2do. CONGRESO IBEROAMERICANO DE PENSAMIENTO CRÍTICO
Pensamiento
crítico: ¿necesidad social o lujo académico?
En el artículo titulado
“Pensamiento crítico: ¿para qué sirve? (De hecho, ¿qué es?)”, publicado en The
Skeptical Inquirer, el profesor de sociología Howard Gabennesch define
así al pensamiento crítico: “El pensamiento crítico consiste en el uso de
nuestras aptitudes racionales, ideas y valores para acercarnos a la verdad
tanto como sea posible.”
Ahora bien, ¿cuáles son
dichas aptitudes según Gabennesch? Son: Analizar, sintetizar, interpretar,
explicar, evaluar, generalizar, abstraer, ilustrar, aplicar, comparar y
reconocer falacias lógicas.
He aquí algunas de las
ideas, hábitos y cosmovisiones que menciona el autor en su artículo:
- No somos conscientes de
cómo nos influyen el entorno y los genes.
- Solemos confundir lo
natural con las concepciones humanas.
- Los roles sociales no
sólo forman nuestro comportamiento sino nuestra identidad. Sin querer nos
convertimos en lo que hacemos.
- Somos ignorantes de
nuestra ignorancia. Y cuanto más incompetentes, más sobreestimamos nuestra
competencia.
- Es normal que cosas
aparentemente contradictorias ocurran al mismo tiempo.
- Muchas cosas buenas
tienen algún costo. Y muchas cosas malas traen beneficios.
- Vemos las cosas en
blanco y negro, sin matices.
- Confundimos partes de
la verdad con la verdad.
- Las verdades parciales
pueden ser tan engañosas como las mentiras.
- Somos más propensos al
engaño por parte de gente que cree sinceramente en lo que dice que por los que mienten
deliberadamente.
- El autoengaño puede ser
un problema mayor que el engaño por parte de otros.
También debemos agregar a
la lista una confusión muy común: correlación no implica una relación causa-efecto.
Frecuentemente confundimos la aparición simultánea de dos eventos, afirmando
erróneamente que uno es consecuencia del otro. Esta falacia se conoce con el
nombre de Post Hoc, Ergo Propter Hoc.
La difusión del
pensamiento crítico sin duda es una necesidad social. Sea para poder discernir
qué hay de verdad en un discurso político, en una arenga religiosa, en una
afirmación pseudocientífica o en una noticia periodística difundida por los
medios de comunicación, el pensamiento crítico puede aportar indicios útiles
para separar la paja del trigo.
¿Hay compromiso de la
comunidad científica con la difusión del pensamiento crítico?
Veamos qué dicen los
entendidos. He aquí algunas de las opiniones que he podido recabar de
reconocidos filósofos y científicos en actividad, que hacen una crítica a la
comunidad académica.
-¿Lo ve Ud. así en
Canadá?
“En
Canadá y en el resto del mundo.”
-¿Qué diferencias destacaría
Ud. entre pensamiento científico y pensamiento crítico?
“El
pensamiento científico es un caso particular del pensamiento crítico: además de
ser escéptico, se vale de datos y teorías que pueden competir ventajosamente
con la pseudociencia y la superstición ordinaria. El crítico de afuera se
limita a dudar o demoler, mientas que el de adentro puede reemplazar la moneda
falsa por la legítima. Más aun, el crítico sin ciencia puede “comprar”
pseudociencia. P. ej., Popper “compró”
la teoría económica estándar, admitió la posibilidad de la parapsicología y de
la acción a distancia, y defendió denodadamente el dualismo psiconeural contra
el monismo. Además, tardó medio siglo en aceptar la biología evolutiva.”
(Bunge, 2006)
“No creo que el mundo
académico en general, o los profesores y los científicos en particular sean
“indiferentes” per se al problema de la pseudociencia; sucede que el
tema de la pseudociencia no está en su campo de estudio, enseñanza e
influencia. Esto es, si pensamos en la pseudociencia como una subdivisión de la
ciencia, en las líneas de una subdivisión de la sociología de la ciencia —que
estudia los márgenes de la ciencia para comprender mejor cómo trabaja la ciencia—
vemos que casi nadie estudia la sociología de la ciencia, y mucho menos esta
subdivisión. Por lo tanto, no es que la academia no piense que es importante.
