HISTORIA DE LA ORDEN
Reseña sobre la Orden de los Caballeros Templarios
Por Fr+ Horacio Amadeo Della Torre
(04 de marzo de 1936 - 05 de junio de 2003)

 

La ORDEN del TEMPLE, como se la conoce ahora, o de los POBRES CABALLEROS DE CRISTO, es debida al insigne cisterciense (San) Bernardo de Claraval. De paso diremos que fue también Bernardo quien impulsó el culto a la Virgen María en el Cristianismo, y la expresión "Nuestra Señora", a imagen de la Caballería. La genialidad o "iniciación" de San Bernardo ha tratado de ser explicada desde ángulos muy diversos, desde que era fruto de una formación druida hasta que había bebido tres gotas de leche de la propia Virgen, imagen representada por el pintor Alonso Cano, hoy en el Prado de Madrid [1]. 

Los nueve caballeros iniciales, de origen francés se trasladaron a Jerusalén (1118) con la misión de cuidar los caminos para los peregrinos y protegerlos de asaltantes. El Rey Balduino II poco después les entregó como alojamiento una parte de lo que fuera el Templo de Salomón, de ahí que se los conociera como CABALLEROS TEMPLARIOS. Frente al Patriarca Teocleto 66° sucesor de la línea de San Juan, cumplieron con los tres votos monacales: obediencia, pobreza y castidad. Es posible que en forma oculta hayan tratado de encontrar tesoros sagrados en el Templo en que se alojaban. 

Nueve años después (continuaban siendo nueve), Bernardo logra se concite un Concilio (Troyes) en el que la Orden es reconocida a toda orquesta por la Iglesia. Se la exime de toda dependencia, con excepción de la papal. 

El propio Bernardo elabora sus reglas. Adquieren el manto blanco del Císter y unos años después se les autoriza a exhibir la cruz roja de ocho puntas sobre el lado izquierdo de su manto, que luego los caracterizara. Transformados en monjes guerreros, a partir de ese instante se involucran de lleno en la guerra contra el musulmán tanto en Tierra Santa como en España. Sus campañas militares son heroicas. Siete de sus veintidós Grandes Maestres (32%) mueren en el campo de batalla.

Además su presencia en Medio Oriente les permite ponerse en contacto con otras culturas especialmente la islámica y judía, que sin duda incorporan. En España también luchan contra el Islam. 
Paralelamente su crecimiento económico resulta impresionante, generalizan la letra de cambio transformándose en los grandes banqueros de la Edad Media. A fines del siglo XIII su ingreso era equivalente a unos dos millones y medio de libras esterlinas actuales, superior al de cualquier estado europeo de esos días [2] lo que más tarde contribuirá a su ruina. 

Transforman la construcción románica en gótica, intervienen directa o indirectamente en la edificación de alrededor de 70 catedrales para lo que protegen artesanos, arman su propia flota de mar y posibilitan y abren todo tipo de rutas al comercio.

Después de la caída de San Juan de Acre (1291), se retiran a Chipre y de allí, por llamado de Felipe el Hermoso, su (último) Gran Maestre se desplaza con todas las riquezas a París. 

En la madrugada del viernes 13 de octubre de 1307, los templarios de Francia son detenidos por orden de Felipe el Hermoso, quien encuentra en Nogaret el personaje ideal para impulsar una confabulación bastarda y acusarlos de los crímenes más infamantes. Los templarios son encarcelados y las mentirosas confesiones arrancadas mediante compra o tortura. El objetivo es claro: quedarse con sus bienes. El papa, Clemente Vº, un hombre de débil carácter, tras lábil resistencia, finalmente cede. Jaques de Molay es quemado el 18 de marzo de 1314. En 1314 el papa disuelve la Orden por disposición personal ante la imposibilidad de que un Concilio lo respalde.

El lema de la Orden que ha llegado a nosotros es el primer versículo del Salmo 115: Non Nobis Domine, Non Nobis, Sed Nomine Tuo Da Gloriam (No a nosotros Señor, no a nosotros, Sea toda la gloria en Tu Nombre).

Tras su aparente desaparición muchos templarios fueron recibidos por otras ordenes monástico-militares (algunas de ellas expresamente creadas a tal fin), algunos se ocultaron y otros probablemente huyeron por mar pues no hay constancia alguna que aquella madrugada fatídica del viernes 13 , Felipe haya podido echarle el guante a barco alguno de la tremenda flota que perteneciera al Temple. 

Durante su prisión, Fr+ Jaques de Molay le entrego la gran Maestranza a Johannes Marcus Larmenius, quien ocultará la Orden. Se sucederán 24 Grandes Maestres, hasta que Fr+ Frabré Cardoal (también llamado Palaprat) obtendrá de Napoleón Bonaparte el reconocimiento de la Orden, renombrándola como Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalén, en 1804.  

Durante la segunda gran guerra los archivos de la Orden le son entregados Fr+ Sousa Fontes, quien no los devuelve y se autocorona Gran Maestre, nombrando heredero a su hijo, lo cual no es aceptado internacionalmente. 

Desde mitades del S. XX se vive un largo período de acefalía, donde cada Priorato se maneja de forma autónoma. En 1988 se funda la Alianza Federativa Internacional de Prioratos (A.F.I), con el objetivo de lograr la Unidad templaria. En 1997 se llama a elecciones de un Maestre y 8 miembros del Consejo Magistral. Una auditoría externa a la Orden se encarga del asunto. En 1999 sale elegido Fr+ Fernando de Toro-Garland.

El 13 de Septiembre del 2001 se encuentra en el Archivo Secreto Vaticano Acta Original del Proceso a los Templarios, firmada de puño y letra del Papa Clemente V°, en la que absuelve de toda herejía y apostasía a la Orden, a Molay y a los Altos dignatarios del Temple. Tal documento permaneció en secreto durante el proceso por las amenazas de Felipe el Hermoso que Francia se separara de la Iglesia Católica.

El 22 de Marzo de 2002 La Orden del Temple, (O.S.M.T.J.) fue oficialmente recibida por el Vaticano, por primera vez desde los tristes sucesos de 1307, es decir desde hace nada menos que 695 años. A la ceremonia concurrieron el Maestre Fr+ Fernando de Toro-Garland, acompañado de 9 hermanos templarios.
De una u otra forma, las que son motivo de profundos estudios, los templarios perduran hasta hoy en día. Por la Gracia de Dios.    

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[1] . Esta tradición puede ser tomada así literalmente, o ser interpretada desde un punto de vista alquímico. En el vocabulario hermético de los alquimistas, la “leche de la Virgen” designa al agua mercurial, base indispensable para la obtención y fabricación de la piedra filosofal. Así el famoso alquimista Basile Valentín, dirá “Cuando la piedra está hecha y preparada con verdadera leche de la Virgen, toma una parte de ella y hace puro y excelente oro. Bajo esta nueva óptica podemos interpretar que el gran Santo había hecho al menos la excelsa preparación interior del alquimista que le había permitido lograr transformar su esencia en el más noble de los metales, el oro, entendiéndose todo ello en un sentido espiritual. 

[2] C.W. Leadbeater. Antiguos ritos místicos. Abraxas, 1999, Barcelona, pág. 253.

 

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