colectividad. Así, las personas que viven de la tierra deben pagar a la colectividad las ventajas que sacan de la utilización exclusiva de ella. Este impuesto, el Estado puede percibirlo por medio de un sistema tributario que haga recaer sobre la tierra todos los impuestos. Y como la tierra es la fuente natural de todos los bienes, tal tributo debe bastar para atender a todas las necesidades del Estado.
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   K   La tierra, como otros bienes muebles o inmuebles, es susceptible de apropiación individual. Así, el propietario de la tierra, no debe pagar al Estado por la utilización exclusiva de ella. Los impuestos deben recaer sobre los propietarios lo mismo que sobre cualquier otra persona, de acuerdo con la Justicia distributiva. La tierra no es la única fuente de bienes económicos. Un impuesto que recayese exclusivamente sobre la tierra, destruiría la economía privada y sería insuficiente para atender a los gastos normales del Estado.
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Explanación

   La sentencia impugnada es una de las clásicas tesis del "Socialismo Agrario" de Henri George. La Iglesia está lejos de asociarse a esta fobia de la propiedad territorial. En esta propiedad ve, por el contrario, un precioso apoyo para la estabilidad de las familias, de las clases sociales, de las asociaciones piadosas y de caridad, así como también de los Institutos Eclesiásticos.

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FALSO   VERDADERO
   l Los grandes latifundios son intrínsecamente malos, porque son contrarios a la doctrina Cristiana que sólo admite la pequeña propiedad, más conforme con la igualdad que debe reinar entre los hombres.
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   K   Es deseable que la propiedad se extienda lo más posible entre los hombres como complemento natural de la personalidad. La prosperidad social, no obstante, permite, y a veces exige, que al lado de la pequeña propiedad existan las medianas y las grandes. La igualdad entre los hombres debe entenderse, no en sentido nivelador, sino en sentido proporcional: los derechos y las responsabilidades corresponden a la situación que la persona tiene en la sociedad.
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Explanación

   Como la propiedad tiene también una función social, hay límites necesarios para la gran propiedad: cuando favorece la improductividad de las riquezas en detrimento del bien común; cuando concentra tanto las riquezas en manos de pocos y reduce a los otros a la miseria, pobreza o esclavitud, o impide a parte notable de los hombres el hacerse propietarios.

   Sobre la legitimidad de los grandes latifundios se pronunció el Santo Padre en la alocución del 2 de julio de 1951 a los participantes del Congreso reunido en Roma para mejorar la condición de vida del obrero agrícola (A. A. S. 43, pág. 554 y ss.) Dice el Papa después de hablar sobre la conveniencia de la pequeña propiedad rural: "De eso no resulta que se niegue la utilidad, y muchas veces la necesidad, de empresas agrarias más vastas". 

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FALSO   VERDADERO
   l La cuestión social es una cuestión de mera justicia en el campo económico. Para resolverla no se debe apelar a la caridad.
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   K La cuestión social es antes que nada una cuestión moral y religiosa (León XIII, Encíclica "Graves de communi"). Envuelve cuestiones de justicia y caridad, y nunca será resuelta por la práctica de los meros deberes de justicia.
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Explanación