Es que el tema no se encuentra dentro de su pantalla de radar, o no es parte de
su trabajo. Esta es la razón por la cual estamos los escépticos. Precisamente
estudiamos ese campo.
La ciencia es el campo más
importante que uno puede estudiar para aprender pensamiento crítico, pero no es
el único. La filosofía, particularmente la epistemología, es importante. Y
dentro de la ciencia, la psicología cognitiva, especialmente el estudio de las
distorsiones cognitivas, es vital para comprender el pensamiento crítico.”
(Shermer, 2006)
“Tuvimos un gran apoyo en
Norteamérica y en todo el mundo de la comunidad científica para nuestro
programa de crítica a la pseudociencia y a lo paranormal. Y hemos tenido un
considerable impacto en el público.
Estudiar ciencia no es suficiente para
transmitir una apreciación del pensamiento crítico. Existe la necesidad de
hacer cursos especialmente diseñados en las escuelas y universidades. Pero
también necesitamos una Nuevo Ilustración. Ello requiere la creación de nuevas
instituciones dedicadas a cultivar la apreciación de los métodos de la ciencia
y de la perspectiva científica, y aparte la creación de nuevos valores
humanistas en una sociedad secular. Éste es el propósito de nuestros Centros
para la Investigación.” (Kurtz,
2006).
Las opiniones de la mayoría
de los científicos e investigadores comprometidos con la difusión del
pensamiento crítico, tienden a seguir una misma línea: están de acuerdo en que
la comunidad académica podría hacer más y debería comprometerse en mayor grado.
Celso Aldao, profesor en
el Departamento de Física de la Facultad de Ingeniería de la Universidad
Nacional de Mar del Plata, Argentina, e investigador del CONICET (Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) hace una fuerte crítica:
“El mundo académico considera inofensivas a las pseudociencias, e inclusive
adecuadas para las masas (...) El ataque a la ciencia proviene desde la propia
academia: posmodernistas, relativistas, feministas radicales” (Aldao, 2005).
Realmente resulta
preocupante que integrantes de la comunidad académica consideren que la
pseudociencia es un asunto menor y “adecuado para las masas” (!).
Examinando el discurso
postmodernista podemos darnos cuenta de que hay una desconfianza hacia la
ciencia, cristalizada en una cosmovisión netamente anticientífica: el “todo
vale”, el relativismo cultural, la etnometodología y los “nuevos” paradigmas.
Bernard L. Patten, en su libro Truth, knowledge, or just plain bull dice:
“La mayoría de los pensadores tienen problemas para comunicar eficazmente su pensamiento, no porque sean pobres comunicadores (aunque algunos lo son) sino porque el público al que le hablan, por varias razones, es poco receptivo.” Y agrega: “La verdadera erudición es uno de los más grandes éxitos que nuestra especie puede lograr. Nadie es más triunfador que el hombre que elige un tema y lo maneja con todo detalle. Puede hacer lo que quiera. Pero si pudiera comunicar sus hallazgos tal como él los conoce, ya habría civilizado a la raza humana hace muchísimo tiempo. De este modo, los verdaderos eruditos han fallado. La verdadera erudición es a menudo incomunicable.
Patten propone una serie
de principios, entre los cuales encontramos el siguiente:
“Los pseudoeruditos como nosotros controlamos el futuro del mundo (...) La mayoría de nosotros somos pseudoeruditos, no verdaderos eruditos. Pero somos nosotros, los pseudoeruditos, los que controlamos la iglesia y el estado, los sistemas educativos, la prensa, y la economía, y en general el futuro del mundo (directa e indirectamente).”
Pablo Capanna, profesor
de filosofía, ex docente de la Universidad Tecnológica Nacional, y escritor,
afirma lo siguiente: “Se da la creación de una gran cantidad de publicaciones
espurias simplemente para justificar un empleo, un empleo de investigador
científico que tiene año sabático, estabilidad (...) Cuando no hay temas
genuinos para investigar, entonces ‘descubramos algo, inventemos algo, aunque
sea irrelevante’.” (Capanna, 2005).