   La sentencia impugnada estaría conforme con el materialismo histórico, pues no tiene en consideración alguna, en la cuestión social, la existencia del alma humana, sino sólo el cuerpo y sus necesidades. De hecho, la Iglesia enseña que la cuestión social es principalmente moral, y como todas las cuestiones morales son religiosas, es esencialmente religiosa. León XIII en la "Rerum Novarum" enseña que la cuestión social sólo tiene solución posible admitiéndose dos principios: 1 — la desigualdad social; 2 — la necesidad de la anión de las clases sociales. Desenvolviendo este segundo principio señala los medios que se han de emplear para conseguir esta unión, y son: a) — Justicia; b) — La amistad, que lleva a los ricos a atender no sólo a los deberes de estricta justicia, sino también a ser generosos en el empleo de sus bienes superfluos. Y añade que este deber de la limosna es verdadera obligación moral, y la Providencia así lo dispuso para fomentar la unión entre las clases. Fue ése el designio de la Providencia cuando a unos les dio más que a otros, ya en talentos, ya en riquezas: para que los unos sirviesen a los otros dando de lo superfluo a estos últimos, y así todos viviesen unidos y amigos, c) — En tercer lugar, el sentimiento de caridad cristiana, penetrando también en las otras relaciones entre las clases, impregna la vida social de aquella suavidad ordenada que es la perfección de la convivencia humana. — Lejos está, pues, León XIII de restringir la cuestión social a los estrechos y mezquinos límites del "do ut facias". El Pontífice afronta la cuestión de modo humano, con aquella amplitud con que Dios Nuestro Señor hizo todas las criaturas para un mismo fin último, que debe de ser conseguido mediante el auxilio que se prestan unos a otros aquí en la tierra.

   En la "Graves de communi", escrita diez años más tarde, en 1901, León XIII declara categóricamente que la cuestión social no se resuelve sólo con el aumento del jornal y la disminución de horas de trabajo y otras medidas de esa naturaleza. La paz social es fruto de la virtud, que sólo la Religión puede inculcar sólidamente.

   La misma doctrina es enseñada por Pío XI, en la "Quadragesimo Anno", apuntando la causa de los males sociales en el desenvolvimiento de la economía realizada al margen de los principios morales o mismo contra ellos.

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FALSO   VERDADERO
   l La Iglesia se equivocó cuando en el pasado aprobó los regímenes monárquicos y aristocráticos que fomentan las desigualdades y el orgullo de clase y son, por tanto, incompatibles con el espíritu evangélico.
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   K En sí la Iglesia considera igualmente compatibles con sus principios y, por consiguiente, con el espíritu evangélico, los tres regímenes; monárquico, aristocrático y democrático. Santo Tomás de Aquino nos enseña que, en principio, el mejor régimen es el monárquico, pero que, dadas las contingencias humanas, el mejor sistema de Gobierno debe contener elementos de cada uno de esos tres regímenes (S. T. 1ª 2.ae, q. CV, a. 1, c. et ad 1um).
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Explanación

   La sentencia impugnada fue condenada por San Pío X en la Carta Apostólica "Notre Charge Apostolique" contra "Le Sillón", organismo de propaganda modernista dirigido por Marc Sangnier. En ese documento declara el Santo Padre que la civilización cristiana, según León XIII, es posible en cualquiera de las tres formas de gobierno.

   Además, la sentencia impugnada dimana del falso principio de que la igualdad plena entre los hombres fue enseñada por Jesucristo. Todos los documentos pontificios relativos a cuestiones sociales, establecen como base querida por la Providencia la desigualdad de clases. Así, por ejemplo, la "Rerum Novarum", la "Quadragesimo Anno", la alocución del Santo Padre en Navidad .de 1944, etc.

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FALSO   VERDADERO
   l  Lo democracia cristiana consiste en el Gobierno del pueblo, esto es, de la mayoría.
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   K   La "democracia cristiana" es una expresión usada para indicar cualquier Gobierno que promueva el bien común bajo la ley de Dios, sea ese gobierno monárquico, aristocrático o democrático. Es lo que enseña León XIII cuando dice que la democracia cristiana "No debe absolutamente tener preferencias por ninguna forma de Gobierno" (Encíclica "Graves de communi"). La forma democrática de Gobierno es compatible con la doctrina de la Iglesia en la medida en que significa la participación del pueblo en los negocios públicos. Pero por «pueblo» la Iglesia no entiende la mayoría numérica, inorgánica, esto es, la masa, sino toda la población, teniendo en cuenta las legítimas diferencias de clases, de región, etcétera. Así, la democracia legítima no es el dominio de las clases más numerosas sobre las menos numerosas, de la masa sobre la clase escogida, sino la justa y proporcionada influencia de las clases, familias, regiones y grupos sociales, en los negocios públicos.
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Explanación

   La diferencia entre el concepto católico y el concepto corriente de democracia procede de la manera diferente de entender la palabra "Pueblo". Para la Iglesia, pueblo es, en cierto sentido, contrario a masa. Pío XII dice: "Pueblo y multitud amorfa o, como se acostumbra a decir, masas, son dos conceptos diversos. El pueblo vive y se mueve por sí mismo; la masa es por sí misma inerte, y sólo puede ser movida desde el exterior. El pueblo vive de la plenitud de la vida de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales —en su propia posición y según su modo propio — es una persona consciente de las respectivas responsabilidades y convicciones. La masa, por el contrario, espera el impulso del exterior, fácil juguete en manos de quien quiere explotar los instintos y las impresiones, pronto a seguir, alternativamente, hoy esta bandera y mañana aquélla. Por su exuberancia, la vida de un verdadero pueblo se difunde, abundante, rica, en el Estado y en todos sus organismos, comunicándoles con vigor, incesantemente renovado, la conciencia de .su propia responsabilidad, el verdadero sentido del bien común" (Alocución de Navidad de 1944).

   Por consiguiente, para la mayor parte de los demócratas el pueblo es precisamente lo que Pío XII llama masa. Es lo que se deduce de las palabras del Papa gloriosamente remante:

   "Por todas partes la vida de las naciones está disgregada por el culto ciego del valor numérico. El ciudadano es elector; pero, como tal, no es en realidad sino una de las unidades cuyo total constituye una mayoría o una minoría, que el simple desentono de algunas voces, cuando no una sola, basta para cambiar. Desde el punto de vista de los partidos, el elector no cuenta sino por su poder electoral, por el concurso que su voto da: En su situación y en su papel dentro de la familia y de la profesión no se piensa" (Alocución a los dirigentes del Movimiento Universal pro-Confederación Mundial en 1951).

   La democracia, en el sentido aceptable de la palabra, jamás se identifica con el mito revolucionario de la soberanía popular. Todo poder viene de Dios. El pueblo —y por "pueblo" entiéndase, como arriba se dijo, por oposición a masa— apenas puede escoger los que le han de gobernar con autoridad que les viene de Dios.  

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FALSO   VERDADERO
   l Los católicos deben preferir el Socialismo al liberalismo.
 
    K  Los católicos no deben aceptar ni el Liberalismo ni el Socialismo. 
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Explanación

   Según la doctrina de la Iglesia, tanto el régimen Liberal como el Socialista, son malos y, llevados a sus últimas consecuencias, producen la completa subversión de la vida social.

   Los católicos deben, por tanto, promover la instauración de un régimen que se halle en un terreno enteramente diverso. La sentencia impugnada tiene el defecto de presentar el Liberalismo y el Socialismo como contrarios uno al otro. En realidad, como afirma León XIII, el Liberalismo es cansa del Socialismo, y, en la concepción laica e inorgánica de nuestros tiempos, es imposible salir de un extremo sin caer en el otro. Considérese una sociedad entregada al paganismo. Si la autoridad se muestra liberal y condescendiente, si las leyes conceden mucha facilidad de movimientos a los particulares, el alarmante desencadenarse de las pasiones, producirá, por fuerza, la anarquía. El mantenimiento del orden exige una tal cantidad de leyes, decretos, reglamentos, tantas intervenciones públicas para asegurar la realización de las incontables funciones estatales, que el ciudadano aislado, desarmado, aterrorizado, se volverá en poco tiempo grano de polvo, esclavo desarmado delante del Estado Moloch.

   Los fundamentos de la verdadera solución, opuesta al Liberalismo y al Socialismo, se encuentran en las siguientes palabras del Soberano Pontífice: "El Estado no contiene en sí ni reune mecánicamente en determinado territorio una amorfa aglomeración de individuos; es él, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo" (Alocución de Navidad de 194S).

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