Con respecto al mismo
tema, Mario Bunge, en su Diccionario de Filosofía, da las siguientes
definiciones, no sin un dejo de sarcasmo:
“Trabajo académico:
Una obra intelectual de interés muy limitado, que probablemente sirve más para
el progreso en la carrera de su autor que para el conocimiento humano. Cuando
un número significativo de eruditos se dedica a un trabajo de este tipo, se
tiene una industria académica.”
“Industria académica:
Esfuerzo intelectual para la producción de publicaciones irrelevantes. Un
discurso de pseudoproblemas o miniproblemas (frecuentemente tienen su origen en
malentendidos elementales) que sólo sirve para conseguir una promoción
académica.”
Finalmente, el oncólogo
Ernesto Gil Deza, Director del Departamento de Investigación y Docencia del
Instituto Henry Moore, afirma que “sólo el 10 por ciento de los médicos
prescribe de acuerdo con las investigaciones científicas” (Gil Deza, 2005).
Ello quiere decir que sólo dicho porcentaje ha leído la investigación original
en la que se presentaron evidencias de la eficacia del medicamento en cuestión.
Sumemos a ello el
desconocimiento que esgrimen los médicos respecto de los fundamentos de la
homeopatía, de la terapia floral, de la auriculoterapia, de la acupuntura y
otras medicinas alternativas. Simplemente dichas “terapias” no se ven en la
universidad, cosa que resulta contraproducente pues los estudiantes no aprenden
a distinguir entre ciencia y pseudociencia.
En la Argentina, el
psicoanálisis (freudiano, lacaniano, kleiniano, etc.), una pseudociencia de más
de 100 años de antigüedad, sigue teniendo mayoría abrumadora en las Facultades
de Psicología.
El papel de los
escépticos y librepensadores
Los escépticos y
librepensadores vienen a llenar el hueco dejado por los integrantes de la
comunidad científica que permanecen indiferentes con respecto al avance de la
pseudociencia y el dogmatismo. ¿Qué podemos hacer, entonces, frente a este
panorama? Propongo las siguientes vías de acción:
-Atraer la atención de la
comunidad científica: profesores, investigadores, rectores.
-Transmitir nuestra
preocupación a las autoridades educativas (en la universidad y en los
respectivos Ministerios de Salud y Educación)
-Proponer a
instituciones, asociaciones y otras entidades que brinden cursos, seminarios,
talleres y charlas sobre pensamiento crítico para docentes, profesores y
público en general.
-Instar a las autoridades
universitarias a que creen estos cursos dentro de sus programas de enseñanza.
Como vemos, el
pensamiento crítico no es sólo un lujo académico, sino una imperiosa necesidad
social.
Referencias:
Aldao, Celso M (2005).
Primera Conferencia Iberoamericana sobre Pensamiento Crítico, Buenos Aires.
Bunge, Mario (2001). Diccionario
de Filosofía, Siglo XXI Editores, México, 2001.
Bunge, Mario (2006). Comunicación
personal.
Capanna, Pablo (2005).
Primera Conferencia Iberoamericana sobre Pensamiento Crítico, Buenos Aires.
Gil Deza, Ernesto (2005).
Primera Conferencia Iberoamericana sobre Pensamiento Crítico, Buenos Aires.
Gabennesch, Howard. Critical Thinking: What Is It Good for? (In Fact, What Is It?). The Skeptical Inquirer, Vol 30, Nº 2, March/April 2006.
Golombek, Diego (2006). Comunicación personal.
Kurtz, Paul (2006).
Comunicación personal.
Patten, Bernard M. Truth, Knowledge or Just Plain Bull – How to tell the difference. Prometheus Books, Amherst, Nueva York, 2004.
Porto Reis, Widson (2005). Primera Conferencia Iberoamericana sobre
Pensamiento Crítico, Buenos Aires.
Michael Shermer (2006).
Comunicación personal.
*Alejandro J. Borgo
es director de la revista Pensar y director del CFI/Argentina.
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